The Mexican War/La Guerra de Intervención

The Mexican War. Episode 34. La Batalla de Chapultepec

December 10, 2021 César N Madrigal Loza Season 2 Episode 34
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The Mexican War. Episode 34. La Batalla de Chapultepec
Dec 10, 2021 Season 2 Episode 34
César N Madrigal Loza

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Después de haber capturado el Molino del Rey, Winfield Scott se decide por atacar a las fortificaciones mexicanas emplazadas en el Castillo de Chapultepec. Santa Anna, al conferenciar con Nicolás Bravo - el comandante de las defensas del Castillo - aseguraba que los gringos nunca atacarían el bastión mexicano; "sería como si nosotros atacáramos su Casa Blanca," denunciaba el general. Pero era justamente lo que decidía hacer el comandante de las fuerzas invasoras.

El ejército norteamericano estaba a una batalla de poder terminar con la guerra y de salir vencedor. Podrán los defensores mexicanos acabar finalmente con los odiados gringos?

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Después de haber capturado el Molino del Rey, Winfield Scott se decide por atacar a las fortificaciones mexicanas emplazadas en el Castillo de Chapultepec. Santa Anna, al conferenciar con Nicolás Bravo - el comandante de las defensas del Castillo - aseguraba que los gringos nunca atacarían el bastión mexicano; "sería como si nosotros atacáramos su Casa Blanca," denunciaba el general. Pero era justamente lo que decidía hacer el comandante de las fuerzas invasoras.

El ejército norteamericano estaba a una batalla de poder terminar con la guerra y de salir vencedor. Podrán los defensores mexicanos acabar finalmente con los odiados gringos?

The Mexican War/La Guerra de Intervención

La Batalla del Castillo de Chapultepec

César N Madrigal

29 de noviembre, 2021

 

Winfield Scott había decidido el siguiente plan de ataque, el cual incluía movilizar sus tropas hacia las fortificaciones mexicanas situadas al oeste de la Ciudad de México. Simultáneamente, Santa Anna preparaba las defensas, distribuyendo sus tropas en las diferentes garitas que rodeaban a la ciudad, ya que no sabía con exactitud el punto de ataque que planeaban los norteamericanos. Esto lo sabía Scott, ya que parte de su plan era el de fingir un ataque a la garita de San Antonio para después desviar su avance al Castillo de Chapultepec, donde se localizaba el Colegio Militar Mexicano.

            Chapultepec, que en el dialecto náhuatl significa, “Colina de Saltamontes,” es un altozano de aproximadamente 60 metros de altura, situado al oeste de la Ciudad de México. En primera instancia, los aztecas erigieron fortificaciones en la cima, pero tiempo después, serían expulsados por tribus enemigas. Cuando estos finalmente solidificaban su imperio en el centro de México por el año de 1325, edificaban un centro religioso y residencias para los caudillos aztecas. Después de la conquista española, los nuevos gobernantes construían una capilla religiosa en el año de 1554. Ya por el año de 1780, los virreyes españoles comenzaban con la construcción de un palacio veraniego, el cual se convertiría en el Colegio Militar en 1841. 

El emperador Maximiliano, durante su reinado, reconstruye el castillo convirtiéndolo en su residencia oficial. El recinto continuó siendo la residencia oficial de presidentes hasta 1940, cuando es convertido en museo. El parque adyacente fue también construido por el emperador Maximiliano, y continúa siendo el principal centro cultural y recreacional para los habitantes de la Ciudad de México. Entre las atracciones principales se encuentran muchos monumentos, un zoológico, y el mundialmente reconocido Museo de Antropología e Historia, el cual fue diseñado y construido por el ingeniero Pedro Ramírez Vásquez entre 1963-1964. (Encyclopaedia Britannica Ultimate Reference Guide, 2013).

            La situación del ejército mexicano de defensa era desalentadora. Aun contando con mayor número de soldados que los norteamericanos, las derrotas anteriores habían cobrado muchas pérdidas, y la moral se mantenía por los suelos. Las numerosas ramas del ejército mexicano, compuestas estas por diversos orígenes y agrupaciones sociales, la muy inferior artillería que poseían, así como la infinita pobreza de sus miembros, no habían influido todavía a que se rindieran ante los invasores, pero en realidad parecía que esta posibilidad no estaba tan distante de que así sucediera. Guardino, Peter. The Dead March (p. 271). Harvard University Press. Kindle Edition. 

            Siguiendo el plan de Scott, varios grupos del ejército de ocupación efectuaban tiroteos en diferentes puntos adyacentes a la ciudad. La obvia intención era de confundir a Santa Anna, lo cual surtía efecto, ya que éste reaccionaba dividiendo sus tropas y situándolas en varios puntos, lo que lo limitaba enormemente a ser eficaz en las defensas. Después de efectuar los falsos ataques, la división del general Worth emplazaba sus tropas en las inmediaciones del Colegio Militar. Asimismo, las tropas comandadas por el general Pillow avanzaban hacia Lomas del Rey, y poco después, se posicionaban al frente del cerro de Chapultepec. Nicolás Bravo, comandante en jefe de las fuerzas de defensa del Castillo, presenciaba los movimientos de las tropas invasoras y deducía atinadamente que el siguiente ataque norteamericano se efectuaría en contra de su bastión. Los movimientos de las tropas norteamericanas eran facilitados por la ausencia del ejército mexicano en las inmediaciones del castillo. Santa Anna, ocupado en la distribución de las tropas en diferentes sitios, había deducido que no se efectuaría ningún ataque al emblemático monumento histórico mexicano. 

Nicolás Bravo, urgido de apoyo logístico y militar, se dirigía a Santa Anna para pedirle refuerzos, a lo cual, el presidente mexicano se negaría a hacerlo argumentando que las necesitaba para defender la garita del Niño Perdido. El general Bravo le insistía requiriéndole parque adicional para la defensa del Castillo, pero, aun así, el generalísimo se negaba, “—¿Usted cree, general Bravo, que después de que les concedimos el armisticio atacarán el colegio? Ellos saben que es un monumento histórico, emblemático para la República; tal vez no sepan qué es un legado del virrey Bernardo de Gálvez del siglo pasado, pero bombardearlo sería igual que si nosotros bombardeáramos su Casa Blanca. Además, saben que no hay tropa regular, sólo cadetes. ¡Usted exagera!” Blake, Arturo Ortega. Ecos de gloria (Fuera de colección) (Spanish Edition) (p. 312). Planeta México. Kindle Edition.

Scott planeaba el demoler el Castillo con fuego de artillería y poder así forzar al gobierno mexicano a caducar, ya que los gobernantes temían una acometida sangrienta en contra de su ciudad. Sus planes de ataque incluían el emplazar una batería próxima a la Hacienda Condesa, en el camino que conectaba a Tacubaya con la capital. Una segunda pieza de artillería era colocada en el camino cercano al Molino del Rey, la cual encaraba la esquina suroeste del Castillo; dos baterías más eran emplazadas al sur del Molino. 

La diferencia en todas las batallas anteriores había sido la artillería norteamericana, y ahora, el arsenal estadunidense se había triplicado como resultado de las piezas de artillería mexicanas capturadas en los previos combates. Estas baterías incluían cañones de 7 kilos, howitzers de 20 centímetros de diámetro; morteros de 25 centímetros, y obuses de 10 kilos. La balanza parecía inclinarse a favor de los estadunidenses.  (Blake, 2015)

 El Castillo no era tan formidable como aparentaba. La colina y construcción se mantenían a más de sesenta metros de altura, y la capacidad del entorno albergaba a un total de 260 tropas, a los que incluían a los jóvenes cadetes del Colegio Militar. Y aunque aparentaba un obstáculo difícil de escalar, el ángulo de las paredes de la fortificación, prevenía a los francotiradores mexicanos el poder cubrir las áreas próximas a las murallas del recinto. Santa Anna decidía emplazar a 600 tropas adicionales alrededor del perímetro, a los que incluían al heroico Batallón de San Blas. Muchos de los integrantes eran parapetados en los árboles como francotiradores. 

 La ofensiva comenzaba el 12 de septiembre a las 5:00 am de la mañana—como así lo había planeado el general Scott—, derramando fuego con balas de cañón enviadas hacia el Castillo. El bombardeo era sostenido hasta las 7:30 am de la mañana. El fuego era intermitente al inicio, pero en cuestión de tiempo el recinto comenzaba a sufrir serios daños estructurales. El techo era casi totalmente destruido, pero, aun así, los ingenieros mexicanos se empleaban en repararlo durante el bombardeo. 

Antes de que se efectuara el asalto de infantería Estadunidense, Santa Anna decidía visitar el Castillo, arribando al mediodía para conferenciar con Bravo, encontrando al general—héroe de la guerra de independencia dos décadas atrás— tranquilamente desayunando mientras los obuses aterrizaban a su alrededor. Aun así, sin demostrar temor, y determinado a seguir con las defensas del Castillo, Bravo le requería mas refuerzos a Santa Anna. El generalísimo le prometía a Bravo que se las enviaría al momento que los norteamericanos decidieran iniciar el ataque de infantería del día siguiente.  

El Batallón Activo de San Blas, originario del estado de Nayarit— comandado por el teniente coronel Felipe Santiago Xicoténcatl, el cual era descendiente directo del guerrero tlaxcalteca Xicoténcatl Axayacatl—, era finalmente designado por Santa Anna para apoyar a las fuerzas de defensa. El escuadrón era situado en las proximidades del cerro con intención de detener el avance norteamericano. La posición del batallón estaba expuesta a la potente artillería norteamericana, a lo cual forzaba a testigos distantes a exclamar:  —¿Por qué no apoyamos al Batallón San Blas? No es que sólo piense vengar a mis Marías, pero a esos se los va a cargar la chingada.” Parecía que la suerte de este heroico batallón sería el de perecer trágicamente tras los potentes disparos enviados por el enemigo. Blake, Arturo Ortega. Ecos de gloria (Fuera de colección) (Spanish Edition) (p. 312). Planeta México. Kindle Edition.

La condición del Batallón de San Blas era deplorable. Contaban con 400 integrantes, los cuales permanecían mal abastecidos y hambrientos. Aun cuando la reserva del ejército mexicano —la cual contaba con 5,000 miembros—, se encontraba a escasos dos kilómetros de distancia, el presidente mexicano se había rehusado a utilizarlos como apoyo. Estas condiciones y la reducida y mal abastecida fuerza militar del Castillo, hacía que la avanzada norteamericana fuera imparable. La voraz ofensiva seria débilmente repelida por el Batallón, pero finalmente sus miembros serían diezmados por los constantes y eficaces bombardeos, sin cesar, que enviaba el enemigo a la distancia. 

El valiente líder Xicoténcatl caía herido de bala, recibiendo mas de treinta proyectiles en su cuerpo. Cuando aún permanecía con vida, el descendiente del guerrero tlaxcalteco levantaba la caída bandera del batallón, y se la envolvía alrededor de su cuerpo para así protegerla de caer en manos de los invasores (actualmente, ese mismo estandarte puede ser admirado en el Museo de Historia del Castillo de Chapultepec). Una vez abatido el Batallón de San Blas, los soldados norteamericanos comenzaban con el ascenso al Castillo. 

 La brigada del general Pierce iniciaba la marcha desde el Molino del Rey, y esquivando las paredes sin encontrar mayor resistencia, atravesaba el pantanal de cipreses. Poco después, eran recibidos por el fuego de los defensores, sufriendo algunas bajas. El comandante de la 9ª infantería, el coronel T.B. Ransom recibía una bala que le atravesaba la frente, matándolo de inmediato. El mismo general Pillow recibía una herida en el tobillo, lo que lo inhabilitaba. 

Mientras tanto, el fuego de morteros y artillería se concentraba una ves más en las paredes del recinto. Al intentar avanzar a través de la calzada de Tacubaya, el contingente liderado por el general Quitman, era asaltado, lo que le impedía el poder seguir avanzando. Twiggs, al darse cuenta de la precaria situación de Quitman, enviaba a la brigada de Persifor Smith a socorrerlo. Aun con el arribo de la brigada de Smith, los yanquis no lograban repeler a los mexicanos en la calzada. Smith se veía forzado a enviar a los voluntarios de New York y Pennsylvania al lado opuesto de la calzada, lo que abría un carril de entrada para el regimiento Palmetto de Carolina del Sur, así como la brigada de Clark, los cuales también habían sido enviados al auxilio de Quitman. En el transcurso de estos movimientos, el teniente James Longstreet, de la 8ª infantería resultaba herido, lo que forzaba a George Pickett a adquirir el comando del regimiento. 

Esto generaba que las tropas de Quitman, Pillow, y Worth se entremezclasen al pie del Castillo. Como no contaban todavía con escaleras para poder trepar las paredes, estos permanecían agazapados, intentando resguardarse de los disparos enviados desde arriba del Castillo. Francotiradores norteamericanos mantenían a muchos de estos defensores mexicanos ocultados, lo que protegía temporalmente a los soldados estadunidenses emplazados al pie de la colina. Era entonces cuando arribaban las escalerillas. Los primeros que intentaban trepar las paredes eran demolidos por los defensores, pero un poco más tarde, con el arribo de más escaleras—las cuales podían mantener a cincuenta hombres escalando simultáneamente—el asalto se consumía. Llegadas las 9:30 am de la mañana, la bandera del regimiento Voltiguer, comandado por Johnston, era izada en la torre de la pared este del recinto. 

Como resultado del incesante bombardeo, los cirujanos mexicanos intentaban mantener las operaciones activas pero los muertos incrementaban, y las provisiones médicas se mantenían agotadas. Los jóvenes cadetes del Colegio militar—cincuenta en total—mantenían el espíritu de combate aún cuando sus limitaciones militares eran obvias. Nicolás Bravo y Santa Anna se daban cuenta de que muchas muertes hubieran sido evitadas, si se hubieran emplazado al pie de la colina, en lugar de dejarlas a la intemperie de los bombardeos estadunidenses en el Castillo.  Eisenhower, John S.D. So Far from God: The U.S. War With México, 1846-1848. Random House Publishing Group. Kindle Edition.

  La sed de venganza de los estadunidenses era evidente. La dolorosa pérdida de compañeros de combate en la batalla del Molino del Rey—a manos de los heroicos defensores mexicanos—, hacía que los norteamericanos no tuvieran piedad del enemigo. El general Bravo era forzado a rendirse y cedía su valiosa espada, cubierta de joyas preciosas, a los norteamericanos. Aunque seis de los jóvenes cadetes del Colegio Militar, no corrían con la misma suerte al decidir morir que caer rendidos ante los norteamericanos. Los jóvenes cadetes, los cuales eran en realidad unos adolescentes todavía, se habían voluntariado a formar parte de la defensa del bastión. Entre ellos estaban el teniente Juan de la Barrera y los sub-tenientes Francisco Márquez, Fernando Montes de Oca, Agustín Melgar, Vicente Suárez y Juan Escutia. Todos resultarían muertos durante el ataque final de los norteamericanos. Uno de estos jóvenes se enrollaba la bandera mexicana en su cuerpo y se arrojaba al precipicio desde lo alto de la cumbre del Castillo. Estos serian reconocidos tiempos después del final del conflicto, por el gobierno mexicano, como los Niños Héroes de la guerra.  Eisenhower, John S.D. So Far from God: The U.S. War With México, 1846-1848. Random House Publishing Group. Kindle Edition.

              Las pérdidas mexicanas eran cuantiosas; están acumulaban 1,800 en total, entre muertos y heridos. Los estadunidenses sufrían quebrantos muy considerables, aunque mucho menor de los sufridos en la batalla del Molino del Rey. Las cuentas oficiales indicarían que 130 resultaban muertos, con 703 heridos y 29 desaparecidos. Entre las perdidas estadunidenses, se encontraba uno de los oficiales que conducía la columna de asalto al Castillo, así como otros varios ingenieros. EI general Pillow sufriría una grave herida en una pierna, pero en general, el voraz asalto de la artillería y de la infantería norteamericana se imponían una vez más. 

Al termino de la batalla, la bandera estadunidense era izada en la torre del Castillo, lo que le indicaba al coronel Harney y al teniente Broderick—emplazados en una colina en Mixcoac a poca distancia— que era tiempo ya de ejecutar a los San Patricios capturados en la Batalla de Churubusco.

            Sin perder tiempo alguno, los generales Quitman y Worth ordenaban a sus tropas a dirigirse hacia la Ciudad de México. Estas avanzaban a través de las calzadas adyacentes al Castillo. En su trayecto encontraban un poco de resistencia, pero finalmente Worth tomaba posesión de la garita de San Cosme, situada ésta en la esquina noroeste de la ciudad, mientras que Quitman hacia lo mismo con la garita de Belén, al suroeste de la capital mexicana. 

Durante el curso de la noche, Santa Anna evacuaba a la ciudad con la intención de recuperar sus fuerzas, y para no poner en riesgo las vidas de los residentes. Esporádicos combates se efectuaban al siguiente día por la mañana, pero durante las horas del mediodía del 14 de septiembre de 1847, el general Winfield Scott cabalgaba su caballo en dirección al zócalo de la Ciudad de México, mientras las tropas norteamericanas restantes entonaban su nombre. Instantes después, la bandera estadunidense era izada en el Palacio Nacional. Eisenhower, John S.D. So Far from God: The U.S. War With México, 1846-1848. Random House Publishing Group. Kindle Edition.

 


Bibliography


Blake, A. O. (2015). Ecos de Gloria. El Batallon de San Patricio y la Guerrilla Mexicana. Ciudad de Mexico, Mexico, Mexico: Editorial Planeta Mexico.

Eisenhower, J. S. (1989). So Far from God. The U.S. War with México 1846-1848. New York, New York, United States of America: Doubleday.

Encyclopaedia Britannica Ultimate Reference Guide. (2013). Chapultepec. Chicago, Illinois, United States of America.

Guardino, P. (2017). The Dead March; A History of the Mexican—American War. Cambridge, Massachusetts, United States of America: Harvard University Press.

Hogan, M. (1999, 2012). Molly Malone and the San Patricios. Guadalajara, Jalisco, México: Fondo Editorial Universitario.

Hogan, M. (n.d.). The Irish Soldiers of Mexico. 

Shaara, J. (2000). Gone for Soldiers. A Novel of the Mexican War. New York, New York, United States of America: The Ballantine Publishing Group of the Random House, Inc.

Smith, J. H. (1919). The War with México. The Classic History of the Mexican-American War. (R. a. Publishers, Ed.) New York , New York, United States of America: Mcmillan Company.

Zoraida, J. V., & Meyer, L. (1982). México frente a Estados Unidos. Un Ensayo Histórico, 1776-2000. (F. d. Económica, Ed.) Ciudad de México, México, México: El Colegio de México.