Academia Cristo Podcast

La cuestión del aborto

Academia Cristo

 6 de junio

La cuestión del aborto

Pastor Mike Novotny

 

Dado lo frecuentes, emocionales y personales que son los abortos, necesitamos un fundamento dado por Dios para lo que creemos y por qué lo creemos. Dado que muchos abortarán, considerarán abortar o conocen a alguien que está considerando abortar o ha abortado, es vital que estemos llenos de gracia y verdad, imitando el corazón de nuestro Padre que está en los cielos.

            Quiero profundizar en lo que considero que es la cuestión relativa al aborto: la personalidad. La personalidad responde a preguntas como: ¿Cuándo se convierte una persona en persona? ¿Es un quién o un qué dentro del útero? ¿Cómo lo sabemos? 

            ¿Por qué? Porque la mayoría de la gente, tanto pro-vida como pro-elección, sabe exactamente cómo tratar a una persona. Estaríamos de acuerdo en que no se puede poner fin a la vida de un niño en edad preescolar por las razones por las que la gente opta por un aborto, aunque esas razones sean desgarradoramente complicadas. Incluso si el momento fuera terrible, la madre fuera pobre, el padre abusivo, los padres no encajaran bien, la genética fuera anormal, la concepción fuera trágica o el mundo fuera inestable, protegeríamos a ese preescolar del peligro o de la muerte porque ese preescolar es... una persona. A la luz del mandato de Dios de «defender al oprimido»(Isaías 1:17), sabríamos exactamente qué hacer.

Entonces, ¿cuándo comienza la vida? ¿al nacer? ¿cuándo los padres desean un hijo? ¿cuándo un niño puede vivir fuera del útero? ¿cuándo parece un bebé? ¿en la concepción? En los próximos días, vamos a explorar estas cinco respuestas principales a la cuestión de la personalidad con mentes abiertas y Biblias abiertas.

 

Oración:

 

Dios eterno, que nos creaste y nos diste este planeta como nuestro hogar terrenal. Concédeme la inteligencia, el conocimiento y la sabiduría necesaria para no caer en los engaños del razonamiento y sabiduría diabólica de la que nos hablas en la carta de Santiago. Te suplico que mis pensamientos, mi conciencia, mi mente y mi corazón estén sujetos a tu palabra, por Jesucristo tu Hijo. Amén.