The Mexican War/La Guerra de Intervención

The Mexican War. Episode 32. La Batalla de Molino del Rey, 1a. Parte

November 11, 2021 Cesar N Madrigal Season 2 Episode 32
The Mexican War. Episode 32. La Batalla de Molino del Rey, 1a. Parte
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The Mexican War. Episode 32. La Batalla de Molino del Rey, 1a. Parte
Nov 11, 2021 Season 2 Episode 32
Cesar N Madrigal

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El ejército invasor, fresco de sus victorias en Contreras y Churubusco, comenzaba a planear su asalto final a la Ciudad de México. Winfield Scott, decidido a conquistar la capital mexicana, estudiaba las rutas de acceso a la ciudad, mientras que Santa Anna intentaba ganar tiempo para defenderla.


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El ejército invasor, fresco de sus victorias en Contreras y Churubusco, comenzaba a planear su asalto final a la Ciudad de México. Winfield Scott, decidido a conquistar la capital mexicana, estudiaba las rutas de acceso a la ciudad, mientras que Santa Anna intentaba ganar tiempo para defenderla.


The Mexican War/La Guerra de Intervención

La Batalla de Molino del Rey, 1ª. Parte

Cesar N Madrigal Loza

2 de noviembre de 2021

            El domingo 22 de agosto, comisionados de los dos bandos se reunían en la residencia de Mackintosh, en Tacubaya. Los representantes mexicanos eran los generales Mora y Benito Quintana; y por el lado norteamericano los elegidos eran Quitman, Persifor Smith y Pierce. Después de largas discusiones, los dos bandos concordaban una tregua. El documento dictaba que ninguno de los dos bandos debería de conllevar ningún tipo de actividad militar, durante el curso del pacto, que incluyera la construcción de fortificaciones en un radio de noventa millas de la capital mexicana, y prohibía al ejército invasor de interferir con las actividades normales de tráfico, originadas hacia y desde la ciudad de México. Los americanos serian permitidos de extraer provisiones, alimentos y otros productos requeridos por las tropas del general Winfield Scott desde la ciudad. El acuerdo también incluía el intercambio de prisioneros y heridos, y los norteamericanos se comprometían a respetar los derechos civiles de los ciudadanos mexicanos residentes de las áreas y territorios bajo control estadunidense. En caso de que cualquiera de los dos bandos decidiera terminar con el acuerdo, una notificación oficial debería de ser preparada y enviada durante un plazo de 48 horas. 

            Este acuerdo, orquestado por Santa Anna, proporcionaría al presidente mexicano con el tiempo y la seguridad necesaria para reorganizar las defensas del país. Muchos de sus allegados preferían una rendición completa y total, pero finalmente Santa Anna recopilaba un consenso para negociar una tregua a través del ministro español, Bermúdez de Castro, o a través del Cónsul General Británico, Edward Mackintosh. El elegido sería Mackintosh, después de que Castro rechazara inmediatamente la oferta de negociar con los norteamericanos. El general Scott le otorgaba mínima atención al diplomático inglés a su llegada de éste a San Agustín, donde el líder de las fuerzas invasoras mantenía sus cuarteles generales. Al siguiente día, Scott trasladaba sus fuerzas a Coyoacán para preparar el ataque final a la vulnerable ciudad. 

            Antes de que iniciara el ataque, el general Ignacio Mora y Villamil, jefe de ingenieros del ejército mexicano, arribaba al campamento de Scott a proporcionarle una carta sellada a Nicholas Trist, emisario enviado por el homólogo de Mora, Buchanan, para negociar la paz, enviada por el ministro de Relaciones Exteriores Mexicano, J.R. Pacheco. En la misiva, Pacheco le indicaba que ya estaba dispuesto a recibirle para concordar con la propuesta previamente enviada a él por Buchanan, a través de Trist, y concertar acuerdos que pudieran salvaguardar el honor del pueblo mexicano. La nota sugería una tregua de un año de duración, mientras el cual se podría negociar un tratado final de paz. La misiva enviada por Pacheco era un esfuerzo fútil ya que Scott hacia caso omiso a las propuestas ofrecidas. Aun así, escuchaba las sugerencias de Mora, el cual era un astuto negociador.

            Mora le informaba al general que Santa Anna estaba dispuesto a concordar una tregua corta de duración, la cual podría comenzar de inmediato. Scott analizaba la propuesta y conferenciaba con Trist. Ciertamente, para el general norteamericano, una tregua era posible. Él sabía que el poder tomar la capital estaba a su alcance, aunque también estaba consciente de que, al hacerlo, podría generar un fuerte patriotismo entre la población mexicana, lo cual le haría más difícil el poder concordar el acuerdo de paz deseado por el presidente Polk. Fue así como finalmente decidía Scott el dejar sus ánimos de conquista enviando una nota conciliatoria al general presidente. 

La misiva escrita por Scott transmitía un mensaje, de acuerdo a la interpretación que le otorgó Santa Anna a la nota, la cual contenía un posible elemento de inseguridad, expresado por el general norteamericano sin querer, al referirse al conflicto bélico como “una guerra antinatural, entablada entre estas dos grandes republicas del continente, la cual ya ha derramado mucha sangre.” Independientemente del contenido de la carta, Santa Anna había logrado lo planeado: una tregua armisticia que le permitiría mantener sus armas y equipo militar, y además posicionar a sus tropas en posiciones estratégicas-defensivas, las cuales podrían ser mantenidas durante el curso de la tregua. 

Soldados norteamericanos, frustrados, expresaban su insatisfacción a la decisión de su general; “nos encontramos en una muy rara situación; nuestro ejército de conquista se encuentra situado en una colina donde se puede divisar la ciudad del enemigo, pero no se nos permite el abordarla, y nos encontramos a la merced de los corruptos habitantes de la ciudad, los cuales nos bañan constantemente de insultos y vulgaridades” (Eisenhower, 1989). En cambio, los habitantes de la ciudad, los cuales rechazaban la incursión norteamericana, exclamaban, “dejen que se mueran los gringos,” mientras que arrojaban piedras a los soldados que transitaban la ciudad en busca de víveres y provisiones. Lanceros mexicanos, intentando restaurar el orden, arremataban contra la multitud en sus caballos lo que forzaba a la muchedumbre a considerarlos de “traidores.” La situación era insostenible.

Era obvio, para los norteamericanos, que la tregua si era respetada por Scott y sus hombres, pero no así por Santa Anna. Por el curso de una semana, hasta el 2 de septiembre, Scott y Trist mantenían la esperanza de poder lograr un final acuerdo, pero la falta de consenso en acordar los futuros límites fronterizos entre las dos naciones, propiciaba la ruptura de las negociaciones acordadas entre los emisarios. Trist decide presentar un ultimátum a los comisionados mexicanos, el cual sería extendido hasta el 6 de septiembre. 

Al término del plazo, Scott se enteraba de que Santa Anna continuaba con su plan de erigir fortificaciones militares, violando así el 3er Articulo de la convención, lo que anulaba por completo la tregua acordada. Como resultado, Scott le enviaba una nota al presidente mexicano, dándole de plazo hasta el mediodía del siguiente día para poder comprobar que haría un paro completo a su intento de continuar con las actividades militares; “si su excelencia no es capaz de proporcionar una resolución completamente satisfactoria, me obligará a anular por completo el armisticio.” El mismo día, Santa Anna respondía a la misiva enviada por Scott, indicándole que “rechazaría la fuerza con fuerza, con decisión e injuria, como resultado de las obligaciones supremas puestas en mí por la nación mexicana.” (Eisenhower, 1989). Era así como las hostilidades eran reanudadas. 

Scott comenzaba a estudiar las posibles rutas de acceso a la ciudad antes de iniciar el ataque. A la cabeza del cuerpo de reconocimiento del ejército invasor, la responsabilidad de esta tarea recaía en los hombros de Robert E. Lee. Los campos localizados entre las calzadas que arribaban a la ciudad permanecían encharcados y empantanados, lo cual los hacían impasables para la artillería estadunidense. Las superficies de estos caminos elevados eran angostas, y si eran defendidas por tropas valerosas e intrépidas, podrían causar un gran daño al ejército de Winfield Scott. Aunque al mismo tiempo, si estas tropas permanecían amontonadas, la artillería norteamericana podría causar un gran daño a los defensores. De cualquier manera, el reto parecía no tener solución para el general a mando de las fuerzas invasoras.

En dirección sur y oeste, las rutas posibles arribaban a garitas, las cuales servían como puntos de control de entrada a la ciudad. Dos de estos accesos se originaban desde el oeste, arribando hasta las garitas de San Cosme y Belén, las cuales se originaban desde el Castillo de Chapultepec. Los otros cuatro accesos eran la calzada de La Piedad, la cual se unía a la avenida de Belén en la garita del mismo nombre; la calzada del Niño Perdido, que se originaba desde la garita del Niño Perdido al suroeste hasta San Ángel; la calzada de San Antonio, que comenzaba desde la garita de San Antonio en dirección sur hasta Churubusco; y finalmente, el acceso desde el Paseo de la Viga en el este. Las defensas mexicanas más fortificadas estaban situadas afuera de la ciudad en el Castillo de Chapultepec, el Molino del Rey, situado éste a un poco más de un kilómetro y medio al suroeste del Castillo; y la Casa de Mata, ubicada un poco más allá del Molino.

El 7 de septiembre, después de la culminación del plazo que abolía el armisticio, Scott permanecía en Tacubaya, en compañía de la división comandada por el general Worth, a escasos kilómetro y medio de distancia del Castillo de Chapultepec. Twiggs permanecía en San Ángel, el general Pillow en Mixcoac, y quedándose en San Agustín, el general Quitman. 

  • Durante las horas de la tarde del 7 de septiembre, Scott era informado acerca de un movimiento considerable de tropas mexicanas, situadas estas en las proximidades del Molino del Rey. Esta vieja construcción de piedra se extendía por casi doscientos metros de longitud, y albergaba un molino de harina, pero anteriormente fungía como fundidora de cañones. El reporte recibido por el general estadunidense incluía rumores de que se encontraban unos grandes depósitos de pólvora, situados cercas del molino, y que una gran cantidad de campanas de iglesias habían sido transportadas al recinto para ser fundidas y modeladas como cañones. Winfield Scott, al recibir esta noticia, pausaba sus planes de movilización militar hacia la ciudad, lo cual tardaría por lo menos dos o tres días, y se concentraba en tomar una acción militar en contra de las posiciones mexicanas estacionadas en el Molino. 

El general se decidía en emplear solamente una división del ejército para ejecutar esta tarea. La elegida seria la división del general Worth, localizada ésta cercanamente en Tacubaya. Como método de auxilio, Scott agregaba la brigada de Cadwalader, perteneciente a la división de Pillow, y a 220 dragones bajo el mando del mayor E.V. Sumner. 

A tempranas horas de la mañana del 8 de septiembre, Worth se movilizaba con un contingente de 3500 hombres, guiados todos por James Duncan y James Mason, los cuales habían reconocido el área previamente. Worth se daba cuenta que las posiciones mexicanas estaban fuertemente resguardadas, localizadas estas en dos puntos: en el Molino a la derecha; y en Casa Mata, como a 550 metros de distancia del Molino, a mano izquierda del avance norteamericano. Y aunque la artillería mexicana se situaba en medio de los dos sitios de defensa, las dos fortificaciones eran el primordial punto de preocupación para los generales. En cuestión de minutos, las hostilidades comenzarían. El ejército invasor se acercaba más y más a la capital de la nación mexicana, el punto deseado por los norteamericanos. Los mexicanos, desesperados por defender su territorio, intentarían una vez más derrotar al odiado invasor, en las mismísimas puertas de su orgullosa capital.


Bibliography


Eisenhower, J. S. (1989). So Far from God: The U.S. War with México. 1846-1848. New York, New York, United States of America: Random House, Inc. Retrieved November 3, 2021