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Espuelas y monta de toros

Academia Cristo

24 de mayo

Espuelas y monta de toros

Pastor Daron Lindemann

 

Veo muchas espuelas en el rodeo de Austin que empieza cada primavera. Una de las competiciones más populares es la monta de toros.

            En la monta de toros, las espuelas se desafilan y ayudan sobre todo al jinete a sujetar al toro de una tonelada con las piernas y los pies. ¿Y qué ocurre entonces? Una carrera salvaje. Salir disparado de un lado a otro. Costillas rotas. Dureza mental. Los aplausos del público. Contar a tus nietos que montaste un toro llamado Fumanchu. Crecimiento. La fuerza.

            Ahora escucha lo que dice la Biblia sobre la comunidad cristiana: «Mantengamos firme y sin fluctuar la esperanza que profesamos, porque fiel es el que prometió»(Hebreos 10:23). 

            «Mantengamos firme y sin fluctuar» son palabras griegas en el original de la Biblia que literalmente significan «¡sujétense fuerte!». La Biblia nos llama a ser espuelas que se ayudan mutuamente a agarrarse fuerte y a no soltarse. ¿Soltar qué? «La esperanza que profesamos». 

            No nos soltamos el uno al otro. Nos apoyamos mutuamente. ¿Por qué? Porque tenemos este acuerdo que profesamos. Este cuerpo de enseñanza en el que creemos. Es la Biblia que revela a Jesucristo. La Biblia y Jesús definen nuestro compañerismo como iglesia.

            ¡Aférrate a Jesús y a su Iglesia! Sean como espuelas y ayuden a otros a aferrarse también a Jesús y a su iglesia. Puede resultar en un viaje salvaje. Puede causar dolor pero también resultará en crecimiento espiritual. 

            Y recuerda, Jesús -que cree en su Iglesia- se aferra a ti. «Fiel es el que prometió». 

 

Oración:

 

Roca eterna, tú quieres que nos aferremos firmemente a la esperanza que profesamos. Confieso que en mis propias fuerzas no puedo. Todavía soy carne frágil y sin tu auxilio me soltaría. Pero sé que tú eres fuerte y quieres mi salvación. Por eso, te suplico, concédeme el poder aferrarme tan firmemente que sea imposible soltarme. Quiero hacerlo en gratitud a tu misericordiosa bondad por la que me salvaste de la condenación eterna, gracias a los méritos del Redentor, tu Hijo Jesucristo. Amén.