The Mexican War/La Guerra de Intervención

Fuego Sobre El Fuerte Texas y La Llama Que Encendió Palo Alto, Parte 1

Cesar N Madrigal Season 2 Episode 13

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Un fuerte bajo fuego, noches sin sueño y la pregunta que nadie quiere hacer en voz alta: ¿aguantar sirve si no puedes salir? Abrimos la puerta del Fuerte Texas y seguimos cada paso hasta el estanque de Palo Alto, donde Taylor y Arista miden nervios, terreno y tiempo con la precisión de un filo. Nada aquí es decorado: la muerte del sargento Weyguard sacude la moral, una enfermera llamada Sarah Borginis roza la tragedia, y el mortero enemigo falla más por posición que por falta de intención.

Caminamos con la columna que parte de Point Isabel entre mulas, bueyes y carros, entendiendo por qué la logística manda la guerra antes del primer disparo. Los ingenieros Blake y Tickman leen la marisma, el chaparral y la curva del camino como un libro abierto: flancos firmes para Arista, visibilidad negada y una planicie que convierte al tren de suministros en talón expuesto. Taylor compensa con regimientos ligeros, artillería voladora y una máxima clara: la bayoneta define cuando el cañón no alcanza. El despliegue no es casual; es un rompecabezas donde cada pieza decide si el avance será audacia o error.

Cuando la artillería mexicana rompe el aire a 700 yardas, la distancia entre coraje y cálculo se vuelve delgada. Los obuses caen cortos, pero el ruido perfora los nervios de una tropa curtida por meses de espera desde la escaramuza de Thornton. Entre cita y contexto, traemos la lectura de John S. D. Eisenhower para iluminar decisiones, dudas y aciertos que muchas veces se olvidan en la polémica de frontera. Si te interesa la historia militar, la psicología del asedio, o cómo la geografía escribe órdenes de batalla, este relato te llevará del rumor al choque con claridad y tensión medida.

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En su libro titulado So Far from God, el autor John S. D. Eisenhower describe que la noche del primero de mayo transcurría placenteramente para los ocupantes del Fuerte Texas. En el lapso del siguiente día, durante las horas de la tarde, Brown y sus hombres se daban cuenta que la fortificación era lo suficientemente fuerte para soportar el constante asedio de los subuses mexicanos, ya que su diseño y el enorme esfuerzo empleado en construirla surtían efecto, ya que los envíos de balas de cañón no causaban mayor daño a la fortificación. Los ocupantes del fuerte se daban cuenta que el constante acoso cesaría cuando pudieron demostrar suficiente capacidad y entereza de soportar los embates del enemigo. Pero aún así, lo más difícil estaba por venir. Bienvenidos al podcast de Mexican War, la guerra de intervención, un evento histórico que define el conflicto bélico entre Estados Unidos y México, ocurrido en 1846 a 1848. Era casi imposible conciliar el sueño. Los incesantes bombardeos les impedían el así hacerlo y era obvio que los ataques continuarían por el transcurso de la semana. Esto pondría a prueba no solamente la resistencia de la guarnición, sino también la fortaleza mental y física de sus ocupantes en esta y otras subsecuentes batallas. La incertidumbre que lo rodeaba, así como el peligro latente de no contar con la fuerza militar necesaria para defenderse, contribuía a que los ocupantes sintieran una tremenda presión al estar atrincherados en la fortificación. Constantemente después, un veterano soldado de la lucha mencionaría que hubiera preferido luchar 20 batallas que haber pasado por el tremendo sufrimiento de haber soportado tantos días y noches de constantes asedios y bombardeos. Aun así, el inminente peligro de confrontación no llegaba y los bombardeos que habían sido iniciados por los mexicanos no contaban con la necesaria fuerza para poder penetrar la amurallada fortificación. De acuerdo a Eisenhower, ya para el 5 de mayo, afortunadamente para los norteamericanos, solamente había perecido un soldado, el sargento Weyguard de la 7a Brigada de Infantería, aunque su muerte había sido lóbrega y espectral. Muchos de los soldados norteamericanos sentían que su presencia en esa región era precaria. Se rumoraba que las fuerzas mexicanas eran cuantiosas, y aun cuando muchos pensaban que la gran mayoría de los soldados habían sido reclutados a fuerza por Santa Ana, la numerosa fuerza militar con la cual contaba el general mexicano hacía que los estadounidenses temieran lo peor. El estar atrincherado solamente postergaba sus ansiedades y preocupaciones. El resultado del desafortunado desenlace del sargento Weyguard influía a muchos de ellos a temer por su propia seguridad. Eisenhower especifica más acerca del destino final del desventurado soldado. Después de haber perecido instantáneamente como resultado de haber sido tomado por una pieza de artillería, su cuerpo era zarandeado por otra más cuando yacía postrado en una de las mesas del cirujano. Poco tiempo después su cuerpo inerte era exhumado en otra ocasión más cuando otro proyectil explotaba directamente sobre su tumba. Los bombardeos continuaban, aunque el poderío de los obuses mexicanos era limitado y la adecuada fortificación prevenía que los proyectiles causaran más daño. Sin embargo, algunos de ellos lograban penetrar el perímetro, lo que generaba un inminente peligro para los ocupantes del fuerte. Eisenhower en su relato expande un poco más al relatar que Sarah Borginis, enfermera de la guarnición, era mantenida ocupada constantemente intentando atender a los combatientes lesionados. Ella también estuvo al borde de la muerte cuando un proyectil le fracturaba el plato de comida que sostenía en sus manos. Lo que era pertinente para Brown y sus hombres y para su seguridad era el que mantuvieran la fortificación intacta y pudieran evitar el peligro de los obuses mexicanos que lograran penetrar dentro del perímetro. En general, sus peores enemigos eran sus propios miedos, aprehensiones y desasosegos como resultado de permanecer atrincherados dentro de la fortificación. Pero al mismo tiempo no podían estar incomunicados por mucho tiempo. Taylor sabía que era urgente el poder facilitarles información en referencia a las condiciones fuera del recinto. El cordón de seguridad que habían montado los mexicanos afuera del perímetro del fuerte prevenía cualquier acercamiento de algún hombre enviado por Zachary Taylor. Finalmente, de acuerdo con Eisenhower, uno de ellos, de apellido Walker, lograba introducirse dentro de la fortaleza para conferenciar con el mayor Brown. El reporte otorgado por Brown era optimista. Los cañones mexicanos de 5 kilos estaban asilenciados y la única actividad provenía de un simple mortero posicionado este en un punto muy bajo para poder generar alguna preocupación seria a los soldados del fuerte. Y aunque estaba rodeado de tanta incertidumbre, Brown sabía que su permanencia estaba casi asegurada siempre y cuando pudieran mantener suficientes cantidades de víveres dentro de la fortificación. Obviamente no contaba con ninguna certeza en saber si el poderío militar mexicano llegaría a ser incrementado o si Arista decidiría atacar el fuerte con una embestida de infantería. Aun así, el ánimo del defensor permanecía en un nivel de confianza y esperanza estable. Por su parte, Taylor decidía finalmente abandonar el punto Isabel para poder desplazarse hacia el Fuerte Texas. Esto sucedía el 7 de mayo. Al abandonar el sitio, Taylor sabía que podría exponer sus fuerzas a un ataque frontal y abierto por parte del ejército de Arista, pero estaba decidido a enfrentar cualquier ofensiva mexicana y se mantenía decidido a que nada prevendría su avance. Eisenhower lo relata así en su obra. El asistente de Taylor, el mayor W.S. Bliss, anunciaba la planeada partida a las 3 de la tarde y entregaba el mensaje a las tropas indicándoles. El general desea sugerir a los batallones de infantería que su principal dependencia de defensa y ataque debe ser la bayoneta. Poco después la orden de salida era dada y el ejército de Taylor iniciaba la marcha. Desde el momento en que el adicto era anunciado, las tropas norteamericanas se mantenían expuestas a ser atacadas por los mexicanos. Pero Taylor estaba decidido el poder llegar al fuerte Texas acomodera lugar. La partida del punto Isabel sucedía durante las horas de la noche. El trayecto de los soldados, caballos, bueyes y los carros jalados por mulas era arduo y tedioso. El recorrido era conducido a través de un tramo peligroso de casi 12 kilómetros a través del camino de Matamoros. Finalmente, y después de algunas horas de trayecto, el ejército de Taylor a la postre arribaba al estanque de Palo Alto, donde la patrulla de reconocimiento divisaba el ejército de Arista estacionado este en doble fila, extendiéndose por casi 2 kilómetros y bloqueando el camino hacia Matamoros. El haber divisado la fuerza mexicana hacía que la situación se volviera tensa inmediatamente para los estadounidenses. Aunque en realidad este era el momento esperado por los hombres de Taylor y seguramente también por los soldados del ejército mexicano. Para los soldados norteamericanos, los últimos nueve meses habían servido como preparación y motivación para enfrentar al ejército diarista desde el evento de la escaramusa y aprehensión del teniente Thornton y el de sus hombres poco tiempo atrás. Aunque la situación se tornaba embarazosa para Taylor, ya que sus fuerzas eran superadas al triple por las del general Arista. Por su parte, el general mexicano había elegido una ventajosa posición sobre la del ejército de ocupación. Aún teniendo al enemigo enfrente, el general Arista estaba completamente dispuesto a defender su posición sin tener que tomar la iniciativa de atacar los norteamericanos, ya que estaba consciente que Taylor era el más presionado para atacar. John S. D. Eisenhower detalla el primer encuentro entre los dos ejércitos de la siguiente manera. Taylor decidía al enviar a dos jóvenes ingenieros, Jacob Blake y Lloyd Tickman, a monitorear las posiciones defensivas de los mexicanos. Ellos reportaban a Taylor tiempo después que los flancos de defensa del ejército de arista estaban firmes y eran respaldados por una impasable marisma y por una arboleada. Esto impedía cualquier posible avance de los norteamericanos. El centro defensivo era plano, pero era sustanciado por un alto chaparral, el cual limitaba la visibilidad, y su línea defensiva estaba situada a la postre de la curva del camino, lo cual ofrecía una protección adicional a los mexicanos. Por otra parte, los cerca de 300 vagones y cientos de mulas y bueyes empleados por el ejército invasor como línea de suministro estaban demasiado expuestos a los potenciales ataques de caballería y no contaban con una protección natural que los protegiera. Se encontraban ampliamente vulnerables en la ancha y plana llanura a cualquier emboscada que fuera ordenada por Arista. Eisenhower así nos lo relata. Preocupado por esta instancia, Taylor decidía defender su. De suministro, empleando un escuadrón de dragones respaldados estos con un par de piezas de artillería, lo que le restaban valiosas piezas para poder proteger y resguardar su talón de Aquiles. Asimismo, los movimientos militares que ordenaba Taylor eran eficientes y fugaces, ya que sus regimientos contaban con menos de 300 hombres cada uno. Esto generaba que pudieran movilizarse menos de media hora. Aun así, Arista no atacaba y permitía que Taylor maniobrara sus tropas. John S. D. Eisenhower lo detalla de la siguiente manera. Taylor otorgaba suficiente tiempo para que sus hombres se detuvieran a llenar sus cantimploras del agua del estante y posicionaba sus filas poco tiempo después. En seguida, Taylor divisaba casi por completo las posiciones mexicanas y comenzaba a organizar sus líneas de ataque. Taylor situaba la octava infantería a mano izquierda con el apoyo de la veloz y liviana artillería de Duncan y le seguía la tercera y quinta infanterías. La artillería liviana de Sam Ringold respaldaba la quinta infantería a mano opuesta del avance militar planeado por Taylor. Los pesados cañones de 8 kilos posicionados al centro dispararían sus obuses posicionados estos entre la tercera y quarta infanterías. Lo que tanta gente había anhelado y temido estaba por comenzar. Los ansiosos deseos y planes del presidente Polk de iniciar una guerra en contra del vecino del sur se tornaban ya en una realidad. Los dos ejércitos estaban a punto de comenzar las hostilidades en una guerra internacional, entrelazada esta entre dos ejércitos ansiosos por pelear el uno contra el otro. El líder norteamericano, veterano de muchas batallas, de acuerdo con la magnífica descripción otorgada por Eisenhower, tranquilamente observaba las acciones montado en su leal caballo, Old Whitey, masticando y escupiendo tabaco. El general estadounidense no tuvo que esperar mucho tiempo ya que la artillería mexicana había comenzado el fuego a una corta y peligrosa distancia de 700 yardas de sus filas militares. Sin embargo, aun cuando la ofensiva mexicana era constante y abrumadora, su artillería carecía de cañones de alto calibre y poder y los tobustes aterrizaban demasiado distantes para causar sustanciales daños a las filas del ejército de ocupación. Pero finalmente Taylor se decidía por atacar.