The Mexican War/La Guerra de Intervención

The Mexican War. Episode 36. La Batalla del Álamo, New Version.

January 10, 2022 Cesar N Madrigal Season 2 Episode 36
The Mexican War. Episode 36. La Batalla del Álamo, New Version.
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The Mexican War. Episode 36. La Batalla del Álamo, New Version.
Jan 10, 2022 Season 2 Episode 36
Cesar N Madrigal

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La Batalla del Álamo! 

Importante batalla en la historia de México y los Estados Unidos, la cual conllevó a que, tiempo después, el país Azteca perdiera más de la mitad de su territorio a mano de los Estados Unidos, en la subsecuente guerra entablada entre las dos naciones entre 1846 y 1848.

Aunque la guerra contra E.E.U.U. duraba dos años, los deseos de expansión de los Estados Unidos se habían desarrollado desde años atrás. Los colonos norteamericanos, establecidos en los territorios de Coahuila-Texas, comenzaban a rebelarse en contra del goberno legítimo mexicano y el apoyo estadunidense era crucial para poder continuar con el deseo de los colonos de independizarse.

Antonio López de Santa Anna, dispuesto a reprimir las rebeliones en contra de su gobierno, se embarca en un largo viaje al norte acompañado de un ejército numeroso pero improvisado, en búsqueda de los "piratas" que atentaban en contra de su legitimidad.

Santa Anna intentaba darles una lección a los rebeldes.

Esta relativamente breve batalla continúa marcando el rumbo de una gran parte de los cuidadanos de ambos países viviendo estas épocas.

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La Batalla del Álamo! 

Importante batalla en la historia de México y los Estados Unidos, la cual conllevó a que, tiempo después, el país Azteca perdiera más de la mitad de su territorio a mano de los Estados Unidos, en la subsecuente guerra entablada entre las dos naciones entre 1846 y 1848.

Aunque la guerra contra E.E.U.U. duraba dos años, los deseos de expansión de los Estados Unidos se habían desarrollado desde años atrás. Los colonos norteamericanos, establecidos en los territorios de Coahuila-Texas, comenzaban a rebelarse en contra del goberno legítimo mexicano y el apoyo estadunidense era crucial para poder continuar con el deseo de los colonos de independizarse.

Antonio López de Santa Anna, dispuesto a reprimir las rebeliones en contra de su gobierno, se embarca en un largo viaje al norte acompañado de un ejército numeroso pero improvisado, en búsqueda de los "piratas" que atentaban en contra de su legitimidad.

Santa Anna intentaba darles una lección a los rebeldes.

Esta relativamente breve batalla continúa marcando el rumbo de una gran parte de los cuidadanos de ambos países viviendo estas épocas.

The Mexican War/La Guerra de Intervención

La Batalla del Álamo

César N Madrigal-Loza

2 de diciembre de 2021

 

A las 2:00 pm de la tarde, Santa Anna omitía ordenes tácticas de operación a sus subalternos. A su cuñado, general Martin Perfecto de Cos, le ofrecía la oportunidad de reivindicarse de la derrota y humillación sufrida meses atrás en Bexar, a manos de los rebeldes. Cos comandaría una columna de tropas que incluían al batallón Aldama, compuesto de seis fusileros y una compañía de cazadores; y al batallón activo de San Luis, que incluía a la 1ª, 2ª, y 3ª compañía de fusileros, por un total de 300 hombres, llevando consigo diez escaleras, dos palancas y dos hachas, originando el avance desde el norte, y dirigiéndose a la pared noroeste del recinto. Al mismo tiempo, y desde el mismo punto de origen, el coronel Francisco Duque, que encabezaba un total de 400 tropas, pertenecientes al batallón Toluca, con seis compañías de fusileros y una de cazadores; y al batallón activo de San Luis, compuesto por la 4ª, 5ª, y 6ª compañía, atacando la pared del noreste; todos equipados también con diez escaleras, dos palancas, y dos hachas.

Desde el noreste, el coronel José María Romero, lideraría 300 hombres, pertenecientes a los batallones Matamoros y Jiménez, compuestos de seis compañías de fusileros, y equipados con seis escaleras, atacando el flanco creado en la pared este, a un costado detrás de la capilla del Álamo y el convento adjunto, donde se encontraban los cuarteles del recinto. El coronel Juan Morales, al frente de una columna de 100 cazadores, de los batallones Matamoros, Jiménez, y San Luis, cargando dos escaleras, atacaría desde el punto sur, intentando barrer con la pared situada al frente del perímetro, y penetrar así el contorno del vulnerable cercado, adyacente a la luneta y puerta de entrada principal. 

Santa Anna permanecería en la retaguardia comandando una columna de reservistas de 400 hombres, compuesta por el regimiento de zapadores de los batallones Matamoros, Jiménez, Aldama, Toluca y San Luis. Finalmente, la caballería Sesma, compuesta por el regimiento de Dolores, el pelotón Veracruz, y las compañías Coahuila y Rio Grande, lideradas por el General Ramírez y Sesma, serian posicionadas cerca de la Alameda—una arboleda de álamos—, para cortar cualquier posible ruta de escape en dirección este o sur. Así comenzaría el asedio al recinto a tempranas horas del 6 de marzo de 1836.

Mientras se desarrollaban las hostilidades, lo que aparentaba de ser un ataque bien planeado, se convirtió rápidamente en una pelea de muchedumbre, la cual no dejaba distinguir al compañero del enemigo. Las escaleras caían sobre los cuerpos de los centenares de muertos y heridos, los cuales decaían como resultado del atroz y abundante fuego. Muchas de las unidades se mezclaban entre sí, generando como resultado confusión y terror. Las correas de los cascos se rompían y las cabezas se disparaban al aire perdiéndose en los matorrales y campo abierto cercano. Sandalias y botas salían disparadas como proyectiles, separándose de sus dueños, los cuales permanecían desmembrados a los alrededores, al ser sido blanco de los cañones y mosquetes originado del fuego de los dos bandos. 

Los soldados mexicanos disparaban al azar, con el objetivo de apuntar y proyectar sus fusiles a todo lo que se moviera, sin poder distinguir entre el mismo bando o el enemigo. El general Filosola, tiempo después, aseguraba que menos de un cuarto del total de los soldados caídos habían sido como consecuencia del fuego enemigo; lo que convertía que el número de muertos en total fuera mucho más trágico. 

Los atacantes mexicanos se daban cuenta que la pared situada al norte era la más accesible de atacar, aun sin contar con escaleras para treparla. Las fortificaciones de defensa habían descuidado esta sección del recinto, la cual había sido reforzada débil e improvisadamente con troncos de madera. Estos mismos separaban a la pared adjunta, y la sección había sido colmada de tierra, lo cual facilitaba el acceso a los soldados mexicanos. 

De acuerdo al relato del teniente coronel José Enrique De La Peña, la ola inicial de ataque enfrentaba fuego de bayoneta, ataque con hachas y cuchillas, y fuego de armas de menor calibre. Añade De La Peña que, “ésta primera ola repelida fue enfrentada con gran valor por los soldados mexicanos, los cuales continuaban con su avance sin inmutarse con la masacre, y usando los cuerpos sin vida de sus compañeros como eslabones para poder ascender a la pared.” La fuerte replica de los rifles y el silbido de las balas, los gemidos de los heridos, las maldiciones y palabras altisonantes exhaladas por los hombres, los escalofriantes y angustiados gritos de muerte, las arrogantes arengas de los oficiales, y los excesivos gritos de los atacantes, al escalar las paredes, eran presenciados por De La Peña, el cual observaba las acciones acontecidas en la pared norte del recinto.

Los defensores lograban repeler las primeras olas, pero sucumbían al no poder recargar sus rifles, justo a tiempo para poder repeler las subsecuentes marejadas de ataque. El teniente coronel Sánchez Navarro recordaría tiempo después, “el momento en que nuestras tropas ascendieron al tope de la pared justamente 20 minutos después del sonar de la trompeta.”

Mientras que la pared del norte era abatida, el coronel Juan Morales, a cargo de un pequeño contingente de 100 cazadores, atacaba la pared del sur donde se encontraban las empalizadas, las cuales defendía David Crockett, a cargo del mando de los voluntarios de Tennessee. Al ser repelidos por Crockett y sus fuerzas, los cazadores se refugiaban en los jacales situados fuera de la esquina suroeste del recinto, justo a la boca del cañón más grande y fuerte que usaban los defensores: el obús de ocho kilos. Con suerte, el ángulo de declinación estaba demasiado elevado, en referencia a la posición de los jacales, y Morales y sus hombres se escaparon así de morir acribillados por el potente fuego del cañón.

La mayoría de los defensores en esta pared cambiaban de posición para poder así asistir a los defensores posicionados en la tapia opuesta, facilitándole a Morales poder acceder la pared, encontrando así mucho menos resistencia que en los anteriores intentos.  Al mismo tiempo, el general Cos ordenaba a sus columnas a que comenzaran el ataque a la pared del lado oeste del recinto usando grandes y largos troncos como medios para derribar ventanas, puertas y paredes, encontrando, sorpresivamente, una muy leve resistencia.

Como el principal combate se centraba en la pared del norte, la mayoría de los defensores posicionados en los demás sitios se reencontraban en ese punto para poder repeler el ataque mexicano originado desde la posición norte; lo que exponía a los defensores el estar planteados en medio de dos fuegos. Mientras todo esto sucedía, Morales y sus tropas capturaban el cañón de ocho kilos, el cual comenzaban a usar para derrumbar paredes y baterías texanas de defensa. 

Un niño texano, por nombre Enrique Esparza, el cual permanecía refugiado en la pequeña capilla, recordaría después ver como avanzaban los soldados mexicanos sobre las defensas texanas, “disparando sobre nosotros e hiriéndonos con sus escopetas.” Susana Dickinson, la cual permanecía en la capilla atendiendo y consolando a los heridos, recibía la inesperada visita de su esposo, el cual llegaba a dar su ultimo adiós a su señora exclamando, “Dios mío, ¡Susana! ¡Los mexicanos han irrumpido por las paredes y se encuentran ya dentro del recinto! ¡Todo está perdido! ¡Si te perdonan la vida, cuida de mi bebé! ¡Te lo pido!” después de darle un beso a su esposa, Almirón regresaba a la lucha. 

De acuerdo al relato de Susana Dickinson, vio a Crockett llegar a la Capilla, arrodillándose, ofreciendo una oración y recogiendo su rifle, poco después, para poder retornar así a la lucha. Susana era testigo de cómo soldados mexicanos atacaban a Jacob Walker, amigo de su familia y padre de cuatro hijos, al cual lo levantaban con sus bayonetas cómo si fuera un costal de forraje. Les tomó, a los soldados mexicanos, más de una hora, en revisar y controlar cuarto-por-cuarto enfrascándose en combates de cuerpo-a-cuerpo los cuarteles del recinto. De acuerdo al relato que ofrece De La Peña, muchos de estos defensores introducían sus rifles por los orificios de las puertas, atando un paño de color blanco en la punta del fusil, como señal de paz y rendición, hacia afuera de los cuartos donde se encontraban ellos mismos repechados. 

Muchos de estos soldados usaban la señal de paz como anzuelo para poder abatir a los confiados mexicanos que bajaban sus armas al acercarse. De La Peña describió que los mexicanos enfurecidos, reavivaban su ira repentinamente, y escaramuzas de violencia se reiniciaban con renovada furia. El ataque continuaba cuarto-por-cuarto, hasta llegar a donde se encontraban Bowie y demás heridos, los cuales morían atacados por los soldados, usando puntas de lanzas de sus bayonetas, para acabar con la vida de los últimos defensores del Álamo. 

Entre las 6:30 am y 7:30 am de la mañana, los combates y disparos menguaban, dentro y fuera de las barracas, y la llegada del amanecer significaba el fin del asedio a la misión con el final recuento de más de 800 cadáveres. En el término de una hora, el combate llegaba a su fin, así como la vida de Travis, el cual había sucumbido en su intento por defender la pared del norte. Bowie, dentro de los cuartos localizados al sur; y Crockett en algún otro desconocido lugar. Santa Anna ponía así fin, con sangre y mano dura, a la sublevación texana, sin saber que días después, su acostumbrada siesta del mediodía seria interrumpida por el ataque feroz y violento del ejército de Sam Houston, resultando en 18 minutos de terror y muerte, que conllevaría a la subsecuente derrota, la cual forzó a que México cediera la independencia a los rebeldes en la Batalla de San Jacinto.


Bibliography


Bluhm, R. K. (2020). Battle of San Jacinto. United States History (1836). Retrieved January 2020, from Encyclopaedia Britannica: https://www.britannica.com/event/Battle-of-San-Jacinto-1836

Carney, S. A. (n.d.). Desperate Stand, the Battle of Buena Vista. 

Eisenhower, J. S. (1989). So Far from God. The U.S. War with México 1846-1848. New York, New York, United States of America: Doubleday.

Frangaviglia, R. V., & Richmond, D. W. (2000). Dueling Eagles, Reinterpreting the U.S. Mexican War, 1846-1848. Arlington, Texas, United States of America: The University of Texas at Arlington.

Guardino, P. (2017). The Dead March; A History of the Mexican—American War. Cambridge, Massachusetts, United States of America: Harvard University Press.

Olson, J. S. (n.d.). A Line in the Sand. The Alamo in Blood and Memory. New York, New York, New York, United States of America: Simon & Schuster.

Zoraida, J. V., & Meyer, L. (1982). México frente a Estados Unidos. Un Ensayo Histórico, 1776-2000. (F. d. Económica, Ed.) Ciudad de México, México, México: El Colegio de México.