Levitico, Una Ventana al Corazon de Dios Podcast

Pureza y Santidad en el Sacerdocio

Liliana Alvarez Season 1 Episode 24

En este capítulo, Pureza y Santidad en el Sacerdocio, exploraremos tres aspectos personales de los sacerdotes en la pureza ritual frente a la muerte de seres queridos, el matrimonio y su aptitud física para el servicio a Dios. El llamado a la santidad era para todo Israel, pero el sacerdote tenía un llamado aún más alto. Su labor entre otras era preservar la pureza y gloria del lugar sagrado, la morada de su Rey. La manera de vivir del sacerdote era un modelo para el pueblo, un ejemplo de vida en lo personal y espiritual. En Israel, si un sacerdote no vivía como ejemplo de santidad, ponía en duda el nombre y el honor de Dios, exponiéndolo al reproche del mundo y de los demás. Los sacerdotes eran testigos de la presencia de Dios en Su Santa Morada, y, sobre todo, el sumo sacerdote, quien tenía el privilegio y la responsabilidad de entrar en el Lugar Santísimo una vez al año. Más que nadie, él comprendía la importancia de cumplir cada ley al pie de la letra, pues cualquier falta en su servicio podía costarle la vida.

Hola amigos, bienvenidos. Gracias por acompañarnos para el episodio #24 de Levítico: Una Ventana al Corazón de Dios. En el episodio anterior, “La Muerte, El Exilio y La Infertilidad: Castigos por el pecado,” exploramos las consecuencias de quebrantar la santidad de Dios. Miramos los castigos severos para quienes practicaban la idolatría, la inmoralidad sexual y la adivinación, destacando la importancia de la pureza moral y espiritual en la comunidad de Israel. Recordemos que estas leyes no solo buscaban preservar la relación exclusiva con Dios, sino también proteger la estructura familiar y la santidad del pueblo. En este capítulo, Pureza y Santidad en el Sacerdocio, exploraremos tres aspectos personales de los sacerdotes en la pureza ritual frente a la muerte de seres queridos, el matrimonio y su aptitud física para el servicio a Dios. El llamado a la santidad era para todo Israel, pero el sacerdote tenía un llamado aún más alto. Su labor entre otras era preservar la pureza y gloria del lugar sagrado, la morada de su Rey. La manera de vivir del sacerdote era un modelo para el pueblo, un ejemplo de vida en lo personal y espiritual. La realidad es que aún hoy en día esperamos lo mismo de nuestros lideres espirituales. Vemos como muchos abandonan completamente una relación con Dios por el pecado de los lideres eclesiales. Yo personalmente viví esto en dos oportunidades, donde dos pastores y en iglesias diferentes cometieron inmoralidad sexual y en uno de los casos también ocurrió abuso sexual a su propia hija. Me toco ver el dolor de sus familias, la confusión de los feligreses y eventualmente algunos abandonaron la fe completamente y ni hablar de los comentarios en periódicos, comunidad y redes sociales. Mi propia familia sufrió espiritualmente consecuencias devastadoras. ¡Fue un completo desastre! En Israel, si un sacerdote no vivía como ejemplo de santidad, ponía en duda el nombre y el honor de Dios, exponiéndolo al reproche del mundo y de los demás. Los sacerdotes eran testigos de la presencia de Dios en Su Santa Morada, y, sobre todo, el sumo sacerdote, quien tenía el privilegio y la responsabilidad de entrar en el Lugar Santísimo una vez al año. Más que nadie, él comprendía la importancia de cumplir cada ley al pie de la letra, pues cualquier falta en su servicio podía costarle la vida. Como recordatorio de la santidad de su función, el sumo sacerdote llevaba campanillas en el borde de su túnica, señal de que, si moría por profanar el espacio sagrado, su cuerpo no podría permanecer allí. Aarón, el primer sumo sacerdote, fue testigo de la gravedad de esta santidad cuando sus propios hijos, Nadab y Abiú, pagaron con su vida por su desobediencia. Cuanto mayor era la responsabilidad en la preservación y el cuidado de lo sagrado, mayor era la exigencia en la forma de vivir. Ningún aspecto de la vida sacerdotal estaba fuera de este llamado a la santidad. Cada aspecto de su vida debía ser un reflejo vivo del Dios al que servía y adoraba. Su comportamiento afectaba como Dios era percibido por el pueblo y demás naciones.

Voy a leer el capítulo 21 de la Nueva Traducción Viviente y dice;

El Señor le dijo a Moisés: Da las siguientes instrucciones a los sacerdotes, los descendientes de Aarón.

Un sacerdote no debe tocar el cadáver de un pariente, pues al hacerlo queda ceremonialmente impuro. La única excepción son sus parientes más cercanos: madre o padre, hijo o hija, hermano, o hermana virgen que dependa de él por no tener esposo. Pero un sacerdote no debe contaminarse y hacerse impuro por tocar el cadáver de alguien que esté relacionado con él solo por matrimonio.

Los sacerdotes no deben raparse la cabeza ni recortarse la barba, ni hacerse cortes en su cuerpo. Deben ser apartados como santos para su Dios y nunca deshonrar el nombre de Dios. Deben ser santos, porque ellos son los que presentan las ofrendas especiales al Señor, ofrendas de alimento para su Dios.

No se permite a los sacerdotes casarse con una mujer contaminada por la prostitución, ni casarse con una mujer divorciada, porque los sacerdotes están separados como santos para su Dios. Deberás tratarlos como santos porque ellos son los que ofrecen alimento a tu Dios. Debes considerarlos santos porque yo, el Señor, soy santo y yo te hago santo.

Si la hija de un sacerdote se contamina a sí misma al hacerse prostituta, ella también contamina la santidad de su padre, y deberá morir quemada.

El sumo sacerdote tiene el rango más alto de todos los sacerdotes. El aceite de la unción fue derramado sobre su cabeza y él fue ordenado para que lleve las vestiduras sacerdotales. Nunca debe tener el cabello despeinado[a] ni rasgar sus vestiduras. No debe contaminarse a sí mismo al acercarse a un cadáver. No se le permite hacerse ceremonialmente impuro ni aun por su padre o su madre. No deberá contaminar el santuario de su Dios al dejarlo para atender a un muerto, porque fue hecho santo mediante el aceite de la unción de su Dios. Yo soy el Señor.

Al sumo sacerdote se le permite casarse únicamente con una virgen. No se le permite casarse con una viuda, ni con una divorciada, ni con una mujer contaminada por la prostitución. Tiene que ser una virgen de su propio clan, para que no deshonre a los descendientes de su clan, porque yo soy el Señor quien lo hace santo.

Luego el Señor le dijo a Moisés: Da las siguientes instrucciones a Aarón: en las generaciones futuras, ninguno de tus descendientes que tenga algún defecto físico será apto para ofrecer alimento a su Dios. Nadie que tenga un defecto será apto, ya sea ciego, cojo, desfigurado, deforme, que tenga un pie o un brazo roto, jorobado, enano, que tenga defecto en un ojo, que tenga llagas o costras en la piel, o que tenga los testículos dañados. No se le permite a ningún descendiente de Aarón que tenga algún defecto acercarse al altar para presentar ofrendas especiales al Señor. Ya que tiene un defecto, no se le permite acercarse al altar para ofrecer alimento a su Dios. Sin embargo, puede comer del alimento ofrecido a Dios, incluidas las ofrendas santas y las ofrendas sumamente santas. Pero a causa de su defecto físico, no se le permite entrar en la sala detrás de la cortina interior ni acercarse al altar, porque esto contaminaría mi santuario. Yo soy el Señor quien los hace santos».

Entonces Moisés les dio estas instrucciones a Aarón, a sus hijos y a todos los israelitas.

Vamos a desglosar este capítulo en 3 partes;

1.    la pureza ritual frente a la muerte de seres queridos. El duelo es una realidad en la vida de todo ser humano. El curso de la vida diaria estaba marcado tanto por nacimientos como por muertes. Para el sacerdote, mantener pureza ritual en el duelo era de suma importancia ya que el era responsable de cuidar y preservar el lugar sagrado. Como había dicho en un episodio anterior, la muerte era una manera de adquirir impureza ritual para cualquier Israelita, incluyendo sacerdotes. En la Biblia, la muerte es el resultado del pecado. Génesis 2:17 dice, “pero del árbol del conocimiento del bien y del mal no deberás comer. El día que de él comas, sin duda morirás”. Y Romanos 6:23 dice, “Porque la paga del pecado es muerte, mientras que el regalo de Dios es vida eterna en Cristo Jesús, nuestro Señor”. Dios es un Dios de vida y santidad, por lo que la muerte simboliza la separación de Su presencia. Por esta razón, el contacto con la muerte hacía que una persona quedara ritualmente impura, impidiéndole participar en el culto hasta ser purificada. Vamos a ver los requisitos para los sacerdotes y para el sumo sacerdote. Los sacerdotes no debían contaminarse con los muertos, excepto por parientes cercanos que como padre, madre, hijo, hija, hermano y hermana virgen. No debían raparse la cabeza ni afeitarse los bordes de la barba en señal de duelo. Jacob Milgrom, en su comentario de Levítico enfatiza que muchas de las prohibiciones impuestas a los sacerdotes, acerca de como cortarse el cabello, afeitarse la barba, o hacerse heridas en el cuerpo, no solo estaban relacionadas con el duelo, sino que formaban parte de un esfuerzo por erradicar el culto a los muertos en Israel. Esta eran maneras como las naciones vecinas practicaban el culto a los muertos. El cabello era considerado fuerza y vitalidad en la vida de una persona y en algunas prácticas paganas se cortaban su cabello para ofrecerlo al dios que adoraban. Cortarse la piel como parte del duelo era también una práctica habitual entre los pueblos que rodeaban a Israel (Jeremías 41:5; 1 Reyes 18:28). Jeremías 16:6 esta haciendo referencia a esta practica y dice, “En esta tierra morirán grandes y pequeños; nadie llorará por ellos ni los sepultará; nadie se hará heridas en el cuerpo ni se rapará la cabeza por ellos”. Y Deuteronomio 14:1-2 es un llamado a la santidad del pueblo, “Eres hijo del Señor tu Dios. No te hagas cortes en la piel ni te rapes la cabeza en honor de un muerto, porque eres pueblo consagrado al Señor tu Dios. Él te eligió de entre todos los pueblos de la tierra para que fueras su propiedad exclusiva”. En los rituales paganos, estas heridas representaban la entrega de sangre como ofrenda a los dioses de la muerte. El tatuarse la piel era otra practica asociada con ritos paganos y va muy de la mano con cortarse la piel. Estos requisitos para los sacerdotes, así como para todo Israel, tenían el propósito de eliminar cualquier posibilidad de participar en el culto a los muertos y evitar que el nombre de Dios fuera profanado mediante tales prácticas. Según Números 19:11 – “El que toque el cadáver de cualquier persona será impuro siete días.” El sacerdote quedaba ritualmente impuro por siete días después del contacto con el cadáver. Durante este tiempo, no podía participar en los sacrificios ni en el culto del templo. Números 19:12-13 – dice que,“Al tercer día se purificará con aquella agua, y al séptimo día será limpio.” La purificación debía realizarse con agua mezclada con la ceniza de una vaca roja. Esta agua de purificación se rociaba sobre el sacerdote en el tercer día y nuevamente en el séptimo día. Si no se realizaba este ritual, seguía impuro y no podía servir en el santuario. Al final del séptimo día, el sacerdote debía Lavar su ropa y bañarse completamente con agua entonces quedaba ritualmente puro al anochecer. A diferencia de los sacerdotes comunes, el sumo sacerdote no podía tocar cadáveres, ni siquiera de sus propios padres. Además, no debía despeinarse ni rasgar sus vestiduras, prácticas comunes de duelo en aquel tiempo. Esta restricción se debía a su máximo nivel de santidad, ya que ministraba en el Lugar Santísimo.

2.    El Matrimonio. Los sacerdotes no se podían casar con cualquier mujer. No podían casarse con prostitutas, mujeres deshonradas o divorciadas. El ideal era una mujer virgen de la misma tribu levita. Derek Tidball en su libro, “El Mensaje de Levítico: Libres para Ser Santos” dice lo siguiente, “Los sacerdotes también debían ser cuidadosos con quién se casaban, asegurando que su vida familiar estuviera libre de reproche y que nada manchara su servicio a Dios. Las prostitutas, especialmente aquellas vinculadas al culto pagano, eran consideradas parejas inadecuadas debido a la naturaleza licenciosa de sus prácticas sexuales y religiosas. Asimismo, las mujeres divorciadas eran consideradas no aptas para el matrimonio sacerdotal, ya que su historial podía afectar la integridad familiar, un valor que los sacerdotes debían esforzarse por preservar. Levine (pp. 143–144) sugiere que, en la mayoría de los casos, el divorcio probablemente estaba relacionado con la infidelidad conyugal y el adulterio, lo que ponía en riesgo la santidad e integridad del matrimonio, aspectos fundamentales en la vida de un sacerdote. Una hija entregada a la prostitución ponía a su padre, su familia y a ella misma como algo común ya que su familia era consagrada. Para el sumo sacerdote no había excepciones, su esposa debía ser virgen y no con viudas, divorciadas o mujeres impuras. La descendencia de la línea sacerdotal debía ser preservada. Los hijos del sumo sacerdote serian los otros sacerdotes que también servían con él. La descendencia era sagrada. Dios los consagro para su servicio.

3.    La aptitud física para el servicio a Dios. Los sacerdotes con defectos físicos y sean cojos, ciegos, deformes, mutilados, jorobados, enanos, con defectos en la vista, enfermedades de la piel, testículos dañados, lisiados de pies o manos, no podían ofrecer sacrificios en el altar. Podían comer de las ofrendas sagradas, pero no acercarse al altar para ministrar. La santidad y perfección del sacerdote reflejaban la santidad de Dios. Los sacerdotes representaban a Dios ante el pueblo, y su plenitud física era un reflejo de su perfección moral y espiritual. El servicio en el altar requería totalidad – No era un requisito de mérito, sino un símbolo de que el acceso a Dios requería pureza, integridad y totalidad. Más adelante veremos que incluso los animales destinados al sacrificio debían cumplir con estos requisitos de perfección física; de lo contrario, no eran considerados aptos para la ofrenda.

Y que dice el nuevo testamento;

1.    En cuanto a la muerte: Mientras los sacerdotes evitaban la muerte, Jesús venció la muerte.

Jesús: Aunque la ley prohibía el contacto con los muertos, Jesús tocó a los muertos y los resucitó. Lucas 7:11-15 dice lo siguiente, Poco después Jesús, en compañía de sus discípulos y de una gran multitud, se dirigió a un pueblo llamado Naín. Cuando ya se acercaba a las puertas del pueblo, vio que sacaban de allí a un muerto, hijo único de madre viuda. La acompañaba un grupo grande de la población. Al verla, el Señor se compadeció de ella y le dijo, No llores. Entonces se acercó y tocó el féretro. Los que lo llevaban se detuvieron y Jesús dijo: Joven, ¡te ordeno que te levantes! El que había estado muerto se incorporó y comenzó a hablar; luego Jesús se lo entregó a su madre. Todos se llenaron de temor y alababan a Dios”. Y también venció la muerte, 1 corintios 15:54-57 dice, “Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: «La muerte ha sido devorada por la victoria. ¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón? El aguijón de la muerte es el pecado y el poder del pecado es la Ley. ¡Pero gracias a Dios que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo!”

2.    En cuanto al nombre de Dios. Mientras los sacerdotes intentaban glorificar el nombre de Dios, Jesús lo logro perfectamente.

Jesús Glorifica al Padre y su nombre a Través de Su Misión. Jesús busca la glorificación del nombre de Dios, y el Padre afirma que ya ha sido y será glorificado.

Juan 17:4 – “Yo te he glorificado en la tierra; he acabado la obra que me diste que hiciese.”

Juan 12:28 – “Padre, glorifica tu nombre.” Entonces vino una voz del cielo: ‘Lo he glorificado, y lo glorificaré otra vez’.”

 

3.    En cuanto al matrimonio. Mientras los sacerdotes se casaban con vírgenes, Jesús santifica a su Iglesia. 

Jesús y su Novia, la iglesia, se compone de prostitutas, idolatras, inmorales sexuales y toda clase de pecados, pero él los santifica con su sangre.

Efesios 5:25-27 dice, “Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable. 

Apocalipsis 19:7-8 dice, ¡Alegrémonos y regocijémonos y démosle gloria!
Ya ha llegado el día de las bodas del Cordero. Su novia se ha preparado
y se le ha concedido vestirse de tela de lino fino, limpio y resplandeciente. (El lino fino representa las acciones justas de los creyentes).

 

4.    En cuanto a la perfección física. Mientras los sacerdotes debían ser físicamente perfectos, Jesús es perfecto en santidad.

Jesús: A diferencia de los sacerdotes terrenales, Cristo es el Sumo Sacerdote sin mancha ni defecto. 

Hebreos 7:26-28 dice, “Nos convenía tener un sumo sacerdote así: santo, irreprochable, puro, apartado de los pecadores y exaltado sobre los cielos. A diferencia de los otros sumos sacerdotes, él no tiene que ofrecer sacrificios día tras día, primero por sus propios pecados y luego por los del pueblo; porque él ofreció el sacrificio una sola vez y para siempre cuando se ofreció a sí mismo. De hecho, la Ley designa como sumos sacerdotes a hombres débiles; pero el juramento posterior a la Ley designa al Hijo, quien ha sido hecho perfecto para siempre”.

Aunque no tenía defecto físico, fue desfigurado. 

Isaías 52:14 describe como quedó su cuerpo en la cruz y dice, “Muchos se asombraron de él, pues tenía desfigurado el semblante; ¡nada de humano tenía su aspecto”. 

5.    En cuanto acceso al Padre. Mientras el sacerdote con defectos no podía servir en el altar, Jesus rompió la cortina mediante su muerte.

 Hebreos 10:19-20 dice, “Así que, hermanos, mediante la sangre de Jesús, tenemos confianza para entrar en el Lugar Santísimo por el camino nuevo y vivo que él nos ha abierto a través de la cortina, lo cual hizo por medio de su cuerpo”. 

Mateo 27:56-57 dice, “Entonces Jesús volvió a gritar con fuerza y entregó su espíritu.En ese momento, la cortina del santuario del Templo se rasgó en dos, de arriba a abajo. La tierra tembló y se partieron las rocas”. Su sacrificio en la cruz rasgó el velo del templo, dando acceso a todos los creyentes a la presencia de Dios.

Podemos decir que el sacerdocio terrenal era solo un anticipo de la plena realidad que se manifiesta en Cristo, quien ahora abre las puertas de la presencia de Dios a todos los creyentes.

Como podemos aplicar estas leyes a nuestra vida:

1.    Dios no exige perfección física, sino santidad de corazón

1 Pedro 1:14-19 dice, “Como hijos obedientes, no se amolden a los malos deseos que tenían antes, cuando vivían en la ignorancia. Más bien, sean ustedes santos en todo lo que hagan, como también es santo quien los llamó; pues está escrito: «Sean santos, porque yo soy santo». Ya que invocan como Padre al que juzga con imparcialidad las obras de cada uno, vivan con temor reverente mientras sean peregrinos en este mundo. Como bien saben, ustedes fueron rescatados de la vida absurda que heredaron de sus antepasados. El precio de su rescate no se pagó con cosas perecederas, como el oro o la plata, sino con la preciosa sangre de Cristo, como de un cordero sin mancha y sin defecto. 

2.    En Cristo, somos completos y restaurados, sin importar nuestras limitaciones humanas. 

Colosenses 2:9-11 dice, “Porque toda la plenitud de la divinidad habita en forma corporal en Cristo; y en él, que es la cabeza de todo poder y autoridad, ustedes han recibido esa plenitud. Además, en él fueron circuncidados, no por mano humana, sino con la circuncisión que consiste en despojarse del cuerpo pecaminoso. Esta circuncisión la efectuó Cristo. 

3.    El sacerdocio ya no es exclusivo: ahora, todos los creyentes son parte del real sacerdocio llamados a reflejar la santidad de Dios.

1 Pedro 2:9-10 dice, “Pero ustedes son descendencia escogida, sacerdocio regio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios, para que proclamen las obras maravillosas de aquel que los llamó de las tinieblas a su luz admirable. Ustedes antes ni siquiera eran pueblo, pero ahora son pueblo de Dios; antes no habían recibido misericordia, pero ahora ya la han recibido”.

Por último, te quiero dejar con esta inquietud: Si ahora, en Cristo, tenemos acceso directo a la presencia de Dios y hemos sido llamados a ser un real sacerdocio, ¿cómo estás viviendo esa realidad en tu vida diaria? Hasta la próxima semana, si Dios lo permite. Dios los bendiga!