The Mexican War/La Guerra de Intervención

The Mexican War. Episode 31. Las Batallas de Contreras y Churubusco, 3a Parte

October 26, 2021 Cesar N Madrigal Season 2 Episode 31
The Mexican War. Episode 31. Las Batallas de Contreras y Churubusco, 3a Parte
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The Mexican War. Episode 31. Las Batallas de Contreras y Churubusco, 3a Parte
Oct 26, 2021 Season 2 Episode 31
Cesar N Madrigal

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El ejército de los norteamericanos continuaba su avance hacia la capital mexicana. La derrota sufrida  por las fuerzas del general Valencia, en Contreras, proporcionaba a los invasores el poder estar a las puertas de la mismísima ciudad de México. Una tras otra, las fuerzas de defensa perdían la oportunidad de derrotar a los norteamericanos y no parecía que el siguiente encuentro sería diferente, ya que Santa Anna solamente había designado a una porción de su ejército a proteger su retirada hacia la ciudad, en contra de las fuerzas del general Scott, el cual contaba con 8,000 integrantes en contra de cerca de 2,000 defensores mexicanos.

Todo llevaba a concluir que la derrota mexicana seria pronta y dolorosa. Pero los defensores del convento de Churubusco tenían otros planes. 

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El ejército de los norteamericanos continuaba su avance hacia la capital mexicana. La derrota sufrida  por las fuerzas del general Valencia, en Contreras, proporcionaba a los invasores el poder estar a las puertas de la mismísima ciudad de México. Una tras otra, las fuerzas de defensa perdían la oportunidad de derrotar a los norteamericanos y no parecía que el siguiente encuentro sería diferente, ya que Santa Anna solamente había designado a una porción de su ejército a proteger su retirada hacia la ciudad, en contra de las fuerzas del general Scott, el cual contaba con 8,000 integrantes en contra de cerca de 2,000 defensores mexicanos.

Todo llevaba a concluir que la derrota mexicana seria pronta y dolorosa. Pero los defensores del convento de Churubusco tenían otros planes. 

 The Mexican War/La Guerra de Intervención

Contreras y Churubusco, 3ª. Parte

Cesar N Madrigal Loza

24 de septiembre del 2021

            Después de la catástrofe sufrida, las fuerzas mexicanas huían despavoridas en dirección este hacia Coyoacán. Santa Anna ya había planeado la posible ruta de escape hacia la Ciudad, después de su conflicto con Valencia y la subsecuente derrota de este general a cargo del mando del ejército del Norte en la Batalla de Contreras frente a los norteamericanos. El plan mexicano era simple; retroceder intentando resguardar su equipo militar y establecer las defensas de la ciudad. Santa Anna y sus oficiales laboraban incesantemente intentando establecer resguardos en San Ángel, Coyoacán y San Antonio, acarreando con ellos municiones y preciados armamentos. Sectores de la población, temerosos de los avances de los norteamericanos, huían aterrados en dirección contraria a la de los soldados mexicanos, lo cual entorpecía el repliegue de las tropas. 

            Los caminos empleados por las fuerzas mexicanas, establecidas anteriormente en Padierna, corrían desde San Ángel a Coyoacán, uniéndose a la vereda utilizada por las unidades estacionadas en San Antonio. Esta ruta convergía en el puente Churubusco, muy cercano éste al monasterio de San Mateo Churubusco. En este punto, Santa Anna establecía las defensas con la orden específica de demorar el avance norteamericano a toda costa. La labor recaería en el general Rincón, el cual designaba la defensa del puente a soldados regulares del ejército, todos estos comandados por Pérez. 

El general Rincón, secundado por el general Anaya, extendía las defensas al instalar dos batallones más, posicionados estos a lo largo del río en dirección este, con soldados adicionales en una línea constante entre el puente y el convento, y los restantes en el camino posterior al viaducto. Las posiciones del convento incluían, además de la formidable fortificación, parapetos posicionados en el techo de la iglesia; un elevado cerco, construido de piedra, equipado con andamios para las tropas; una improvisada zanja rellenada de agua; dos bastiones, emplazados fuera del convento en dirección a Coyoacán; parapetos semi-construídos apostados al oeste y sur; dos cabañas construidas de adobe equiparadas con troneras; cuatro cañones de cinco kilos, y tres más de menor calibre; y entre 1500 a 1800 tropas de guarnición, las cuales incluían a los batallones Independencia, Bravo, y al contingente de irlandeses que formaban parte del Batallón de San Patricio. 

Si Todos Responden, Hasta Aquí Llegan los Gringos

Manuel Rincón Calcáneo, antiguo secretario de Guerra del Gobierno Mexicano, era el encargado de las defensas estacionadas en el Convento de Churubusco. Otros defensores eran los generales Pedro María Anaya Álvarez y Manuel Ramírez de Arellano, los cuales eran eficientes militares y estaban dispuestos a luchar con todo para derrotar al ejército invasor. El teniente Francisco Peñuñuri, al recibir al Batallón de San Patricio, el cual se integraba a la defensa del convento, les mencionaba que, incluyendo a todos los efectivos militares presentes, las defensas totalizaban 1,400 hombres y añadía: “Si todos responden, hasta aquí llegan los gringos” (Blake, 2015).

El general Rincón compartía su plan de defensa con John Riley, el capitán a cargo del Batallón de San Patricio: “Contamos con los suficientes efectivos . . . para montar una fuerte defensa, solamente esperamos el arribo de las armas y municiones que nos enviará muy pronto el presidente mexicano.” El general esperaba que Santa Anna atacara a los estadunidenses por la retaguardia, al momento en que estuvieran estos desprotegidos y en movimiento. Los irlandeses se miraban uno al otro y cuestionaban seriamente si esta posibilidad se convertiría en realidad. En la memoria fresca de ellos estaban los sucesos ocurridos en La Angostura, Cerro Gordo, y recientemente en las lomas de Padierna, donde la tan esperada ayuda del generalísimo nunca había llegado. El general Rincón, probablemente consternado también, pero intentando convencerse a sí mismo exclamaba: “no creo que el general en jefe menosprecie la oportunidad de enmendar sus desaciertos,” (Guardino, 2017). 

La Defensa del Convento

Aun así, los ánimos en los defensores del convento permanecían altos. Los irlandeses inspeccionaban el recinto, al mismo tiempo que colaboraban con los artilleros mexicanos en emplazar los cañones en sitios estratégicos. “Con muros tan gruesos, junto a un rio, y con tantos árboles, más parece un castillo,” comentaban entre sí, algunos de ellos, en referencia al recinto católico que se usaría como bastión de defensa en contra de la avanzada norteamericana. Otros eran más pesimistas y exclamaban, “imagino al convento como una trampa y a nosotros como una carnada. ¿Qué sucederá si no recibimos apoyo desde fuera?” (Blake, 2015). 

La Batalla de Churubusco, la cual comenzaría alrededor del mediodía del viernes 20 de agosto de 1847, en realidad se convertiría en una lucha enfrentada por ambos bandos en tres diferentes puntos. El ataque principal, dirigido por los generales Worth y Pillow, se efectuaría en el puente Churubusco, donde los mexicanos habían establecido unos sólidos y fuertes parapetos. El ataque al convento, orquestado por el general Twiggs, sería subsecuente a la potencial toma del puente; y finalmente, el tercer encuentro se efectuaría al norte del puente de Churubusco, en Portales, el cual sería liderado por Shields y Pierce.

Los soldados mexicanos encargados de la defensa del puente defendían la posición con eficacia. Utilizando mosquetes y cañones, lograban rechazar los ataques de los norteamericanos uno tras otro, frustrando a los invasores y generando cientos de bajas en sus fuerzas. El general Worth no había preparado sus ataques ordenadamente, y sus labores de exploración previas no habían sido eficazmente efectuadas. Impulsivamente, Worth ordenaba un ataque frontal hacia las posiciones enemigas, el cual era repelido en dos ocasiones sucesivas (Hogan, 1997-2010). 

La Caída del Puente

Las acciones bélicas efectuadas al este del convento, en Portales, eran similares también. Las tropas mexicanas, estacionadas en este punto, contaban con una posición un poco más ventajosa, lo que les ayudaba a repeler los ataques de los yanquis. También contaban con una gran determinación en defender el sitio, y en palabras de un soldado mexicano, “los estadunidenses caían como hormigas” (Guardino, 2017). 

El general Scott, el cual presenciaba las acciones, finalmente ordenaba al general Shields a que movilizara su división en dirección al río. Shields se unía, después de cruzarlo, a la octava infantería y a las fuerzas del general Worth, y por medio de variadas luchas sangrientas de cuerpo-a-cuerpo, lograban finalmente conquistar el puente Churubusco. Como consecuencia de la caída del sitio, ciento noventa y dos prisioneros mexicanos caían en manos de los invasores (Hogan, 1997-2010). 

El Convento

Las paredes del convento, construidas en adobe, eran de un poco más de un metro de espesor, y más de tres metros y medio de altura. Eran defendidas por las tropas de los generales Manuel Rincón y Pedro Anaya, totalizando entre mil quinientos y mil ochocientos hombres. Adicionalmente, Santa Anna había designado una unidad de caballería, la cual contaba con mil doscientos efectivos, para atacar el flanco de los estadunidenses cuando se movilizaran a través del río. Scott emplearía todos sus efectivos, ocho mil en total, a atacar estas posiciones (Hogan, 1997-2010). 

La legión de soldados irlandeses, conocidos como el Batallón de San Patricio, era formada por dos compañías, las cuales totalizaban ciento dos hombres cada una. Otros más eran designados a defender el puente Churubusco, pero estos se unirían a las defensas del convento poco después de la caída del sitio al borde del río. Este contingente de irlandeses, los cuales ya habían luchado en contra de los invasores en todas las batallas efectuadas anteriormente, eran odiados a muerte por las tropas invasoras. Su reciente deserción de las filas norteamericanas, y la feroz eficacia empleada en contra de las fuerzas invasoras, hacía que los San Patricios fueran odiados a muerte por los soldados norteamericanos. John Riley, el líder de los San Patricios, era experto en infantería, y los cañones empleados por el batallón, habían efectuado grandes daños a las fuerzas invasoras. 

Estas gruesas y fuertes paredes albergaban a siete cañones mexicanos, los cuales serían empleados en repeler el avance yanqui. El convento, rodeado por el río Churubusco, el cual recorría la región desde su origen en las montañas cercanas, regaba los campos de maguey y maíz, los cuales cercaban al recinto religioso. Las matas de maíz, maduras y altas, podrían cubrir por completo a una persona y los campos estaban cubiertos de agua, debido a la temporada de lluvias, y esto restringía enormemente al ejército invasor el poder cruzar los campos con facilidad (Hogan, 1997-2010).

El Bombardeo del Convento

El ataque al monasterio comenzaba. La artillería de Duncan, ayudada con los cañones capturados, iniciaban el asedio al sitio de defensa mexicano. Sin embargo, las defensas mexicanas mantenían el sitio siendo constantes e implacables, infringiendo muchas bajas en los norteamericanos. El general Scott, después de ser informado por el capitán Robert E. Lee, de la dura batalla que enfrentaba el general Shields, ordenaba el desplazamiento de dragones y rifles para socorrerlo. Sin embargo, los mojados campos y los tupidos sembradíos entorpecían los avances. El ataque al convento había comenzado a las 11:00 am y al llegar las 2:00 pm de la tarde, se había convertido en la batalla más sangrienta de la guerra. Los feroces ataques norteamericanos habían sido repelidos en varias ocasiones por miembros de la Guardia Nacional de las brigadas Bravo e Independencia. Los San Patricios, proporcionaban mortales y eficaces envíos de cañón, los cuales hacían estragos en las fuerzas norteamericanas. Aun así, los norteamericanos lograban avanzar. 

Los cañones de Duncan y las brigadas de Shields lograban escalar las paredes al sur del convento. Este avance forzaba a los mexicanos a mover parte de sus armas para intentar repeler esta irrupción, ya que soldados norteamericanos comenzaban a escalar los parapetos. Esta acción no hubiera sido tan preocupante para las defensas mexicanas, pero lamentablemente una explosión aislada generó que una mecha prendiera e instigara una explosión en el sitio donde se almacenaban las municiones y parque, empleadas para la defensa del sitio. Anteriormente, el general Rincón había enviado numerosos mensajes al general Santa Anna requiriendo más parque y municiones, desesperadamente necesarios para la defensa del sitio. Finalmente, un carruaje arribaba cargado de algunas cajas de armamento. Lamentablemente para el general Rincón y sus tropas de defensa, los cartuchos eran diseñados para otro calibre y no para los rifles empleados por los mexicanos. El general Rincón desesperadamente exclamaba: “Malditos cartuchos. Diecinueve adarmes” (Hogan, 1997-2010). El mayor Riley, líder de los irlandeses, inspeccionaba el cargamento y se daba cuenta que las municiones eran aptas para rifles de calibre .75, las cuales podrían ser empleadas por sus soldados, y rápidamente ordenaba su distribución entre los miembros del batallón (Hogan, 1997-2010).

La Caída del Sitio

Las batallas eran tensas y feroces. Los San Patricios, los cuales contaban todavía con parque, disparaban sus mosquetes a los norteamericanos, los cuales se encontraban ya a meros diez metros de distancia de ellos. Los caídos y heridos igualaban a los que todavía sobrevivían luchando. La sangre corría y muchos de los soldados, emplazados en los parapetos, perdían el balance y caían duramente en los pisos de piedra bajo de ellos. Los soldados mexicanos restantes se defendían con mosquetes y culatas de rifles, desesperadamente intentando sobrevivir el feroz ataque norteamericano. Finalmente, poco después de las 3:00 pm de la tarde, era obvio que el sitio no podría mantenerse más. Los únicos que mantenían la pelea con cierta eficacia, eran los San Patricios, los cuales todavía contaban con municiones y usaban sus mosquetes en contra de los soldados que irrumpían en el recinto.

Al no poder contar con municiones para sus fusiles, un soldado miembro de la Guardia Nacional, izaba una bandera blanca de paz, implorando el cese de las hostilidades, pero el capitán Dalton, miembro del Batallón de San Patricio, la bajaba de inmediato. El general Anaya ordenaba a sus hombres el continuar la lucha, incluso, aunque esta tuviera que ser efectuada a mano limpia y sin fusil, pero vorazmente era obligado a retroceder dentro del monasterio. La bandera blanca era levantada por segunda vez, y una vez más era removida por los irlandeses. Un tercer desesperado intento por rendirse era una vez más rechazado, pero finalmente, el capitán James Madison Smith, miembro de la 3ª Brigada de Infantería norteamericana, al ver el estado alarmante de las defensas mexicanas, ataba su propio pañuelo blanco en su fusil y lo levantaba para indicarles a sus compatriotas que cesaran el fuego. Ya para ese instante, la batalla había concluido. 

 

¿Dónde Tiene Usted el Parque?

Al término de la batalla, después de que los victoriosos norteamericanos irrumpieran en el recinto, los generales Rincón y Anaya entregaban sus espadas, ceremonialmente rindiéndose ante los norteamericanos. El general Twiggs aceptaba el acatamiento mexicano y cuestionaba al general Anaya: “¿General, donde mantiene el parque?” a lo cual el gallardo general mexicano respondía: “Si hubiera parque, usted no se encontraría aquí” (Hogan, 1997-2010).

Las bajas mexicanas incluían a 139 muertos, noventa y nueve (99) heridos, ciento cuatro oficiales capturados, que incluían a tres generales, y mil ciento cincuenta y cinco (1155) prisioneros, los cuales incluían a ochenta y cinco (85) miembros del Batallón de San Patricio. Por el bando norteamericano, ciento treinta y siete (137) soldados perecían, y ochocientos setenta y nueve (879) resultaban heridos, con cuarenta (40) desaparecidos. 

La Batalla de Churubusco había culminado, y las perdidas norteamericanas habían sido considerablemente altas. La lucha había sido efectuada entre dos fuerzas altamente desiguales. Los norteamericanos contaban con 8,000 tropas y las defensas mexicanas, estacionadas en el monasterio, eran de un número mucho menor que el de los invasores. Sin embargo, la determinación y el valor de los soldados mexicanos, así como la eficacia de sus líderes, motivaba a una lucha más efervescente que los anteriores enfrentamientos, donde la derrota mexicana había sido mucho más dolorosa y frustrante. En esta ocasión, Santa Anna había logrado el movilizar su ejército hacia los límites de la capital mexicana, donde organizaría otro punto de defensa. Los norteamericanos, aun habiendo logrado la victoria, sufrían una demoledora derrota psicológica a manos de los valientes defensores de Churubusco, y aun permaneciendo cercanos de la capital mexicana, la victoria final permanecía lejana. La siguiente cita de los dos ejércitos se daría en La Batalla de Molino Del Rey.

Bibliography


Blake, A. O. (2015). Ecos de Gloria. El Batallón de San Patricio y la Guerrilla Mexicana (1a. ed.). Ciudad de México, México, México: Editoria Planeta Mexicana. Retrieved September 28, 2021

Eisenhower, J. S. (1989). So Far from God. The U.S. War with México, 1846-1848. New York, New York, United States of America: Random House, Inc. Retrieved October 6, 2021

Guardino, P. (2017). The Dead March. A History of the Mexican-American War. Cambridge, Massachusetts: Harvard University Press.

Hogan, M. (1997-2010). The Irish Soldiers of México. Massachusetts, United States of America. Retrieved October 4, 2021