Delitos de Sangre

La Muerte del Casacambista Hector Mendez

Magaly Rivera Season 2

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Un hombre raptado por sujetos vestidos de policías frente al Palacio de la Policía Nacional, un testigo inocente arrastrado por azar y un país que, cuatro décadas después, sigue sin respuestas. Abrimos el expediente no resuelto de Héctor Méndez, el casacambista que se movía entre Santo Domingo y Puerto Rico, para entender por qué su secuestro y asesinato quebraron la fe en la justicia y convirtieron su nombre en sinónimo de impunidad.

Contamos quién era Méndez antes del mito: un comerciante que ganó reputación a pulso en el mundo del cambio, donde la confianza valía más que el billete y el dólar era refugio frente a la devaluación. Caminamos la escena del 4 de enero de 1985, el operativo silencioso, el Mercedes rojo, el apagón calculado en la escalera, y el hallazgo posterior del carro con sangre y de los cuerpos en Los Frailes. A partir de ahí, seguimos la ruta de una investigación llena de grietas: testimonios que señalan a agentes, uniformes y armas “oficiales”, nombres con apodos que rozan los cuerpos de seguridad, y un expediente que se enfría hasta que ya es tarde.

Exploramos las teorías que aún pesan: rivalidades en el mercado de divisas, vínculos con políticos y militares, y la sombra del narcotráfico en el Caribe de los 80, donde el dinero buscaba lavarse en estructuras legales. Más que morbo, buscamos contexto: crisis económica, desconfianza institucional y una sociedad que aprendió a leer el poder detrás del uniforme. El caso Héctor Méndez no solo habla de un crimen; revela cómo se erosiona la confianza pública cuando la verdad se oculta y nadie responde.

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Speaker 1:

Imagina vivir en un apartamento frente al mismísimo Palacio de la Policía Nacional y, aún así, ser secuestrado por hombres vestidos de agentes, desaparecer en la noche y aparecer días después sin vida. Este fue un crimen que estremeció a toda la República Dominicana y que, 40 años después, todavía deja más preguntas que respuestas. Esta es la historia del cazacambista Héctor Méndez. Hola, mi gente, bienvenidos a su canal. Delitos de Sangre. Yo soy Magaly. gracias por acompañarme durante este nuevo episodio. Y hoy vamos a abrir otro caso que parece una sombra del pasado, pero todavía nos persigue. Así que, antes de empezar, suscríbete, deja tu like y comenta, porque aquí cada detalle importa. Y antes de entrar de lleno en la tragedia, tenemos que conocer a la víctima, porque detrás del nombre de Héctor Méndez no había simplemente un cazacambista, como lo llamaban los de la prensa en los años de los 80, sino un hombre con historia, con dinero, con sueños y con poder.

Speaker 1:

Héctor Méndez era un hombre de negocios que se movía entre dos mundos, o más bien dos islas la República Dominicana y Puerto Rico. Su oficio era administrar casas de cambio, lo que lo había colocado en un punto estratégico en aquellos años, donde mover dinero, dólares y pesos era tanto un negocio legal como un negocio con trampas ocultas detrás de cada billete. Ahora, para que entendamos la magnitud del caso, tenemos que aclarar algo ¿Qué es exactamente un casacambista? Un casacambista es porque todavía en algunos lugares existen, es la persona que se dedica a cambiar dinero de una moneda a otra. Y en los 80, en la República Dominicana, el negocio de los casacambistas era un mundo aparte, porque el peso dominicano se devaluaba constantemente, el valor del dólar subía y bajaba como una montaña rusa y la gente vivía pendiente de esa tasa de cambio.

Speaker 2:

La gente no cambia. La gente que lo aguanta esperando que siga subiendo. La gente no tiene conciencia. La gente no quiere que suba. Que suba, que suba. Aunque le cueste 200 pesos a nivel de arroz y 100 pesos en plata, a la gente no le importa eso, quiere que suba. ¿entendió? Vamos a ver qué pasa. El gobierno, el Banco Central que tomen cartas.

Speaker 1:

Un empresario necesitaba dólares para importar mercancía, un padre de familia quería ahorrar en dólares para protegerse de la inflación y hasta el que iba a viajar buscaba cambiar unos cuantos billetes para sobrevivir fuera. Y para esto todos ellos iban donde los casacambistas. Ahora, algunos casacambistas trabajaban en oficinas formales con licencias como casas de cambio reconocidas, pero muchos lo hacían en la calle, en esquinas estratégicas, con fajos de billetes en los bolsillos. En ese tiempo era muy común escuchar, en los alrededores de los mercados o en las zonas céntricas, a hombres voceando cambio dinero. Pero en esos tiempos un casa cambista no era solo alguien que te cambiaba el dinero, era también alguien que sabía quién estaba moviendo mucho efectivo, quién viajaba, quién importaba mercancías y hasta quién estaba metido en negocios turbios. Tenían información sensible Y ya saben ustedes, mi gente información, dinero equivalen peligro.

Speaker 1:

Quienes conocieron a Héctor Méndez decían que era un hombre serio, de carácter fuerte pero muy metódico, alguien que confiaba demasiado en su rutina, al punto de que todos sabían dónde y a qué hora podían encontrarlo. No era un hombre de familia tradicional en el sentido de estar rodeado de esposa, hijos en casa. Su círculo cercano era reducido, aunque mantenía amistades en distintos sectores. Vivía solo en un apartamento en la Avenida Francia en Santo Domingo. Y ojo con este detalle porque ese apartamento quedaba frente, pero literalmente frente, al Palacio de la Policía Nacional, como quien dice. Vivía bajo la sombra de quienes, en teoría, debían garantizarle seguridad Y, sin embargo, ahí mismo comenzaría su desgracia. Héctor era un hombre que se movía con estilo, tenía un Mercedes Benz rojo, lo cual era un símbolo de estatus en la época, y acostumbraba llegar a su apartamento de noche después de atender y cerrar todos sus asuntos. Para algunos esa costumbre lo hacía ver imponente, para otros lo volvía predecible. Y si algo sabemos del crimen organizado es que la rutina es el peor enemigo. Pero Héctor Méndez no nació con un Mercedes Benz ni con un apartamento frente al Palacio de la Policía.

Speaker 1:

Héctor Méndez nació en Baní, en la provincia Peravia, el 14 de enero de 1953. Venía de una familia trabajadora, de esas que se levantan todos los días antes de que saliera el sol para abrir su negocio. Su papá tenía un almacén de frutos y provisiones cerca del mercado modelo y fue ahí, entre sacos de arroz, habichuelas y cajas de víveres, donde Héctor comenzó a aprender lo que era el comercio. Y yo digo, muchos lo pintaron solo como un casacambista poderoso, pero la verdad es que ese hombre empezó desde abajo, ayudando en el negocio de su padre. Desde niño entendió lo que era fiar, cobrar, negociar y, sobre todo, buscar la confianza de la gente.

Speaker 1:

De hecho, en su niñez y adolescencia fue descrito como un joven aguerrido, inquieto y con ambición. No se conformaba con quedarse detrás del mostrador, quería crecer, quería tener lo suyo. Esa misma energía lo llevó años después, a fundar sus propias casas de cambio y a convertirse en presidente de la Asociación de Bancos de Cambio de Santo Domingo. Eso no lo logra cualquiera. Convertirse en presidente de la Asociación de Bancos de Cambio de Santo Domingo, eso no lo logra cualquiera.

Speaker 1:

Eso habla de alguien que desde niño absorbió el trabajo de su familia y lo transformó en un negocio que lo puso en el centro de la economía dominicana de los años 80. Ahora, como la mayoría de los casacambistas de los 70 y 80, héctor comenzó en lo informal, en la calle, cambiando pequeños montos de dólares que traían los viajeros, los marineros y los migrantes. En esa época, cada dominicano que viajaba a Puerto Rico, nueva York o Miami regresaba con algo de efectivo en dólares y siempre había alguien dispuesto a comprárselos. Héctor empezó ahí, con transacciones pequeñas, de mano en mano, en esquinas concurridas, donde el comercio nunca se detenía. Al principio era cuestión de confianza. Los clientes buscaban a alguien serio, que no los engañara con billetes falsos ni con tasas injustas. Y Méndez supo ganarse esa reputación ofreciendo un cambio justo.

Speaker 1:

Cumplía lo que prometía y poco a poco fue atrayendo más gente. Fíjate que en negocios como ese la confianza vale más que el mismo dinero, porque cualquiera podía cambiarte unos dólares, pero no cualquiera te daba la seguridad de que el trato era limpio. Y eso fue lo que le abrió el camino a Héctor. Con el tiempo, ya no solo cambiaba dinero de viajeros, sino también de comerciantes, gente que necesitaba dólares para importar mercancía, empresarios que movían grandes sumas, incluso políticos y militares que buscaban manejar efectivo sin llamar mucho la atención.

Speaker 1:

Prevención. Ese crecimiento lo llevó a formalizar parte de su negocio. Héctor abrió oficinas, estableció casas de cambio y extendió operaciones hacia Puerto Rico. Ese salto lo sacó del nivel callejero y lo puso en la liga de los grandes. Ya, no era sólo Héctor el que cambia dinero. Ahora era Héctor Méndez, el casacambista.

Speaker 1:

Ese ascenso, claro que vino acompañado de lujos el Mercedes Benz rojo, el apartamento en la Avenida Francia, la vida cómoda. Pero también vino con algo más Enemigos, porque en un negocio donde todos quieren tener su tajada, destacar demasiado significa ponerte en la mira. Y yo te digo algo si Héctor se hubiera quedado en el cambio pequeño, quizás nunca hubiera pasado lo que pasó esa noche. Pero al subir al nivel de los poderosos, entró en un juego donde la ambición y la traición eran parte del día a día. Héctor Méndez también tenía vínculos con Puerto Rico.

Speaker 1:

Parte de su dinero, de sus movimientos estaban conectados con la isla, algo que levantaba especulaciones y sospechas de que no solo estaba metido en negocios legales, sino también en intercambios que rozaban el límite de lo permitido. La realidad es que en los años 80, la línea entre lo legal y lo ilegal en las casas de cambio era muy delgada y cualquiera que manejara grandes sumas de dinero llamaba la atención tanto de inversionistas como de criminales. Pero más allá del hombre de negocios, héctor también era alguien que había sabido hacerse un lugar en la sociedad dominicana. No era un desconocido Su nombre sonaba, su carro llamaba la atención y su rutina era parte del paisaje urbano. Se movía con elegancia, vestía bien y transmitía la imagen de un hombre exitoso. Pero esa misma imagen podía ser vista como una provocación en un país donde la desigualdad era evidente, donde alguien con demasiado dinero en las manos levantaba miradas, unas de admiración, otras de envidia y otras de cálculo criminal.

Speaker 1:

Algunos decían que Héctor era discreto con lo que decía, pero no tanto con lo que mostraba, como su carro, su rutina, los tratos. Había quienes lo veían como un hombre honesto que trabajaba en un negocio legítimo Y había quienes sospechaban que detrás de esas casas de cambio se movían también operaciones turbias como el lavado de dinero, vínculos con políticos o con grupos que preferían mantener el anonimato. Ese era el mundo en el que vivía Héctor Méndez un hombre con su rutina, con un negocio clave, con dinero en las manos y con enemigos invisibles alrededor. Se dijo que Héctor controlaba la tasa. Mentira un cambista, por poderoso que fuera, no movía la macro. La tasa en los 80 se disparaba por factores macroeconómicos como la inflación, la escasez del dólar, los shocks externos. Decir que él manejaba la prima fue una coartada narrativa para justificar odios. Lo que nadie imaginaba era que precisamente esas costumbres iban a marcarlo como blanco perfecto para uno de los secuestros más impactantes de esa década.

Speaker 1:

Era viernes, viernes 4 de enero de 1985. En Santo Domingo. La ciudad todavía cargaba con el cansancio de las fiestas de nuevo año, la gente volvía a su rutina, los negocios ya habían abierto y la capital estaba en ese punto intermedio entre el bullicio navideño y la normalidad. Héctor salió esa noche en su Mercedes Benz rojo. El carro, como dije, era llamativo, era elegante, imposible de pasar desapercibido en medio del tráfico. Esa noche Héctor llevaba puesta una camisa azul, un pantalón negro y su aire de hombre que sabe que tiene todo bajo control. Pero lo que él no sabía es que no estaban esperando.

Speaker 1:

Alrededor de las 10 de la noche, héctor se estacionó frente a su edificio en la Avenida Francia, una avenida con movimientos cercanas a puntos importantes Y con el irónico detalle que desde su apartamento se veía el Palacio de la Policía Nacional. Era como vivir bajo la sombra de la autoridad. Uno pensaría que eso lo hacía intocable, pero la realidad iba a demostrar todo lo contrario. Cuando Héctor bajó del carro y se disponía a entrar al edificio, ya todo estaba preparado. Habían desatornillado el bombillo del descanso de la escalera para dejar la entrada a oscuras.

Speaker 1:

Héctor entró al patio trasero con su Mercedes rojo aún tibio, y en ese instante lo intervinieron como si fuera un arresto. Pero no había una orden. Lo que existía era un plan fríamente calculado. Varios hombres vestidos con uniformes policiales los rodearon de golpe, actuando con una seguridad que hacía imposible distinguir si eran policías de verdad o un comando perfectamente disfrazado. Héctor no tuvo tiempo de reaccionar.

Speaker 1:

En cuestión de segundos Los redujeron, lo obligaron a moverse y la escena quedó bajo control absoluto de los secuestradores. No hubo gritos, no hubo disparos, solo un silencio inquietante. Esa noche el apartamento de Héctor quedó en silencio. Su Mercedes Benz rojo fue sacado de la escena como si nunca hubiera estado allí, y los minutos empezaron a correr en su contra. La familia no lo sabía aún, pero el reloj de la tragedia ya estaba marcando. Nadie llamó pidiendo rescate. Nadie explicó por qué se lo habían llevado, simplemente desapareció, él y con él un hombre llamado Napoleón Reyes. Napoleón Reyes trabajaba como chofer de la agencia de turismo Prieto Tours, que quedaba en el mismo edificio donde vivía Héctor, en la avenida Francia. Esa noche estaba en su autobús encendido, justo afuera cuando vio el operativo, y el problema fue ese mismo que vio demasiado.

Speaker 3:

Nosotros, los periodistas, cuando llegamos en la mañana estaba el minibús del chofer Reyes todavía encendido y con la puerta abierta del chofer Y se le acabó. Se apagó porque se le acabó la gasolina. Pasó todo ese tiempo de la noche y la mañana nadie le puso la mano encendido. Y yo digo ¿cómo es posible que, estando frente a frente, la policía no se enterara de eso? Y todo fue un misterio.

Speaker 1:

Los secuestradores se dieron cuenta de que había presenciado la escena y lo obligaron a subir junto con Héctor. Es decir, lo arrastraron por testigo accidental. No porque trabajara para Méndez Y aquí está lo trágico porque Napoleón Reyes tenía apenas 51 años, era un hombre evangélico, padre de dos niños pequeños y no tenía nada que ver con el mundo de los casacambistas. Simplemente estaba en el lugar equivocado a la hora equivocada. Héctor fue obligado a subir, rodeado por hombres que se movían con tal seguridad que cualquiera habría pensado que era un operativo oficial. De hecho, algunos vecinos que alcanzaron a ver la escena creyeron que se trataba de un arresto. Nadie sospechó que en realidad estaban presenciando un secuestro. ¿cómo se explica que un secuestro así se ejecute frente al Palacio de la Policía y nadie mueva un dedo? No era un callejón oscuro, ni un barrio perdido. Fue justo en la cara de la institución que debía garantizar el orden. Eso no habla de casualidad, mi gente. Eso habla de poder.

Speaker 1:

Durante los siguientes días la familia empezó a notar su ausencia. La desaparición no se trataba de un retraso común. Héctor no era hombre de cambiar su rutina de la nada, y menos en esos tiempos en que cada minuto contaba en el negocio de dinero. Al día siguiente, el 5 de enero, el Mercedes-Benz fue hallado cerca de Los Tres Ojos, un área conocida en Santo Domingo Este. El carro estaba manchado de sangre y en el interior había señales de que hubo algún forcejeo. Los asientos estaban manchados y había huellas obvias de violencia. Todo indicaba que algo terrible había ocurrido ahí.

Speaker 1:

La pregunta que rondaba en ese momento era dónde estaban Héctor Méndez y Napoleón Reyes? Los días pasaban y la tensión aumentaba hasta que el 7 de enero de 1985, la noticia que nadie quería escuchar se confirmó En unos matorrales del sector Los Frailes, se escondía el secreto más oscuro de esos días. Allí, tirados sin vida, aparecieron los cuerpos de Héctor Méndez y de Napoleón Reyes, abandonados como si fueran nada. No fue solo un secuestro. Varios reportes aseguran que Héctor fue torturado antes de morir. Esto sugiere que no se trataba de robarle, sino de sacar la información o castigarlo por algo que sabía. La noticia corrió como pólvora. Primero fueron murmullos en la calle, después titulares en los periódicos y en cuestión de horas Ya todo el país hablaba de lo mismo El cazacambista más conocido de la capital había sido asesinado.

Speaker 1:

¿y qué pasó después? El país quedó helado porque no era cualquier crimen. No estábamos hablando de un robo común o de un ajuste de cuentas cualquiera. Aquí se trataba de un hombre de negocios reconocido, un cazacambista que manejaba dinero en grande negocios reconocido. Un cazacambista que manejaba dinero en grande, privado de la vida junto a un hombre inocente que simplemente tuvo la mala suerte de cruzarse en ese momento Fíjense en la ironía. Napoleón Reyes no era millonario, no estaba en nada de los de caza de cambio, no tenía enemigos poderosos, simplemente pasó por allí o estaba allí estacionado en el instante equivocado Y por eso también lo mataron. Eso te deja claro que los autores no querían testigos, nada de dejar cabos sueltos.

Speaker 1:

Los cuerpos mostraban señales de violencia. Algunos decían que Héctor había sido brutalmente golpeado, otros hablaban de Dios en la cabeza. Y ahí empieza la confusión. ¿qué fue exactamente lo que pasó esa noche? Hasta hoy las versiones oficiales y las extraoficiales no coinciden, y cuando la información no coincide, ya sabemos que algo se está ocultando. Aquí hay algo que no cuadra. La familia de Héctor quedó devastada. Ellos sabían que algo no estaba bien desde la primera noche, porque él nunca rompía su rutina Y al confirmar el hallazgo, no solo tuvieron que enfrentar la pérdida, sino también la impotencia. ¿a quién se atrevió a hacer esto y por qué? El caso inmediatamente se convirtió en titular nacional. Los periódicos reseñaban con alarma, los noticieros abrían con esa historia y el pueblo hablaba. Y yo pienso que, para entender lo que pasó con Héctor Méndez, tenemos que detenernos un momento y mirar el país donde ocurrió todo la República Dominicana de mediados de los 80.

Speaker 1:

Era un tiempo de crisis económica. El peso dominicano se devaluaba constantemente, el costo de vida subía y la gente buscaba la manera de sobrevivir. Y en medio de esa incertidumbre, el dólar se volvió casi un refugio. Todo el mundo quería dólares, y ahí es donde entraban los casacambistas como Héctor quería dólares. Y ahí es donde entraban los casacambistas como Héctor, quienes manejaban el dinero que todos necesitaban.

Speaker 1:

Políticamente, el país estaba bajo la presidencia de Salvador Jorge Blanco. Su gobierno enfrentaba protestas, huelgas y una fuerte desconfianza en las instituciones. La policía y las fuerzas armadas eran vistas como entes poderosos, pero también como espacios donde había corrupción y abuso. Si vivías en esa época, sabías que la ley no siempre era sinónimo de justicia. Muchas veces quienes tenían el uniforme eran los mismos que se prestaban para negocios turbios. Y eso es precisamente lo que hace tan inquietante este caso.

Speaker 1:

Los hombres que se llevaron a Héctor estaban vestidos de policía. La sociedad dominicana, además, vivía con miedo. no era raro escuchar de asaltos, secuestros o desapariciones. Pero lo de Héctor fue distinto porque ocurrió literalmente, como he dicho mil veces, frente al Palacio de la Policía Nacional. Eso fue un golpe directo a la confianza de la gente. Si ni frente a las instituciones más poderosas estabas seguro, ¿dónde sí lo estabas?

Speaker 1:

Los periódicos de la época reflejaban esa tensión, con titulares en primera plana, columnas de opinión, rumores de todo tipo. Y ya sabemos cómo somos los caribeños la calle habla más fuerte que la noticia oficial Y la calle decía que ahí había gato encerrado, que eso no fue un simple crimen común. Y la verdad, mis amores, que con el ambiente político tan frágil, con la economía tambaleando y con la corrupción rondando en los pasillos del poder, el asesinato a Héctor Méndez se transformó en un símbolo de lo que estaba podrido en el sistema, porque mostraba lo que nadie quería admitir que las instituciones estaban contaminadas y que la impunidad era parte del sistema. A Héctor no fueron a asaltarlo, fueron a secuestrarlo, y eso para mí cambia el caso por completo. O eran Y eso para mí cambia el caso por completo O eran policías o se sentían tan protegidos como uno.

Speaker 3:

A Méndez no fueron a asaltarlo. A Méndez fueron a secuestrarlo, de modo que ese es un crimen muy sospechoso, que parece haber sido un crimen dirigido o ordenado por la Policía Nacional no-transcript, fortuna.

Speaker 1:

Pero lo extraño era que nunca hubo una llamada de rescate ni un contacto directo pidiendo dinero, al menos no de forma oficial. Un casacambista de ese nivel secuestrado y los secuestradores ni siquiera piden un rescate público. Eso para mí no tiene sentido. Eso da a entender que lo que pasó no era un secuestro común, sino algo mucho más calculado. La policía dijo que iniciaría una investigación exhaustiva, por lo que revisaron el carro, hablaron con vecinos de la Avenida Francia que habían visto a los hombres vestidos de policía la noche del 4 de enero y trataron de reconstruir la ruta de los secuestradores. Pero muy pronto aparecieron las contradicciones. Algunos testigos aseguraban que los hombres eran efectivamente agentes activos, o al menos eso parecía por la seguridad con la que actuaron. Otros decían que podían ser falsos policías. El problema es que en esa época cualquiera con los contactos correctos podía conseguir un uniforme y un arma oficial, y eso abría todavía más la sospecha de la complicidad interna y señaló que había encubrimiento. Ellos aseguraban que si el crimen ocurrió frente al patio de la policía, tenía que haber cámaras, tenía que haber guardia o al menos movimiento suficiente para que alguien supiera qué pasó. ¿cómo era posible que nadie hubiera visto nada con claridad? La prensa presionaba fuerte.

Speaker 1:

Los periódicos publicaban titulares cuestionando la versión oficial y la opinión pública empezó a hablar de una posible red de corrupción detrás del caso. Se mencionaba incluso que había sectores del poder interesados en que la verdad no saliera a la luz. Y aquí entre nosotros, cuando una investigación arranca con tantas dudas, casi siempre terminan lo mismo En nada. Y ese fue el sentimiento que empezó a crecer en esos días que ese crimen no iba a resolverse porque los implicados estaban demasiado arriba. La policía, por su parte, trataba de calmar las aguas diciendo que tenían sospechosos y que el caso avanzaba, pero la realidad es que no hubo arrestos inmediatos. Pasaron semanas, luego meses, y el expediente parecía dormir en un escritorio. La gente comentaba en la calle eso se va, va a quedar así y tristemente, tenían razón.

Speaker 1:

A medida que pasaban los meses y los años, la investigación comenzó a señalar a varios hombres vinculados directamente al crimen. Pero lo curioso, y al mismo tiempo inquietante, es que muchos de esos nombres estaban ligados de una forma u otra a los cuerpos de seguridad del estado. El primero en ser señalado fue Uladislao Rodríguez Bautista, alias el hippie, quien era teniente de la policía, aunque ya estaba suspendido en ese momento. Y mira qué ironía. Se hablaba de que el hippie conocía perfectamente la rutina de Héctor Méndez, de que tenía acceso a información privilegiada y de que era parte del grupo que lo interceptó aquella noche del 4 de enero. El apodo lo decía todo El hippie un hombre de calle con conexiones que se movía entre lo legal y lo ilegal. Para muchos él era la pieza clave, pero, pese a las sospechas, no se procesó con la contundencia que un crimen así requería.

Speaker 1:

Otro nombre que apareció en el expediente fue el de Juan Bautista Peguero Santana, alias Mayo. Este individuo tenía forma de ser duro, de estar ligado a negocios turbios y de formar parte de grupos que no actuaban solos sino bajo órdenes superiores. Se decía que Mayo había estado cerca de los hechos, que incluso participó en el traslado de los cuerpos. Ahora, el nombre más pintoresco y al mismo tiempo el más temido era el de Daniel Jorge Infante, alias El Karateka. Se rumoraba que era un hombre violento que no dudaba de usar la fuerza bruta, y su apodo venía justamente de eso, de su habilidad para pelear y para intimidar. Se le vinculó con el grupo que actuó también esa noche, aunque nunca hubo pruebas concluyentes que lo ataran legalmente al caso.

Speaker 1:

Rafael Vargas Cruz, alias Rafaelito, boca de Cueva. Con ese apodo nadie se olvida de él. Boca de Cueva era señalado como parte del mismo entramado, un hombre conocido en los bajos fondos, con fama de saber moverse en operaciones sucias Pedro Alejandro García Berry y Pedro Antonio Sánchez Díaz Estos nombres también fueron incluidos en los expedientes años más tarde. Hombres que, según se decía, participaron de alguna forma en el plan, ya sea en la vigilancia, en el traslado o en la ejecución final del crimen. Pero aquí viene lo más que duele en esta historia La justicia no se movió cuando debía. Hubo que esperar más de dos décadas para que, en el 2006, el juez José Alejandro Vargas retomara el caso y lo enviara al tribunal criminal. Para entonces ya era demasiado tarde.

Speaker 1:

Varios de los sospechosos estaban muertos, otros habían desaparecido del mapa y algunos hasta llevaban vidas tranquilas fuera del país. Cuando la justicia tarda tanto, ya no es justicia. Eso es solo un expediente lleno de polvo. Porque, dígame, ¿qué sentido tiene acusar a hombres que ya no están vivos para defenderse o responder por lo que hicieron? Eso es solo un parche, no una solución. La realidad es que, aunque los nombres estaban ahí, nadie fue condenado de manera efectiva.

Speaker 1:

Los apodos quedaron pegados en la memoria popular. La gente los recuerda, los señala, pero el crimen de Héctor Méndez nunca tuvo un cierre legal. Con el paso de los años, cada aniversario del crimen era recordado en algún medio, en alguna nota, en alguna columna, y siempre con la misma pregunta ¿quién mandó a matar a Héctor Méndez? Porque todos tenían claro que los ejecutores podían tener nombre y apodo, pero detrás de ellos tenía que haber alguien más poderoso moviendo los hilos. El asesinato de Héctor Méndez nunca se resolvió en los tribunales, pero eso no significa que la gente se haya quedado sin hipótesis. Al contrario, con los años han circulado tantas teorías que, más que respuestas, lo que hay son capas y capas de sospechas.

Speaker 1:

Una de las primeras teorías señalaba que Héctor había acumulado demasiado poder en el negocio de las casas de cambio. Sus operaciones no solo estaban en Santo Domingo, también en Puerto Rico, lo que le daba ventaja frente a otros casacambistas. Y ya sabemos cómo es el dinero Mientras más acumulas, más enemigos generas. Se decía que algunos competidores querían sacarlo del medio, que su muerte era un mensaje, una advertencia de que nadie debía controlar demasiado. No hay nada más peligroso que moverte en un negocio donde el dinero fluye rápido y sin control del estado, porque siempre hay alguien más poderoso, más ambicioso, más corrupto esperando la oportunidad de eliminarte. Otra teoría hablaba de vínculos con políticos y militares. Se rumoraba que Héctor tenía información delicada, que había manejado dinero de gente con uniforme y corbata y que en algún momento se negó a seguir colaborando o quiso cortar los lazos. Si era cierto, entonces su asesinato no fue solo un ajuste de cuentas, sino una manera de silenciarlo.

Speaker 1:

En los 80, el Caribe era la ruta caliente del narcotráfico hacia los Estados Unidos, y eso no es ningún secreto que el dinero del narco necesitaba pasar por casas de cambio, por bancos y negocios aparentemente legales. Héctor, con su posición, estaba en la línea de fuego. Por eso algunos creen que él estaba vinculado, sin querer o muy conscientemente, a operaciones de lavado y que en algún momento salió mal un trato. Y hay que dejar claro que, aunque nunca se probó, tiene sentido, porque en esa época muchos empresarios legítimos estaban enredados hasta el cuello con dinero que venía de lugares oscuros. Pero la teoría más repetida es que hubo encubrimiento, que el crimen no fue solo obra de delincuentes, sino que detrás hubo complicidad de policías o militares.

Speaker 1:

Los mismos apodos que se manejan, el hippie, el karateka, el mayo no eran simples ladrones de barrio, eran hombres con conexiones. Y sí, se reactivó el caso 20 años después Y aún así no hubo condenas. Qué te dice eso, que alguien en algún lugar del poder se aseguró de que ese expediente nunca se cerrará, de verdad¿? Cómo es posible que, después de cuatro décadas, mi gente, nadie, haya pagado realmente por este crimen? Son una burla para la familia, para la justicia y para el pueblo. Lo cierto es que ninguna teoría fue confirmada oficialmente.

Speaker 1:

Todas quedaron en el aire, alimentadas por la prensa, por testimonios y por rumores y por la indignación colectiva Y al final el caso de Héctor Méndez se convirtió en un símbolo de lo que la República Dominicana no quería ver, que había fuerzas ocultas más poderosas que la ley. Esto no fue solo la muerte de un hombre de negocio. Fue un golpe directo a la confianza de todo un país En una sociedad ya marcada por la desigualdad y la desconfianza en las instituciones. Este caso fue como una confirmación de los peores temores Que la justicia no estaba diseñada para protegerlos a todos, sino solo a algunos, que si alguien caía en desgracia en sectores equivocados, podía ser eliminado, sin importar quién fuera, cuánto dinero tuviera o dónde viviera. Porque hay que recordarlo siempre Héctor no vivía en un callejón oscuro ni en un barrio apartado. Vivía en la avenida Francia, frente al Palacio de la Policía Nacional. Eso lo cambia todo.

Speaker 1:

No era un hombre vulnerable en apariencia, porque él era robusto, era alguien que supuestamente tenía la seguridad al alcance de la mano. Y aún así lo secuestraron y lo asesinaron como si nada. Ahora los periódicos lo siguieron recordando cada año. Muchos lo consideraban un recordatorio de que en el país la verdad dependía más de intereses que de pruebas.

Speaker 1:

La familia se convirtió en símbolo de lucha y de frustración, reclamando lo que nunca llegó justicia verdadera. La familia, aunque agradeció que se hablara de nuevo del caso, sabía que aquello no se iba a resolver. Era demasiado tarde y esa impotencia es quizás lo más duro Saber quiénes fueron, tener los nombres, los expedientes y aún así no poder cerrar ese capítulo. La rabia y el dolor de la familia no se quedaron solo en lo íntimo, trascendieron a la memoria colectiva. El caso de Héctor Méndez no fue archivado únicamente en expedientes judiciales polvorientos. También quedó escrito en libros, en columnas y en debates políticos. Uno de esos intentos por comprender lo incomprensible fue la obra Crimen sin castigo del caso de Héctor Méndez de De la Cruz Calvez y Vincho Castillo, que analiza este y otros crímenes dentro de un patrón más amplio de violencia e impunidad en la República Dominicana.

Speaker 4:

El decano le llamó asesino públicamente a usted, y cobarde, sí, como él. Tiene el asesinato de Héctor Méndez y el asesinato de Napoleón Reyes y nos lo han interrogado y que fue una cobardía inmensa de parte de él y Jorge Blanco mandar asesinar a esos hombres y después mandar asesinar a los hermanos de la Cruz Galvez. Y tienen otros asesinatos, como el administrador del diario El Sol que dijo que él sabía perfectamente que el dinero de Molino Dominicano que se entregaba para resolver el caso de Héctor Méndez se hacía en la dirección del diario El Sol y en la noche estaba con la con una arteria vital de la pierna, la femoral, cortada. Creo que era apellido Bello Fernández. Esas son las víctimas, como murió Zoylo Díaz, tiroteado desde un motor en marcha. Ya, la cantidad de muertos y asesinatos que este grupo de gángsteres tiene pero que no han sido ni siquiera molestados. Le es muy cómodo irse en uno de esos viajes que se da con frecuencia en una televisión a decir cobarde y asesino a un hombre que, cuando ellos eran poder, los emplazó sobre eso.

Speaker 1:

Ahora han pasado 40 años desde aquel 4 de enero de 1985, 40 años desde que hombres vestidos de policías se llevaron a Héctor Méndez y a Napoleón Reyes frente al mismísimo cuartel de la policía. Y aquí estamos, cuatro décadas después, y todavía nadie ha pagado por ese crimen¿. Cómo es posible, cómo se explica que en un país entero todos supieran quiénes eran los sospechosos Y aún así la justicia nunca se atrevió a cerrar este caso? Eso no es justicia, mi gente. eso es una burla. El asesinato de Héctor Méndez no solo mató a un hombre de negocios, mató la confianza en el sistema Y mientras no se diga la verdad de quién dio esa orden, este caso seguirá siendo la prueba más dolorosa de que en la república dominicana a veces el crimen tiene más poder que la ley. representa la pobredumbre del sistema expuesta sin filtros.

Speaker 1:

la familia de Héctor nunca tuvo justicia. lo único que tuvieron fue titulares en la prensa, rumores y promesas vacías. Cada aniversario era un recordatorio de lo que el estado les quedó debiendo, y no solo a ellos, sino al país entero. Y lo más triste es que no es un caso aislado. Es parte de un patrón que seguimos viviendo Cuando los poderosos están metidos, la verdad se esconde, los expedientes se enfrían, las familias quedan con el dolor. Hoy, cuando se habla del caso Héctor Méndez, no se habla solo de un cazacambista asesinado. se habla de la desconfianza hacia las instituciones, de la convivencia entre crimen y poder y de cómo la impunidad termina siendo heredada de generación en generación. Y yo te dejo con esta reflexión Si, 40 años después, seguimos preguntándonos quién mandó a matar a Héctor Méndez, es porque la respuesta siempre estuvo ahí, pero nunca quisieron decirla.

Speaker 1:

Y esta, mi gente, fue la historia del casacambista dominicano Héctor Méndez. Que en paz descanse. Pero ahora quiero escucharlo a ustedes, mi gente ¿Qué recuerdan ustedes de este caso? ¿Qué se decía en sus barrios, en sus casas, cuando salió esta noticia? ¿Creen que algún día se sabrá la verdad completa o este será otro de esos capítulos que quedan enterrados en el tiempo? Cuéntamelo en los comentarios, porque las historias no solo viven en archivos periódicos, también en la memoria del pueblo, y esa memoria es la que mantiene viva la búsqueda de la verdad. Así que, mi gente, gracias por acompañarme durante esta historia. Hagan bien sin mirar a quien. los quiero mucho. Nos vemos en el próximo video. Delitos de sangre. Bye.

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