Academia Cristo Podcast

Una reflexión cuaresmal

Academia Cristo

4 de abril

Una reflexión cuaresmal

Jan Gompper

 

En el instituto, me encantaba la Cuaresma (el tiempo que precede a la Pascua). Como una forma de recordar el sacrificio de Jesús por nosotros, la mayoría de mis amigas católicas «renunciaban» a comer postre, lo que significaba que yo generalmente comía de más. Por aquel entonces, mis caderas podían soportar el azúcar añadido.

Aunque disfrutaba con los dulces extra, pensaba que la práctica de mis amigos de renunciar a algo durante la Cuaresma era una tontería. Parecía derivar de la creencia de que tenían que hacer algo para ganarse el favor de Dios. Yo sabía que la salvación era un don de la gracia de Dios, y que no importaba a cuántos postres renunciaran, Dios no los amaría más de lo que ya los amaba.

Reflexionando sobre la práctica cuaresmal de mis amigos, ahora a veces me pregunto: «¿A qué estaría dispuesto a renunciar por Dios?». No para ganarme su favor, sino porque le amo. Renunciar a algo implica hacer un sacrificio, que se define como «acto de ofrecer algo precioso». ¿Estaría dispuesto a renunciar por Dios a algo que es verdaderamente precioso para mí? No sé tú, pero yo ni siquiera puedo renunciar sistemáticamente a unas horas de ver la televisión para pasar más tiempo con él.

¡Qué alivio que Dios no sea como yo! Estuvo dispuesto a renunciar a algo precioso. «No escatimó ni a su propio Hijo, sino que lo entregó por todos nosotros»(Romanos 8:32). Dios sacrificó a su santo y precioso Hijo porque nosotros también somos preciosos para Él. 

 

Oración:

 

Misericordioso Señor, es verdad que nos ofreces gratuitamente el perdón de los pecados y la salvación eterna y que nada tengo que hacer para salvarme pues todo lo hiciste tú. Concédeme, te suplico, ser afirmado y fortalecido en la verdadera fe de modo que no caiga en la tentación de imaginar que puedo contribuir o colaborar para completar la obra redentora que hiciste perfectamente. Sin embargo en gratitud a tu amor incondicional, y renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, quiero vivir sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Amén.