Levitico, Una Ventana al Corazon de Dios Podcast

#40.Nada Permanece Oculto: Dios Examina El Corazón

Liliana Alvarez Season 2 Episode 40

En este episodio, “Nada Permanece Oculto, Dios Examina El Corazón,” exploraremos la pureza continua que se requería aun en la marcha a través del desierto. En este capítulo, cambia el enfoque de la organización y distribución de cada tribu y el llamado de los levitas a un enfoque espiritual y moral. Dios no solo establecido cómo se organizaba su pueblo externamente en su Presencia; sino que Él examina el interior del corazón de cada persona que vive en Su presencia. Recordemos que la presencia de Dios permanecía como el centro de la comunidad aun cuando se desplazaban de un lugar a otro. ¡La santidad no era negociable! A primera vista este capítulo puede parecer duro y fuerte; personas expulsadas del campamento, restitución por ofensas y un ritual extraño en el que una mujer es llevada ante el sacerdote por una sospecha de infidelidad. Pero en todo esto, lo que veremos es que Dios es justo, puro, y profundamente comprometido con la restauración de su pueblo. Nada escapa a su mirada, pero todo puede ser redimido bajo su juicio justo.

Antes de que Israel inicie su viaje por el desierto, Dios establece un control de santidad. Revisa el “equipaje” de cada persona para ver si:

1.    ¿Llevas impureza física?

2.    ¿Hay pecado oculto contra tu prójimo?

3.    ¿Se esconden sospechas de infidelidad en el fondo del corazón?

Dios no permite que el campamento avance mientras haya contaminación no tratada. Porque Su presencia viaja con ellos… y donde Él habita, la pureza no es opcional.

Hola amigos, bienvenidos. Gracias por estar aquí para el episodio #40 de "Números: Una Ventana al Corazón de Dios". En el episodio anterior, Portadores de Su Presencia, El Honor Invisible del Siervo Fiel, miramos que el servicio a Dios también tenía bastidores o personas tras el telón. Cuando la gloria de Dios se trasladaba en el desierto, no era una simple mudanza: era un acto sagrado. Vimos que los levitas, aunque no estaban bajo los reflectores, cargaban con reverencia la presencia misma de Dios.  Cada cuerda, cada estaca, y cada objeto sagrado hablaba de orden, de santidad, y sobre todo, de Jesús. Había hombres llamados por nombre que cargaban lo santo, y lo hacían con temor reverente. Cuando la presencia de Dios se movía y se trasladaba en el centro de la marcha, los levitas tenían el sagrado deber de cargarla. En este episodio, “Nada Permanece Oculto, Dios Examina El Corazón,” exploraremos la pureza continua que se requería aun en la marcha a través del desierto. En este capítulo, cambia el enfoque de la organización y distribución de cada tribu y el llamado de los levitas a un enfoque espiritual y moral. Dios no solo establecido cómo se organizaba su pueblo externamente en su Presencia; sino que Él examina el interior del corazón de cada persona que vive en Su presencia. Recordemos que la presencia de Dios permanecía como el centro de la comunidad aun cuando se desplazaban de un lugar a otro. ¡La santidad no era negociable! A primera vista este capítulo puede parecer duro y fuerte; personas expulsadas del campamento, restitución por ofensas y un ritual extraño en el que una mujer es llevada ante el sacerdote por una sospecha de infidelidad. Pero en todo esto, lo que veremos es que Dios es justo, puro, y profundamente comprometido con la restauración de su pueblo. Nada escapa a su mirada, pero todo puede ser redimido bajo su juicio justo.

Voy a leer el capítulo 5 de la Nueva Versión Internacional y dice;

El Señor dijo a Moisés: Ordénales a los israelitas que expulsen del campamento a cualquiera que tenga una infección en la piel, o padezca de un flujo inusual, o haya quedado ritualmente impuro por haber tocado un cadáver. Ya sea que se trate de hombres o de mujeres, los expulsarás del campamento para que no contaminen el lugar donde habito en medio de mi pueblo. Y los israelitas los expulsaron del campamento, tal como el Señor se lo había mandado a Moisés.

 

El Señor ordenó a Moisés que dijera a los israelitas: El hombre o la mujer que peque contra su prójimo traiciona al Señor y tendrá que responder por ello. Deberá confesar su pecado y pagarle a la persona perjudicada una compensación por el daño causado, con un recargo del veinte por ciento. Pero si la persona perjudicada no tiene ningún pariente, la compensación será para el Señor y se la entregará al sacerdote junto con el carnero, para que este pida perdón por el pecado del culpable. Toda contribución que los israelitas consagren para dársela al sacerdote será del sacerdote. Lo que cada uno consagra es suyo, pero lo que se da al sacerdote es del sacerdote.

 

El Señor ordenó a Moisés que dijera a los israelitas: Supongamos que una mujer se desvía y es infiel a su esposo acostándose con otro; supongamos también que el asunto se mantiene oculto, ya que ella pecó en secreto y no hubo testigos ni fue sorprendida en el acto. Si al esposo le da un ataque de celos y sospecha que ella ha cometido pecado o le da un ataque de celos y sospecha de ella, aunque no haya pecado, entonces la llevará ante el sacerdote y ofrecerá por ella la décima parte de un efa de harina de cebada. No derramará aceite sobre la ofrenda ni le pondrá incienso, puesto que se trata de una ofrenda por causa de celos, una ofrenda memorial de cereal para señalar un pecado.

El sacerdote llevará a la mujer ante el Señor, pondrá agua sagrada en un recipiente de barro y le echará un poco de polvo del suelo del santuario. Luego llevará a la mujer ante el Señor, le soltará el cabello y pondrá en sus manos la ofrenda memorial por los celos, mientras él sostiene la vasija con las aguas amargas de la maldición. Entonces el sacerdote pondrá a la mujer bajo juramento y le dirá: Si estando bajo la potestad de tu esposo no te has acostado con otro hombre ni te has desviado hacia la impureza, estas aguas amargas de la maldición no te dañarán. Pero si estando bajo la potestad de tu esposo te has desviado y te has vuelto impura al tener relaciones sexuales con otro hombre —aquí el sacerdote pondrá a la mujer bajo esta maldición—, que el Señor te haga objeto de maldición en medio de tu pueblo, que te haga estéril y que el vientre se te hinche. Cuando estas aguas de la maldición entren en tu cuerpo, que te hinchen el vientre y te hagan estéril.

Y la mujer responderá: ¡Amén! ¡Que así sea!

El sacerdote escribirá estas maldiciones en un documento, que lavará con las aguas amargas. Después hará que la mujer se beba las aguas amargas de la maldición, que entrarán en ella para causarle amargura. El sacerdote recibirá de ella la ofrenda por los celos. Procederá a mecer ante el Señor la ofrenda de cereal, la cual presentará sobre el altar; tomará de la ofrenda un puñado de cereal como memorial y lo quemará en el altar. Después hará que la mujer se beba las aguas. Cuando ella se haya bebido las aguas de la maldición y estas entren en ella para causarle amargura, si fue infiel a su esposo y cometió pecado, se le hinchará el vientre y quedará estéril. Así esa mujer caerá bajo maldición en medio de su pueblo. Pero si no cometió pecado, sino que se mantuvo pura, entonces no sufrirá daño alguno y será fértil.

Esta es la ley en cuanto a los celos, cuando se dé el caso de que una mujer, estando bajo la potestad de su esposo, se desvíe del buen camino y se vuelva impura por cometer pecado o cuando al esposo le dé un ataque de celos y sospeche de su esposa. El sacerdote llevará a la mujer a la presencia del Señor y le aplicará esta ley al pie de la letra. El esposo quedará exento de culpa, pero la mujer sufrirá las consecuencias de su pecado.

Jacob Milgrom en su comentario de Números dice, “Para Israel, a punto de emprender su marcha por el desierto, nada era más vital que la certeza de la Presencia de Dios, la cual dependía del mantenimiento estricto de la pureza del campamento.” (Milgrom, J. (1990). Numbers (p. 34). Jewish Publication Society). 

¿Alguna vez te has preguntado qué tanto importa lo que sucede en lo secreto, en lo íntimo, en lo invisible… incluso en lo que no se puede comprobar con evidencia? ¿Y qué pasa cuando el pecado no solo te afecta a ti, sino que contamina todo lo que te rodea?

Miralo asi, Imagina que estás a punto de embarcarte en un vuelo internacional. Tienes todo listo: maletas, pasaporte, tu boleto… estás en la puerta de embarque. Pero antes de abordar, debes pasar por el control de pasaporte y de aduanas.

Allí, el oficial no solo revisa tus documentos. También escanea tu cuerpo y equipaje. Todo lo que traes contigo —ropa, objetos personales, incluso cosas olvidadas en el fondo de la maleta— sale a la luz. Si llevas algo ilegal, contaminado o indebido, en tu cuerpo o maletas no puedes continuar el viaje hasta que sea removido o resuelto.

No importa lo preparado que estés. Si llevas algo contaminante o prohibido, el viaje se detiene. Es posible que ni puedas viajar.

Así funciona Números 5. Antes de que Israel inicie su viaje por el desierto, Dios establece un control de santidad. Revisa el “equipaje” de cada persona para ver si:

1.    ¿Llevas impureza física?

2.    ¿Hay pecado oculto contra tu prójimo?

3.    ¿Se esconden sospechas de infidelidad en el fondo del corazón?

Dios no permite que el campamento avance mientras haya contaminación no tratada. Porque Su presencia viaja con ellos… y donde Él habita, la pureza no es opcional.

Vamos a dividir este capitulo en 3 partes:

 

1.    La Santidad Exige Separación: Los Impuros Son Expulsados del Campamento (V1–4).  El capítulo comienza con una orden divina contundente: todo aquel que estuviera impureza ritual por infección de piel, flujo inusual o haya tenido contacto con cadáver debía ser expulsado del campamento. No se trataba de castigo, sino de preservar la santidad del lugar donde habitaba Dios. Recordemos que en la serie de Levítico en los episodios 14-18 hablamos de estas impurezas rituales. Dice el versículo 3: “Ya sea que se trate de hombres o de mujeres, los expulsarás del campamento para que no contaminen el lugar donde habito en medio de mi pueblo”. Este acto doloroso tenía un propósito redentor: proteger la vida comunitaria de Israel y recordar que la santidad de Dios no puede convivir con impureza.

2.    La Santidad exige Confesión y Restitución (V5–10) A continuación, Dios instruye sobre los pecados cometidos contra otras personas. Pero lo interesante es lo que dice el versículo 5-6: “El Señor ordeno a Moisés que dijera a los israelitas: El hombre o la mujer que peque contra su prójimo traiciona al Señor y tendrá que responder por ello”. El pecado interpersonal es también una ofensa contra Dios. Levitico 6:1-7 dice, “El Señor dijo a Moisés: Si alguien comete una falta y peca contra el Señor al defraudar a su prójimo en algo que se dejó a su cuidado, o si roba u oprime a su prójimo despojándolo de lo que es suyo, o si encuentra algo que se perdió y niega tenerlo, o si comete perjurio en alguna de las cosas en que se acostumbra pecar, será culpable y deberá devolver lo que haya robado, quitado, lo que se le haya dado a guardar, el objeto perdido que niega tener o cualquier otra cosa por la que haya cometido perjurio. Así que deberá restituirlo íntegramente y añadir la quinta parte de su valor. Todo esto lo entregará a su dueño el día que presente su sacrificio por la culpa. Llevará al Señor un carnero sin defecto, cuyo precio será fijado como sacrificio por la culpa. Lo presentará al sacerdote, quien pedirá perdón ante el Señor por esa persona, y cualquier cosa por la que se haya hecho culpable le será perdonada”. Hay dos aspectos importantes en Números 5 que complementan la ley en Levítico 5 y 6 y son la confesión admitiendo su culpa y la entrega de la restitución del daño +20% al perjudicado si esta vivo, pero si ha muerto y no tiene herederos entonces esa restitución es para el sacerdote. Este acto de restitución nos recuerda que la justicia de Dios busca restaurar, no solo castigar. Gordon Wenham en su comentario de Números dice lo siguiente, “La importancia práctica de esta ley es evidente. Israel había sido organizado en formación de batalla para marchar hacia la tierra prometida. Pero su unidad se vería destruida si estaban peleando entre ellos y tomando el nombre de Dios en vano. A través de la restitución y el sacrificio, podía restaurarse la paz con Dios y la armonía dentro de la nación”. Muy cierto lo que dice Wenham, es imposible para Israel llegar a la tierra prometida cuando hay divisiones entre el pueblo.  

3.    La Santidad exige que lo oculto salga a la luz: La Ley del Celo y el Juicio de Dios (V11–31) Esta sección presenta un ritual extraño para nuestros oídos modernos: cuando un esposo sospechaba que su esposa le había sido infiel, pero no había pruebas, ni testigos y entonces la llevaba al sacerdote para probar su culpabilidad o inocencia. El rito que se menciona en este este texto se llama ordalía por agua. La palabra "ordalía", proveniente del  latín ordalia, se refiere a un antiguo método judicial utilizado para determinar la culpabilidad o inocencia de un acusado. Más que un simple proceso legal, la ordalía representaba una apelación directa a la divinidad, era una forma de juicio en la que Dios dictaba sentencia. En el antiguo cercano oriente los Hititas y los Babilonios practicaban la ordalía. Estos rituales parecen arcaicos y actos de magia para nuestra cultura actual, pero para el mundo del Antiguo Testamento estos ayudaban a que el pueblo pudiera entender de una manera visual verdades divinas. Vamos a ver en que consistía esta ordalía:

·      El esposo celoso llevaba a su esposa y una ofrenda de cereal apropiada al sacerdote (v. 15).

·      El sacerdote llevaba a la mujer al atrio del tabernáculo, delante del SEÑOR (v. 16).

·      El sacerdote tomaba un recipiente de barro, ponía agua del lavadero en él y la mezcla con polvo del suelo del tabernáculo (v. 17).

·      El sacerdote regresaba a la mujer, le soltaba el cabello y ponía la ofrenda de cereal en su mano (v. 18).

·      Sosteniendo el agua en sus manos, el sacerdote recitaba la maldición a la mujer, y ella contestaba Amen, Así sea (vv. 19–22).

·      El sacerdote escribía las maldiciones y luego las borraba en el agua santa (v. 23).

·      El sacerdote tomaba la ofrenda de cereal de manos de la mujer y quemaba parte de ella en el altar (vv. 25–26).

·      La mujer bebía el agua (v. 26b).

·      Luego si era culpable entonces se le hinchaba el vientre y quedaba infértil y si era inocente no sufría daño alguno y seria muy fértil (vv. 27–28).

Recuerdo que hace unos 6 años cuando enseñe este libro en un estudio de mujeres aquí en mi casa, todas lloramos cuando miramos esta ley de celos. Como mujeres, podíamos imaginarnos lo que una mujer en tal situación podía sentir. El quedar infértil y aislada de su comunidad era terrible. Pero también miramos el caso de la mujer inocente y las acusaciones de su esposo. Hubiese sido muy duro para ella estar sujeta a la inseguridad de su esposo. Además, luego de pasar por semejante ordalía y probar su inocencia debía regresar con el mismo esposo que la acusó. Y tener una familia. Podemos entender los retos que tal situación implicaba, la dificultad de las relaciones humanas y los conflictos matrimoniales por infidelidad. Este rito tenía dos propósitos: 1. Proteger la dignidad de la mujer contra acusaciones falsas. 2. Dejar que Dios mismo juzgara lo que los humanos no podían ver. 

Levítico 20:10 (NVI) dice: “Si un hombre comete adulterio con la esposa de su prójimo, tanto el adúltero como la adúltera serán condenados a muerte.”

Deuteronomio 22:22 (NVI) dice: “Si un hombre es sorprendido acostado con la esposa de otro, tanto el hombre como la mujer morirán. Así extirparás el mal de Israel.” Según la ley, ambos son culpables y condenados a muerte. En este caso no había testigos y si la mujer no era aprehendida en el acto esta ley conseguía revelar algo oculto y resolver las sospechas y celos del esposo. La pena de muerte siempre iba acompañada de testigos. Cuando el sacerdote recogía polvo del suelo del tabernáculo para mezclarlo con el agua santa que provenía del lavadero, no era un gesto arbitrario. Ese polvo hablaba. Era un símbolo visual y teológico: un recordatorio de que somos frágiles, finitos, hechos del polvo de la tierra.  Desde el Edén, Dios le dijo al hombre: “Polvo eres, y al polvo volverás.” (Génesis 3:19) Ingerir ese polvo era un mensaje silencioso pero poderoso: “Dios conoce tu origen, conoce tu corazón… y ante Él nada permanece oculto.” Cuando la mujer escucha al sacerdote pronunciar la maldición, y contesta “Amen” entonces queda bajo la maldición del juramento. Desde ese momento, está sujeta a las consecuencias para su castigo o inocencia. ¡Dios es su juez! Ya nadie puede intervenir. 

Esta ley me recuerda cuando David hizo un censo de todo su ejército y se dio cuenta que había pecado contra su Dios. Luego se arrepintió ante el Señor y Dios le dio a escoger el castigo. David conocía a su Dios. Sabía que, aun cuando Dios disciplina, lo hace con misericordia. Por eso prefirió caer en manos de Dios antes que en las de hombres. De cierta manera es lo que está sucediendo en este texto con esta ley. La mujer se presenta delante del Señor, solo Dios conoce el corazón de esta mujer. La realidad es que solo Dios conoce el corazón del hombre. La misericordia de Dios es para siempre aun en su justicia. 

Y que dice el nuevo testamento

1.    Ya no es necesario ser expulsado del campamento, Jesús, vino a restaurar y sanar. Todos se pueden acercarse al Padre a través de Él. Jesús, no solo no rechaza al impuro, sino que lo toca y lo purifica.  

Lucas 5:12-13 dice: “En otra ocasión, cuando Jesús estaba en un pueblo, se presentó un hombre con su piel toda enferma. Al ver a Jesús, cayó rostro en tierra y suplicó: —Señor, si quieres, puedes limpiarme. Jesús extendió la mano y tocó al hombre. —Sí, quiero —dijo—. ¡Queda limpio! Y al instante desapareció la enfermedad.”

 

2.    Este acto de restitución nos recuerda que la justicia de Dios busca restaurar, no solo castigar. Y Jesús, como nuestro mediador, vino a reconciliarnos con Dios y con los demás. 

Mateo 5:23-24 dice, “Por lo tanto, si estás presentando tu ofrenda en el altar y allí recuerdas que tu hermano tiene algo contra ti, deja tu ofrenda allí delante del altar. Ve primero y reconcíliate con tu hermano; luego vuelve y presenta tu ofrenda.” Hoy, no necesitamos agua amarga ni maldiciones simbólicas. Jesús cargó la maldición en lugar nuestro.

 

3.    así como la mujer tomó el agua que la juzgaría, Jesús tomo la copa de ira que nosotros debíamos tomar. 

Gálatas 3:13 dice, Cristo nos rescató de la maldición de la ley, al hacerse maldición por nosotros, pues esta escrito: “Maldito todo el que esta colgado de un madero.” 

 

Jesús, en vez de acusar a su esposa, como esposo fiel, se entrego por ella. 

Efesios 5:25-27 dice,  “Esposos, amen a sus esposas, así como Cristo amó a la iglesia y se entregó por ella para hacerla santa. Él la purificó, lavándola con agua mediante la palabra, para presentársela a sí mismo como una iglesia radiante, sin mancha ni arruga ni ninguna otra imperfección, sino santa e intachable. 

Y como podemos aplicarlo a nuestras vidas

1.    Dios desea tu santidad en lo físico, moral y espiritual

Pregúntate, ¿Estoy permitiendo que impurezas “invisibles” o “secretas” contaminen mi vida espiritual?

Hebreos 12:14 dice, “Busquen la paz con todos y la santidad, sin santidad, nadie verá al Señor” (Hebreos 12:14, NVI).

2.    El pecado no confesado rompe comunión con Dios y con otros. Siempre es mejor cuando se admite pecado y se confiesa al que has ofendido.

Santiago 5:16 dice, Por eso, “Confiesense unos a otros sus pecados y oren unos por otros, para que sean sanados. La oración del justo es poderosa y eficaz.” (Santiago 5:16, NVI).

3.    Corre a los pies de Jesús. En Cristo, podemos presentarnos sin temor ante el juez. La misericordia de Dios y su amor te esperan.

Eclesiastés 12:14 dice,  “Pues Dios juzgará toda obra, buena o mala, aun la realizada en secreto.”, 

Por ultimo, TE DEJO CON ESTA INQUIETUD…

¿Estás cuidando la pureza de tu vida —no solo externa, sino del corazón— como si Dios habitara en medio de ti?

¿Estás dispuesto a permitir que Su luz entre en lo más oculto de tu ser —no para condenarte, sino para restaurarte? Es una invitación a vivir con un corazón sin doblez, donde nada se esconde…y donde todo puede ser sanado. Hasta la próxima semana, si Dios lo permite. Bendiciones.