Homilías de cuatro minutos

Quinto Domingo de Pascua

Joseph Pich

Un mandamiento nuevo

            El mandamiento nuevo es todavía nuevo. Lo será siempre. Cada día tenemos una nueva oportunidad de cumplirlo. Todos tenemos que luchar para conseguir dos virtudes, que comienzan con C: caridad y castidad. Tienen que ver con nuestros cuerpos y los cuerpos de los demás. No somos ni espíritus puros, ni ángeles. Tenemos cuerpos y chocamos unos con otros. Eso nos ayuda a pulir nuestro carácter. Los demás nos atraen o nos repelen. No somos un billete de 100 euros que a todo el mundo gusta.

            Hay una leyenda de la vida de Jesús que, yendo con sus apóstoles, se le acercó una mujer muy bella, y le pidió el don del amor: Todo el mundo me quiere porque soy bella, pero yo no amo a nadie. Jesús le preguntó: ¿Estás dispuesta a subir la montaña? Ella contestó: yo quiero ser feliz. Jesús transformó su belleza en fealdad. Se convirtió en una mujer baja, gorda y desagradable. Ahora tenía que darse a los demás. Hemos sido creados para amar, nos guste o no nos guste. Está inscrito en nuestra naturaleza. Somos más felices cuanto más amamos. Y, al contrario, somos miserables cuando estamos sedientos de amor. Cuanto más nos damos, más nos olvidamos de nosotros mismos, de nuestros problemas. El infierno es estar solo con uno mismo para siempre.

            Jesús nos da la medida de cómo debería ser nuestro amor: como yo os he amado. Parece una meta imposible, pero Dios no pide imposibles. Nos ayuda si queremos. Nos engranda el corazón de una manera asombrosa. Podemos llegar a amar con su amor.

            Había una vez un abad de un monasterio que estaba preocupado por la falta de fraternidad entre los monjes. Se fue a hablar con un hombre santo. Este le dijo que uno de sus monjes era Jesús. No se lo creyó, pero el santo se lo aseguró dos veces. De vuelta al monasterio comenzó a pensar quien podía ser. ¿El bibliotecario? Se pasa todo el tiempo leyendo libros. ¿El cocinero? Come a todas horas. ¿El portero? Critica a todo el mundo. ¿El sastre? No consigue hacer un hábito a la medida. ¿El barbero? Bebe cerveza mientras te corta la barba. Cuando llegó al monasterio reunió a todos los monjes y les dijo: He ido a ver un hombre santo porque estoy preocupado de la falta de caridad entre nosotros, y me ha dicho que tenemos a Jesús entre nosotros; yo no lo creo, pero os lo digo por si acaso. Entonces todos los monjes comenzaron a pensar quien podía ser Jesús. El ambiente de la casa cambió completamente. Este es el secreto: intentar ver a Jesús en cada persona.

            El Papa Francisco decía que, si encontramos a alguien que nunca ha hablado mal de nadie, que nunca ha juzgado, lo podemos canonizar. Puso en el Vaticano un icono de la Virgen el dedo cerrando sus labios, titulado la Madona del silencio. San Felipe Neri le dio a una mujer, que hablaba mal de todo el mundo, una almohada de plumas, y le puso como penitencia que fuera al edificio más alto de la ciudad y echara las plumas al aire. Cuando volvió le dijo: ahora recógelas todas. Ella le dijo: imposible. Aprendió la lección: es imposible recuperar nuestras palabras cuando las lanzamos al viento.

 

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