Levitico, Una Ventana al Corazon de Dios Podcast

#41. Separados para Dios y La Bendición Sacerdotal

Liliana Alvarez Season 2 Episode 41

En este episodio, “Separados para Dios y la Bendición Sacerdotal”, exploraremos el voto nazareo, que ofrecía una forma de acceso especial a Dios a cualquier israelita —hombre o mujer— que quisiera consagrarse voluntariamente y también miraremos una de las bendiciones más conocidas y queridas en toda la Escritura: la bendición sacerdotal que revela el deseo de Dios de bendecir, proteger y vivir en comunión con su pueblo.

En medio de las instrucciones sobre la organización del campamento y la pureza del pueblo, el capítulo 6 introduce un tema profundamente personal y devocional: el voto nazareo. En una cultura del Antiguo Cercano Oriente dominada por linajes sacerdotales exclusivos, el voto nazareo ofrecía una forma de acceso especial a Dios a cualquier israelita —hombre o mujer— que quisiera consagrarse voluntariamente. Dios le daba la oportunidad a cualquiera que quisiera voluntariamente acercarse a El de manera especial atravesando de este voto nazareo. 

Podemos comparar este voto con un atleta olimpico.  Míralo de esta manera, magina a un atleta olímpico. No es un atleta cualquiera, sino uno que ha decidido entrenar con disciplina extraordinaria para un objetivo que está más allá de lo cotidiano. Durante años— se abstiene de ciertas comidas, de fiestas con amigos y familiares y no descansa de entrenar. Se levanta más temprano que los demás. Mientras otros viven en la comodidad, él elige renunciar a vivir como los demás… no porque sea obligatorio, sino porque ha puesto su mirada en algo más alto: una medalla que representa honra, excelencia, y una consagración total a su meta.

Así era el voto del nazareo. No era mandatorio. Nadie lo obligaba. Pero quienes lo hacían decían con su vida: “Quiero vivir, aunque sea por un tiempo, de forma radicalmente entregada a Dios”. Como ese atleta, renunciaban a placeres legítimos, se apartaban del ruido, y vivían bajo un estándar distinto, no para gloriarse, sino para buscar una comunión más profunda con Dios. Y al igual que el atleta, cuando todo terminaba, no volvían igual. La consagración los había transformado. 

Hola amigos, bienvenidos. Gracias por estar aquí para el episodio #41 de "Números: Una Ventana al Corazón de Dios". En el episodio anterior, “Nada Permanece Oculto, Dios Examina El Corazón,” exploramos la pureza continua que Dios requería aun en la marcha a través del desierto. Él examina el interior del corazón de cada persona que vive en Su presencia. Recordemos que la presencia de Dios permanecía como el centro de la comunidad aun cuando se desplazaban de un lugar a otro. Dios es justo, puro, y profundamente comprometido con la restauración de su pueblo. Los capítulos 5-7 de números, parece que fueron insertados arbitrariamente, pero no fue así. Era una manera tangible de resolver conflictos internos y disputas en la comunidad. El Rabbi Jonathan Sacks en su comentario “Números, Los Años En El Desierto”, expresa esta idea de la siguiente manera, “Dios crea la cura antes que la enfermedad”. Estos capítulos, aunque son una medicina no evitan la condición humana, el conflicto interpersonal y la rebelión en contra de lo que Dios estableció. En este episodio, “Separados para Dios y la Bendición Sacerdotal”, exploraremos el voto nazareo, que ofrecía una forma de acceso especial a Dios a cualquier israelita —hombre o mujer— que quisiera consagrarse voluntariamente y también miraremos una de las bendiciones más conocidas y queridas en toda la Escritura: la bendición sacerdotal que revela el deseo de Dios de bendecir, proteger y vivir en comunión con su pueblo.

 

Voy a leer el capítulo 6 de la Nueva Versión Internacional y dice,

 

El Señor ordenó a Moisés que dijera a los israelitas: Cuando un hombre o una mujer haga una promesa especial, una promesa que lo consagre al Señor como nazareo, deberá abstenerse de vino y de otras bebidas fermentadas. No beberá vinagre de vino ni de otra bebida fermentada; tampoco beberá jugo de uvas ni comerá uvas ni pasas. Mientras dure su promesa de nazareo, no comerá ningún producto de la vid, desde la semilla hasta la cáscara.

Mientras dure el tiempo de su consagración al Señor, es decir, mientras dure su promesa de nazareo, tampoco se cortará el cabello, sino que se lo dejará crecer y se mantendrá santo.

 

Mientras dure el tiempo de su consagración al Señor, no podrá acercarse a ningún cadáver, ni siquiera en caso de que muera su padre, su madre, su hermano o su hermana. No deberá hacerse ritualmente impuro a causa de ellos, porque lleva sobre la cabeza el símbolo de su consagración a Dios. Mientras dure el tiempo de su consagración al Señor, se mantendrá santo.

 

Si de improviso alguien muere junto a él, la consagración de su cabeza quedará anulada; así que al cabo de siete días, en el día de su purificación, deberá rasurarse la cabeza. Al octavo día llevará dos palomas o dos tórtolas y se las entregará al sacerdote a la entrada de la Tienda de reunión. El sacerdote ofrecerá una de ellas como sacrificio por el perdón de pecados, y la otra como holocausto. Así el sacerdote pedirá perdón por el pecado del nazareo, ya que este pecó al entrar en contacto con un cadáver. Ese mismo día el nazareo volverá a consagrar su cabeza, consagrando al Señor el tiempo de su nazareato y llevando un cordero de un año como sacrificio por la culpa. No se le tomará en cuenta el tiempo anterior, porque su consagración quedó anulada.

 

Esta ley se aplicará al nazareo al cumplir su período de consagración. Será llevado a la entrada de la Tienda de reunión, y allí ofrecerá como holocausto al Señor un cordero de un año, sin defecto; como sacrificio por el perdón, una oveja de un año, sin defecto; y como sacrificio de comunión, un carnero sin defecto. Ofrecerá además un canastillo de panes sin levadura, panes de harina refinada amasados con aceite, hojuelas sin levadura untadas con aceite, y también ofrendas de cereal y ofrendas líquidas.

Entonces el sacerdote las presentará al Señor y ofrecerá el sacrificio por el perdón y el holocausto en favor del nazareo. Ofrecerá el carnero al Señor como sacrificio de comunión, junto con el canastillo de panes sin levadura. También presentará las ofrendas de cereal y las ofrendas líquidas.

Luego, a la entrada de la Tienda de reunión el nazareo se rapará la cabeza. Tomará el cabello que consagró y lo echará al fuego que arde bajo el sacrificio de comunión.

Una vez que el nazareo se haya rapado la cabeza, el sacerdote tomará del canastillo un pan sin levadura y una hojuela sin levadura, más la espaldilla cocida del carnero; pondrá todo esto en manos del nazareo. Después, mecerá todo esto ante el Señor como una ofrenda. Todo esto es santo y pertenece al sacerdote, lo mismo que el pecho mecido y el muslo ofrecido como contribución. Finalizado este rito, el nazareo podrá beber vino.

Esta ley se aplicará al nazareo que haga una promesa. Esta es la ofrenda que presentará al Señor por su nazareato, aparte de lo que pueda dar según sus recursos. Según la ley del nazareato, deberá cumplir la promesa que hizo.

El Señor ordenó a Moisés: Diles a Aarón y a sus hijos que impartan la bendición a los israelitas con estas palabras:

 

El Señor te bendiga y te guarde;
El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y te extienda su amor;
El Señor mueva su rostro hacia ti y te conceda la paz.

Así invocarán mi nombre sobre los israelitas, para que yo los bendiga.

En medio de las instrucciones sobre la organización del campamento y la pureza del pueblo, el capítulo 6 introduce un tema profundamente personal y devocional: el voto nazareo. En una cultura del Antiguo Cercano Oriente dominada por linajes sacerdotales exclusivos, el voto nazareo ofrecía una forma de acceso especial a Dios a cualquier israelita —hombre o mujer— que quisiera consagrarse voluntariamente.

 

Vamos desglosar este capítulo en cuatro partes:

1.    El Voto Nazareo (V1-8). La palabra hebrea “nazir” significa “consagrado” o “separado” y aparece 12 veces en diferentes formas en este capitulo. Estos votos no eran ordinarios, sino extraordinarios: una expresión radical de devoción. Así como el sacerdote vivía con restricciones para poder ministrar en la presencia divina, el nazareo adoptaba un estilo de vida similar por un período limitado —o incluso de por vida, como Sansón o Samuel.

Míralo de esta manera, magina a un atleta olímpico. No es un atleta cualquiera, sino uno que ha decidido entrenar con disciplina extraordinaria para un objetivo que está más allá de lo cotidiano. Durante años— se abstiene de ciertas comidas, de fiestas con amigos y familiares y no descansa de entrenar. Se levanta más temprano que los demás. Mientras otros viven en la comodidad, él elige renunciar a vivir como los demás… no porque sea obligatorio, sino porque ha puesto su mirada en algo más alto: una medalla que representa honra, excelencia, y una consagración total a su meta.

Así era el voto del nazareo. No era mandatorio. Nadie lo obligaba. Pero quienes lo hacían decían con su vida: “Quiero vivir, aunque sea por un tiempo, de forma radicalmente entregada a Dios”. Como ese atleta, renunciaban a placeres legítimos, se apartaban del ruido, y vivían bajo un estándar distinto, no para gloriarse, sino para buscar una comunión más profunda con Dios. Y al igual que el atleta, cuando todo terminaba, no volvían igual. La consagración los había transformado. Gordon Wenham en su libro “Números, Una Introducción y Comentario”, dice que “Los nazareos eran los monjes y monjas del antiguo Israel, hombres o mujeres laicos que se consagraban al servicio total de Dios, generalmente por un período específico de tiempo, aunque más raramente de por vida”. Había 3 áreas de restricción cuando se hacia este voto y consagración: Primero, no se podía consumir nada del viñedo y cualquiera de sus productos, incluyendo el vino. Esta prohibición es obvia ya que sería posible consumir vino excesivamente causando borrachera. Proverbios 20:1 dice, “El vino lleva a la insolencia y la cerveza al escándalo; ¡nadie bajo sus efectos se comporta sabiamente”! Proverbios 23:29-35 dice ¿”De quién son los lamentos? ¿De quién los pesares? ¿De quién son los pleitos? ¿De quién las quejas?
¿De quién son las heridas gratuitas? ¿De quién los ojos morados?
¡Del que no suelta la botella de vino ni deja de probar licores!
No te fijes en lo rojo que es el vino, ni en cómo brilla en la copa, ni en la suavidad con que se desliza;
porque acaba mordiendo como serpiente y envenenando como víbora.
Tus ojos verán alucinaciones y tu mente imaginará perversidades.
Te parecerá estar durmiendo en alta mar, acostado sobre el mástil mayor.
Y dirás: «Me han herido, pero no me duele. Me han golpeado, pero no lo siento.¿Cuándo despertaré de este sueño para ir a buscar otro trago?

Segunda restricción, no se podían cortar el cabello. El cabello largo era una evidencia visible de una decisión individual de ser un nazareo. El cabello largo era un regalo de Dios para el nazareo. Además era una señal de santidad y la gloria. Y la tercera restricción, evitar tocar o tener contacto con un cadáver. Esta restricción es paralela a del sumo sacerdote. Lev 21:11 dice sobre el sumo sacerdote, No entrará en ningún lugar donde haya un cadáver. No deberá contaminarse, ni siquiera por su padre o por su madre”. El entrar en contacto accidentalmente con un cadáver lo hacia ritualmente impuro y anulaba el voto. Este pacto temporal era único, voluntario, personal y público y costoso.

 

2.    La Anulación del Voto (V9-12) Esta promesa quedaba anulada si el nazareo entraba en contacto con un cadáver. Luego debía comenzar un proceso de limpieza ritual de 7 días y deberá raparse la cabeza. Al octavo debe llevar una ofrenda de purificación por el pecado y una ofrenda de reparación por la culpa. Todo el tiempo que llevaba como nazareo antes de tocar el cadáver queda completamente anulado y el llevar las ofrendas era una reiniciación del voto.

 

3.    El alto costo del Voto (v13-21) Una vez el nazareo haya cumplido su periodo de consagración debia ofrecer un cordero de un año sin defecto como ofrenda quemada, como ofrenda de purificación debia llevar, una oveja de un año sin defecto y como ofrenda de comunión un carnero sin defecto. Además, una ofrenda de grano, cereal y ofrendas liquidas. Era extremadamente costoso. Lo otro que debía entregar era el cabello que le había crecido, un regalo de Dios, para ser quemado sobre el altar. Cada individuo media el costo antes de hacer la promesa. Eclesiastés 5:1-7 dice, Cuando vayas a la casa de Dios, cuida tus pasos y acércate a escuchar en vez de ofrecer sacrificio de necios, que ni conciencia tienen de que hacen mal. No te apresures, ni con la boca ni con el corazón, a hacer promesas delante de Dios; él está en el cielo y tú estás en la tierra. Mide, pues, tus palabras. De las muchas ocupaciones brotan los sueños y de las muchas palabras, las tonterías. Cuando hagas una promesa a Dios, no tardes en cumplirla, porque a Dios no le agradan los necios. Cumple tus promesas: Es mejor no hacer promesas que hacerlas y no cumplirlas. No permitas que tu boca te haga pecar, ni digas luego ante el mensajero del Templo que lo hiciste sin querer. ¿Por qué ha de enojarse Dios por lo que dices y destruir el fruto de tu trabajo?  En medio de tantos sueños de vanidad y palabrerías, muestra temor a Dios.

4.    La bendición sacerdotal, parashat naso, en hebreo, dice:

¡Que el Señor te bendiga, y te cuide!
¡Que el Señor haga resplandecer su rostro sobre ti, y tenga de ti misericordia! ¡Que el Señor alce su rostro sobre ti, y ponga en ti paz!

Jacob Milgrom en su comentario de Números dice acerca de esta bendición, “La primera parte de cada línea invoca el movimiento de Dios hacia Su pueblo; la segunda, Su acción a favor de ellos.⁵⁴ Tal como se presenta aquí, Dios inicia seis acciones: bendecir y proteger; hacer brillar Su rostro y ser misericordioso; otorgar Su favor y conceder paz. Sin embargo, la conjunción “y” también puede indicar consecuencia: la bendición resulta en protección; el rostro resplandeciente de Dios produce gracia; el otorgamiento del favor divino produce paz.” En hebreo La primera frase son 3 palabras, la segunda 5 palabras y la ultima son 7 palbaras. El sacerdote era solo un instrumento usado por Dios como mediador y debia impartir esta bendición a todo el pueblo de Israel. Esta bendición es la mas antigua en la Biblia. R.D. Cole en su comentario de Numeros dice, Esta bendición fue importante en la vida de los antiguos israelitas se confirma por la copia encontrada en las excavaciones de Ketef Hinnom, al suroeste del Monte Sion y de la Ciudad Vieja de Jerusalén. (Cole, R. D. (2000). Numbers (Vol. 3B, p. 128). Broadman & Holman Publishers.) El Rabbino Jonathan Sacks dice, “Protección, gracia, paz: estas son las bendiciones de Dios, comunicadas por medio de los sacerdotes. Somos lo que oramos. Si quieres entender a un pueblo, observa sus oraciones. El pueblo judío no pidió riquezas ni poder. No tuvo hambre de imperio. No deseó conquistar ni convertir al mundo. Pidió protección: el derecho a vivir fieles a sí mismos sin temor; pidió gracia: la capacidad de ser agentes de bien para los demás; y pidió paz: esa plenitud del ser en la que cada uno aporta sus dones individuales al bien común.” Esta bendición es muy apropiada ya que Israel estaba a punto de emprender su viaje por el desierto hacia la tierra prometida. Raymond Brown en su libro, “El mensaje de Números: Camino hacia la Tierra Prometida”, dice lo siguiente,  “El SEÑOR te bendiga.” Para la mentalidad hebrea, la “bendición” era algo cierto y específico: un vasto almacén de dones invaluables que el dinero jamás podría comprar. Incluía tesoros como el amor humano, el don de los hijos, las alegrías de la vida familiar, el deleite del hogar y la seguridad de cosechas abundantes. No merecían la inmensurable generosidad de la provisión divina, pero sus necesidades eran suplidas sobre la base de Su incomparable generosidad, no como recompensa por una devoción inquebrantable.

“El SEÑOR… te guarde.” Él era su defensor todopoderoso. Ellos necesitarían su protección ya enfrentarían enemigos, pero Dios enviaría un ángel para que los guiara. Exodo 23:20 dice “Date cuenta, Israel, que yo envío mi ángel delante de ti para que te proteja en el camino y te lleve al lugar que te he preparado.” “El SEÑOR haga resplandecer su rostro sobre ti.” Según Wenham es que “Cuando Dios sonríe sobre su pueblo, pueden tener la certeza de que será misericordioso con ellos; es decir, los librará de todas sus aflicciones.” Wenham continua, “Alce su rostro hacia ti”,  alzar los ojos o el rostro significa prestar atención (Génesis 43:29; Salmos 4:6; 34:15). La paz, shalom en hebreo, es mucho más que la ausencia de guerra. Significa bienestar, salud, prosperidad y salvación; en resumen, la suma total de todos los buenos dones de Dios para su pueblo.

Parashat Nasó enseña que el pueblo de Dios debia ir más allá del deber para lograr la paz: entre esposo y esposa, entre líderes comunitarios, y entre personas comunes que aspiraban a una santidad más allá de lo ordinario. Este voto voluntario y bendicion de Dios eran indispensables antes de que Israel emprendiera su viaje por el desierto, el cual pondría a prueba cada aspecto de su fe individual y colectiva. Todas estas leyes eran el fundamento sobre la cual Dios preparaba a su pueblo para ser una nación bajo su reinado, una nación santa, con valores diferentes al resto de las naciones a su alrededor pero sobre todo un pueblo que adoraba al Dios del universo, al único, “Yo Soy”.

Bueno y que dice el nuevo testamento

 

1.    Jesús: el Nazareo por excelencia. Aunque el término nazareo no se usa directamente de Jesús en el sentido técnico del voto, su vida encarna muchas de las características del nazareo consagrado:

  • Fue Separado para Dios desde el nacimiento:

Lucas 1:31–32 dice,  “Quedarás embarazada y darás a luz un hijo, y le pondrás por nombre Jesús. Él será un gran hombre y lo llamarán Hijo del Altísimo. Dios el Señor le dará el trono de su padre David”.  el ángel anuncia que Jesús será “llamado Hijo del Altísimo”, consagrado desde el vientre. Esto recuerda el lenguaje usado para Samuel y Sansón (ver Jueces 13:5; 1 Samuel 1:11).

·      Se abstuvo del vino antes de su muerte: Este acto evoca la restricción del nazareo con respecto al fruto de la vid.

Mateo 26:29 dice que En la última cena, Jesús dijo: “Les digo que no beberé de este fruto de la vid desde ahora en adelante, hasta aquel día en que beba con ustedes el vino nuevo en el reino de mi Padre.”

  • Consagrado hasta la muerte. A diferencia del nazareo, que debía purificarse si tenía contacto con un cadáver, Jesús, siendo santo se entregó voluntariamente a la muerte para purificarnos. Lo que el nazareo evitaba, Cristo lo asumió para salvarnos.

Hebreos 7:26 dice, 

 “Nos convenía tener un sumo sacerdote así: santo, irreprochable, puro, apartado de los pecadores y exaltado sobre los cielos. “

2.    Los creyentes: llamados a una vida consagrada. El Nuevo Testamento amplía el llamado de consagración a todos los creyentes, no solo a una élite:

Romanos 12:1:

“…ofrezcan sus cuerpos como sacrificio vivo, santo y agradable a Dios. Este es el verdadero culto que deben ofrecer.”

1 Pedro 2:9:

“Pero ustedes son linaje escogido, real sacerdocio, nación santa, pueblo que pertenece a Dios…”

Así como el nazareo era un recordatorio visible del llamado de Israel a la santidad, los creyentes hoy son llamados a ser señales vivientes del Reino de Dios.

3.    Jesús como cumplimiento de la bendición sacerdotal. La bendición de Números 6:24–26 se cumple de manera profunda en Cristo:

  • 2 Corintios 4:6:

“Porque Dios, que dijo: «¡Que la luz resplandezca en las tinieblas!»,[a] hizo brillar su luz en nuestro corazón para que conociéramos la gloria de Dios que resplandece en el rostro de Jesucristo.”

Juan 14:27:

 “La paz les dejo; mi paz les doy. Yo no se la doy a ustedes como la da el mundo. No se angustien ni se acobarden.”

Cristo otorga la paz final que el sacerdote proclamaba.

  • Efesios 1:3:

“Dios nos ha bendecido en las regiones celestiales con toda bendición espiritual en Cristo.”

La bendición que antes era pronunciada sobre el pueblo, ahora habita dentro del creyente por medio de Jesús.


 Y como podemos aplicar estas verdades a nuestra vida,


1.
    Vivir una vida consagrada, aunque estemos en medio del mundo

El nazareo no se retiraba del campamento, pero sí vivía diferente. Hoy, el llamado es parecido: no se trata de salir del mundo, sino de vivir de manera diferente dentro de él.

 

Juan 17:15 dice,

“No te pido que los saques del mundo, sino que los protejas del maligno” (Juan 17:15, NVI).

 

¿Hay algo a lo que Dios te esté llamando a renunciar por un tiempo —una práctica, un hábito, una distracción— para buscarlo con mayor profundidad?

 


2.
    Entender que la consagración tiene un costo… pero también una recompensa

El nazareo no podía ir a funerales, ni celebrar como los demás. La vida consagrada requiere disciplina, renuncia y enfoque. Pero el costo no se compara con el valor de caminar más cerca de Dios.

 

“El que quiera ser mi discípulo, debe negarse a sí mismo, tomar su cruz cada día y seguirme” (Lucas 9:23, NVI).

 

¿Estás dispuesto a pagar el precio de una vida separada para Dios?


3.
    Recibir la bendición de Dios como identidad, no como deseo

La bendición sacerdotal no era solo un deseo bonito. Era una declaración poderosaque moldeaba la identidad del pueblo. En Cristo, tú ya has recibido esa bendición.

 

“Ustedes han sido sellados con el Espíritu Santo, como garantía de la herencia” (Efesios 1:13–14, parafraseado).

 

Dios te bendice, te guarda, hace resplandecer su rostro sobre ti, te concede gracia y paz. Esa es tu posición en Cristo, incluso cuando no la sientes.

 

Por último, te dejo con esta inquietud… El nazareo entregaba su cabello —el símbolo visible de su consagración— como ofrenda al final de su voto. No era algo impuro e inútil. Era precisamente lo que más había crecido durante su tiempo apartado para Dios. Y lo colocaba en el fuego del altar como diciendo: “Señor, todo esto te pertenece. No quiero quedarme con nada que no haya pasado por Tu fuego.”

 

Ahora piensa en ti.

¿Hay algo en tu vida que Dios te está pidiendo que pongas sobre el altar?

Tal vez no sea algo malo en sí mismo. Puede ser un sueño legítimo, una relación, una meta, un hábito… algo que ha crecido en ti durante años. Pero Dios, como buen Padre, te susurra: “¿Estás dispuesto a entregarme eso también? ¿Confías en que Yo soy mejor que cualquier bendición?”

 

No todo lo que debemos rendir es pecado. A veces, lo que más cuesta entregar… es lo que más valoramos.

 

¿Qué parte de ti necesita ser consagrada, no por obligación, sino por amor? 

 

El Señor te bendiga y te guarde;
El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y te extienda su amor;
El Señor mueva su rostro hacia ti y te conceda la paz.

 

Hasta la próxima semana, si Dios lo permite.