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Cuando la vida es sombría

Academia Cristo

20 de abril

Cuando la vida es sombría

Andrea Delwiche

 

A veces todo queda al descubierto ante nosotros. Vemos claramente la realidad de nuestra situación y nuestra necesidad. Podemos evaluar cómo nuestras propias acciones han conducido al dolor que caracteriza nuestras vidas. 

            Este parece ser el estado de ánimo de David en el Salmo 38. Está haciendo un examen de realidad con el Señor: «Tus flechas se han clavado en mí; […]no hay paz en mis huesos […] Por causa de mi locura, mis heridas supuran y apestan»(versículos 2,3,5). Se describe a sí mismo como débil, aplastado y angustiado. 

También es humilde: «Señor, tú conoces todos mis deseos; mis anhelos no te son ocultos»(versículo 9). La situación de David es sombría. Sus propias acciones han traído dolorosas consecuencias. Siente que el Señor le está dejando sentarse en el pozo que sus propias acciones han cavado. 

            David está aislado y sin amigos. Sin embargo, en su miseria y honestidad, encuentra el camino a seguir. Confía en que Dios le perdona y seguirá proporcionándole el camino hacia la integridad, la novedad y la vida.

            Es difícil someternos a examen, ser brutalmente honestos y vulnerables. Sin embargo, como nos dice David, el Señor camina amorosamente por este proceso con nosotros, aunque a veces tengamos que soportar los resultados de nuestras decisiones. Está esperando para recorrer el camino con nosotros y llevarnos a la renovación.

            «Señor, ¡no me abandones! Dios mío, ¡no te alejes de mí! Señor, mi salvador, ¡ven pronto en mi ayuda!»(versículos 21,22).

 

Oración:

 

Misericordioso Señor, todavía no soy perfecto y tropiezo en el pecado y caigo en la tentación, especialmente cuando más confiado estoy en que puedo vencer por mi propio poder. Confieso que aun lo bueno que hago, es malo delante de ti porque no soy perfecto. Pero por los méritos de Cristo no solo he sido perdonado sino que me atribuyes las buenas obras de tu Hijo gratuitamente. Padre, te suplico, no me dejes caer en tentación y líbrame del maligno, y concédeme que viva enteramente consagrado a ti en toda piedad y santidad, por Jesucristo tu Hijo. Amén.