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Eres libre

Academia Cristo

18 de abril

Eres libre

Linda Buxa

 

No me gusta la frase «Trabaja duro, juega duro». Puede que sea porque me gustan las siestas, y no estoy segura de dónde encajan. Pero, sobre todo, creo que es como si el mundo me dijera que tengo que «hacer esto» o «ser aquello» para tener una vida plena. 

Quizá tú también sientas que el cristianismo envía ese mismo mensaje. Sólo canta música que aprobemos. Ver sólo películas «cristianas». Ir a la iglesia tres veces por semana. 

Usted no está solo. Hace unos dos mil años, un predicador llamado Pablo escribió a un grupo de creyentes en una ciudad llamada Colosas que estaban escuchando algunas reglas impuestas por el hombre. Pablo quería hacerles saber que, gracias al sacrificio de Jesús, estaban liberados de las reglas impuestas por otros. «Si con Cristo ustedes han muerto a los principios de este mundo, ¿por qué, como si vivieran en el mundo, se someten a sus preceptos? Les dicen: "No tomes eso en tus manos, no pruebes aquello, y ni siquiera lo toques"» (Colosenses 2:20,21).

Jesús obedeció cada una de las normas de Dios y te da crédito por ello. Él tomó el castigo y murió por todos los errores que has cometido y los pecados que has cometido. Y luego venció a la muerte, declarando que eres libre de las regulaciones hechas por el hombre. 

No tienes que trabajar duro para llegar al cielo; Él lo ha hecho por ti. «Manténganse, pues, firmes en la libertad con que Cristo nos hizo libres, y no se sometan otra vez al yugo de la esclavitud»(Gálatas 5:1).

 

Oración:

 

Padre celestial, tu voluntad manifestada en la ley moral me condena como pecador pues no la he obedecido perfectamente. Por los méritos de tu Hijo soy perdonado y declarado justo. Por tanto ya no estoy obligado a obedecer esa ley moral para salvarme. Tampoco los mandamientos religiosos humanos. En la libertad que Cristo me otorga gratuitamente y en gratitud a tu amor incondicional quiero hacer tu santa voluntad. Confieso que en mi propio poder no puedo. Por eso te suplico me concedas no solo el escuchar tu palabra sino el hacerla para que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos, viva sobria, justa y piadosamente, aguardando la esperanza bienaventurada y la manifestación gloriosa de nuestro gran Dios y Salvador Jesucristo. Amén.