Homilías de cuatro minutos

Cuarto Domingo de Adviento

Joseph Pich

Cuarto Domingo de Adviento

            ¿Qué le ocurrió a José? Fue el último que se enteró acerca de la buena nueva. La gente vino a felicitarle y él no sabía nada. Hizo como si se alegrara, pero se quedó confundido y engañado. María guardaba silencio; dejó que Dios siguiera sus planes. Lo miraba con cara de preocupación. José intentó varias veces preguntarle, pero no se decidió. Dios envía pruebas a los que ama. Si encuentras obstáculos en tu camino, Dios sabe lo que hace. Si las dificultades son de gran tamaño, quiere decir que te está preparando para algo más importante.

            José no juzgó a María, no podía. Sabía que esperaba un bebé, pero no sabía explicarlo. Ella era tan buena y tan pura, imposible de hacer algo malo. Ahora que estaba embarazada se mostraba más bella, más mujer; brillaba con luz propia, con una llama que le venía de dentro. Parecía inocente como una niña, pero estaba llena de Dios, rebosante de gracia. Pero ¿por qué se guarda el secreto para ella? ¿Por qué no le dice a José algo tan importante para los dos? Ella debe tener sus razones.

            ¿Qué puede hacer José? No puede acusarla. Ella debe estar haciendo lo que Dios le pide. José piensa asumir toda la culpa. Debe quitarse de en medio, ante algo que depende muy de Dios. Puede tomar la responsabilidad del embarazo, aparecer como el culpable y desaparecer con el delito. Pero no quiere abandonar a María, no puede. Es lo que más le cuesta. Puede asumir la culpa, pero no puede dejarla. La ama con toda su alma. Habían acordado una vida de celibato, de consagración a Dios, una vida juntos de cara a Dios. Los dos habían encontrado al otro con los mismos deseos. Este embarazo ha trastocado todos sus planes. Y ella actúa como si no pasara nada, preocupada, pero con paz y serena.

            José nos da un ejemplo maravilloso de cómo no juzgar. Dios es el que juzga. No nos toca a nosotros hacerlo. No tenemos todos los datos, no conocemos todas las circunstancias. Aunque pensamos que conocemos a la persona, que ya lo ha hecho antes, tenemos la experiencia de que a veces nos equivocamos. Somos rápidos en juzgar y lentos en perdonar. Cuando nos cueste no juzgar, podemos acudir a José, que nos da un ejemplo maravilloso, para que nos ayude a suspender el juicio.

            José se va a dormir sin encontrar una solución a su problema. Aunque le cuesta conciliar el sueño, antes o después se queda dormido. Es cuando el ángel aprovecha, y se le aparece en sueños. Mientras duerme le explica que el embarazo de María es obra del Espíritu Santo. Debe ser el arcángel San Gabriel, que es el ángel conectado con los eventos de la encarnación. Dios se comunica con José mediante sueños. En cuatro ocasiones le revela sus planes. Lo representamos a veces durmiendo a pierna suelta. No es que sea perezoso, sino que está abierto a la voluntad de Dios. Si no descansamos bien, si nos vamos a dormir a altas horas de la noche, nos costará oír la voz de Dios. José nos da dos ejemplos maravillosos: no juzgar y no pensar mal.

 

josephpich@gmail.com