
Homilías de cuatro minutos
Homilías de cuatro minutos
Miércoles de Ceniza
Miércoles de Ceniza
Hoy comenzamos la Cuaresma, un tiempo especial para crecer, para conseguir una pequeña conversión. Nuestra Madre la Iglesia abre las compuertas del pantano de sus gracias, para regar nuestras almas resecas. Es un tiempo para ver como aumentar nuestro amor a Dios. Quizá hemos reducido nuestra velocidad, nos hemos parado, o incluso hemos ido marcha atrás. Ocurre también en las vidas de los santos. A veces crecen muy deprisa y a veces parece que no se mueven. ¿Por qué será? ¿Es la voluntad de Dios o es falta de lucha? Santa Teresa de Ávila habla de las cuatro cosas que le hicieron perder la velocidad, desde que se hizo monja hasta que cumplió los cuarenta, donde tuvo una pequeña conversión y decidió tomarse su santidad en serio. Una estatua de Jesús sufriendo su pasión, la movió a las lágrimas.
La primera es no dar importancia a nuestros pecados. Es una complacencia o complicidad, buscando excusas para nuestras imperfecciones. A veces incluso nos apoyamos en los demás para no luchar. Reducimos la gravedad del pecado. Es imposible no pecar, pero por lo menos deberíamos reconocer nuestros pecados. A veces, la decisión de no cometer otra vez un pecado pequeño es un buen empujón en nuestro camino.
La segunda es el no evitar las ocasiones próximas de pecado. Es la tristeza de no poder jugar con las cosas ilícitas. Si jugamos con fuego nos quemamos. Significa evitar gente, lugares o situaciones que no nos van bien. El demonio es listo y viejo, y siempre ataca del mismo modo. Sabe cómo cogernos. Debemos ser sinceros, reconocer que somos débiles y agarrarnos al poder de Dios. Es cuestión de elegir entre él o nosotros.
La tercera es confiar demasiado en nosotros mismos. Es común al principio de nuestra vida espiritual comenzar con buen pie, muy entusiasmados. Pero antes o después nos desanimamos. El caer una y otra vez nos lleva a abandonar el camino o conformarnos con un ritmo mediocre. La soberbia había escondido un mero voluntarismo. No podemos ir solos; necesitamos de Dios. Solo él nos puede hacer santos. Deberíamos confiar más en su amor y misericordia que en nuestros propios esfuerzos. Humildad y simplicidad son esenciales. Una docilidad en la dirección espiritual ayuda a mantener a raya a nuestro yo.
El cuarto es no valorar las gracias que hemos recibido de Dios. Nos quejamos de que Dios no nos ayuda, de que está muy lejos de nosotros, pero desperdiciamos muchas gracias que nos envía. Pensamos que sabemos lo que nos hace falta, pero nos olvidamos de que Dios sabe más. Los santos tienen un sexto sentido para reconocer las gracias que reciben. Los niños pequeños tienen una piel muy sensible. Pueden sentir el pose de un mosquito. A nosotros nos cuesta sentir las inspiraciones del Espíritu Santo. Vamos a pedir una piel delicada para percibir sus mociones.
josephpich@gmail.com