The Mexican War/La Guerra de Intervención

The Mexican War. Episode 26. La Batalla de Veracruz, 2a Parte. El Asalto Final al Puerto de Veracruz

February 22, 2021 Cesar N Madrigal Season 2 Episode 26
The Mexican War. Episode 26. La Batalla de Veracruz, 2a Parte. El Asalto Final al Puerto de Veracruz
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The Mexican War. Episode 26. La Batalla de Veracruz, 2a Parte. El Asalto Final al Puerto de Veracruz
Feb 22, 2021 Season 2 Episode 26
Cesar N Madrigal

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Las tropas estadunidenses arribaban finalmente al Puerto de Veracruz. La impenetrable fortaleza del fuerte de San Juan de Ulúa otorgaba a los mexicanos la posición perfecta para defender con éxito el puerto, pero sin embargo el poderío de las baterías norteamericanas eran los suficientemente letales para poder derrotar a las defensas mexicanas.

Se detendrá Winfield Scott al darse cuenta que mujeres, niños y ancianos podrían también perecer como resultado de los bombardeos a la ciudad? Serán, las defensas mexicanas, bajo el comando del general  Morales lo suficientemente fuertes para repeler el ataque norteamericano? Será esta la primera victoria de los mexicanos en la guerra de Intervención?

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Las tropas estadunidenses arribaban finalmente al Puerto de Veracruz. La impenetrable fortaleza del fuerte de San Juan de Ulúa otorgaba a los mexicanos la posición perfecta para defender con éxito el puerto, pero sin embargo el poderío de las baterías norteamericanas eran los suficientemente letales para poder derrotar a las defensas mexicanas.

Se detendrá Winfield Scott al darse cuenta que mujeres, niños y ancianos podrían también perecer como resultado de los bombardeos a la ciudad? Serán, las defensas mexicanas, bajo el comando del general  Morales lo suficientemente fuertes para repeler el ataque norteamericano? Será esta la primera victoria de los mexicanos en la guerra de Intervención?

The Mexican War/La Guerra de Intervención

La Batalla de Veracruz, 2ª Parte

El Asedio al Puerto de Veracruz

Cesar N Madrigal Loza

18 de febrero de 2021

            El plan de invasión de Winfield Scott incluía el traspaso de tropas de los barcos estadounidenses a los navíos del comodoro Conner y de ahí a las pequeñas embarcaciones, las cuales podrían transportar a un total de setenta marinos por barcaza. El plan inicial había sido establecido para comenzar el 8 de marzo, pero los vientos huracanados de un Norte prevenían el traslado y Scott se veía obligado a posponerlo hasta el siguiente día. El primer intento fue desempeñado durante las primeras horas de la mañana, en las cercanías de Antón Lizardo, con el resto de la flotilla navegando alrededor de la isla de Sacrificios durante la segunda parte del día. La primera ola era liderada por el general William J. Worth, el cual era acompañado por cinco mil quinientos marinos. Al llegar la noche, el resto de los doce mil doscientos hombres anclaban en la playa.

            El plan de ataque de Scott incluía el total asedio de la ciudad en lugar de un asalto frontal. Esta decisión no era compartida por algunos de sus oficiales, de los cuales incluían al general Worth. La Ciudad de Veracruz ocupaba un radio de tierra pequeño a comparación de su población total de quince mil habitantes. Estaba conformada como una media luna y su forma se originaba desde la playa, la cual se extendía por kilómetro y medio de distancia. La ciudad era completamente rodeada por una pared, en la cual se extendía el Fuerte Santiago—en la esquina suroeste—, y por el Fuerte Concepción al noroeste. Algunas otras más pequeñas fortificaciones se extendían entre estas dos fortalezas estratégicas de defensa.

            Para poder mantener a sus tropas a una distancia segura de la artillería mexicana, Scott ordenaba construir fosos de trinchera a una distancia de casi cuatro kilómetros de la ciudad de Veracruz. Su plan incluía el emplazamiento de cuatro baterías apostadas a un espacio seguro detrás de la infantería, protegidas estas por las largas e interminables dunas de arena, las cuales se extendían por casi trece kilómetros. Les tomó casi dos semanas el poder emplazar estas posiciones. Los hombres de Worth planeaban un avance que cubriera un tercio del camino de distancia hacia la ciudad y establecerse firmes en esa posición sin avanzar más, pero el esfuerzo de los hombres fue retardado por la enorme barrera natural que envolvía a las dunas. Las peliagudas mimosas y los innumerables nopales, llenos de espinosas tunas, complicaban agudamente los avances de los comandados por Worth. Los voluntarios que lideraba Patterson planeaban ocupar el sitio a la retaguardia de Worth, y la división comandada por Twigg llenaría el otro espacio entre Patterson y la población de Vergara, ubicada ésta al noroeste. Esta última maniobra se complicaba más ya que no existían playas de acceso entre el final de la línea de ataque y la población de Vergara, pero aún así las maniobras se distribuían equitativamente entre las tropas, lo cual ayudaba enormemente a la eficacia de la operación. 

            El arribo de otro Norte en el área complicaba las acciones del ejercito norteamericano. Los hoyos escarbados por los marinos estadunidenses eran rápidamente cubiertos por la arena desplazada por los vientos, y las embarcaciones se veían obligadas a tomar refugio en mar abierto. Las comunicaciones entre el comodoro Conner y Scott eran cortadas a resultado del ventanal. Cuando finalmente cesaban los potentes vientos, los marinos podían finalmente desembarcar los tan esperados morteros, artillería, y los tan esperados caballos. El emplazamiento de la artillería comenzaba y Scott ordenaba la colocación de los diez morteros, organizados entre tres baterías, y en la cuarta estacionaba a los howitzers de once kilos. 

            Llegado el 18 de marzo, Scott permanecía impaciente como resultado de no contar con sus morteros de largo alcance, prometidos anteriormente por el secretario de guerra Marcy. El comodoro Conner, en su afán de colaborar con la misión, ofrecía a Scott sus cañones pesados emplazados en sus barcos. Scott agradecía el gesto, pero consideraba la enorme labor que requeriría el desmantelar y transportar los cañones a tierra firme. Su negación era más como resultado de sentirse herido en su orgullo personal que la consideración de tan enorme empresa. El comodoro Conner sugería al general el usar los cañones de sus barcos para asistir con los bombardeos a la ciudad. Llegado el 21 de marzo, Scott accedía a la primera sugerencia de Conner de remover las enormes baterías de sus barcos y emplazarlas en tierra firme. Fue así como el asedio a la ciudad de Veracruz iniciaba. 

El departamento de la Marina Estadunidense había ordenado el traspaso de comando de Conner al comodoro Perry y afortunadamente para Scott y sus hombres, el nuevo comandante accedía al desplazamiento de los cañones a tierra, lo anteriormente ofrecido por Conner. La gran labor de relocalizar las enormes baterías comenzaba y era comisionada al joven ingeniero Robert E. Lee. Scott no esperaría a que las enormes baterías fueran emplazadas y el 22 de marzo promulgaba un ultimátum dirigido al general Morales, en el cual le exigía la rendición incondicional de sus tropas de defensa y la entrega del fuerte. Morales se negaba con un aire de desafío y hasta los extranjeros que habitaban la ciudad decidían por ignorar las advertencias de Scott. Como respuesta a la negación del general mexicano, Scott cortaba todas las comunicaciones entre la ciudad y los barcos neutrales que observaban el conflicto a una segura distancia (hay que recalcar que, en esos tiempos, el gobierno y las fuerzas armadas mexicanas no contaban con fuerzas marítimas de defensa). Llegada la noche, Scott ordenaba el asedio a la ciudad empleando el fuego de los morteros y de los howitzers. 

A la siguiente noche, las defensas mexicanas, adeptas al fuego de la artillería naval norteamericana, respondían al incesante fuego con cierta eficacia. Pero para el 25 de marzo, los cañones de Scott de once kilos entraban en acción, así como diez morteros de diez pulgadas, tres cañones de 15 kilos, y tres Paixhans de ocho pulgadas. Todos estos eran empleados en iniciar el bombardeo de la ciudad. La eficacia de los cañoneos norteamericanos era letal. Testigos oculares atestaban, tiempo después, que los americanos lograban mantener de cuatro a seis proyectiles constantemente en el aire. Las baterías mexicanas emplazadas en los fuertes Santiago, San José, San Fernando, Santa Bárbara y San Juan de Ulúa, intentaban responder al fuego de los cañones estadunidenses, pero la balanza era claramente a favor de las letales baterías norteamericanas.

Doralicia Carmona Dávila, en su sitio de red titulada, “Memoria Política de México” intenta describir las escenas que se desarrollaban en la ciudad, tras los incesantes bombardeos norteamericanos: “Las horribles escenas de desolación que se han sucedido estos días, y que se presentan bajo mil aspectos diferentes, han causado un profundo terror en la parte inerme de la población que busca por todas partes en donde refugiarse. Lo material de la ciudad causa espanto: desde la puerta de la Merced hasta la parroquia no hay una sola casa que no haya sufrido, y la mayor parte de ellas están derrumbadas, y las calles intransitables por los escombros. De la parroquia para la Caleta, aunque no en este grado, todas las casas están deterioradas. Ni hay alumbrado, ni se puede transitar por las aceras, por temor de que se desplomen los balcones. Las bodegas de algunas de comercio están ocupadas por familias, cuyas habitaciones han sido arruinadas; y la del señor cónsul de España, D. Telésforo González de Escalante, se halla llena de ancianos, mujeres y niños, a quienes dio asilo, llevando su generosidad hasta el grado de prepararles alimentos” (Davila, 2021).

Esa misma tarde, los cónsules de Inglaterra, Francia y Prusia enviaban un mensaje a Scott exigiéndole que cancelara los bombardeos para que los dignatarios, mujeres y los niños pudieran abandonar la ciudad. Scott, el cual les indicaba que ya les había sugerido la rendición total el pasado 22, se negaba rotundamente a cualquier cese de fuego y continuaba con los bombardeos. Al recibir la negativa del general norteamericano, los cónsules comenzaban a persuadir al general Morales a que entregara la ciudad. El general, al sentir la presión, cedía el control de las fuerzas de defensa al general J.J. Landero, el cual prontamente sugería a Scott la creación de una comitiva para estudiar un posible convenio. Scott accedía y ordenaba el cese de los bombardeos. Las demandas de los mexicanos eran rechazadas por Scott, ya que demandaban el poder salir de la ciudad intactos y sin ninguna imposición de libertad condicional. Como resultado de éste punto muerto, las negociaciones se posponían hasta el siguiente día. 

Scott, al darse cuenta de que el general Morales estaba realmente detrás de la estrategia de no abandonar el fuerte de San Juan de Ulúa, amenazaba a los miembros de la comisión a que reanudaría los bombardeos inmediatamente si se negaran a la rendición inmediata. Rápidamente, sentimientos de espanto y pánico comenzaban a apoderarse de la población de la ciudad, que, de acuerdo al relato de Dávila, “se veían entonces grupos de señoras de todas clases que, cargando pequeños líos de ropa, recorrían las calles, despavoridas y sin aliento. Su angustia se reflejaba en el rostro y reinaba ese pavor que nace de la contemplación del peligro pasado, cuando se espera otro nuevo. La madre llevando a sus tiernos hijos, los arrastraba, buscando un asilo seguro, que la triste realidad Ie negaba. La joven, guiando los pasos del trémulo anciano, alzaba al cielo sus ojos llenos de lágrimas, implorando un refugio para salvar al autor de sus días. El niño, aterrorizado con el espanto de su madre, la seguía apenas en su carrera. El peligro con todos sus horrores: esa muerte segura y sin defensa, engalanada con sus arreos de sangre, era el triste porvenir de una población inerme... Esa horrible sensación de inquietud que precede a los momentos supremos se había apoderado de todos” (Davila, 2021).

Llegadas las nueve de la noche del 27 de marzo de 1847, el convenio era finalmente firmado por los comisionados mexicanos. Los términos eran benevolentes para las fuerzas mexicanas, ya que se les concedía libertad provisional tras la entrega del fuerte de San Juan de Ulúa. Las armas serían devueltas ya cuando estuvieran fuera de la ciudad y se les permitiría el abandonarla con todos los honores. Los derechos civiles y religiosos de la población serían también respetados. Al recibir las noticias del acuerdo final, el general Winfield Scott efusivamente desmontaba al jinete que le proporcionaba la noticia, otorgándole un fuerte abrazo de regocijo. 

Fue así como el general estadunidense, empleando cinco días de bombardeos constantes, lograba conquistar el puerto de Veracruz, y al conseguirlo, sus tropas ocupaban oficialmente territorio mexicano, generando a las fuerzas de defensa de la ciudad aproximadamente trescientos cincuenta muertos. La formidable misión de una invasión anfibia nunca vista en magnitud y poderío bélico/militar en la historia de la humanidad (segunda en volumen a la invasión de la playa de Normandía—en Francia— durante la segunda guerra mundial años después), era efectuada exitosamente por las fuerzas marinas del ejército norteamericano. El impenetrable e implacable fuerte de San Juan de Ulúa era conquistado, y aunque no era destruido, el temor que envolvía a las fuerzas de defensa, pero sobre todo a la población civil—la cual sufría entre trescientos y seiscientos muertos—, tras el incesante bombardeo a cargo de los norteamericanos, era suficientemente influyente para forzar a los mexicanos a entregar la ciudad a las fuerzas estadunidenses, lideradas estas por el general Winfield Scott. El militar estadunidense y sus tropas se encontraban ya a menos de cuatrocientos kilómetros de distancia de la Ciudad de México, e hilvanaban una victoria más en contra del ejército de defensa, el cual sufría, una vez más, una derrota humillante ante el odiado invasor.

 


Bibliography


Davila, D. C. (2021). Memoria Politica de Mexico. Retrieved February 2021, from Llega la Escuadra Norteamericana a Veracruz. Al no Ser Rendida la Plaza, Bombardea el Puerto: http://memoriapoliticademexico.org/Efemerides/3/13031847.html

Eisenhower, J. S. (1989). So Far from God. The U.S. War with México 1846-1848. New York, New York, United States of America: DoubleDay.

Guardino, P. (2017). The Dead March; A History of the Mexican—American War. Cambridge, Massachusetts, United States of America: Harvard University Press.

Shaara, J. (2000). Gone for Soldiers. A Novel of the Mexican War. New York, New York, United States of America: The Ballantine Publishing Group of the Random House, Inc.

Smith, J. H. (1919). The War with México. The Classic History of the Mexican-American War. (R. a. Publishers, Ed.) New York , New York, United States of America: Mcmillan Company.

Zoraida, J. V., & Meyer, L. (1982). México frente a Estados Unidos. Un Ensayo Histórico, 1776-2000. (F. d. Económica, Ed.) Ciudad de México, México, México: El Colegio de México.