¡Qué contraste! Ir a la playa, en la temporada de verano en Estados Unidos... ¡es toda una mudanza!: Sombrillas y asientos de playa, o una gran carpa plegable bajo la cual cobijarnos del sol, toneladas de refrigerios de todo tipo para comer allí, implementos para jugar en el agua, un aparato reproductor de música para acompañarnos en la arena, y claro que como parte ineludible del ajuar... ¡la infaltable nevera con sodas y cervezas frías! ¿Y en Cuba, allá por los años 60 y 70, y aún en los 80? Pues, nada de nada... simplemente la toalla arrollada sobre sí misma, acaso enclaustrada en una bolsa que tejía uno mismo y que nos echábamos la hombre y, en el mejor de los casos, una careta para bucear y las codiciadas patas de rata, que eran todo un privilegio tener un par de ellas. ¿Y de comer y beber? ¡Cero! Este programa de EL ATICO DE PEPE, con su conductor PEPPE FORTE, y a través de las voces de las llamadas telefónicas y los comentarios escritos, repasa lo que era una verdadera odisea: ir a la paya en Cuba en el verano en aquellos años que citamos, en que las privaciones y las escaseces de todo tipo —transporte incluido— nos obligan a reducir la visita al mar a la presencia física de uno mismo, el bañador, y la toalla para secarnos, y sanseacabó, porque ni de acceso a agua para beber teníamos. Los detalles, en esta narración.
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