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¡No teman! ¡La gracia está aquí!

Academia Cristo

7 de abril

¡No teman! ¡La gracia está aquí!

Pastor Mike Novotny

 

Una de mis partes favoritas de la historia de la Pascua es el lugar que ocupa María en ella. Antes de que ninguno de los apóstoles viera la tumba vacía o al Salvador resucitado, María Magdalena lo hizo. Llegó a la tumba con las otras mujeres. Oyó el mensaje del ángel. Vio el rostro de Jesús cuando se le apareció. «María Magdalena y la otra María fueron a visitar el sepulcro. […]el ángel les dijo a las mujeres: "No teman. Yo sé que buscan a Jesús, el que fue crucificado. […] No está aquí, pues ha resucitado, como él dijo"»(Mateo 28:1,5,6).

¿Por qué debería hacerte sonreír? Porque María tuvo la historia más turbia de todas. A veces pensamos en el orgulloso Pedro como el mayor pecador. O en Tomás el dubitativo. O Mateo, el ex recaudador de impuestos. Pero, según la Biblia, María tuvo un pasado aún más turbio. Una vez estuvo poseída por siete demonios (Lucas 8:2). Siete demonios. Siete. Sin embargo, la que más tenía en su armario era la más cercana a Jesús.

Me encanta ese hecho. Puede que tú también tengas un pasado turbio. Un expediente judicial. Un hogar roto. Un secreto oscuro. Un hijo caprichoso. Una lucha oculta. Un matrimonio fracasado. Pero no tengas miedo. Jesús fue crucificado y resucitó, tal como dijo, para que pudieras tener un lugar en su historia. Para que pudieras ver su rostro sonriente. Para que pudieras caer a sus santos pies en adoración.

Si tu vida está desordenada, acuérdate de María. Recuerda la Pascua.

 

Oración:

 

Misericordioso Salvador, confieso que a mí también me rescataste de las profundidades del pecado, aunque muchas veces he pensado que no era tan malo como muchos otros. ¡Cuá errado estaba! Pues delante de ti no hay bueno, ni uno solo, no hay diferencia pues todos hemos pecado y estábamos destituidos de tu gloria. Pero nada supera tu gracia, ese amor incondicional que no merecemos y por el que nos salvas sin exigir nada de nosotros. Solo en ti hay pleno perdón por la sangre y los méritos de tu Hijo Jesucristo. Te bendigo y en gratitud a tu inmenso amor quiero vivir consagrado a ti. Te lo suplico me concedas no solo el querer sino el hacerlo, por Jesucristo tu Hijo. Amén.