Levitico, Una Ventana al Corazon de Dios Podcast

Descanso, Libertad y Redención

Liliana Alvarez Season 1 Episode 28

En este episodio, miraremos el capítulo 25, “Descanso, Libertad y Redención”, exploraremos el año sabático para la tierra, el año de jubileo dándole libertad a los esclavos y redención a las herencias y por último redención de tierras y personas. El Año Sabático y el Año del Jubileo eran algo completamente revolucionario a nivel cultural en esa época. . En Israel, el descanso no dependía de un rey humano, sino del calendario divino. La idea de devolver tierras a los dueños originales, liberar esclavos, y no sembrar ni cosechar durante un año entero cada 50 años es única en el Antiguo Israel. Estas leyes no eran simplemente rituales ni normas ceremoniales; eran principios que expresaban el corazón de Dios en la economía de su pueblo, estructuras sociales y espirituales que revelaban que su interés iba mucho más allá del altar. . Su presencia no se limitaba al altar, sino que se extendía a los campos de cultivo, en los acuerdos de préstamos y deudas, en las estructuras de poder y en la distribución justa de la propiedad. Dios le estaba enseñando a su pueblo a vivir bajo su justicia… no solo en lo sagrado, sino también en lo cotidiano. Dios estableció ritmos de descanso, de perdón y de restauración. 

Hola amigos, bienvenidos. Gracias por acompañarnos en este episodio #28 de Levítico: Una Ventana al Corazón de Dios.” En el episodio anterior, Santidad en lo Íntimo y lo público,  vimos la importancia de adorar a Dios y honrarlo tanto en lo íntimo donde está su presencia y también en lo público que era una expresión de algo interno. En este episodio, miraremos el capítulo 25, “Descanso, Libertad y Redención”, exploraremos el año sabático para la tierra, el año de jubileo dándole libertad a los esclavos y redención a las herencias y por último redención de tierras y personas. El Año Sabático y el Año del Jubileo eran algo completamente revolucionario a nivel cultural en esa época. No se ha encontrado evidencia clara de que otras culturas como Babilonia, Asiria, Egipto o Canaán tuvieran una práctica formal de dejar descansar la tierra cada siete años. En el Antiguo Cercano Oriente Reyes como Hammurabi (Babilonia) o Ammiṣaduqa proclamaron decretos de “libertad” donde cancelaban deudas y liberaban esclavos por razones políticas o religiosas, pero estas proclamaciones eran irregulares, no cíclicas ni sistematizadas como en Levítico. Jay Sklar y Jacob Milgrom señalan que la innovación de Israel fue convertir lo que en otras culturas era una medida ocasional de emergencia en un ciclo sagrado, obligatorio y periódico. En Israel, el descanso no dependía de un rey humano, sino del calendario divino. La idea de devolver tierras a los dueños originales, liberar esclavos, y no sembrar ni cosechar durante un año entero cada 50 años es única en el Antiguo Israel. Estas leyes no eran simplemente rituales ni normas ceremoniales; eran principios que expresaban el corazón de Dios en la economía de su pueblo, estructuras sociales y espirituales que revelaban que su interés iba mucho más allá del altar. Su presencia no se limitaba al altar, sino que se extendía a los campos de cultivo, en los acuerdos de préstamos y deudas, en las estructuras de poder y en la distribución justa de la propiedad. Dios le estaba enseñando a su pueblo a vivir bajo su justicia… no solo en lo sagrado, sino también en lo cotidiano. Dios estableció ritmos de descanso, de perdón y de restauración. Al igual que hoy, en esa cultura el trabajo, la producción y la acumulación de bienes eran sinónimo de poder y éxito. Dios estableció un concepto revolucionario: el descanso como acto de fe, la libertad como derecho divino, y la restitución como expresión de justicia y misericordia. El año de Jubileo es único de Israel, pero La iglesia católica por más de 700 años ha incorporado el concepto de año de jubileo religioso cada 25 años, la iglesia anglicana en el Reino Unido celebra un jubileo real de su monarca, y a nivel secular empresas celebran aniversarios de 50 años como jubileos con eventos celebratorios.  Levítico 25: no es simplemente un capítulo de normas sobre el jubileo y la justicia social y es que está anclado en dos verdades: Primero, “La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra es mía y ustedes no son aquí más que extranjeros y huéspedes. Por tanto, en el país habrá la posibilidad de recobrar todo terreno que haya sido heredad familiar.” (Lev 25:23-24).

Esta declaración transforma completamente la economía y la manera de ver la propiedad, la libertad, la deuda y el tiempo. Es un recordatorio que todo le pertenece a Dios, nada nos pertenece realmente. Israel es administrador de lo que Dios ha puesto en sus manos. Es decir, dueños de nada administradores de todo. Él estableció tiempos para que su pueblo se detuviera, soltara, perdonara, liberara y volviera a empezar. Segundo, Todos los israelitas son mis siervos. Yo los saqué de Egipto, así que no serán vendidos como esclavos.” (Lev 25:42) y “ Los israelitas son mis siervos. Yo los saqué de Egipto. Yo soy el Señor su Dios.” (Lev 25:55). Esta declaración repetida dos veces en este capitulo es un recordatorio para Israel que Dios mismo los había redimido de Egipto. Es decir, legalmente Israel había cambio de dueño. Ya no eran propiedad del faraón sino de Dios. así que ellos no podían tratarse como esclavos entre sí. Era una manera de enseñarle a su pueblo como amarse, tratarse con justicia y proteger al mas vulnerable y pobre entre si.

Voy a leer el capitulo 25 de la Nueva Versión Internacional y dice,

En el monte Sinaí el Señor ordenó a Moisés que dijera a los israelitas: Cuando ustedes hayan entrado en la tierra que les voy a dar, la tierra misma deberá observar un año de reposo en honor al Señor. Durante seis años sembrarás tus campos, podarás tus viñas y cosecharás sus productos; pero llegado el séptimo año la tierra gozará de un año de reposo en honor al Señor. No sembrarás tus campos ni podarás tus viñas; no segarás lo que haya brotado por sí mismo ni vendimiarás las uvas de tus viñas no cultivadas. La tierra gozará de un año de completo reposo. Sin embargo, de todo lo que la tierra produzca durante ese año sabático, podrán comer no solo tú, sino también tu siervo y tu sierva, el jornalero y el residente temporal entre ustedes. También podrán alimentarse tu ganado y los animales que haya en el país. Todo lo que la tierra produzca ese año será solo para el consumo diario.

El año del jubileo

Siete veces contarás siete años sabáticos, de modo que los siete años sabáticos sumen cuarenta y nueve años. El día diez del mes séptimo, es decir, el día del Perdón, harás resonar la trompeta por todo el país. El año cincuenta será declarado santo, y se proclamará en el país la liberación de todos sus habitantes. Será para ustedes un jubileo y cada uno volverá a su heredad familiar y a su propio clan. El año cincuenta será para ustedes un jubileo: ese año no sembrarán ni cosecharán lo que haya brotado por sí mismo, ni tampoco vendimiarán las viñas no cultivadas. Ese año es jubileo y será santo para ustedes. Comerán solamente lo que los campos produzcan por sí mismos. En el año de jubileo cada uno volverá a su heredad familiar. Si entre ustedes se realizan transacciones de compraventa, no se exploten los unos a los otros. Tú comprarás de tu prójimo a un precio proporcional al número de años que falten para el próximo jubileo, y él te venderá a un precio proporcional al número de años que queden por cosechar. Si aún faltan muchos años para el jubileo, aumentarás el precio en la misma proporción; pero si faltan pocos, rebajarás el precio proporcionalmente, porque lo que se te está vendiendo es solo el número de cosechas. No se explotarán los unos a los otros, sino que temerán a su Dios. Yo soy el Señor su Dios. Pongan en práctica mis estatutos, observen mis leyes y habitarán seguros en la tierra. La tierra dará su fruto, y comerán hasta saciarse, y allí vivirán seguros. Si acaso se preguntan: ¿Qué comeremos en el séptimo año si no plantamos ni cosechamos nuestros productos?, déjenme decirles que en el sexto año les enviaré una bendición tan grande que la tierra producirá como para tres años. Cuando ustedes siembren durante el octavo año, todavía estarán comiendo de la cosecha anterior, y continuarán comiendo de ella hasta la cosecha del año siguiente. La tierra no se venderá a perpetuidad, porque la tierra es mía y ustedes no son aquí más que extranjeros y huéspedes. Por tanto, en el país habrá la posibilidad de recobrar todo terreno que haya sido heredad familiar. En el caso de que uno de tus compatriotas se empobrezca y tenga que vender parte de su heredad familiar, su pariente más cercano rescatará lo que su hermano haya vendido. Si el hombre no tiene a nadie que pague el rescate a su favor, pero él mismo llega a prosperar y consigue lo suficiente para rescatar su propiedad, deberá calcular el número de años transcurridos desde la venta y reembolsar el saldo a quien se la haya comprado. Así podrá volver a su heredad. Pero si no consigue lo suficiente para rescatarla, la tierra quedará en posesión del comprador hasta el año del jubileo, cuando el que la vendió la recobrará y esta volverá a su heredad familiar. Si alguno vende una casa en una ciudad amurallada, tendrá derecho a rescatarla durante un año completo a partir de la fecha de venta. Ese es el tiempo que dura su derecho a rescatarla. Si no rescata la casa antes de cumplirse el año, no se le devolverá en el jubileo, sino que pasará a ser propiedad perpetua del comprador y de sus descendientes. Las casas que estén en aldeas sin murallas se considerarán campo abierto, pero podrán rescatarse y se devolverán en el jubileo. Los levitas tendrán siempre el derecho de rescatar sus casas en las ciudades de su heredad. Si alguno de los levitas hace valer su derecho, la casa que vendió en una de sus ciudades se le devolverá en el jubileo, porque las casas en las ciudades de los levitas son su heredad familiar entre los israelitas. Pero los campos alrededor de sus ciudades no se venderán, pues son su propiedad inalienable. Si alguno de tus compatriotas se empobrece y no tiene cómo sostenerse, ayúdalo como lo harías con el extranjero o con el residente temporal; así podrá seguir viviendo entre ustedes. No exigirás interés cuando prestes dinero, sino que temerás a tu Dios; así tu compatriota podrá seguir viviendo entre ustedes. Tampoco prestarás dinero con intereses ni le impondrás recargo a los alimentos que le fíes. Yo soy el Señor su Dios, que los saqué de Egipto para darles la tierra de Canaán y para ser su Dios.

Si alguno de tus compatriotas se empobrece y se ve obligado a venderse a ti, no lo hagas trabajar como esclavo. Trátalo como al jornalero o como al residente temporal que vive entre ustedes. Trabajará para ti, solo hasta el año del jubileo. Entonces lo pondrás en libertad junto con sus hijos, y podrán volver a su propia familia y a la heredad de sus antepasados. Todos los israelitas son mis siervos. Yo los saqué de Egipto, así que no serán vendidos como esclavos. No serás un amo cruel, sino que temerás a tu Dios. Asegúrate de que tus esclavos y esclavas provengan de las naciones vecinas; allí podrás comprarlos. También podrás comprar esclavos nacidos en tu país, siempre y cuando sean de las familias extranjeras que vivan temporalmente en medio de ustedes. Ellos serán propiedad de ustedes, y podrán dejárselos a sus hijos como herencia para que les sirvan de por vida. En lo que respecta a tus compatriotas, no serás un amo cruel. Si un extranjero residente entre ustedes se enriquece, y uno de tus compatriotas se empobrece y tiene que venderse a ese extranjero o a un familiar de ese extranjero, no perderá su derecho a ser rescatado después de haberse vendido. Podrá rescatarlo cualquiera de sus parientes: un tío, un primo o cualquier otro de sus parientes. Y, si llegara a prosperar, él mismo podrá pagar su rescate. Él y su dueño calcularán el tiempo transcurrido, desde el año en que se vendió hasta el año del jubileo. El precio de su liberación se determinará en proporción a la paga de un jornalero por ese número de años. Si aún faltan muchos años, pagará por su rescate una suma proporcional a la que se pagó por él. Si solo faltan pocos años para el jubileo, calculará y pagará por su rescate en proporción a esos años. Ustedes vigilarán que su dueño lo trate como a los que trabajan por contrato anual, y que no lo trate con crueldad. Si tu compatriota no es rescatado por ninguno de esos medios, tanto él como sus hijos quedarán en libertad en el año del jubileo. Los israelitas son mis siervos. Yo los saqué de Egipto. Yo soy el Señor su Dios.

 

Vamos a desglosar este capítulo en tres partes de la siguiente manera:

1.    El Jubileo y el descanso para la tierra (V2-22) Asi como Dios descaso el séptimo día de la creación, la tierra tendrá descanso cada siete años. Este descanso es en honor al Señor. ¿Y de qué vivirían? Dios lo deja claro más adelante en el capítulo: Él promete bendecir el sexto año con una cosecha tan abundante que bastará para tres años (v. 21). Este es el corazón del año sabático: una invitación a depender radicalmente de Dios. Gordon Wenham en su comentario de Levítico cita a Gispen y dice, “El año de reposo proclamaba a los israelitas que el factor decisivo no es el trabajo diario en el campo o en la viña, sino Yahvé, el dador de la tierra. De esta manera, el año sabático habla aún más claramente que el sábado semanal sobre la relatividad de todo trabajo. La meta de todo trabajo, su corona, es el descanso: el sábado delante del Señor.” El descanso sabático no solo era para la tierra. También era una protección para los pobres, para los siervos, para los animales. Todos podían comer de lo que la tierra produjera espontáneamente ese año. El sabático era un acto de justicia divina, que equilibraba las desigualdades y garantizaba que nadie quedara excluido del sustento. Luego cada siete años sabáticos se celebraba el jubileo. El nombre jubileo proviene del cuerno del carnero, yobel, que es un cuerno que se debía sonar el día 10 del séptimo mes, el día de expiación, y con el sonar este cuerno se anunciaba el comienzo del año de jubileo. El año sabático era una manera de aliviar la carga del pobre mientras que el año de jubileo marcaba un nuevo comienzo, redención, libertad y equidad. 

 

2.    El Jubileo y la redención de propiedad (V23-38) Estos versículos revelan uno de los fundamentos teológicos más profundos de la Torá: la tierra no le pertenece al pueblo de Israel, sino a Dios mismo. “La tierra es mía”, dice el Señor, y con esa afirmación establece el principio de dominio eminente, que da forma a toda la estructura social, económica y espiritual de la nación. El pueblo es descrito como forastero y residente temporal, lo cual no solo comunica una realidad jurídica, sino también una verdad espiritual: el pueblo de Dios está llamado a vivir con una conciencia de peregrinaje, humildad y dependencia.

 

Este principio divino se expresa concretamente en las leyes de redención de propiedades. Si un israelita empobrecía y tenía que vender parte de su tierra, el pariente más cercano —el goel o redentor— tenía la responsabilidad de comprarla para que la herencia no se perdiera. Y si no había quien la redimiera, el mismo dueño podía recuperarla si prosperaba económicamente. Si ninguna de estas opciones era posible, entonces la tierra regresaría a su propietario original en el Año del Jubileo. Esta estructura garantizaba que la pobreza no se volviera una sentencia permanente y que las familias no fueran despojadas para siempre de su sustento.

 

El texto también distingue entre distintos tipos de propiedad. Las casas dentro de ciudades amuralladas podían ser redimidas solo durante el primer año, pero las viviendas rurales —ligadas al trabajo de la tierra— seguían las normas del Jubileo. A los levitas se les dio una protección especial: sus ciudades y campos no podían venderse de manera definitiva, honrando su papel sagrado en el centro de la vida espiritual de Israel.

 

Finalmente, el pasaje concluye con una llamada poderosa a la compasión económica. Si un israelita caía en necesidad, sus hermanos debían sostenerlo. Dios prohíbe claramente el cobro de intereses y ganancias sobre el pobre. Esta no era simplemente una política social; era un mandato sagrado fundamentado en el temor a Dios. Como explica Jay Sklar, el texto no solo nos dice lo que no debemos hacer, sino lo que sí debemos hacer: acompañar, sostener, restaurar al hermano como acto de fidelidad al pacto.

 

En palabras de Milgrom, este bloque no es solo legislación, es liturgia vivida. La justicia económica no era opcional, sino parte de la adoración a un Dios que redime. Morales añade que esta dimensión práctica del Jubileo —la redención tangible del hermano, del campo, de la casa— no solo anticipa el Evangelio, sino que encarna el carácter del Dios que habita entre su pueblo.

 

3.    El jubileo y la redención de esclavos (V39-55) La sección final de Levítico 25 trata con una realidad devastadora: la pobreza extrema que lleva a un ser humano a venderse como esclavo para sobrevivir. Pero lo que hace este texto extraordinario es cómo Dios redefine la dignidad humana dentro de un sistema en el que la esclavitud era moneda corriente en el mundo antiguo.

 

Dios deja claro que, aunque un israelita caiga en la necesidad y tenga que venderse a otro, no debe ser tratado como esclavo, sino como jornalero, como un trabajador por contrato. No se puede ejercer dominio sobre él con tiranía. ¿Por qué? Porque —dice Dios— “ellos son mis siervos, a quienes saqué de la tierra de Egipto” (v. 42, NVI). En otras palabras, nadie puede esclavizar a quien Dios ya ha liberado.

 

Este principio es profundamente revolucionario. Como explica Gordon Wenham, la ley del Jubileo no solo garantiza libertad económica, sino protección contra la explotación humana. Y Jay Sklar añade que esta sección nos recuerda que la dignidad no depende de la posición económica, sino de la identidad espiritual: cada israelita pertenece a Dios, no a otro hombre.

 

El texto también extiende esta protección a los extranjeros que vivían en medio de Israel. Aunque se permitía que los israelitas adquirieran siervos extranjeros, incluso en esos casos, el texto apunta hacia la redención. Si un israelita caía bajo el poder de un extranjero, su familia tenía el deber de redimirlo, y si no lo hacía, debía ser liberado de todos modos en el Año del Jubileo.

 

Jacob Milgrom señala que Levítico 25:39–55 ofrece una de las afirmaciones más radicales de la Biblia: el pueblo de Dios no puede ser propiedad de nadie más que de Dios mismo. La esclavitud, tal como se conocía en las demás culturas del antiguo Cercano Oriente, era incompatible con la santidad del pueblo redimido por Yahvé.

 

Este pasaje no es solo una instrucción histórica para Israel, sino que es una denuncia a la capacidad que tiene el ser humano a la crueldad y maltrato a otros y la creación. Por ejemplo, hoy, en pleno siglo XXI, según un reporte emitido septiembre 2022 por la ILO (International Labour Organization, Walk Free y la IOM (International Organization for Migration), “27.6 millones de personas viven en situación de trabajo forzoso en un día cualquiera. Esto equivale a 3.5 personas esclavizadas por cada mil en el mundo. Las mujeres y niñas representan 11.8 millones, y más de 3.3 millones son niños y niñas. El 86 % de estos casos ocurre en la economía privada, donde:

•      El 63 % trabaja en sectores que no son explotación sexual,

•      y el 23 % sufre explotación sexual comercial forzada.

 

Solo un 14 % es trabajo forzoso impuesto directamente por el Estado.

La mayoría son víctimas invisibles: personas atrapadas en fábricas, campos agrícolas, hogares, burdeles, barcos pesqueros o minas. Personas sin voz, sin libertad, sin redención.” El reporte continúa diciendo, “El matrimonio forzoso es una práctica compleja y altamente marcada por el género. Aunque también se obliga a hombres y niños a casarse, afecta principalmente a mujeres y niñas. Los matrimonios forzosos ocurren en todas las regiones del mundo y atraviesan líneas étnicas, culturales y religiosas. Las múltiples causas del matrimonio forzoso están estrechamente vinculadas a actitudes y prácticas patriarcales arraigadas, y son muy específicas según el contexto.

 

El número de hombres, mujeres y niños que viven en matrimonios forzados ha aumentado a nivel mundial.

Se estima que 22 millones de personas vivían en situación de matrimonio forzoso en un día cualquiera del año 2021.  Aproximadamente 50 millones de adultos y niños son esclavos hoy en día. ¡Que dolor! Este no era el plan de Dios para la humanidad.

 

Y que dice el Nuevo Testamento:

1.    El Jubileo y el descanso para la tierra. En Cristo se cumple el descanso sabático y jubilar. Él no solo trae descanso físico, sino reposo espiritual, donde cesamos de nuestras obras para confiar en la obra terminada de Dios. 

Hebreos 4:9–10 (NVI):

“Por consiguiente, queda todavía un reposo especial para el pueblo de Dios; porque el que entra en el reposo de Dios descansa también de sus obras, así como Dios descansó de las suyas.”

 

2.    El Jubileo y la redención de la propiedad (herencia). El Jubileo devolvía la tierra a sus dueños originales. En Cristo, hemos sido sellados con el Espíritu como garantía de que nuestra herencia eterna será restaurada. Él es quien redime lo que hemos perdido: nuestra comunión con Dios, nuestra identidad y nuestra posesión eterna como hijos.

 

Efesios 1:13–14 (NVI):

“…fueron marcados con el sello que es el Espíritu Santo prometido. Este garantiza nuestra herencia hasta que llegue la redención final del pueblo adquirido por Dios, para alabanza de su gloria.”

 

3.    El Jubileo y la redención de los esclavos. Jesús, al leer Isaías en la sinagoga, se presenta como el cumplimiento del año del favor del Señor, es decir, el Jubileo mesiánico. Él vino a liberar a los cautivos, no solo física, sino espiritualmente.

 

Lucas 4:18–19 (NVI):

“El Espíritu del Señor está sobre mí… Me ha enviado a proclamar libertad a los cautivos… a pregonar el año del favor del Señor.”

 

Tito 2:14 (NVI):

“Él se entregó por nosotros para rescatarnos de toda maldad y purificar para sí un pueblo elegido, dedicado a hacer el bien.”

 

Aquí Jesús es el Goel, el redentor que paga el precio para liberarnos de la esclavitud del pecado y restaurar nuestra libertad como hijos de Dios. 

Jesús proclama el Jubileo (primera venida) Jesús inicia su ministerio proclamando el Jubileo espiritual. Esto es el anticipo profético del Jubileo final, que será plenamente realizado en su regreso glorioso.

 

Lucas 4:19

“…a pregonar el año del favor del Señor.”

 

Tiempos de restauración de todas las cosas. Este pasaje conecta la segunda venida de Cristo con el tiempo de restauración —un eco claro del Jubileo: restitución, libertad, restitución de herencias, y redención plena.

 

Hechos 3:20–21

“…para que envíe a Cristo, el Mesías que ya les fue preparado. A él debe recibirlo el cielo hasta que llegue el tiempo de la restauración de todas las cosas, como Dios lo anunció desde tiempos antiguos por medio de sus santos profetas.”

 

 

Redención final del cuerpo y de la creación. La creación será liberada del cautiverio. Todo esto se cumplirá en la segunda venida.

 

Romanos 8:21–23

“La creación misma ha de ser liberada de la corrupción que la esclaviza, para así alcanzar la gloriosa libertad de los hijos de Dios. […] aguardamos nuestra adopción como hijos, es decir, la redención de nuestro cuerpo.”

 

La trompeta final. En el Jubileo, sonaba el shofar (cuerno de carnero) para proclamar libertad. Pablo habla de una trompeta final que anunciará la liberación definitiva del cuerpo y la resurrección. Esto alude claramente al Jubileo escatológico.

 

1 Corintios 15:52

“En un instante, en un abrir y cerrar de ojos, al toque final de la trompeta. Pues sonará la trompeta, y los muertos resucitarán con un cuerpo incorruptible…”

 

Todo es hecho nuevo. El clímax del Jubileo no es solo libertad, sino renovación total. En la segunda venida de Cristo, todo lo perdido será restaurado, y toda lágrima será enjugada (v. 4). Esta es la gran restauración que el Jubileo anticipaba.

 

Apocalipsis 21:5

“El que estaba sentado en el trono dijo: ‘¡Yo hago nuevas todas las cosas!’”

 

Y como podemos aplicar estas leyes a nuestra vida:

 

1.    Vivir en confianza, no en ansiedad. Como creyentes, estamos llamados a vivir desde el descanso de la fe, no desde la ansiedad del rendimiento. Esto significa confiar que Dios es nuestro proveedor, y  no nuestra productividad. Podemos parar, soltar, descansar, sabiendo que nuestra identidad no depende de cuánto hacemos, sino de a quién pertenecemos.

 

 

Hebreos 4:10 (NVI)

“…porque el que entra en el reposo de Dios descansa también de sus obras, así como Dios descansó de las suyas.”

 

2.    Vivir como mayordomos, no como dueños. Todo lo que poseemos —tiempo, recursos, dones, incluso nuestras posesiones materiales, son un regalo temporal. Somos administradores, no dueños. Esto nos llama a vivir con generosidad, desapego y responsabilidad, usándolo todo para glorificar a Dios y bendecir a otros.

 

 

1 Corintios 4:2 (NVI)

“Ahora bien, a los que reciben un encargo se les exige que demuestren ser dignos de confianza.”

 

3.    Vivir como libres y libertadores. En Cristo somos libres del pecado, del miedo y de toda esclavitud interior. Pero esa libertad no es solo personal, es una llamada a convertirnos en instrumentos de libertad para otros. Ya sea luchando contra la injusticia, sirviendo a los oprimidos o proclamando el Evangelio, el creyente está llamado a ser portador del Jubileo en medio de un mundo aún cautivo.

 

Gálatas 5:1 (NVI)

“Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud.”

 

 Por último, hebreos 11:8-10 dice, “por la fe Abraham, cuando fue llamado para ir a un lugar que más tarde recibiría como herencia, obedeció y salió sin saber a dónde iba. Por la fe se radicó como extranjero en la tierra prometida y habitó en tiendas de campaña con Isaac y Jacob, herederos también de la misma promesa, porque esperaba la ciudad de cimientos sólidos, de la cual Dios es arquitecto y constructor.

 

Te dejo con esta inquietud:

¿Estás viviendo aferrado a lo que tienes, como si fueras el dueño… o estás viviendo con manos abiertas generosas, como quien ha sido redimido y liberado por Dios?

 

Hasta el próximo episodio, si Dios lo permite. ¡Bendiciones!