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Estad quietos; nuestro Dios reina

Academia Cristo

9 de septiembre

Estad quietos; nuestro Dios reina

Andrea Delwiche

 

«¡Vengan a ver las grandes obras del Señor! ¡Ha sembrado en la tierra gran desolación! ¡Ha puesto fin a las guerras en los confines de la tierra! ¡Ha roto los arcos y despedazado las lanzas! ¡Ha arrojado al fuego los carros de guerra! "¡Alto! ¡Reconozcan que yo soy Dios! ¡Las naciones me exaltan! ¡La tierra me enaltece!"»(Salmos 46:8-10).

            En la devoción de ayer, el salmista nos recordó que es posible liberarnos de nuestros miedos profundos porque Dios mismo nos alimenta con el río de su amor sustentador. Ahora el salmista nos pide que miremos al mundo y veamos el poder de Dios. Aunque abundan las catástrofes meteorológicas y las provocadas por el hombre, Dios no permite que el mal llegue a su plenitud. Muchas veces detiene el mal por completo. Él «Ha roto los arcos y despedazado las lanzas». 

            Dios llama definitivamente mientras nosotros, en nuestras mentes, hilamos historias de desastre y contemplamos nuestros propios recursos: «¡Alto! ¡Reconozcan que yo soy Dios!».

            Dios nos llama a detener nuestro aleteo ansioso. Dejar de avivar los miedos. Dejemos de alimentar ansiedades. Deja de hacer scroll en el móvil y de difundir las fechorías de los demás. Deja de hacerlo. Estad quietos y sabed que Dios es Dios.

            En cambio, podemos vivir en esta realidad: Nuestro Dios reina. Tómate cinco minutos y pide al Espíritu Santo que te guíe por el camino de la paz duradera. ¿Cómo es Dios tu refugio? ¿Cómo es Dios tu fortaleza? Imagínate a ti mismo habitando, viviendo a lo largo del río de su amor sustentador. Señor, ¡ayúdanos a cambiar y a vivir en ti!

 

Oración:

 

Inmutable Dios, desde mi perspectiva limitada me parece que la actual realidad está totalmente descontrolada y que el mal está ganado la batalla. Sin embargo tu palabra, firme y eterna, me enseña que tú estás en control de todo y que indudablemente las cosas marchan como debieran. Concédeme crecer en la fe de tal manera que me mantenga firme en la confianza de que tu palabra es la verdad final e inmutable, por Jesucristo tu Hijo. Amén.