
Homilías de cuatro minutos
Homilías de cuatro minutos
8 Domingo C Dos comparaciones
Dos Comparaciones
En el evangelio de hoy Jesús nos presenta comparaciones prácticas para nuestra vida cristiana, tomadas de la vida natural. La primera es la de un ciego que guía a otro ciego. Todos tenemos la imagen de una fila de ciegos cayéndose por un precipicio, uno tras otro, sin poder ver lo que les espera. Es un buen momento para hacernos la siguiente pregunta: ¿A qué o a quién seguimos? De vez en cuando debemos mirar el GPS para ver si vamos en la dirección apropiada, no vayamos a caernos en un precipicio. A quien hay que seguir es a Jesús, el único que nos puede dirigir a través del laberinto de la vida moderna.
¡Qué importantes son nuestros ojos! Si los cerramos no podemos andar. Tenemos dos para poder tener perspectiva, relieve; sino todo lo veríamos plano. Dicen que en el cielo tendremos un número infinito de ojos espirituales. Cuatro ojos ven más que dos. Necesitamos pedir consejo a los demás, especialmente a la gente que nos quiere.
Los santos ven más y mejor. Tienen una perspectiva que alcanza la eternidad. Una vez un ciego le pidió a un sacerdote que le describiera la basílica de San Pedro. ¿Cómo se puede explicar un edificio a un ciego? El cura cerró sus ojos para describirlo. Se dio cuenta de que había descubierto una basílica diferente. Los ciegos tienen un sexto sentido. Nuestra vida espiritual nos ayuda a ver las cosas a través de los ojos de Dios. Las nuevas tecnologías nos enseñan la vida a través de pantallas, planas y artificiales. Las empresas digitales nos dejan ver lo que ellos quieren que veamos.
Jesús nos advierte que no nos obsesionemos con la mota en el ojo ajeno, sino que veamos primero la viga en el nuestro. Somos subjetivos y solemos ver las cosas con nuestras gafas de colores. Vemos nuestros defectos proyectados en los demás. Un examen de conciencia nos ayuda a ver mejor las cosas. Le pedimos a Jesús, como el ciego del evangelio, que nos devuelva la vista. Muchas veces no queremos ver o ponemos las cosas en la mochila detrás de nuestra espalda para no verlas. Si no vemos no nos movemos. La confesión nos ayuda a ver mejor. Todos tenemos experiencia, después de una buena confesión, que nuestra visión se torna más penetrante. Para ser más objetivos deberíamos estar abiertos a ser corregidos, pedir perdón y decir siempre la verdad. Si mentimos con frecuencia, llega un momento que se no sabemos dónde está la verdad.
En la segunda comparación Jesús nos comenta con sentido común como el buen árbol produce buen fruto. Por sus frutos los conoceréis. ¿Qué clase de frutos producimos? Quizá producimos muchas hojas y pocos frutos. A veces hablamos mucho, pero no nos movemos. Vamos a producir lo que Dios espera de nosotros.
josephpich@gmail.com