The Mexican War/La Guerra de Intervención

The Mexican War. Episode 29. Las Batallas de Contreras y Churubusco, 1a. Parte.

August 16, 2021 Cesar N Madrigal Season 2 Episode 29
The Mexican War. Episode 29. Las Batallas de Contreras y Churubusco, 1a. Parte.
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The Mexican War. Episode 29. Las Batallas de Contreras y Churubusco, 1a. Parte.
Aug 16, 2021 Season 2 Episode 29
Cesar N Madrigal

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Al consumar las victorias en las batallas de Veracruz y Cerro Gordo, el ejército estadunidense se encontraba ya más cercas de la Ciudad de México,; el anhelado plan de Winfield Scott y el presidente James K. Polk. Pero el general Antonio López de Santa Anna organizaba las fuerzas de defensa y la próxima cita con los invasores se daría en la población de Contreras.

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Al consumar las victorias en las batallas de Veracruz y Cerro Gordo, el ejército estadunidense se encontraba ya más cercas de la Ciudad de México,; el anhelado plan de Winfield Scott y el presidente James K. Polk. Pero el general Antonio López de Santa Anna organizaba las fuerzas de defensa y la próxima cita con los invasores se daría en la población de Contreras.

The Mexican War/La Guerra de Intervención

Contreras y Churubusco

Cesar N Madrigal Loza

29 de Julio del 2021

                Winfield Scott había permanecido en Puebla por tres largos meses, mucho más tiempo de lo que hubiera preferido el general. La restructuración de las tropas tomaba prioridad con la incorporación de más soldados, lo cual hacía que el número total llegara a 14,000 enlistados. En contraste, Scott sospechaba que Santa Anna contaba con un total de 36,000 soldados entre sus restructuradas fuerzas, y el general norteamericano sabía que el presidente mexicano empleaba grandes esfuerzos en reorganizar la defensa del país. En el trascurso de esta espera, Scott recibía una aparente oferta de negociación, por parte del general Santa Anna, el 24 de junio de 1847. Este ofrecimiento incluía una propuesta de desembolso inicial para el Generalísimo de US$10,000 y un pago final adicional de US$1,000,000 al acordarse el tratado de paz entre las dos naciones. Pero esta aparente oferta nunca fue consumada. Santa Anna se daba cuenta de la existencia de una cláusula de ley, la cual prohibía a cualquier oficial de negociar con algún enemigo, en tiempos de conflicto, declarando de traidor a la patria a cualquier individuo que coordinara, planeara y ejecutara tal encomienda. Lo más probable, es que Santa Anna se daba cuenta de que Scott comenzaba a tener dificultades en mantener comunicaciones entre su actual posición y el resto de sus tropas localizadas en la costa de Veracruz. Como resultado, Santa Anna se embolsaba los US$10,000 iniciales de pago y contando con su usual optimismo, comenzaba a reorganizar la defensa del territorio mexicano, para poder lograr la subsecuente derrota del invasor norteamericano. 

                Mi nombre es Cesar N Madrigal. Bienvenidos a The Mexican War/La Guerra de Intervención el show que describe las batallas de la guerra entre Estados Unidos y México, ocurrida entre 1846 y 1848, en la cual México pierde la mitad de su territorio, heredado este tras la victoria de su guerra de independencia en contra de España. El conflicto bélico, el cual enfrentaba a un joven país pujante, poderoso y ambicioso en contra de una nación mexicana envuelta en crisis internas y disputas, resultaría en un legado de identidad que todavía, en nuestras fechas, afecta a los dos países norteamericanos vecinos. 

Aún con la dolorosa y costosa derrota sufrida en Cerro Gordo, Santa Anna confiaba en que el ferviente patriotismo de la nación mexicana serviría de gran aliento y apoyo en la reorganización de sus fuerzas militares. En las mentes de los ciudadanos, preferirían “el perder peleando que dejar las puertas de la ciudad abiertas a manos de los invasores, sin gastar ningún cartucho en su defensa” (Eisenhower, 1989). Gracias a este entusiasmo popular, la gente comenzaba a colaborar con la causa. Enormes campanas y artillería, provenidas del Castillo de Chapultepec, eran fundidas en masa para poder convertirlas en nuevos cañones. Nuevos mosquetes eran adquiridos a través de negociaciones de compra con extranjeros en puertos mexicanos, o traídos desde Guatemala. Morteros, bayonetas y proyectiles eran febrilmente proporcionados por la población con el ardiente deseo de colaborar con la causa, orquestada y dirigida esta por el general Santa Anna. 

                Bajo las órdenes del presidente mexicano, las tropas del general Gabriel Valencia, estacionadas en San Luis Potosí, las cuales eran veteranas de la Batalla de La Angostura, eran reclutadas y arribaban a Guadalupe Hidalgo el 27 de Julio. Estas tropas eran añadidas a una columna de cerca de 10,000 hombres pertenecientes a la Guardia Nacional, a los 3,500 soldados que Santa Anna acarreaba de Puebla, y a las cerca de 10,000 tropas estacionadas ya en la Ciudad de México. Adicionalmente, el ejército del Sur, que comandaba Juan Álvarez, proveía 2,500 tropas y el general Canalizo con otras 1,000. En total, el reestructurado ejército de Santa Anna contaba ya entre 25,000 y 30,000 tropas. 

                 Pero aun contando con fuerzas superiores, en número, al de los invasores, Santa Anna era práctico y sabía que su estrategia de defensa le destinaba a recibir a las tropas invasoras posicionándose en lugares estratégicos y seguros, ya que una avanzada directa lo limitaría excesivamente, a resultado de la falta de cohesión y disciplina militar que poseían estas fuerzas. Algunos lo catalogaban de carecer audacia y de poseer timidez militar, pero la realidad era que su ejército sería más efectivo dedicándose simplemente a defender posiciones. Pero lo más importante era que el Valle de México era demasiado pantanoso e impredecible para un seguro y eficaz desplazamiento de fuerzas militares, aun cuando estas fueran las de Winfield Scott. 

                Localizado a un poco más de dos kilómetros de altitud sobre el nivel del mar, el Valle de México era situado en la parte más baja de una zona llana, apelmazada constantemente, pero más como resultado de haber sido encharcada por los mexicanos recientemente. La llanura no estaba apta para poder soportar el constante avance de un ejército en marcha como el de los norteamericanos. Cualquier acercamiento a la ciudad estaba restringido a ciertas calzadas solamente y el posicionar tropas en estos puntos, proporcionaría a Santa Anna con una gran ventaja sobre los norteamericanos. Solamente existía un camino que atravesaba las montañas de Puebla y conducía a la Ciudad de México y este era a través del poblado de Buena Vista, localizado este como a 48 kilómetros de distancia. 

                Desde Buena Vista, Scott se vería forzado a acceder a la ciudad a través de tres rutas de opción, aunque dos de ellas eran mucho más tortuosas e indirectas que la del Camino Nacional, la cual lo lideraría desde Buena Vista hasta el puente de San Lázaro, justo al sur del lago Texcoco. A sabiendas de las limitadas y predecibles opciones con las cual contaba Scott, Santa Anna ordenaba el posicionar tropas de defensa en El Peñón, un cónico cerro localizado como a 16 kilómetros de distancia de la ciudad de México. En su decisión de posicionar tropas en El Peñón, el cual era considerado el punto de defensa más crucial e importante de defensa, Santa Anna designaba a las 10,000 tropas de la Guardia Nacional, aprovechándose de la efervescencia popular para incitar la vehemencia y exaltación nacional a su causa. Pero al así hacerlo, el más aguerrido y feroz combate sería enfrentado por las tropas del ejército mexicano menos capaces y entrenadas. 

                Para poder aprovechar esta instancia, Santa Anna procuraba el desplazamiento de estas tropas al Peñón, entre una gran euforia y magnificencia. El 10 de agosto de 1847, la primera brigada, la cual era liderada por el general Anaya, marchaba a través de las calles de la Ciudad de México rodeado de miles de personas eufóricas que se postraban en los balcones de sus casas a despedir a los valientes y patrióticos soldados. Los galantes uniformados atravesaban la grandiosa plaza de la Ciudad mientras la banda de la 11ª infantería entonaba sones militares que exaltaban su grandiosa encomienda, enardecidos por los numerosos “vivas” que inspiraban a los soldados, que les deseaban suerte y triunfo. Las brigadas contaban con nombres relucientes: La Victoria, La Hidalgo, La Independencia y Los Bravos. Cada unidad contaba con su propia identidad y con sus partidas de apegados y admiradores. Pero, aun así, las emociones abundaban y eran mixtas. Existía entusiasmo, sí, pero también pena, aflicción, amargura, soledad, enternecimiento. Cada emoción encontraba un lugar en las mentes y corazones de todos los participantes. 

                Horas después, el general Santa Anna cabalgaba hacia El Peñón acompañado por una brillante escolta y por un gran número de oficiales. Los mexicanos se preparaban para defender su capital. Mientras tanto, la división del general Twiggs emprendía la marcha desde la ciudad de Puebla el 7 de agosto de 1847 con dirección oeste. Los hombres de Pierce habían arribado el día anterior y necesitarían de algunos días de reposo antes de emprender el viaje a poca distancia del general Twiggs. Scott planeaba el enviar a una brigada por día, manteniendo proximidad entre divisiones, a media jornada de camino una de la otra. Scott se veía forzado a dejar en Puebla, a los heridos y convalecientes, a sabiendas que su avance lo forzaría a recorrer caminos con “la espada desfundada.” (Eisenhower, 1989). 

                En su avance, Scott se vería desconectado de la costa, lo que incrementaría enormemente su vulnerabilidad. Afortunadamente para él y su ejército, Santa Anna no contaba con los recursos activos y disponibilidad de enfrentarlo en campo abierto, y la avanzada norteamericana enfrentaba solamente escenarios esporádicos de resistencia. Fue así como la más memorable característica del traslado de los soldados norteamericanos fue la imponente y grandiosa vista del Valle de México a la distancia. El clímax de esta instancia ocurría al tercer día del traslado, justamente al arribo de las unidades a la cresta de la colina más alta en la base del Popocatépetl. Justo enfrente se podía observar la majestuosidad del gran valle, situado a una altura de 3,000 metros sobre el nivel del mar, y la montaña como a un kilómetro de altura sobre el mismo valle. Desde esta instancia, el observador podía divisar la grandeza del valle completo, el cual era rodeado por estupendas y escabrosas montañas, las cuales formaban una combinación sublime y espectacular. La circunferencia de la cuenca era estimada de contar con casi doscientos kilómetros de distancia, llena de aire puro y claro, y las distancias se convertían cortas y placenteras para la vista del observador.

                Como a 4 kilómetros de distancia se podían observar con claridad las torres de la gran ciudad, la cual proyectaba el color blanco de sus iglesias, espirales y haciendas, y lo verde de la vegetación que la rodeaba. Sus tres grandes lagos, el lago Texcoco, Chalco y Xochimilco, encubrían a la urbe y los soldados imaginaban que, en no muy distante tiempo atrás, la ciudad completa había sido totalmente cubierta por agua. El Popocatépetl y su gigante vecino, el Iztaccíhuatl, se localizaban a 32 kilómetros de distancia, pero la claridad del valle los hacia situarse, a la vista de los observadores, como a 5-6 kilómetros solamente. Winfield Scott describiría esta escena, años después del conflicto, como “el objetivo de todos nuestros sueños y anhelos, afanes y peligros.” Lo que en una instancia había sido el gran reino del gran Moctezuma, ahora se convertía en el preciado anhelo de conquista de los invasores. En una instancia inspirada de voluntad y deseo, Scott pronunciaría con alta devoción y religiosidad: “esa espléndida ciudad será muy pronto nuestra.” (Eisenhower, 1989).

 


Bibliography


Eisenhower, J. S. (1989). So Far From God: The U.S. War with Mexico, 1846-1848. New York: Random House, Inc.