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Soy Barrabás

Academia Cristo

1 de abril

Soy Barrabás

Ann Jahns

 

Era la semana de la muerte de Jesús. Durante una farsa de juicio, compareció ante Poncio Pilato acusado de crímenes que no había cometido, basándose en cargos inventados.

            Como el juicio de Jesús tuvo lugar durante la fiesta anual de la Pascua, era costumbre que esa semana las autoridades liberaran a un prisionero elegido por los judíos. ¿Su elección? Jesús, el Hijo de Dios sin pecado, o Barrabás, un asesino. En un frenesí de odio, la multitud pidió a gritos la liberación de Barrabás. Incluso Pilato sabía que Jesús era inocente: «el gobernador les dijo: "Pero ¿qué mal ha hecho?" Pero ellos gritaban aún más, y decían: "¡Que lo crucifiquen!"». (Mateo 27:23).

            ¿Te ves reflejado en esta historia? Yo sí. Yo soy Barrabás. Tú eres Barrabás. Éramos prisioneros condenados a muerte. Pero Jesús ocupó imperturbablemente nuestro lugar en la cruz porque nos ama tanto.

            Me gustaría pensar que Barrabás agarró con ambas manos su inesperada libertad y su inmerecida gracia, y que eso cambió su vida. ¿Vivió hasta el fin de sus días dando testimonio de este Jesús que ocupó su lugar? La Biblia no lo dice.

            Pero lo que sí sabemos es que se nos ha dado una nueva oportunidad de vivir. Estábamos muertos en nuestros pecados, condenados ante un Dios perfecto.

            Pero entonces Jesús cambió de lugar con un hombre llamado Barrabás, y también cambió de lugar con nosotros. Pagó el precio de nuestros pecados. Ahora estamos con confianza ante nuestro Dios santo, revestidos de la perfección de Jesús. Somos libres.

            ¿Qué vas a hacer con tu libertad?

 

Oración:

 

Redentor nuestro, confieso que soy pecador desde el vientre de mi madre y que por mi pecado heredado de Adán y los pecados cometidos por mí, merezco la condenación eterna. Pero en tu amor, que no merezco, enviaste a tu Hijo para ocupar mi lugar y no solo me atribuyes gratuitamente los méritos de su obediencia perfecta a mi favor, sino también aceptas como suficiente su padecimiento en la cruz para pagar por todos mis pecados. Concédeme que, en gratitud a tu inmenso amor, sea un instrumento de tu paz, un fiel administrador de los dones me das y que viva enteramente consagrado a ti, por Jesucristo tu Hijo. Amén.