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El problema de envejecer

Academia Cristo

3 de abril

El problema de envejecer

Pastor Mike Novotny

 

Ahora que tengo 40 años, al diablo le encanta utilizar mis experiencias, mi sabiduría adquirida con esfuerzo y las lecciones aprendidas para convencerme de que no necesito orar.

He aquí un ejemplo: una pareja está en mi agenda para recibir asesoramiento matrimonial. Pero después de cientos de reuniones de este tipo, probablemente puedo adivinar los problemas que están arruinando su intimidad y, además, ya tengo unos cuantos pasajes bíblicos clásicos a los que recurrir. Así que me dedico a escribir sermones y responder correos electrónicos hasta el momento en que la pareja llama a la puerta. No necesito implorar pidiendo sabiduría o las palabras adecuadas. Tras miles de horas de experiencia, lo he conseguido.

¿Entiendes lo que quiero decir? Envejecer puede ser espiritualmente peligroso. Después de cuidar a tantos pacientes, dar tantas clases, escribir tantos correos electrónicos, asistir a tantos funerales, tienes esto.

Pero sin Dios, ni tú ni yo tenemos esto. Necesitamos su fuerza y su Espíritu cada día para evitar una palabra desastrosa de la que no podemos retractarnos o una decisión que traerá consecuencias. Quizá por eso Jesús nos enseñó a permanecer tan indefensos y dependientes como niños pequeños. «Así que, cualquiera que se humilla como este niño es el mayor en el reino de los cielos»(Mateo 18:4).

No importa cuánto tiempo haya pasado desde tu bautismo, recuerda cuánto necesitas a Dios. Aún mejor, recuerda que Dios siempre está dispuesto a escuchar y a responder a tus humildes oraciones. Ésa es la promesa que Jesús te hizo después de convertirte en hijo amado de Dios.

 

Oración:

 

Inmutable Señor, solo tú eres plenamente confiable, pues eres el mismo siempre y nunca cambias. Te suplico me guardes de caer en la tentación de confiar en mis propias habilidades pues tú mismo nos adviertes que el que piensa que está firme tenga cuidado que no caiga. Soy imperfecto y propenso a caer y sin tu auxilio caeré por te suplico que no me dejes caer en tentación y me libres del maligno, por Jesucristo tu Hijo. Amén.