Homilías de cuatro minutos

Domingo de Ramos

Joseph Pich

Domingo de Ramos 

            Hoy comenzamos la Semana Santa. El Domingo de Ramos es la puerta. Entramos en la semana más santa del año. Debemos andar despacio; pisamos en suelo sagrado. Descálzate y anda de puntillas. Frena y trata de seguir las pisadas del Señor. Deberíamos intentar guardar el paso de Jesús, no muy rápido, no muy despacio, lo justo; para no pasarle, ni perderlo. Una vez al año la Iglesia nos ofrece la oportunidad de acercarnos a Jesús y tocar de una manera especial su humanidad, que nos lleva a su divinidad. Cada año nos acercamos más al centro, como en una espiral, hasta que un día Dios nos atraerá hacia sí.

            Hemos cubierto todos los crucifijos con una tela de color púrpura. ¿Por qué? No es para esconder a Jesús, sino para elevar nuestros sentidos hacia las cosas espirituales, y fomentar dentro de nosotros el deseo de la Pascua. Aunque son piezas de arte que nos ayudan a ver a Jesús, no son su imagen real, sino chispas de su humanidad. En el cielo encontraremos la plenitud. No te preocupes, en el vienes santo volveremos a ver el crucifijo.

            Hoy es un día de alegría pues Jesús entra en su ciudad santa entre los gritos de júbilo de la muchedumbre. En la Misa utilizamos las palabras de la gente que hoy gritaron para aclamarle: Bendito el que viene en nombre del Señor, Hosanna en el cielo. Hosanna significa “sálvanos”. Se utilizaba para aclamar a los reyes. Hoy dejamos entrar en nuestro corazón al rey de nuestra vida. Lo aclamamos con gritos de júbilo. Golpea en la puerta para que le dejemos entrar. La cerradura está en nuestro lado.

            La fiesta de hoy es una paradoja. ¿Por qué? Porque es algo contradictorio, que parece una cosa y es otra. Es un día de alegría, pero que nos abre la puerta de la pasión y la muerte de nuestro Señor Jesucristo. Es el principio de una semana cruenta. Pero no te preocupes, tiene final feliz. Va a resucitar de la muerte. Hoy le aclaman, mañana le condenarán a muerte. Hoy le gritan Hosanna, mañana gritarán para que le crucifiquen. Hoy le llaman rey de Israel, mañana le dirán que no tienen más rey que al Cesar. Hoy lo saludan con ramas de palmeras, mañana le van a azotar. Hoy le celebran con ramas de olivo, mañana le van a coronar con espinas. Hoy ponen sus vestidos en el suelo como alfombra, mañana le van a dejarlo desnudo. Hoy le dan un burro para que lo monte, mañana le dan el madero de la cruz. Pasa lo mismo con nosotros. Hoy le decimos que le amamos y mañana lo dejamos solo. Hoy le prometemos el oro y el moro, y mañana nos olvidamos de nuestras promesas.

            No tengamos miedo a comenzar el camino del Calvario, donde tanta gente se queda atrás, como los apóstoles, donde la mayoría huyen, uno le niega y otro le traiciona. Es un camino largo y empinado, lleno de curvas, de sorpresas y de obstáculos. Por eso debemos ir de la mano de María nuestra Madre, para no perdernos, para no volvernos atrás, y sortear los peligros del camino.

 

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