Gabriel Ruiz, desde su asociación "Justicia para Todos" en Palencia, ofrece ayuda gratuita a quien no puede pagarse asistencia legal. También como médico a gran parte de los pacientes trata gratis: niños, oncológicos y con enfermedades autoinmunes o graves… lo que constituye la gran mayoría de su consulta pues a él acuden gran parte de las personas desahuciadas por la medicina y consigue sacar adelante un porcentaje alto.

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¿Alguna vez te has preguntado qué tan justa es la justicia? Junto a don Gabriel Ruiz y su letrado don Carlos La Malfa, desentrañamos la complejidad de un sistema legal que a veces se torna oscuro y enredado, como en el caso de José Luis Álvarez Madera. Su historia, marcada por el temor y la omisión de evidencia, es el punto de partida para una conversación que pone en duda la imparcialidad del sistema judicial español y nos empuja a reflexionar sobre la difícil tarea de conseguir representación legal justa y sin represalias.

En nuestro profundo análisis, enfrentamos la cruda realidad de prácticas judiciales que repiten patrones y perpetúan un muro de impunidad. La problemática del acceso a recursos legales, la frustración con un Tribunal Constitucional que rechaza apelaciones sin explicaciones y el papel de los fiscales, se tejen en una narrativa que evidencia las grietas de un sistema donde la transparencia y la equidad parecen ser la excepción y no la regla. Es un episodio que, sin duda, remueve conciencias y despierta un llamado a la acción por una justicia más equitativa.

Terminamos con una historia que toca el corazón: el hijo del doctor Gabriel y su lucha contra un veredicto inmerecido. Aquí, la justicia gratuita se convierte en un espejismo para aquellos en una desventaja socioeconómica, enfrentándose a un sistema que margina y prejuzga. Este capítulo no es solo un relato individual, sino un espejo de un problema mayor en la justicia española, que requiere atención, empatía y reforma. Don Gabriel y don Carlos nos acompañan en este llamado a considerar la justicia como un derecho universal, no como un privilegio.