Levitico, Una Ventana al Corazon de Dios Podcast

#48. ¿Cuál Creer? La Voz de la Fe o los Falsos Rumores

Liliana Alvarez Season 2 Episode 48

En este episodio, “¿Cuál creer? La Voz de la Fe o los Falsos Rumores”, exploraremos un contraste radical entre dos voces: la voz de la fe y la voz de los falsos rumores. Ambas voces producen un resultado diferente: una abre el camino a las promesas de Dios y a la esperanza, la otra siembra miedo, incredulidad y pérdida. La decisión de Israel en Números 13 no solo marcó su historia, sino que también nos confronta hoy: ¿a qué voz estamos prestando atención en medio de nuestros propios gigantes e incertidumbres?

Hola amigos, bienvenidos. Gracias por estar aquí para el episodio #48 de "Números: Una Ventana al Corazón de Dios". En el episodio anterior, "La murmuración es silenciada por la humildad y la oración", exploramos cómo la crítica familiar de Miriam y Aarón contra Moisés nos enseñó sobre los peligros de la envidia espiritual, y cómo la humildad y la intercesión tienen más poder que cualquier palabra de juicio.

En este episodio, “¿Cuál creer? La Voz de la Fe o los Falsos Rumores”, exploraremos uno de los momentos más decisivos en la historia de Israel: cuando doce hombres fueron enviados a explorar la Tierra Prometida, pero solo dos regresaron con un corazón lleno de fe. Este capítulo nos muestra cómo el mismo panorama puede verse con ojos de fe o con ojos de temor, y cómo el destino de una generación es determinado según la voz más fuerte.  

También veremos que ambas voces producen un resultado diferente: una abre el camino a las promesas de Dios y a la esperanza, la otra siembra miedo, incredulidad y pérdida. La decisión de Israel en Números 13 no solo marcó su historia, sino que también nos confronta hoy: ¿a qué voz estamos prestando atención en medio de nuestros propios gigantes e incertidumbres?

Para ilustrar esto, quiero comenzar con una historia real. Cuando comenzó la construcción del Puente de Brooklyn en 1870, muchos ingenieros aseguraban que era imposible. El propio diseñador, John Roebling, murió antes de verlo terminado, y su hijo Washington quedó paralizado tras un accidente en la obra. Todo parecía perdido. La mayoría decía: “No se puede”, y otros se opusieron.

Pero la familia no se rindió. La esposa de Washington, Emily Roebling, se convirtió en los ojos y oídos de su esposo, transmitiendo cada instrucción a los obreros durante más de diez años. Al completarse, el Puente de Brooklyn fue el puente colgante más largo del mundo. Finalmente, el 24 de mayo de 1883, el puente se inauguró y hasta hoy sigue en pie.

De cierta manera lo que sucedió con la construcción de ese puente es como la voz de Caleb en Números 13. Cuando todos decían “es imposible”, él se levantó y afirmó: Subamos a conquistar esa tierra. Estoy seguro de que podremos hacerlo”.

Aquí veremos que las promesas de Dios se cumplen en aquellos que las reciben con fe y lo demuestran con sus acciones. Que sí, los gigantes son reales, pero Dios es mucho más grande. Y que, aunque la mayoría a veces se equivoque de manera trágica, la fe firme en el Señor abre el camino hacia la esperanza. Esta es una lección que puede transformar la manera en que enfrentamos nuestros propios “gigantes” hoy.

En Números 13, encontramos doce hombres que conocen el mismo Dios, tienen la misma misión, exploradores de la misma tierra, con la misma promesa, enfrentando los mismos retos, viendo los mismos gigantes, contando las mismas murallas, deleitando los mismos frutos, pero con dos perspectivas completamente diferentes que cambiarían el destino de toda una nación.

Poniendo esto en el contexto del recorrido hacia la tierra prometida, recordemos que después de la disciplina de Miriam en el capítulo anterior, el pueblo continuó su marcha desde Jazerot hacia el desierto de Parán. Fue desde este lugar que se enviarían los espías a explorar la tierra que Dios había prometido darles.

 

Voy a leer Números 13 de la Nueva Versión Internacional y dice;

 

El Señor dijo a Moisés: Envía a algunos de tus hombres a explorar la tierra de Canaán que estoy por entregar a los israelitas. De cada tribu enviarás a un líder que la represente.

De acuerdo con la orden del Señor, Moisés los envió desde el desierto de Parán. Todos ellos eran jefes en Israel.

Estos son sus nombres:

Samúa, hijo de Zacur, de la tribu de Rubén;

Safat, hijo de Horí, de la tribu de Simeón;

Caleb, hijo de Jefone, de la tribu de Judá;

Igal, hijo de José, de la tribu de Isacar;

Oseas, hijo de Nun, de la tribu de Efraín;

Palti, hijo de Rafú, de la tribu de Benjamín;

Gadiel, hijo de Sodi, de la tribu de Zabulón;

Gadí, hijo de Susi, de la tribu de Manasés (una de las tribus de José);

Amiel, hijo de Guemalí, de la tribu de Dan;

Setur, hijo de Micael, de la tribu de Aser;

Najbí, hijo de Vapsi, de la tribu de Neftalí;

Geuel, hijo de Maquí, de la tribu de Gad.

Estos son los nombres de los líderes que Moisés envió a explorar la tierra. A Oseas, hijo de Nun, Moisés le cambió el nombre y le puso Josué. Cuando Moisés los envió a explorar la tierra de Canaán, les dijo: Suban por el Néguev, hasta llegar a la montaña. Exploren el país y fíjense cómo son sus habitantes, si son fuertes o débiles, muchos o pocos. Averigüen si la tierra en que viven es buena o mala y si sus ciudades son abiertas o amuralladas. Examinen el terreno y vean si es fértil o estéril y si tiene árboles o no. ¡Adelante! Traigan algunos frutos del país.

Esa era la temporada en que maduran las primeras uvas. Los doce hombres se fueron y exploraron la tierra, desde el desierto de Zin hasta Rejob, cerca de Lebó Jamat. Subieron por el Néguev y llegaron a Hebrón, donde vivían Ajimán, Sesay y Talmay, descendientes de Anac. (Hebrón había sido fundada siete años antes que la ciudad egipcia de Zoán). Cuando llegaron al valle del arroyo Escol,[b] cortaron una rama que tenía un solo racimo de uvas y entre dos lo llevaron colgado de una vara. También cortaron granadas e higos. Por el racimo que estos israelitas cortaron, a ese lugar se le llamó valle de Escol. Al cabo de cuarenta días los doce hombres regresaron de explorar aquella tierra.

Informe de los exploradores

Volvieron a Cades, en el desierto de Parán, que era donde estaban Moisés, Aarón y toda la comunidad israelita; presentaron a todos ellos un informe y les mostraron los frutos de esa tierra. Este fue el informe: Fuimos al país al que nos enviaste, ¡y por cierto que allí abundan la leche y la miel! Aquí pueden ver sus frutos. Pero el pueblo que allí habita es poderoso, sus ciudades son enormes y están fortificadas. Hasta vimos anaquitas allí. Los amalecitas habitan el Néguev; los hititas, jebuseos y amorreos viven en la montaña, y los cananeos ocupan la zona costera y la ribera del río Jordán.

Caleb hizo callar al pueblo ante Moisés y dijo: Subamos a conquistar esa tierra. Estoy seguro de que podremos hacerlo.

Pero los que habían ido con él respondieron: No podremos combatir contra esa gente. ¡Son más fuertes que nosotros! Y comenzaron a esparcir entre los israelitas falsos rumores acerca de la tierra que habían explorado. Decían: La tierra que hemos explorado se traga a sus habitantes, y los hombres que allí vimos son enormes. ¡Hasta vimos a los gigantes anaquitas! Comparados con ellos, parecíamos langostas y así nos veían ellos a nosotros.

Vamos a desglosar este capítulo de la siguiente manera;

 

1.    La Misión de los Espías (13:1–16) La historia comienza con una instrucción directa de Dios: "Envía algunos hombres a explorar la tierra de Canaán, la cual voy a entregar a los israelitas" (v.2). Es importante notar que Dios no envió espías y Deuteronomio 1:21 dice, “Miren, el Señor su Dios les ha entregado la tierra. Suban y tomen posesión de ella como les dijo el Señor, el Dios de sus antepasados. No tengan miedo ni se desanimen». 

Según el relato paralelo en Deuteronomio 1:22-23, la idea original de enviar espías vino del pueblo mismo: "Entonces se acercaron todos ustedes y me dijeron: 'Mandemos hombres delante de nosotros para que exploren la tierra y nos informen sobre el camino por el que debemos subir y sobre las ciudades a donde vamos'." Moisés lo consideró una buena idea, y Dios aprobó la misión.

Los doce espías fueron seleccionados cuidadosamente—un líder de cada tribu. Entre ellos estaban Caleb de la tribu de Judá y Josué (originalmente llamado Oseas) de la tribu de Efraín. Moisés cambió el nombre de Oseas a Josué, que significa "el Señor salva", y quien eventualmente llevaría al pueblo a tomar posesión de la tierra prometida. Estos no eran hombres cualesquiera—eran líderes reconocidos, príncipes de sus tribus, hombres de influencia y autoridad. Su reporte tendría peso, y sus palabras influenciarían a toda la nación.

2.    La Exploración de Canaán (13:17–24) Moisés les dio instrucciones específicas: 1. Suban por el Neguev hasta llegar a la montaña. 2. Exploren el país. 3. Fíjense cómo son sus habitantes, fuertes o débiles, muchos o pocos. 4. Averigüen si la tierra es buena o mala. 5. Son sus ciudades abiertas o amuralladas. 6. Miren el terreno si es fértil o estéril y si tiene árboles. Por último, les pide que traigan evidencia de su fertilidad. Durante cuarenta días, estos doce hombres recorrieron la tierra desde el desierto de Zin en el sur hasta Rehob, cerca de Lebo Jamat en el norte.

Lo que encontraron superó todas las expectativas. La tierra verdaderamente "fluía con leche y miel." En el valle de Escol cortaron un racimo de uvas tan grande que dos hombres tuvieron que cargarlo en un palo. También trajeron granadas e higos.

Pero también vieron algo más: ciudades fortificadas, habitantes poderosos, y en Hebrón, a los descendientes de Anac—los gigantes temidos de la tierra. Vieron tanto las promesas como los desafíos. La misma tierra que fluía con abundancia también estaba habitada por enemigos formidables. 

Aquí hay una lección profunda: las promesas de Dios son reales, pero también lo son los obstáculos que debemos enfrentar para poseerlas. Dios no nos prometió una vida sin gigantes; nos prometió victoria sobre ellos.

La evidencia es clara: la tierra es buena, tal como Dios había dicho.

3.    El Informe Contradictorio (V26–33). Dos perspectivas de la misma realidad.

 

Cuando regresaron a Cades, en el desierto de Parán, todos los espías estuvieron de acuerdo en los hechos: la tierra era extraordinariamente fértil y sus habitantes eran poderosos. Pero su interpretación de estos hechos fue radicalmente diferente.

Los diez espías dijeron: "No podremos combatir contra esa gente, pues son más fuertes que nosotros... La tierra que fuimos a explorar se traga a sus habitantes. Todos los que vimos allí son enormes. También vimos gigantes... Comparados con ellos, parecíamos langostas, y así nos veían ellos a nosotros" (vv. 31-33). Ellos estaban esparciendo calumnias y contagiando a la gente de su incredulidad. Llegaron hasta el punto de decir que habían visto a los Nefilim, que son los hijos según Génesis 6:4 eran el producto de la relación entre ángeles y mujeres. Nefilim significa “los caídos”.

Nada de lo que decían estos espías tenía sentido. ¿Cómo es posible que, habiendo pasado apenas poco más de un año desde su salida de Egipto, ya hubieran olvidado lo que vieron con sus propios ojos? Ellos presenciaron un despliegue extraordinario del poder de Dios: el mar Rojo abierto delante de ellos, el maná y el agua en el desierto, la nube de día y el fuego de noche guiando cada paso. Egipto, un imperio incomparablemente más poderoso que cualquier nación de Canaán, quedó arruinado por la mano de Dios. Entonces, ¿cómo podían ahora dejarse intimidar por pueblos mucho menores y dar un informe derrotista que terminó contagiando de miedo a todo el pueblo?  Al escuchar hablar de ciudades amuralladas y de gigantes en Canaán, se paralizaron de miedo. 

La incredulidad siempre distorsiona la memoria: magnifica los problemas presentes y minimiza las victorias pasadas. Lo que debería haber fortalecido su fe, fue opacado por el miedo que los espías sembraron. Y en lugar de alentarlos, los contagiaron de derrota. El miedo es evidencia falsa que parece real y cuando se apodera de la mente:

·       Distorsiona su percepción: hace que lo posible parezca imposible.

·       Distorciona su identidad: los espias se vieron como “langostas” cuando en realidad eran el pueblo escogido de Dios. Si Dios está con ellos, ¿quién contra ellos?

·       Paraliza su acción: en vez de avanzar, se quedaron detenidos en la incredulidad.

Pero Caleb y Josué vieron la misma situación de manera completamente diferente. Caleb declaró con audacia: "Subamos a conquistar esa tierra. Estoy seguro de que podremos hacerlo" (v. 30).

¿Cuál fue la diferencia?

La diferencia no estaba en los datos—todos vieron los mismos gigantes, las mismas ciudades fortificadas, la misma evidencia. La diferencia estaba en el enfoque:

Los diez espías se enfocaron en:

  • Su propia pequeñez ("parecíamos langostas")
  • La fortaleza del enemigo ("son más fuertes que nosotros")
  • Los obstáculos aparentemente imposibles de superar

Caleb y Josué se enfocaron en:

  • La fidelidad de Dios a Sus promesas
  • El poder de Dios para cumplir lo que había prometido
  • Las oportunidades más que los obstáculos
  • La perspectiva eterna más que las circunstancias temporales

Como dice 2 Corintios 5:7: "Vivimos por fe, no por vista."

No somos diferentes a los israelitas. Así como ellos, vemos “gigantes” en nuestro camino, por ejemplo, dificultades económicas, enfermedades, conflictos familiares, incertidumbre con el futuro. Como los espías, podemos sentirnos pequeños, como langostas.

La diferencia está en la perspectiva: ¿vemos el tamaño del gigante o vemos el tamaño de nuestro Dios?

Los diez espías se fijaron en los gigantes. Caleb fijó su mirada en el Señor.

Los diez espías adoptaron lo que podríamos llamar “un complejo de inferioridad”.” Se percibieron a sí mismos como débiles e insignificantes frente a los gigantes que tenían delante. Pero en ese proceso olvidaron una verdad esencial: Dios estaba con ellos, el tamaño del enemigo no era importante, porque la victoria ya estaba asegurada. ¡Olvidaron el poder de su Dios! La obediencia que tuvieron para ir a explorar la tierra fue reemplazada por incredulidad. La fe de ellos murió dejando víctimas en su camino contagiando a sus seguidores.

Bueno y que dice el Nuevo Testamento

Jesús mismo enfrentó esta misma tentación. Cuando alimentó a los cinco mil, los discípulos vieron la escasez: "Solo tenemos cinco panes y dos peces." Jesús vio la abundancia de Su Padre. Cuando resucitó a Lázaro, Marta vio la imposibilidad: "Ya hiede, pues lleva cuatro días." Jesús vio una oportunidad para mostrar que Él es "la resurrección y la vida." 

Los espías se asustaron de gigantes físicos pero Jesús vence a los verdaderos gigantes, el pecado, la muerte y el diablo. Lo que Israel no pudo enfrentar por miedo, Cristo lo venció en la cruz.

Hebreos 2:14-15 dice, “Así como los hijos de una familia son de la misma carne y sangre, así también Jesús fue de carne y sangre humanas, para derrotar con su muerte al que tenía poder para matar, es decir, al diablo. De esta manera ha dado libertad a todos los que por miedo a la muerte viven como esclavos durante toda la vida.”

1 Corintios 15:54-57 dice, “Cuando lo corruptible se revista de lo incorruptible y lo mortal, de inmortalidad, entonces se cumplirá lo que está escrito: «La muerte ha sido devorada por la victoria». «¿Dónde está, oh muerte, tu victoria? ¿Dónde está, oh muerte, tu aguijón?». El aguijón de la muerte es el pecado y el poder del pecado es la Ley. ¡Pero gracias a Dios que nos da la victoria por medio de nuestro Señor Jesucristo! 

El autor de Hebreos hace alusión a esta historia como advertencia para los que creemos diciendo: "Cuidémonos, por tanto, que ninguno de ustedes tenga un corazón malo e incrédulo que los haga apartarse del Dios vivo" (Hebreos 3:12). La incredulidad no es simplemente falta de información—es una decisión del corazón de enfocarse en los obstáculos más que en las promesas de Dios. 

Pablo nos recuerda: "Si Dios está de nuestra parte, ¿quién puede estar en contra nuestra?" (Romanos 8:31).

 

Y como podemos aplicar estas  verdades a nuestras vidas:

La historia de los doce espías no es solo historia antigua—es un espejo de nuestras propias luchas con la fe y el miedo.

1. En Nuestras Decisiones Profesionales

Cuando Dios nos llama a un nuevo trabajo, ministerio o aventura empresarial, siempre habrá "gigantes", competencia feroz, recursos limitados, experiencia insuficiente. Los espías incrédulos dirán: "No tienes lo necesario, es demasiado riesgo." Pero los Calebs de la vida dirán: "Si Dios te está llamando, Él te capacitará."

2. En Nuestros Matrimonios y Familias

Cuando enfrentamos crisis matrimoniales o problemas familiares que parecen imposibles de superar, podemos tener una perspectiva de "langosta" ("esto nunca va a cambiar") o una perspectiva de fe ("Dios es especialista en restaurar lo que parecía perdido").

3. En Nuestro Crecimiento Espiritual

Cuando Dios nos desafía a crecer en áreas específicas—perdón, generosidad, servicio—siempre habrá gigantes internos: orgullo, egoísmo, temor. Podemos vernos como víctimas de nuestras debilidades, o podemos recordar que "todo lo puedo en Cristo que me fortalece" (Filipenses 4:13).

4. En Nuestros Ministerios

Cuando Dios nos llama a servir en áreas que parecen imposibles—reconciliar familias divididas, alcanzar comunidades hostiles al evangelio, plantar iglesias en lugares difíciles—siempre habrá voces que dirán "es imposible." Pero también habrá Calebs que dirán "si Dios nos envía, Él ya preparó el camino."

Preguntas Para Reflexionar

¿Cuáles son los "gigantes" en tu tierra prometida? ¿Qué obstáculos te impiden avanzar hacia lo que Dios te ha prometido?

¿Tienes una mentalidad de "langosta" o una mentalidad de "Caleb" frente a los desafíos que enfrentas?

¿Estás permitiendo que las voces de miedo en tu vida ahoguen la voz de fe que Dios quiere que escuches? Recuerda, el miedo roba el destino.

¿Cómo cambiaría tu perspectiva si realmente creyeras que Dios ya te ha dado la victoria sobre tus gigantes?

Oro para que este estudio nos ayude a desarrollar la perspectiva de Caleb y Josué—hombres que vieron los mismos desafíos que todos los demás, pero eligieron enfocarse en la fidelidad de Dios más que en la fortaleza de sus enemigos.

Que podamos ser personas que, como Caleb, digamos con confianza: "Subamos de inmediato, porque seguramente podremos." No porque seamos fuertes, sino porque nuestro Dios es fiel. Hebreos 11:1: “La fe es la certeza de lo que se espera, la convicción de lo que no se ve.” Y Hebreos 11:6 dice: “En realidad, sin fe es imposible agradar a Dios, ya que cualquiera que se acerca a Dios tiene que creer que él existe y que recompensa a quienes lo buscan.” El miedo roba el destino. 

En el próximo episodio veremos las consecuencias trágicas de elegir el miedo sobre la fe, y cómo una generación perdió su destino por escuchar a los espías equivocados.

El Señor te bendiga y te guarde; El Señor haga resplandecer su rostro sobre ti y te extienda su amor; El Señor vuelva hacia ti su rostro y te conceda la paz.

Hasta la próxima semana, si Dios lo permite. ¡Bendiciones!