Homilías de cuatro minutos

Sagrada Familia

Joseph Pich

Sagrada Familia

            Cuando tenemos un bebé, tenemos una familia; antes era solo una pareja. La Iglesia utiliza tres evangelios diferentes para esta fiesta, la presentación, el niño perdido y hallado en el templo, y hoy la huida a Egipto. Nos sitúan a la Sagrada Familia en tres escenarios diferentes, hoy huyendo de Herodes que quiere matar al niño. Vemos a José durmiendo a pierna suelta, después de la adoración de los Magos. El Papa Francisco tenía en su mesa la figura de José durmiendo. Hay que dormir bien para oír la voz de Dios. José está hoy soñando que va a hacer con el oro de los Magos. Duda si comprar un burro más joven y rápido, o renovar la cocina de la Virgen. No pudo ser. El oro fue para el viaje y al viejo burro todavía le quedan muchos kilómetros de vida.

            Estamos acostumbrados al ángel hablando a José en sueños, levantándose este durante la noche, y huyendo de Herodes con el niño y su madre. Vamos por un momento a ponernos en los zapatos de José. Si un ángel aparece en nuestros sueños y nos dice lo mismo que a José, la primera reacción al despertarnos será pensar que ha sido una pesadilla, o que es obra del demonio. La segunda será preguntar a Dios: ¿Por qué nos tenemos que mover? ¿No puedes cargarte a Herodes? ¿Es este niño Dios? Pero José es diferente a nosotros; hizo lo que Dios le pidió, sin rebelarse, sin protestar, sin hacer preguntas, y se levantó al instante, sin esperar a la mañana siguiente, sin despedirse de nadie, mirando hacia atrás para ver si le seguían los soldados de Herodes.

            ¿Por qué Egipto? La Sagrada Familia fue allí para cumplir las escrituras. La tradición señala lugares en ese país donde estuvo Jesús. África es el único continente en que habitó Jesús. José nos da ejemplo de docilidad y confianza en la voluntad de Dios. Todos tenemos experiencia de cosas que nos ocurren, que no nos gustan, nos rebelamos y protestamos a Dios: ¿Por qué a mí? La pregunta debería ser: ¿Por qué no a mí? Algunas cosas las entenderemos más tarde, otras hay que esperar a la otra vida. Dios tiene su plan. Hay que ser pacientes. Todo tiene su sentido.

            Estamos acostumbrados a ver la huida a Egipto en las pinturas como algo precioso y romántico. No fue así. No pudieron tomar un vuelo del internet. Tuvieron que huir a pie por la noche, tomando la ruta menos transitada, durmiendo en la intemperie. Un país nuevo, con una lengua diferente, con una escritura de jeroglíficos, como refugiados. José tuvo que encontrar un trabajo, construir su casa, hacer amigos. No fue fácil. No sabían cuánto tiempo iban a permanecer allí.

            Después de unos años de trabajo duro, la Sagrada Familia se había establecido en Egipto. José había construido una casa preciosa, tenía mucho trabajo y un reconocido prestigio profesional. María tenía muchas amigas. El niño Jesús hablaba con un acento egipcio. José pensó organizar unas vacaciones en el delta del Nilo, pero un ángel se le apareció en sueños y le dijo que volviera. Tuvieron que volver a empezar. Podemos imaginarnos la vida feliz de José en Nazaret, rodeado de la Virgen y el niño, sus dos preciados tesoros. Los planes de Dios son los mejores para nosotros. Nos damos cuenta cuando nos hacemos viejos. Y lo contrario: cuando seguimos nuestros planes acabamos frustrados. José murió acompañado de María y Jesús, sus dos amores. Vamos a seguir a José.

 

josephpich@gmail.com