The Mexican War/La Guerra de Intervención

The Mexican War. Episode 4. The Mexican Spy Company

September 25, 2022 Cesar N Madrigal Season 3 Episode 4
The Mexican War. Episode 4. The Mexican Spy Company
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The Mexican War/La Guerra de Intervención
The Mexican War. Episode 4. The Mexican Spy Company
Sep 25, 2022 Season 3 Episode 4
Cesar N Madrigal

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A través de los tiempos, la nación mexicana ha experimentado un sinnúmero de traiciones efectuadas en su contra, pero ninguna comparada al nivel de las efectuadas por la institución religiosa católica y las de la Mexican Spy Company. 

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A través de los tiempos, la nación mexicana ha experimentado un sinnúmero de traiciones efectuadas en su contra, pero ninguna comparada al nivel de las efectuadas por la institución religiosa católica y las de la Mexican Spy Company. 

The Mexican War/La Guerra de Intervención

The Mexican Spy Company

César N Madrigal Loza

29 de junio de 2022

            

            El coronel Hitchcock, Oficial en jefe del Servicio Secreto de Winfield Scott, designaba $1546.30 a individuos no identificados, y $1534 a la Mexican Spy Company. Estos fondos eran destinados a las operaciones de inteligencia y espionaje, conducidas por las fuerzas del ejército invasor en 1846-1848, durante la guerra en contra de México. Cuando las tropas comandadas por el general William J. Worth arribaban a la ciudad de Puebla, uno de los sacerdotes locales delataba a Manuel Domínguez como un peligroso ladrón, el cual estaba causando grandes daños y estragos a los pobladores de la región. Las tropas norteamericanas, frescas de sus victorias en Veracruz y Cerro Gordo, habían arribado a la ciudad Poblana, sin recibir ninguna resistencia de las tropas mexicanas, a las cuales, las autoridades eclesiásticas les habían negado el apoyo anteriormente antes del arribo de los norteamericanos. Como resultado de ese rechazo, Santa Anna decidía el desplazarse hacia la mismísima Ciudad de México para continuar con la defensa del país en contra de los invasores estadunidenses.

            El general Worth ordenaba el arresto de Domínguez y le informaba que había sido aprehendido como resultado de las quejas ofrecidas a él, por parte de sus mismos compatriotas mexicanos. Domínguez era enviado a prisión, pero haciendo un giro imprevisto, Worth le ofrecía empleo en el ejército norteamericano como mensajero, a lo cual Domínguez aceptaba inmediatamente. Al arribo de Scott a Puebla, Worth le notificaba de la situación de Domínguez, a lo cual el general aceptaba y lo ponía a las órdenes del coronel Hitchcock. El 5 de junio de 1847, Hitchcock enlistaba en sus filas los servicios de Domínguez, al cual lo consideraba como el capitán de ladrones. A Hitchcock le comenzó a gustar la forma en que se desenvolvía Domínguez, además de su comportamiento en general, aunque existían complicaciones. Uno de los intérpretes del ejército de Scott reconocía a Domínguez como el ladrón que lo había asaltado anteriormente por el camino. En ese encuentro, Domínguez le quitaba $5 a cambio de ofrecerle protección. 

            La ruta entre Veracruz y Puebla estaba rodeada por asaltantes que atacaban constantemente a norteamericanos. Pero a través de Domínguez, Hitchcock coordinaba esfuerzos para que estos transeúntes recibieran protección, por parte de Domínguez y sus secuaces, a cambio de pequeñas sumas de dinero, ofreciendo a cambio guías de ruta, mensajería, y servicios de inteligencia o espionaje. Ya para los finales de junio, Hitchcock contrataba cinco más de los bandoleros que acompañaban a Domínguez con un salario de $2 diarios, y los ponía rápidamente a su disposición. Pero rápidamente se daba cuenta que el total de hombres empleados no eran lo suficiente para poder efectuar la labor requerida, y de que las labores efectuadas—de ofrecer protección y garantías a los viajeros americanos en los caminos—no proporcionaban los efectos esperados. Hitchcock necesitaba de más hombres que pudieran confeccionar una más especializada misión y en los cuales pudiera confiar completamente. Además, necesitaba que estuvieran a disposición de él las 24 horas del día, siete días a la semana.  

            El 26 de junio, en Puebla, Hitchcock sacaba a 12 hombres de prisión y los reunía con Domínguez. Todos ellos eran conocidos amigos del forajido. Después de reunirse, se juraban eterna lealtad entre ellos, además de comprometerse en ofrecer total sumisión y fidelidad a los Estados Unidos de América. Al término de la reunión, Hitchcock los regresaba a sus celdas, con la promesa de soltarlos libres después de que palabreara con el general Scott. Winfield Scott accedía a los planes de Hitchcock, el cual repartía $50 entre todos los forajidos. Poco después, Hitchcock concordaba con Domínguez el reclutar a 200 hombres más, todos ellos criminales o exconvictos, los cuales serían organizados en diferentes compañías bajo el comando directo del General Scott, dirigidos todos por Hitchcock. Cada hombre recibiría $20 mensuales de pago. Estas acciones daban creación a La Mexican Spy Company (Caruso, 1991). 

Scott reunía a los generales Quitman, Twiggs y Smith, y varios más coroneles y mayores, para informarles acerca de la formación de la Mexican Spy Company. Al término de la reunión, todos los oficiales daban su aprobación, y comenzaban a diseñar el plan de ejecución. En las primeras instancias, solamente cinco compañías eran agregadas a la nómina de pago. Sus labores consistían en observar las actividades alrededor de las cercanías a la ciudad poblana, y el transcurso de los caminos que dirigían hasta la Ciudad de México. En esas instancias bélicas de conflicto, las actividades alrededor de la Capital mexicana eran minuciosamente vigiladas por las autoridades, pero los nuevos espías—a mando del ejército que comandaba Scott—, entraban disfrazados de comerciantes vendiendo manzanas, cebollas, jitomates, etc. sin generar sospecha alguna por parte de la población o las autoridades que resguardaban las entradas y salidas a la capital mexicana.

La importancia de contar con el apoyo otorgado por los espías mexicanos surtía efecto casi inmediatamente. A finales de junio, los movimientos de las tropas norteamericanas—las cuales se desplazaban desde el puerto de Veracruz hacia Puebla—, eran vigilados y asediados constantemente por ramas del ejército mexicano de defensa. El brigadier general George Cadwalader intentaba forzar su avance desde Jalapa hasta Perote, pero era constantemente asediado por los ataques mexicanos, lo que le impedía enormemente el traslado. El coronel Wynkoop—el cual estaba estacionado en Perote— había sido informado que una fuerza considerable de defensa mexicana estaba siendo formada para forjar una emboscada en contra de la brigada de Cadwalader. Wynkoop inmediatamente enviaba al capitán H.S. Walker—acompañado de su compañía de Texas Rangers—, a impedir el ataque sorpresa y a intentar liquidar al enemigo. Los tejanos lograban el objetivo al arrasar con la mayor fuerza mexicana, ayudados éstos por el factor sorpresa, logrando que la brigada de Cadwalader arribara a Perote sin mayores riesgos. El coronel Wynkoop había sido asignado el monto de $500, para orquestar la operación de inteligencia, y la maniobra resultaba fructífera. Los espías mexicanos, y sus labores de inteligencia, efectuaban una gran labor en contra de sus mismos compatriotas.

La colaboración otorgada a los estadunidenses, por parte de la Mexican Spy Company, convertía al ejército norteamericano en una fuerza más poderosa. Los colaboradores mexicanos otorgaban protección a los estadunidenses desde Veracruz hasta la misma Ciudad de México. Las labores de espionaje conferían a Scott valiosa información en referencia a los movimientos de tropas mexicanas estacionadas en estas áreas. La habilidad de los agentes espías, de penetrar los contornos de las filas del ejército mexicano de defensa, eran claramente demostrados en la entrega de estafetas de correo. En Saltillo Coahuila, meses atrás—al término de la Batalla de la Angostura—, la mayor parte de las fuerzas de Zachary Taylor eran transferidas a las órdenes de Winfield Scott, el cual había sido designado por James K. Polk a trasladarse hacia el puerto de Veracruz y asegurarlo, para después trasladarse hasta la Ciudad de México, como lo había hecho siglos atrás Hernán Cortés, en su conquista del Imperio Azteca, liderado éste por Moctezuma II. Todavía en Saltillo, el mayor John P. Gaines, y su caballería de los Voluntarios de Kentucky, eran capturados por la caballería de Santa Anna—sin oponer resistencia—, ya que habían sido sorprendidos por los jinetes mexicanos al no poner centinelas que resguardaran su campamento. Gaines y 100 de sus jinetes eran hechos prisioneros y trasladados a una prisión en la Ciudad de México. El 27 de abril, el general Worth, el cual estaba estacionado en Perote, escribía una serie de misivas, las cuales eran entregadas al mayor Gaines, en su misma celda, por los espías mexicanos, lo que validaba enormemente las habilidades de los espías en movilizarse entre fuerzas y territorios enemigos.

La información escrita por Worth no contenía un simple lenguaje de consolación o atenuación a la situación del mayor. Las cartas indicaban el número de tropas con las cuales contaba el general Winfield Scott, la posible fecha convenida del ataque final a la Ciudad de México, la predicción de que posiblemente Zachary Taylor se convertiría en el próximo presidente de los Estados Unidos, y la fecha de arribo de las fuerzas del general Pierce a Puebla, el cual contaba con 3,000 efectivos. El sensible contenido de estos escritos, y la eficaz manera en la cual eran entregados por los espías mexicanos, demostraba la confianza ejercida en ellos por parte del general Worth. Finalmente, Gaines lograba escapar de la prisión regresando a Puebla el 4 de agosto de 1846. 

Cuando Santa Anna se enteraba de la inclusión de mexicanos en las filas del ejército norteamericano, se enfurecía enormemente. Sin embargo, cuando alguno de estos espías caía en manos de los mexicanos, eran fusilados inmediatamente sin recibir clemencia alguna. Habían cometido la mayor traición a la nación mexicana al decidir colaborar con el enemigo, lo cual no les otorgaba ningún derecho de defensa a su favor. Sin embargo, el gobierno mexicano ofrecía el indulto a dos de los cabecillas, sin saber que Manuel Domínguez era el principal líder de la Mexican Spy Company. Sin así saberlo, los oficiales del gobierno enviaban al mismo Domínguez a que entregara las cartas del perdón a los dos sospechosos, las cuales llegaban obviamente a manos del coronel Hitchcock. Santa Anna enviaba una misiva a Los Poblanos (apelativo usado para nombrar a los miembros de la Mexican Spy Company, ya que todos estos eran oriundos de la ciudad de Puebla). En la carta les exhortaba a que se integraran a las fuerzas de defensa, prometiéndoles el perdón, así como una recompensa monetaria, pero Domínguez y su compañía rechazaban la propuesta de Santa Anna.

Durante el periodo entre los meses de junio y julio, y los primeros días del mes de agosto de 1847, los espías reportaban a los americanos que el número de participantes del ejército mexicano aumentaba sostenidamente. Con esta información, Hitchcock deducía que el ejército que comandaba Santa Anna contaba entre sus filas a unos 30,000 soldados, de los cuales la mitad eran soldados profesionales y bien entrenados. Las sospechas de que Santa Anna, a través de José Atocha, había concordado un plan con el presidente James K. Polk de apoyar el avance norteamericano por el valle de México, sin enfrascarlos en batallas que pudieran terminar con los americanos, se evidenciaron cuando el avance norteamericano era permitido sin enfrentar ningún tipo de ataque, por parte de la formidable fuerza militar que poseía Santa Anna. Existían varios puntos, sobre las montañas que conectaban la ciudad de Puebla con la capital mexicana, los cuales hubieran permitido a los mexicanos destruir caminos y entablar enfrentamientos entre cientos de americanos contra miles de mexicanos, pero no fue así. Esto manifestaba, probablemente, que posibles acuerdos habían sido concordados y que grandes montos de dinero habían sido intercambiados para que los americanos contaran con la seguridad de avanzar sin ser interceptados por alguna fuerza militar mexicana.

En la ciudad de Puebla, en julio de 1847, un miembro de la delegación de la embajada británica en México, daba indicios a Nicholas Trist— jefe negociador de paz enviado por el presidente Polk—, de que posiblemente los mexicanos podrían ser sobornados. Como resultado de esta valiosa información, Scott decidía enviar $10,000 destinados a un agente británico en la ciudad de México, con la promesa de enviar un pago adicional de $1,000,000 a Santa Anna, como motivación para que el líder mexicano concordara los inicios de una negociación de paz, obviamente favorable para los Estados Unidos. Santa Anna, al recibir el pago inicial, enviaba una respuesta a Scott indicándole que, como resultado de la situación política en la capital, le era imposible el concordar acuerdos de paz. Sin embargo, el Napoleón del Oeste permitiría el avance norteamericano hasta el Peñón, un monte peñascoso localizado a 15 kilómetros de distancia de la capital azteca.

Poco después, Scott recibía una respuesta del “destinatario del millón de dólares,” en la cual declaraba que la operación encubierta prontamente llegaría a una satisfactoria conclusión. Pero no sucedía lo esperado. Otros líderes militares, de los cuales incluía al general Gabriel Valencia, hacían imposible el deseo y plan de Santa Anna de proponer un acuerdo de paz, aun siendo este de naturaleza militar obligatoria. Como resultado de esta desavenencia, Scott no pagaría el millón de dólares y Santa Anna no regresaría el pago inicial de $10,000 entregado a él anteriormente. El ejército invasor se movilizaba, sin recibir oposición, rumbo sur, dirigiéndose después en dirección norte hacia la cotizada capital mexicana, la cual se encontraba solamente a 16 kilómetros de distancia. Una escaramuza enfrentaba a tropas norteamericanas, en contra de una fuerza mexicana, a cercana distancia de San Agustín. El lugarteniente John J. Peck escribiría tiempo después, en una carta escrita el 17 de agosto de 1847 que, “una compañía de mexicanos, conocidos como el Servicio de Espías, trabajando en nuestro bando, participaba en la contienda apoyándonos, en las inmediaciones de San Agustín” (Caruso, 1991).

La colaboración de la Mexican Spy Company comenzaba a surtir frutos al ejército invasor. El entonces joven capitán Robert E. Lee, ya bajo las órdenes de Winfield Scott, después de haber servido bajo el comando del general John E. Wool en la Batalla de La Angostura, orquestaba escrutinios de terrenos y geografía, así como la colocación de la artillería, después del arribo y conquista del Puerto de Veracruz por parte del ejército invasor. El 18 de abril de 1847, en la Batalla de Cerro Gordo, Lee lideraba el equipo de ingenieros el cual construía un sendero a través de la densa flora, al pie del Cerro de La Atalaya y el Cerro Gordo donde se habían emplazado las baterías mexicanas de defensa. Este sendero proporcionaba a los norteamericanos con la posibilidad de movilizar la artillería a terrenos más altos, lo que les ayudaría a enfrentar a los sorprendidos mexicanos. Esta impresionante maniobra colaboraba a derrotar a las defensas mexicanas, las cuales habían sido consideradas de ser inquebrantables por Santa Anna, ya que él conocía perfectamente el terreno de todas estas regiones y no así los estadunidenses. Como resultado de estas acciones vitales para la victoria norteamericana en Cerro Gordo, el joven capitán recibía el ascenso al rango de mayor, por parte de Winfield Scott.

Poco tiempo después, durante el mes de agosto del mismo año, en la Batalla de Contreras, el ejército norteamericano limitado en movimientos y expuestos a sufrir una dolorosa derrota en manos del ejército de defensa mexicano, utilizaba los servicios del joven mayor una vez más para poder evadir el impregnable obstáculo natural de lava, conocido como el Pedregal, y crear un sendero por el cual pudiera cruzar la letal artillería norteamericana y sorprender así las fuerzas lideradas por el general Gabriel Valencia. Esta acción fue considerada por Scott de haber sido, “el mayor acto de valor y prueba física jamás cometida por algún oficial, que yo haya sabido, hasta esa fecha” (Hoitash, 2018).

Al final de la guerra en contra de México, Lee recibiría el grado de coronel y aprendería tácticas de reconocimiento y escrutinios de terrenos y geografía, los cuales emplearía en la subsecuente Guerra Civil Norteamericana efectuada entre 1861 a 1865, como comandante en jefe de las fuerzas sureñas. Lo que nunca revelarían, ni Scott ni Lee, es que los esfuerzos y logros del joven capitán en inspeccionar los desconocidos terrenos, durante el conflicto militar en contra de México, no hubieran sido posibles sin la colaboración de Manuel Domínguez y su compañía de colaboradores. Este desafortunado evento proporcionaba la estocada final a una nación sufrida, la cual no lograba unir a sus propios habitantes, aún en instancias en las cuales era ultrajada de su soberanía nacional y territorial. 

Las pugnas internas, generadas en mayor parte por la negación de la iglesia en renunciar a su poder y riquezas, ahondaban aún más la crisis y exponían a la nación mexicana a los deseos de invasión de los Estados Unidos de América. Sin parar ahí, la institución eclesiástica apoyaba los esfuerzos militares de los norteamericanos durante la invasión, dándole la espalda a un pueblo necesitado no solamente de guía espiritual sino también de protección a los deseos territoriales estadunidenses. Años después del conflicto, la misma influencia de la institución eclesiástica mexicana iniciaba otra pugna entre mexicanos: La Guerra de Reforma. Ya para comienzos del Siglo XX, entre los años de 1926-1929, otro conflicto más era generado, La Guerra Cristera.

            El presidente estadunidense, James K. Polk, apoyado en primeras instancias por Zachary Taylor, y meses después por el general Winfield Scott, lograba su objetivo inicial de su presidencia impulsado por los principios del Destino Manifiesto, los cuales designaban al país estadunidense como una nación elegida y destinada divinamente a expandirse desde las costas del Atlántico hasta el Océano Pacífico. Fue así como México perdía los estados actuales de California, Nuevo México, Arizona, Texas, Nevada, Utah, y partes de Colorado y Wyoming. Al final del conflicto, Hitchcock desembolsaba $11,362.50 a Manuel Domínguez y a su compañía de espías. La Capital mexicana era ocupada por las fuerzas estadunidenses, lideradas por Winfield Scott, el 14 de septiembre de 1847. Y aunque el conflicto bélico y el triunfo final norteamericano no concluía con ese acto, ya que los habitantes de la ciudad continuaban con la resistencia, eventualmente el tratado de paz sería firmado por los mexicanos, irónicamente en las inmediaciones de la Villa de Guadalupe, el 2 de febrero de 1848. 

            Después del final del conflicto, Manuel Domínguez huía del país y se establecía en la ciudad de New Orleans con su familia. Perseguido y designado como traidor, el líder de la Mexican Spy Company se veía forzado a abandonar a la nación mexicana, a la cual había decidido traicionar. A su arribo a la ciudad norteamericana, Domínguez necesitado de ayuda financiera para subsistir, imploraba la ayuda del senador de Mississippi, Jefferson Davis, para recibir asistencia monetaria por parte del gobierno estadunidense. El senador introducía un proyecto de ley al senado, pero el cuerpo legislativo lo congelaba. El coronel Hitchcock iniciaba una segunda petición, en nombre de Domínguez, el 9 de enero de 1849. Hitchcock había visitado al líder de los espías en su casa, la cual era habitada por nueve miembros que vivían en el tercer piso de una casa localizada en uno de los suburbios de la ciudad. Al final, la segunda petición no recibía ningún tipo de apoyo y el proyecto iniciado por Davis moriría en el piso del senado norteamericano. Domínguez eventualmente moriría en la pobreza, inhabilitado por la nación que había decidido apoyar anteriormente. 

            La endeble nación mexicana, agobiada por divisiones internas, traiciones institucionales, alevosías y felonías perpetradas por individuos, estaba destinada a someterse ante la supremacía militar de los estadunidenses. Y aunque el dolor de perder territorio nacional ha trascendido por generaciones, el mayor padecimiento sufrido por la nación mexicana ha sido la desunión entre sus habitantes, lo cual ha orillado a un sinnúmero de eventos y conflictos militares, desde su lucha de independencia, generando una profunda cicatriz en la sociedad mexicana. Por el lado norteamericano, las acciones del presidente James K. Polk en emplear clandestinidad y acciones de espionaje, como recurso para conseguir sus deseos de expansión territorial, adquiría más poder mientras le arrebataba potestad y autoridad al electorado. 

Las operaciones encubiertas, conducidas por el presidente, alteraban la contextura de la república, en la cual los representantes eran designados a la expectativa de personificar al electorado. El cuerpo legislativo debía conducirse responsablemente y al electorado le correspondía el mantenerse informado. El anonimato y la clandestinidad desafían y rechazan cualquier responsabilidad, y le niegan al ciudadano el derecho el informarse adecuadamente. Si el gobierno decide actuar en secrecía, sin informar al electorado, el poder es arrebatado del pueblo y es acumulado en una minoría. Así como Polk arrebataba territorio a la nación mexicana, también desposeía de potestad y de autoridad a los ciudadanos estadunidenses.

La sutura territorial sufrida por la nación mexicana, generada por la inhabilidad de sus habitantes en defenderse adecuadamente del invasor, ahondada por la traición ejercida por la institución eclesiástica, confirmaba el significado de la frase omitida por Porfirio Díaz décadas después: “Pobre México, tan lejos de Dios y tan cercas de los Estados Unidos.”

 


Bibliography


Alcaraz, R. (1850). The Other Side. Notes for the History of the War between Mexico and the United States. New York, New York, United States of America: Hard Press.

Arias, J. D., Riva Palacio, V. D., Chavero, A., Olavarria, E., Vigil, J., & Zarate, J. (1884). Mexico A Traves De Los Siglos (Vol. Tomo IV). Ciudad de Mexico, Mexico: Ballesca y Compania (Espana y Mexico).

Caruso, A. B. (1991). The Mexican Spy Company. United States Covert Operations in Mexico, 1845-1848. Jefferson, North Carolina, United States of America: Mac Farland & Company, Inc.

Hoitash, C. (2018, July 19). War History Online. Retrieved July 2022, from General Robert E. Lee—Learning the Ropes in Mexico: https://www.warhistoryonline.com/war-articles/mexico-robert-e-lee.html?chrome=1