Levitico, Una Ventana al Corazon de Dios Podcast

#42. El Gozo De Dar Para Su Gloria

Liliana Alvarez Season 2 Episode 42

En este episodio, “El Gozo de Dar Para Su Gloria”, miraremos como Israel honró a Dios llevando regalos y ofrendas por medio de sus lideres para el servicio del Tabernáculo. Dios les había provisto abundantemente y ahora le tocaba a cada tribu en actitud de gratitud honrar a su Rey. 

A simple vista, este capítulo puede parecer repetitivo, incluso monótono. Doce veces se repite el mismo listado de ofrendas, una por cada líder de tribu. Pero detrás de esta aparente redundancia, hay una verdad poderosa que nos invita a mirar más de cerca: Dios valora cada acto de entrega, cada gesto de consagración, cada corazón que se rinde en obediencia.

Algo similar ocurre Hoy en dia, en una ceremonia oficial de apertura de embajadas ante un nuevo presidente. Cada país, uno por uno, trae un regalo diplomático y presenta su embajador ante el nuevo jefe de estado. Aunque todos los regalos son similares, y aunque cada uno sigue el mismo protocolo, cada nación es reconocida individualmente.Su acto queda registrado. ¿Por qué? Porque no se trata del regalo en sí, sino del honor, del gesto, del corazón que dice: “Aquí estamos. Reconocemos tu autoridad. Queremos tu favor.”

Vale la pena hacerte la siguiente pregunta: ¿Estás dedicando tu vida, tus recursos y tu servicio al Señor con gozo, como una ofrenda que sube como aroma agradable delante de Él?

Porque cada acto de entrega, aunque parezca sencillo o repetido, es una declaración poderosa: “Este corazón es tuyo, Señor”.

Espero que disfrutes de este capitulo de Números. 

Hola amigos, bienvenidos. Gracias por estar aquí para el episodio #42 de "Números: Una Ventana al Corazón de Dios". En el episodio anterior, “Separados para Dios y la Bendición Sacerdotal”, exploramos el voto nazareo, que ofrecía una forma de acceso especial a Dios a cualquier israelita —hombre o mujer— que quisiera consagrarse voluntariamente y también miramos una de las bendiciones más conocidas y queridas en toda la Escritura: la bendición sacerdotal que revela el deseo de Dios de bendecir, proteger y vivir en comunión con su pueblo. En el episodio de hoy continuamos nuestro recorrido por el libro de Números, y llegamos al capítulo más extenso de la tora: Números capítulo 7. En este episodio, “El Gozo de Dar Para Su Gloria”, miraremos como Israel honró a Dios llevando regalos y ofrendas por medio de sus lideres para el servicio del Tabernáculo. Dios les había provisto abundantemente y ahora le tocaba a cada tribu en actitud de gratitud honrar a su Rey. 

A simple vista, este capítulo puede parecer repetitivo, incluso monótono. Doce veces se repite el mismo listado de ofrendas, una por cada líder de tribu. Pero detrás de esta aparente redundancia, hay una verdad poderosa que nos invita a mirar más de cerca: Dios valora cada acto de entrega, cada gesto de consagración, cada corazón que se rinde en obediencia.

Raymond Brown, en su comentario, “El Mensaje de Números: Camino hacia la tierra prometida” dice, “Dar es una dimensión crucial de la adoración. Al adorar a Dios, reconocemos literalmente su valor, y lo hacemos no solo con palabras y cánticos, con acciones de gracias y alabanza, sino también mediante ofrendas tangibles para su obra y testimonio.” (— Brown, R. (2002). The Message of Numbers: Journey to the Promised Land (A. Motyer & D. Tidball, Eds.; p. 60). Inter-Varsity Press.) Esto es exactamente lo que esta sucediendo aquí. 

Brown, continua diciendo, “Algunos israelitas ofrecieron dones que ellos mismos habían fabricado. Llevaron como ofrenda delante del SEÑOR seis carros cubiertos y doce bueyes—un buey de cada líder y un carro de cada dos (v. 3). En cada caso, dos tribus se unieron en el esfuerzo, ofreciendo sus habilidades como diseñadores, carpinteros, ensambladores, constructores de ruedas y herreros para producir carros bien construidos que transportaran los materiales pesados del tabernáculo durante su largo viaje por el desierto. Estos líderes también llevaron otros dones que habían sido fabricados por artesanos de la tribu: un plato de plata… un tazón de aspersión de plata… un cuenco de oro (vv. 13–14, y pasajes similares). Artesanos expertos trabajaron el metal para dar forma a estos utensilios valiosos, y perfumistas prepararon el incienso (v. 14) que expresaba la adoración y las oraciones del pueblo del Señor—un recordatorio de que podemos traer nuestras habilidades particularesal Señor ofreciendo lo mejor que podamos dar.” Me fascina como lo explica Brown.

La repetición en las escrituras denota importancia y nos llama a prestar atención a algún tema significativo. Mientras leo este capítulo, quiero que piensen en las siguientes palabras de Gordon Wenham, acerca del propósito teológico de tanta repetición y es “destacar con toda claridad que cada tribu tenía la misma responsabilidad en la adoración a Dios, y que todas estaban igualmente comprometidas con el sostenimiento del tabernáculo y del sacerdocio.”

Voy a leer el capitulo 7 de la Nueva Traducción Viviente y dice:

El día en que Moisés levantó el tabernáculo, lo ungió y lo apartó como santo. También ungió y apartó todo el mobiliario y el altar con sus utensilios. 2 Después los líderes de Israel—los jefes de las tribus que habían registrado las tropas—llegaron con sus ofrendas. Juntos llevaron seis carretas grandes y doce bueyes—una carreta por cada dos jefes y un buey por cada jefe—y los presentaron al Señor delante del tabernáculo.

Luego el Señor le dijo a Moisés: Recibe sus ofrendas y usa estos bueyes y carretas para transportar el tabernáculo. Repártelos entre los levitas según el trabajo de cada uno. Así que Moisés tomó las carretas y los bueyes y los entregó a los levitas. Le dio dos carretas y cuatro bueyes a la división gersonita para su trabajo y le dio a la división merarita cuatro carretas y ocho bueyes para su trabajo. Todo el trabajo se realizó bajo el liderazgo de Itamar, hijo del sacerdote Aarón. Pero a la división coatita no le entregó carretas ni bueyes, porque se les requería que hicieran el traslado de los objetos sagrados del tabernáculo sobre sus hombros.

Los jefes también presentaron las ofrendas de dedicación para el altar cuando lo ungieron. Cada uno puso sus ofrendas ante el altar. El Señor le dijo a Moisés: Que cada día un jefe lleve su ofrenda para la dedicación del altar.

En el primer día presentó su ofrenda Naasón, hijo de Aminadab, jefe de la tribu de Judá.

Su ofrenda consistía de una bandeja de plata que pesaba un kilo y medio y un tazón de plata que pesaba ochocientos gramos (calculado según el peso del siclo del santuario). Los dos contenían ofrendas de grano de harina selecta humedecida con aceite de oliva. También llevó un recipiente de oro que pesaba ciento catorce gramos, lleno de incienso. Llevó un becerro, un carnero y un cordero de un año, para una ofrenda quemada, y un chivo como ofrenda por el pecado. Como ofrenda de paz llevó dos toros, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda que llevó Naasón, hijo de Aminadab.

En el segundo día presentó su ofrenda Natanael, hijo de Zuar, jefe de la tribu de Isacar.

Su ofrenda consistía de una bandeja de plata que pesaba un kilo y medio y un tazón de plata que pesaba ochocientos gramos (calculado según el peso del siclo del santuario). Los dos contenían ofrendas de grano de harina selecta humedecida con aceite de oliva. También llevó un recipiente de oro que pesaba ciento catorce gramos, lleno de incienso. Llevó un becerro, un carnero y un cordero de un año, para una ofrenda quemada,  y un chivo como ofrenda por el pecado. Como ofrenda de paz llevó dos toros, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda que llevó Natanael, hijo de Zuar.

En el tercer día presentó su ofrenda Eliab, hijo de Helón, jefe de la tribu de Zabulón.

Su ofrenda consistía de una bandeja de plata que pesaba un kilo y medio y un tazón de plata que pesaba ochocientos gramos (calculado según el peso del siclo del santuario). Los dos contenían ofrendas de grano de harina selecta humedecida con aceite de oliva. También llevó un recipiente de oro que pesaba ciento catorce gramos, lleno de incienso. Llevó un becerro, un carnero y un cordero de un año, para una ofrenda quemada, y un chivo como ofrenda por el pecado. Como ofrenda de paz llevó dos toros, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda que llevó Eliab, el hijo de Helón.

En el cuarto día presentó su ofrenda Elisur, hijo de Sedeur, jefe de la tribu de Rubén.

Su ofrenda consistía de una bandeja de plata que pesaba un kilo y medio y un tazón de plata que pesaba ochocientos gramos (calculado según el peso del siclo del santuario). Los dos contenían ofrendas de grano de harina selecta humedecida con aceite de oliva. También llevó un recipiente de oro que pesaba ciento catorce gramos, lleno de incienso. Llevó un becerro, un carnero y un cordero de un año, para una ofrenda quemada, y un chivo como ofrenda por el pecado. Como ofrenda de paz llevó dos toros, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda que llevó Elisur, el hijo de Sedeur.

En el quinto día presentó su ofrenda Selumiel, hijo de Zurisadai, jefe de la tribu de Simeón.

Su ofrenda consistía de una bandeja de plata que pesaba un kilo y medio y un tazón de plata que pesaba ochocientos gramos (calculado según el peso del siclo del santuario). Los dos contenían ofrendas de grano de harina selecta humedecida con aceite de oliva. También llevó un recipiente de oro que pesaba ciento catorce gramos, lleno de incienso. Llevó un becerro, un carnero y un cordero de un año para una ofrenda quemada, y un chivo como ofrenda por el pecado. Como ofrenda de paz llevó dos toros, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda que llevó Selumiel, hijo de Zurisadai.

En el sexto día presentó su ofrenda Eliasaf, hijo de Deuel, jefe de la tribu de Gad.

Su ofrenda consistía de una bandeja de plata que pesaba un kilo y medio y un tazón de plata que pesaba ochocientos gramos (calculado según el peso del siclo del santuario). Los dos contenían ofrendas de grano de harina selecta humedecida con aceite de oliva. También llevó un recipiente de oro que pesaba ciento catorce gramos, lleno de incienso. Llevó un becerro, un carnero y un cordero de un año, para una ofrenda quemada, y un chivo como ofrenda por el pecado. Como ofrenda de paz llevó dos toros, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda que llevó Eliasaf, hijo de Deuel.

En el séptimo día presentó su ofrenda Elisama, hijo de Amiud, jefe de la tribu de Efraín.

Su ofrenda consistía de una bandeja de plata que pesaba un kilo y medio y un tazón de plata que pesaba ochocientos gramos (calculado según el peso del siclo del santuario). Los dos contenían ofrendas de grano de harina selecta humedecida con aceite de oliva. También llevó un recipiente de oro que pesaba ciento catorce gramos, lleno de incienso. Llevó un becerro, un carnero y un cordero de un año, para una ofrenda quemada, y un chivo como ofrenda por el pecado. Como ofrenda de paz llevó dos toros, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda que llevó Elisama, hijo de Amiud.

En el octavo día presentó su ofrenda Gamaliel, hijo de Pedasur, jefe de la tribu de Manasés.

Su ofrenda consistía de una bandeja de plata que pesaba un kilo y medio y un tazón de plata que pesaba ochocientos gramos (calculado según el peso del siclo del santuario). Los dos contenían ofrendas de grano de harina selecta humedecida con aceite de oliva. También llevó un recipiente de oro que pesaba ciento catorce gramos, lleno de incienso. Llevó un becerro, un carnero y un cordero de un año, para una ofrenda quemada, y un chivo como ofrenda por el pecado. Como ofrenda de paz llevó dos toros, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda que llevó Gamaliel, hijo de Pedasur.

En el noveno día presentó su ofrenda Abidán, hijo de Gedeoni, jefe de la tribu de Benjamín.

Su ofrenda consistía de una bandeja de plata que pesaba un kilo y medio y un tazón de plata que pesaba ochocientos gramos (calculado según el peso del siclo del santuario). Los dos contenían ofrendas de grano de harina selecta humedecida con aceite de oliva. También llevó un recipiente de oro que pesaba ciento catorce gramos, lleno de incienso. Llevó un becerro, un carnero y un cordero de un año, para una ofrenda quemada, y un chivo como ofrenda por el pecado. Como ofrenda de paz llevó dos toros, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda que llevó Abidán, hijo de Gedeoni.

En el décimo día presentó su ofrenda Ahiezer, hijo de Amisadai, jefe de la tribu de Dan.

Su ofrenda consistía de una bandeja de plata que pesaba un kilo y medio y un tazón de plata que pesaba ochocientos gramos (calculado según el peso del siclo del santuario). Los dos contenían ofrendas de grano de harina selecta humedecida con aceite de oliva. También llevó un recipiente de oro que pesaba ciento catorce gramos, lleno de incienso. Llevó un becerro, un carnero y un cordero de un año, para una ofrenda quemada, y un chivo como ofrenda por el pecado. Como ofrenda de paz llevó dos toros, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda que llevó Ahiezer, hijo de Amisadai.

En el undécimo día presentó su ofrenda Pagiel, hijo de Ocrán, jefe de la tribu de Aser.

Su ofrenda consistía de una bandeja de plata que pesaba un kilo y medio y un tazón de plata que pesaba ochocientos gramos (calculado según el peso del siclo del santuario). Los dos contenían ofrendas de grano de harina selecta humedecida con aceite de oliva. También llevó un recipiente de oro que pesaba ciento catorce gramos, lleno de incienso. Llevó un becerro, un carnero y un cordero de un año, para una ofrenda quemada, y un chivo como ofrenda por el pecado. Como ofrenda de paz llevó dos toros, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda que llevó Pagiel, hijo de Ocrán.

En el duodécimo día presentó su ofrenda Ahira, hijo de Enán, jefe de la tribu de Neftalí.

Su ofrenda consistía de una bandeja de plata que pesaba un kilo y medio y un tazón de plata que pesaba ochocientos gramos (calculado según el peso del siclo del santuario). Los dos contenían ofrendas de grano de harina selecta humedecida con aceite de oliva. También llevó un recipiente de oro que pesaba ciento catorce gramos, lleno de incienso. Llevó un becerro, un carnero y un cordero de un año, para una ofrenda quemada, y un chivo como ofrenda por el pecado. Como ofrenda de paz llevó dos toros, cinco carneros, cinco chivos y cinco corderos de un año. Esta fue la ofrenda que llevó Ahira, hijo de Enán.

conclusion

Estas fueron las ofrendas de dedicación que los jefes de Israel llevaron cuando se ungió el altar: doce bandejas de plata, doce tazones de plata y doce recipientes de oro con incienso. Cada bandeja de plata pesaba un kilo y medio, y cada tazón de plata, ochocientos gramos. El peso total de la plata fue veintisiete kilos y medio (calculado según el peso del siclo del santuario). Cada uno de los doce recipientes de oro, que contenían el incienso, pesaba ciento catorce gramos (calculado según el peso del siclo del santuario). El peso total del oro fue un kilo con cuatrocientos gramos. Se donaron doce becerros, doce carneros y doce corderos de un año para las ofrendas quemadas, junto con las ofrendas obligatorias de grano. Llevaron doce chivos para las ofrendas por el pecado. Se donaron veinticuatro toros, sesenta carneros, sesenta chivos y sesenta corderos de un año como ofrendas de paz. Esa fue la ofrenda para la dedicación del altar después de haber sido ungido.

Cada vez que Moisés entraba en el tabernáculo para hablar con el Señor, Moisés oía la voz que le hablaba de entre los dos querubines que estaban sobre la tapa del arca—el lugar de la expiación—que está sobre el arca del pacto. Desde ahí el Señor le hablaba a Moisés.

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Vamos a desglosar este capítulo 4 partes de la siguiente manera,

1.    El Día de la Dedicación del Tabernáculo (V1–3)

“Cuando Moisés terminó de levantar el tabernáculo, lo ungió, lo consagró junto con todos sus utensilios, así como el altar y todos sus utensilios. También los ungió y los consagró.” (Números 7:1, RVA-2015)

En el Antiguo Cercano Oriente cuando un rey tomaba el poder las naciones, clanes o regiones aliadas traían tributos y regalos al soberano. No solo por respeto, sino para reconocer su autoridad, y para asegurar una relación cercana y favorable. Era una ceremonia pública de lealtad y gratitud.

Algo similar ocurre Hoy en dia, en una ceremonia oficial de apertura de embajadas ante un nuevo presidente. Cada país, uno por uno, trae un regalo diplomático y presenta su embajador ante el nuevo jefe de estado. Aunque todos los regalos son similares, y aunque cada uno sigue el mismo protocolo, cada nación es reconocida individualmente.Su acto queda registrado. ¿Por qué? Porque no se trata del regalo en sí, sino del honor, del gesto, del corazón que dice: “Aquí estamos. Reconocemos tu autoridad. Queremos tu favor.”

Este momento es solemne. Después de todo el trabajo de construcción, después de las instrucciones meticulosas en Éxodo y las leyes dadas en Levítico, el tabernáculo finalmente está completo y es consagrado para el servicio a Dios. Es un nuevo comienzo.

Los jefes de las tribus, movidos por gratitud y honra, traen ofrendas voluntarias para la dedicación. ¿Qué traen? Carros cubiertos y bueyes. Instrumentos prácticos, necesarios para el transporte del santuario. Es decir, lo cotidiano puede ser consagrado a Dios cuando se entrega con el corazón correcto. Todo esto ocurre antes del censo. 

2.    Distribución de carretas para los levitas (V4–9)

El Señor le dice a Moisés que reciba esas ofrendas y las reparta entre los levitas. Pero lo hace de forma muy específica:

Los gersonitas reciben dos carros y cuatro bueyes.

Los meraritas, cuatro carros y ocho bueyes.

Pero a los coatitas, ni un solo carro. ¿Por qué? Porque ellos tenían la responsabilidad de cargar los objetos más sagrados del tabernáculo sobre sus hombros. No podían usar bueyes ni ruedas. Esto nos recuerda algo muy importante: no todo lo santo se puede delegar o automatizar. Hay tareas que requieren cercanía, reverencia y responsabilidad personal.

Cada uno sirve según el llamado y la función que Dios le asignó. No hay comparación, no hay competencia. Solo fidelidad en lo que Dios les ha confiado.

3.    Las Ofrendas de los lideres Tribales: Unidad en la Diversidad (v10–88)

El resto del capítulo detalla las ofrendas de cada uno de los doce líderes tribales. Durante doce días consecutivos, cada uno trajo exactamente lo mismo: un plato de plata, una vasija de plata, un cuenco de oro, harina, aceite, incienso, animales para el holocausto, para el sacrificio de expiación y para la ofrenda de comunión.

Y el texto repite cada detalle… doce veces.

¿Por qué? Porque Dios registra cada acto de obediencia con sumo cuidado, como si fuera único. A nosotros puede parecernos repetitivo, pero a Dios no. Él no dice: “Ah sí, esto ya lo vi”. Él dice: “Quiero dejar constancia de que este líder, esta tribu, en este día, trajo esta ofrenda para mí”.

La fidelidad no necesita ser original para ser significativa. En un mundo que valora lo novedoso, Dios valora lo fiel. Y cuando varios hijos suyos hacen lo mismo por amor a Él, no es monotonía, es unidad. 

Estas doce ofrendas eran iguales, sí… pero también profundamente personales. Venían de manos y corazones dispuestos a honrar a su Rey. 

En palabras modernas, esto sería como una iglesia donde cada familia, sin importar su apellido o trasfondo, se presenta con la misma actitud de entrega, diciendo: “Cuenta con nosotros, Señor. Queremos ser parte de tu obra”.

4.    Moisés entra al Tabernáculo y escucha la voz de Dios (V89)

Y después de toda esta ofrenda, de toda esta fidelidad repetida, de toda esta entrega voluntaria, sucede algo glorioso. 

“Cuando Moisés entró en la tienda de reunión para hablar con Señor, escucho su voz de entre los querubines, desde la cubierta de la tapa que estaba sobre el arca con las tablas del pacto. Así hablaba el Señor con Moisés.”

¡Qué maravilla! Después de la dedicación, viene la revelación.

Después de la entrega, viene la comunión.

Después de doce días de adoración y unidad, Dios habla. Y habla desde el propiciatorio, desde el lugar de misericordia, desde el centro del lugar santísimo. La voz de Dios no se hace oír desde el monte, como en Sinaí, sino desde el tabernáculo: ¡Él está en medio de su pueblo! Esto apunta, proféticamente, al mayor acto de comunión de todos los tiempos: cuando el Verbo se hizo carne y habitó —es decir, puso su tabernáculo— entre nosotros (Juan 1:14). Jesús es el cumplimiento perfecto del tabernáculo, el sacrificio y la voz divina encarnada.

Y Que dice el Nuevo Testamento:

1.    El regalo más grande jamás dado a los seres humanos proviene de Dios, su hijo. Dios es El Dador por excelencia. El le proveyó todo a Israel, ellos dieron de lo que ya Él les había provisto. Esta verdad es consistente en toda la Biblia.

Juan 3:16 dice,

“Pues Dios amó tanto al mundo que dio a su único Hijo, para que todo el que crea en él no se pierda, sino que tenga vida eterna.”

2.    La gracia de dar con generosidad. Así como cada tribu trajo su ofrenda voluntaria para el servicio del tabernáculo, los creyentes son llamados a dar con alegría y propósito para la obra del Reino. Las ofrendas en Números 7 no eran obligatorias, sino expresión de gratitud, unidad y honra.

2 Corintios 9:7

“Cada uno debe dar según lo que haya decidido en su corazón, no de mala gana ni por obligación, porque Dios ama al que da con alegría.”

3.    Todos somos iguales en nuestra adoración y servicio. En Números 7, cada tribu trajo la misma ofrenda, lo que enfatiza que todos tenían el mismo valor y participación ante Dios. En Cristo, esta igualdad se amplía: todos los creyentes, sin distinción, tienen el mismo acceso y dignidad en la adoración y el servicio a Dios.

Gálatas 3:28

“Ya no hay judío ni griego, esclavo ni libre, hombre ni mujer, sino que todos ustedes son uno solo en Cristo Jesús.”

4.    Dios habita en medio de su pueblo y habla desde Su presencia. Números 7 culmina con Moisés entrando en el tabernáculo y escuchando la voz de Dios desde el propiciatorio (v. 89). En el NT, Dios habla de forma definitiva por medio de Jesús, el verdadero tabernáculo (Juan 1:14), quien es la máxima expresión de la presencia divina en medio de su pueblo.

Hebreos 1:1–2

“Dios, que muchas veces y de varias maneras habló en el pasado a nuestros antepasados por medio de los profetas, en estos días finales nos ha hablado por medio de su Hijo…”

Y como podemos aplicarlo a nuestras vidas

1.    Todo lo que tenemos puede ser consagrado a Dios. Tus recursos, tus herramientas, tu tiempo, incluso tu trabajo diario, pueden ser presentados como ofrenda de dedicación.

1 Corintios 10:31 dice

“ya sea que coman o beban o hagan cualquier otra cosa, háganlo todo para la gloria de Dios.”

 

2.    Tu fidelidad no necesita ser diferente para ser valiosa. Lo que haces para Dios, aunque parezca pequeño o igual a lo que otros hacen, no pasa desapercibido ante sus ojos.

Hebreos 6:10 (NVI)

“Porque Dios no es injusto como para olvidarse de las obras y del amor que para su gloria ustedes han mostrado sirviendo a los creyentes, como lo siguen haciendo.”

 

3.    La obediencia precede a la revelación. ¿Quieres oír la voz de Dios? Primero dedícale tu altar. Él habla desde el lugar donde ha sido honrado y entronado.

Juan 14:23 (NVI)

—El que me ama, obedecerá mi palabra —respondió Jesús—, y mi Padre lo amará, y haremos nuestra morada en él.

Por último, te dejo con esta inquietud, ¿Estás dedicando tu vida, tus recursos y tu servicio al Señor con gozo, como una ofrenda que sube como aroma agradable delante de Él?

Porque cada acto de entrega, aunque parezca sencillo o repetido, es una declaración poderosa: “Este corazón es tuyo, Señor”.

Gracias por acompañarme en este recorrido. Si este episodio te bendijo, compártelo con alguien que necesite recordar que Dios ve y honra cada ofrenda fiel. 

El Señor te bendiga y te guarde;
El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y te extienda su amor;
El Señor mueva su rostro hacia ti y te conceda la paz.

Hasta la próxima semana, si Dios lo permite. Shalom!