
Homilías de cuatro minutos
Homilías de cuatro minutos
Tercer Domingo de Cuaresma
La higuera estéril
Hoy Jesús nos presenta la parábola de la higuera estéril. ¿Por qué era infecunda? No lo sabemos. A pesar del cuidado del jardinero, permaneció yerma. Quizá solo quería tener hojas, para mostrar su belleza. O quizás fuera el egoísmo de guardar los frutos para sí misma, para no perder su frondosidad. Me recuerda al hombre moderno, muy preocupado de su imagen corporal, que va al gimnasio pare contemplarse en los espejos que le rodean. Nosotros somos la higuera de la parábola y normalmente no producimos lo que Dios quiere que produzcamos. Nuestra soberbia, vanidad o egoísmo son los responsables.
La higuera es un árbol bíblico, el tercero mencionado en la Biblia, después del árbol de la vida y del árbol del bien y el mal. Adán y Eva cosieron unas hojas de higuera para cubrir su desnudez. Es un árbol que produce dos cosechas al año, y los higos se pueden secar para comerlos después. Es un símbolo de prosperidad, bienestar y seguridad. Todos somos capaces de ser como la higuera y producir lo que Dios quiere que produzcamos. Se conoce al buen árbol por sus frutos.
El dueño del terreno, Dios Padre, la quiere cortar. Tiene sus razones: ¿porque ocupar un lugar sin producir? Otro árbol podría ser más útil. Los árboles han sido creados para los demás: para proveer sombra, dar refugio a los animales, dejar que los pájaros hagan sus nidos, o producir frutos o flores. Jesús convence a su padre para que sea paciente por otro año. Es fácil para él: su padre siempre le escucha. Jesús nos ha dado otro año para producir. Deja que te cuide. Va a cavar alrededor de ti, poner estiércol, regarte y cantarte una canción. Pero tienes que cooperar con él, para quitar los obstáculos, e ir a los sacramentos de la comunión y la confesión, para recibir el fertilizante que necesitamos.
¿Qué es lo que no nos deja producir? Tenemos que ser sinceros con nosotros mismos, para responder a esta pregunta correctamente. Es muy fácil encontrar excusas: el sol es demasiado brillante, el viento frio, el agua muy salada o el suelo demasiado pedregoso. Si no producimos es nuestra culpa. Porque la semilla es perfecta. Dios nos da la gracia abundante y Jesús es el mejor jardinero. La Cuaresma es un buen tiempo para examinarnos y encontrar el modo de producir lo que Dios quiere que produzcamos.
A los sacerdotes nos encanta trabajar en el jardín. Las plantas son muy agradecidas, y si las cuidas, crecen. Si creas las condiciones ideales, siempre prosperan. Con las almas nunca se sabe. Con el mismo cuidado, unas crecen y otras disminuyen, unas viven y otras mueren, unas se convierten en ángeles y otras en pequeños demonios. Somos libres y podemos producir o permanecer infecundos. Los padres pueden tener hijos o cegar las fuentes de la vida. Podemos ofrecer a Dios lo que él quiere, o quedarnos nuestras vidas para nosotros.
josephpich@gmail.com