Levitico, Una Ventana al Corazon de Dios Podcast

#49.El Costo del Miedo y de la Fe

Liliana Alvarez Season 2 Episode 49

En este episodio exploramos Números 14, uno de los momentos más decisivos en la historia de Israel. A un paso de la Tierra Prometida, el pueblo eligió el miedo en lugar de la fe, y sus decisiones marcaron el destino de toda una generación. Veremos cómo la incredulidad roba el futuro, cómo la intercesión de Moisés abrió puertas de misericordia, y cómo la fe de Josué y Caleb brilla como un ejemplo eterno de confianza en Dios.


Este capítulo nos recuerda que la fe auténtica siempre demanda valentía, y que obedecer a tiempo es vital. También nos muestra que, aunque el pecado trae consecuencias, Dios permanece fiel y su promesa sigue en pie para los que creen.


👉 Acompáñame en este recorrido por Números: Una Ventana al Corazón de Dios, y descubre qué significa vivir entre el costo del miedo y la recompensa de la fe.


Hola amigos, bienvenidos al episodio #49 de “Números: Una Ventana al Corazón de Dios”.”En el episodio anterior, “¿Cuál creer? La Voz de la Fe o los Falsos Rumores”, vimos cómo doce espías fueron enviados a explorar la Tierra Prometida. Los doce conocían al mismo Dios, tenían la misma misión, las mismas promesas, enfrentaban los mismos retos, vieron los mismos gigantes y ciudades amuralladas, vieron la abundancia de la tierra y degustaron sus frutos, pero con dos perspectivas completamente diferentes que cambiarían el destino de toda una generación.

Diez de ellos sembraron miedo y derrota en un pueblo que tenía una fe frágil, mientras que Caleb y Josué se levantaron con una voz de fe y seguros de que el Señor los protegería. En el episodio de hoy, “El Costo del Miedo y de la Fe”, veremos las consecuencias de la decisión de Israel de no creerle a Dios. Exploraremos cómo una generación entera perdió su destino al dejarse gobernar por el miedo y la incredulidad, y cómo hombres llenos de fe e intercesión enfrentaron a toda la comunidad israelita. 

Quiero compartirles algo personal. En las últimas semanas, he enfrentado un tema de seguridad delicado y la preparación personal para los últimos episodios ha fortalecido mi fe. Las palabras que les he compartido han sido de beneficio para mi alma. Dos días después de haber publicado el episodio #48, me di cuenta de que lo que había escrito era para mí. La Palabra de Dios me confortaba y recordaba que Él está conmigo. Decidí una vez más creerle a Dios. Recordaba su fidelidad a través de los años en cada situación y cómo me guiaba con su Espíritu por caminos de vida. Me acuerdo de las palabras de Dios a Abram en Génesis 15:1 y las aplico a mí y dicen: «No tengas miedo, Liliana». Yo soy tu escudo y muy grande será tu recompensa». La recompensa más grande que puedo tener es Dios mismo. El salmo 118:6-7 dice: “El Señorestá conmigo y no tengo miedo; ¿qué me puede hacer un simple mortal? El Señor está conmigo, él es mi ayuda”. Así que al igual que Israel, yo y cada uno de ustedes enfrentaremos toda cantidad y diversidad de pruebas y dificultades, ¡PERO DIOS ES FIEL! 

Recordemos que Israel estaba acampado en Cades, en el desierto de Paran, ubicado al sur de la frontera de la tierra prometida. El envío de los espías era importante ya que estaban a la puerta de Canaán. Por eso, en el número 13:30, Caleb le dice al pueblo: "Subamos a conquistar esa tierra. Estoy seguro de que podremos hacerlo”. Estaban a un paso de entrar. Esa misma noche se desarrollan los eventos de este capítulo.

Voy a leer el capítulo 14 en la Nueva Versión Internacional y dice;

 Aquella noche toda la comunidad israelita se puso a gritar y a llorar.  En sus murmuraciones contra Moisés y Aarón, la comunidad decía: «¡Cómo quisiéramos haber muerto en Egipto o en este desierto! ¿Para qué nos ha traído el Señor a esta tierra? ¿Para morir atravesados por la espada y que nuestras esposas y nuestros niños se conviertan en botín de guerra? ¿No sería mejor que volviéramos a Egipto?». Y unos a otros se decían: «¡Escojamos un jefe que nos lleve a Egipto!».

Entonces Moisés y Aarón cayeron rostro en tierra ante toda la comunidad israelita. Allí estaban también Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Jefone, los cuales habían participado en la exploración de la tierra. Ambos se rasgaron las vestiduras en señal de duelo y dijeron a toda la comunidad israelita: La tierra que recorrimos y exploramos es increíblemente buena. Si el Señor se agrada de nosotros, nos hará entrar en ella. ¡Nos va a dar una tierra donde abundan la leche y la miel! Así que no se rebelen contra el Señor ni tengan miedo de la gente que habita en esa tierra. ¡Ya son pan comido! No tienen quién los proteja, porque el Señor está de parte nuestra. Así que, ¡no les tengan miedo! Pero como toda la comunidad hablaba de apedrearlos, la gloria del Señor se manifestó en la Tienda de reunión, frente a todos los israelitas. Entonces el Señor dijo a Moisés: ¿Hasta cuándo esta gente me seguirá menospreciando? ¿Hasta cuándo se negarán a creer en mí, a pesar de todas las maravillas que he hecho entre ellos? Voy a enviarles una plaga que los destruya, pero de ti haré un pueblo más grande y fuerte que ellos.

 Moisés respondió al Señor:

¡Recuerda que fuiste tú quien con tu poder sacaste de Egipto a este pueblo! Cuando los egipcios se enteren de lo ocurrido, se lo contarán a los habitantes de este país, quienes ya saben que tú, Señor, estás en medio de este pueblo. También saben que tú, Señor, te dejas ver cara a cara, que tu nube reposa sobre tu pueblo y que eres tú quien lo guía, de día con la columna de nube y de noche con la columna de fuego. De manera que, si matas a todo este pueblo, las naciones que han oído hablar de tu fama dirán:  El Señor no fue capaz de llevar a este pueblo a la tierra que juró darles, ¡y acabó matándolos en el desierto!

Ahora, Señor, ¡deja sentir tu gran poder! Tú mismo has dicho: El Señor es lento para la ira y grande en amor, perdona la maldad y la rebeldía, pero no tendrá por inocente al culpable, sino que castiga la maldad de los padres en sus hijos hasta la tercera y cuarta generación”. Entonces, por tu gran amor, perdona el pecado de este pueblo, tal como lo has venido perdonando desde que salió de Egipto».

El Señor respondió:

Me pides que los perdone y los perdono. Pero tan cierto como que yo, el Señor, vivo y mi gloria llena toda la tierra,  ninguno de los que vieron mi gloria y las maravillas que hice en Egipto y en el desierto y aún así me desobedecieron y me pusieron a prueba diez veces,  verá jamás la tierra que, bajo juramento, prometí dar a sus antepasados. ¡Ninguno de los que me despreciaron la verá! En cambio, a mi siervo Caleb, que ha mostrado un espíritu diferente y me ha sido fiel, le daré posesión de la tierra que exploró y su descendencia la heredará. Pero regresen mañana al desierto por la ruta del mar Rojo, puesto que los amalecitas y los cananeos viven en el valle.

El Señor dijo a Moisés y a Aarón:

¿Hasta cuándo ha de murmurar contra mí esta perversa comunidad? Ya he escuchado cómo se quejan contra mí los israelitas. Así que diles de mi parte: “Tan cierto como que yo vivo”, afirma el Señor, “haré que se cumplan sus deseos. Los cadáveres de todos ustedes quedarán tirados en este desierto. Ninguno de los censados mayores de veinte años que murmuraron contra mí  tomará posesión de la tierra que juré solemnemente que sería su hogar. Solo entrarán en ella Caleb, hijo de Jefone, y Josué, hijo de Nun. También entrarán en la tierra los niños que ustedes dijeron que serían botín de guerra. Y serán ellos los que gocen de la tierra que ustedes rechazaron. Pero los cadáveres de todos ustedes quedarán tirados en este desierto. Durante cuarenta años los hijos de ustedes serán pastores por el desierto. Cargarán con esta infidelidad, hasta que el último de ustedes caiga muerto en el desierto. La exploración del país duró cuarenta días, así que ustedes sufrirán un año por cada día. Cuarenta años llevarán a cuestas su maldad y sabrán lo que es tenerme por enemigo”. Yo soy el Señor y cumpliré al pie de la letra todo lo que anuncié contra esta perversa comunidad que se atrevió a desafiarme. En este desierto perecerán. ¡Morirán aquí mismo!

Los hombres que Moisés había enviado a explorar el país fueron los que, al volver, difundieron la información falsa de que la tierra era mala. Con esto hicieron que toda la comunidad murmurara. Por eso los responsables de haber difundido esta información falsa acerca de aquella tierra murieron delante del Señor, víctimas de una plaga. De todos los hombres que fueron a explorar el país solo sobrevivieron Josué, hijo de Nun, y Caleb, hijo de Jefone.

El pueblo intenta conquistar la tierra

Cuando Moisés terminó de decirles esto, todos los israelitas se pusieron a llorar amargamente. Al otro día, muy de mañana, el pueblo empezó a subir a la parte alta de la zona montañosa y decía: Subamos al lugar que el Señor nos ha prometido, pues reconocemos que hemos pecado.

Pero Moisés dijo:

¿Por qué han vuelto a desobedecer la orden del Señor? ¡Esto no les va a dar resultado! No suban, porque los derrotarán sus enemigos, pues el Señor no está entre ustedes. Tendrán que enfrentarse a los amalecitas y a los cananeos, que los matarán a filo de espada. Como ustedes se han alejado del Señor, él no estará con ustedes. Pero ellos se empecinaron en subir a la cumbre de la montaña, a pesar de que ni Moisés ni el arca del pacto del Señor salieron del campamento. Entonces los amalecitas y los cananeos que vivían en esas montañas descendieron y los derrotaron, haciéndolos retroceder hasta Jormá.

Hay momentos en la vida que son decisivos, verdaderas bisagras en la historia personal y colectiva. Esos instantes no forjan el carácter, simplemente lo exponen. La prueba, la dificultad y aún el éxito, funcionan como un fuego que revela lo que está escondido en el corazón.

Eso es exactamente lo que está sucediendo en Números 14. El reporte de los espías fue ese momento de presión que sacó a la luz lo que realmente había en sus corazones. Para algunos, como Josué y Caleb, la situación reveló su fe y una confianza profunda en la fidelidad de Dios. Pero para la mayoría, lo que salió a la superficie fue miedo, incredulidad y nostalgia por Egipto.

Lo que debía ser la oportunidad de dar un paso de fe hacia la promesa, se convirtió en un espejo que mostró lo que había en su interior. La tierra estaba frente a ellos, los frutos en sus manos, la gloria de Dios aún visible en la nube… pero lo que dominaba sus corazones era más fuerte que la evidencia externa.

La prueba no los transformó en incrédulos; simplemente mostró la incredulidad que ya se había estado gestando en ellos. Así como Jesús dijo: “De la abundancia del corazón habla la boca” (Mateo 12:34), la reacción del pueblo fue la expresión de un corazón que no confiaba en la palabra de Dios o en Él.

Vamos desglosar este capítulo en 6 partes de la siguiente manera

1.    La rebelión del pueblo (V1-4) Toda la comunidad gritó y pasó la noche llorando. Imagínense algo así. ¡Qué ambiente tan desolador y triste!¡Deseaban la muerte en el desierto o Egipto! Hasta llegaron al punto de querer regresar a Egipto. Era una nostalgia tóxica. Y se alentaban unos a otros diciendo, «¡Escojamos un jefe que nos lleve a Egipto!». Es increíble lo fácil que resulta avivar las brasas encendidas del descontento en los demás, sobre todo cuando están unidos en una misma causa y creencia. Era mas fácil sacar a Israel de Egipto que sacar Egipto de Israel. El ser libreado no significa que el liberado sea libre. La esclavitud crea dependencia, seguridad, costumbre y la libertad exige acciones como decisión y responsabilidad. El Rabino Jonathan Sacks en su comentario de Números dice: “Se necesita más que unos pocos días o semanas para convertir a una población de esclavos en una nación capaz de manejar las responsabilidades de la libertad”. En el caso de los israelitas, se necesitó de una generación nacida en libertad, endurecida por la experiencia del desierto, libre de los hábitos de la servidumbre. La libertad toma tiempo, y no hay atajos”. Después de ser liberados de Egipto en Éxodo 13:17-18 Moisés escribió lo siguiente, Cuando el faraón dejó salir a los israelitas, Dios no los llevó por el camino que atraviesa la tierra de los filisteos, que era el más corto, pues pensó: «Si se les presentara batalla, podrían cambiar de idea y regresar a Egipto». Por eso les hizo dar un rodeo por el camino del desierto, en dirección al mar Rojo”. Las dificultades, el miedo y la incredulidad pudieron más que todas las maravillas y despliegue de milagros que vieron con sus propios ojos. ¡Ante un corazón incrédulo, ningún milagro es suficiente! 

 

2.    La intercesión de los creyentes (v.5-10a). Ante el deseo de escoger un nuevo líder que los llevara a cumplir sus deseos de regresar a Egipto, Moisés, Aarón, Josué y Caleb responden decisivamente reconociendo la gravedad del momento. Moisés y Aarón caen rostro en tierra. Una respuesta muy apropiada ante semejante amenaza a su liderazgo y rebelión contra Dios. Ante la necedad y arrogancia del pueblo, la única respuesta es humillarse delante de Dios en clamor por misericordia. También Caleb y Josué rasgaron sus vestiduras en señal de duelo. De cierta manera, el duelo era no solo un dolor profundo de ver lo que el pueblo quería hacer, sino también como un anticipo de la muerte que esperaba a toda una generación en el desierto. Estos cuatro hombres llenos de fe y temor de Dios, deseosos de recibir las promesas, interceden por el pueblo. Caleb y Josué, continúan alentando al pueblo recordándoles de nuevo las promesas con estas palabras; “Nos hará entrar en ella”, “Nos va a dar una tierra donde abundan la leche y la miel”,  “No se rebelen contra el Señor”, “Ni tengan miedo de la gente que habita en esa tierra”, “Ya son pan comido”, “No tiene quien los proteja”, “El Señor esta con nosotros”, “Así que no tengan miedo”. Pero el pueblo quería apedrearlos. No había poder humano que les cambiara de idea. Era un pueblo terco, obstinado e incrédulo empecinado en hacer su voluntad. La fe verdadera a menudo incomoda, y por eso es rechazada por quienes se aferran al miedo y rehúsan cambiar sin importar las consecuencias.

 

3.    Dios interviene. (14:10b-25) La respuesta del Señor no se dejó esperar y era absolutamente necesaria. Sus siervos estaban a punto de ser ejecutados. Así que la gloria del Señor se manifiesta en la tienda de reunión ante todo el pueblo. ¡Es como si Dios hubiese dicho: aquí estoy! ¡Presente! ¡Mucho cuidado! No solamente fue su presencia sino sus palabras con una serie de preguntas: "¿Hasta cuándo esta gente me seguirá menospreciando?" ¿Hasta cuándo se negarán a creer en mí? Y afirma las maravillas que hizo por ellos. En su ira, Dios emite un juicio de plaga destructiva. Podemos ver una interacción extraordinaria entre Dios y Moisés. Moisés una vez más hace alusión proclamándole en forma de recordatorio todo lo que El ha hecho por ellos. Y dice: nos sacaste de Egipto, estás entre nosotros, te dejas ver cara a cara, tu nube reposa sobre tu pueblo, nos guías y si matas a todo este pueblo que dirán las naciones de ti. Cuestionarán tu poder. Y Moisés sigue apelando al poder de Dios diciéndole: “El Señor es lento para la ira y grande en amor, perdona la maldad y la rebeldía, pero no tendrá por inocente al culpable, sino que castiga la maldad de los padres en sus hijos hasta la tercera y cuarta generación”. Moisés le pide que perdone el pecado de su pueblo por su gran amor, pues ya lo había venido haciendo. ¡¡Increíble!! Arthur Pink en su libro, “Los Atributos de Dios”, define la paciencia de Dios de la siguiente manera: “definiríamos la paciencia divina como ese poder de control que Dios ejerce sobre sí mismo, es aquello que le lleva a soportar a los malvados y a abstenerse tanto tiempo en castigarlos”. En Nahúm 1:3, leemos: “EL Señor es tardo para la ira y grande en poder”. Dios los perdonó, pero quitó las consecuencias de su rebelión. Ninguno de los que vio su gloria y sus maravillas en Egipto y en el desierto, probándolo 10 veces, verá la tierra que juro darles a sus antepasados. Ninguno de los que lo despreciaron verá la tierra, excepto Caleb, que sí le creyó. También Josué, que eventualmente los llevaría a conquistar la tierra. Les ordena regresar a la ruta del Mar Rojo. No marcharían hacia adelante sino hacia atrás. 

 

4.    Dios dicta sentencia (V26-38). Haré que se cumplan sus deseos. Los cadáveres de todos ustedes quedarán tirados en este desierto. Lo que ellos pronunciaron con sus bocas se les convirtió en realidad, ellos dijeron: “Como quisiéramos haber muerto en Egipto o en este desierto” y Dios les concedió su deseo. Toda la generación que se reveló y no creyó morirá en el desierto y sus hijos serán pastores por el desierto y cargarán la infidelidad de sus padres durante 40 años.  Las excepciones: Solo Caleb y Josué entrarán en la Tierra Prometida y la próxima generación recibirá las promesas. ¡Qué impactante! Las decisiones de una generación entera no solo determinaron su propio destino, sino también el de sus hijos. Lo que ellos escogieron en un momento de incredulidad y miedo se convirtió en una sentencia de cuarenta años vagando en el desierto.

El pecado nunca se queda en el ámbito privado; siempre tiene consecuencias que trascienden al individuo y alcanzan a otros. Así como una chispa puede incendiar un bosque entero, la incredulidad de Israel marcó el rumbo de cientos de miles. La misericordia de Dios es clara al no ejecutar justicia inmediata acabando con todos los incrédulos, sino que les permitió vivir y hasta criar a sus hijos. Su justicia tomaría 40 años.

Estas palabras tienen un peso impresionante: una decisión tomada en rebeldía puede cerrar puertas de bendición para toda una vida, mientras que una decisión tomada en fe puede abrir un legado de esperanza para el que cree y para las generaciones futuras.

Por eso Hebreos 3:15-19 nos advierte: “como se acaba de decir: «Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan sus corazones como sucedió en la rebelión»”. Ahora bien, ¿quiénes fueron los que oyeron y se rebelaron? ¿No fueron acaso todos los que salieron de Egipto guiados por Moisés? ¿Y con quiénes se enojó Dios durante cuarenta años? ¿No fue acaso con los que pecaron, los cuales cayeron muertos en el desierto? ¿Y a quiénes juró Dios que jamás entrarían en su reposo, sino a los que desobedecieron? Como podemos ver, no pudieron entrar por causa de su incredulidad”.

El momento de decidir creerle a Dios siempre es ahora, cada día, cada momento porque cada decisión que tomamos —en obediencia o en desobediencia— deja huellas más allá de lo que imaginamos.

5.    El castigo inmediato a los espías infieles (v.36-38). Los 10 espías que difundieron información falsa diciendo que la tierra era mala contagiaron al pueblo con su veneno y murieron delante del Señor, víctimas de una plaga. El castigo no esperó. Había que acabar con el cáncer. La ley está repleta de leyes donde los que las violan sufren eliminación de su pueblo por muerte a manos de Dios. Este es el caso. Definitivamente una lección para todo un pueblo. Dios preservó a los que le creyeron, Caleb y Josué. Hebreos 10:30-31 dice: Pues conocemos al que dijo: «Mía es la venganza; yo pagaré”»; y también: «El Señor juzgará a su pueblo». ¡Es aterrador caer en las manos del Dios vivo!”

 

6.    La obediencia tardía es desobediencia (V39-45). Obedecer por la amargura de las consecuencias, aun con lágrimas de dolor por la desobediencia, no cambia lo que Dios ya ha determinado. Ellos estaban acampando en Cades. Recordemos que ellos debían esperar que la nube se levantara para emprender la marcha. Resulta que los rebeldes comenzaron a marchar y subir a conquistar la tierra sin la nube que los guiara y el arca del pacto que fuese delante de ellos.  No solo se no le creyeron a Dios sino que ahora tomaron las riendas de su marcha, ellos tomaron el control. Moisés les recordó que estaban de nuevo en desobediencia. Ellos seguramente pensaron que como no habían obedecido la primera vez, entonces ahora demostrarían que sí obedecían. Dios no estaba con ellos y sus enemigos los matarían a filo de espada. Pero nada los detuvo. Se empecinaron de nuevo en hacer lo que querían y subieron a la cumbre de la montaña, y los amalecitas y los cananeos que vivían allí los derrotaron y tuvieron que retroceder. ¡Aún no aprendían su lección! ¡Fue una humillación completa! Qué palabras tan fuertes en el versículo 43, “como ustedes se han alejado del Señor, Él no está con ustedes”. Todos hemos presenciado lo que ocurre cuando alguien se aparta de Dios: se nota la ausencia de su guía y de su favor, como si la mano de Dios ya no reposara sobre esa vida.

Y que dice el Nuevo Testamento

 

El autor de hebreos usa Números 14 como advertencia para la iglesia. 

Hebreos 3:7-19 dice, “Por eso el Espíritu Santo dice: «Cuando oigan hoy su voz, no endurezcan el corazón como lo hicieron los israelitas cuando se rebelaron, aquel día que me pusieron a prueba en el desierto. Allí sus antepasados me tentaron y pusieron a prueba mi paciencia a pesar de haber visto mis milagros durante cuarenta años. Por eso, estuve enojado con ellos y dije: “Su corazón siempre se aleja de mí. Rehúsan hacer lo que les digo”. Así que en mi enojo juré: “Ellos nunca entrarán en mi lugar de descanso”». Por lo tanto, amados hermanos, ¡cuidado! Asegúrense de que ninguno de ustedes tenga un corazón maligno e incrédulo que los aleje del Dios vivo. Adviértanse unos a otros todos los días mientras dure ese «hoy», para que ninguno sea engañado por el pecado y se endurezca contra Dios. Pues, si somos fieles hasta el fin, confiando en Dios con la misma firmeza que teníamos al principio, cuando creímos en él, entonces tendremos parte en todo lo que le pertenece a Cristo. Recuerden lo que dice: «Cuando oigan hoy su voz, no endurezcan el corazón como lo hicieron los israelitas cuando se rebelaron». ¿Y quiénes fueron los que se rebelaron contra Dios a pesar de haber oído su voz? ¿No fue acaso el pueblo que salió de Egipto guiado por Moisés? ¿Y quiénes hicieron enojar a Dios durante cuarenta años? ¿Acaso no fueron los que pecaron, cuyos cadáveres quedaron tirados en el desierto? ¿Y a quiénes hablaba Dios cuando juró que jamás entrarían en su descanso? ¿Acaso no fue a los que lo desobedecieron? Como vemos, ellos no pudieron entrar en el descanso de Dios a causa de su incredulidad.”

 

Y como podemos aplicar estas lecciones a nuestras vidas

1.    Créele a Dios. La incredulidad puede detenernos justo a la puerta de recibir las promesas, y robarnos un futuro glorioso que nos espera si continuamos creyéndole a Dios.

Hebreos 3:19 dice, “Como podemos ver, no pudieron entrar por causa de su incredulidad.”


2.    La obediencia debe ser inmediata. La obediencia tardía es desobediencia. Es mejor obedecer que ofrecer sacrificios. 

1 Samuel 15:22-23 NVI

«¿Qué agrada más al Señor: que se le ofrezcan holocaustos y sacrificios o que se obedezca lo que él dice? El obedecer vale más que el sacrificio, y prestar atención, más que la grasa de carneros. La rebeldía es tan grave como la adivinación, y la arrogancia, como el pecado de la idolatría. Y como tú has rechazado la palabra del Señor, él te ha rechazado como rey».”


Salmos 119:60 NTV 

“Me apresuraré sin demora a obedecer tus mandatos.”

 

3.     Recuerda que Dios es fiel para cumplir sus promesas. 

 Hebreos 10:23 NVI

“Mantengamos firme la esperanza que profesamos, porque fiel es el que hizo la promesa.”


Este es el costo del miedo: Roba tu destino, contamina a otros, distorsiona tu pasado y te paraliza para que no tomes acción. El Poder de la Fe te permite ver lo invisible e imposible, te ayudará a permanecer firme aun cuando eres minoría y estás pasando por dificultades, heredarás las promesas que solo son reservadas para los que creen que Dios cumple lo prometido y exhortarás a tus seres queridos, a otros y a generaciones futuras a creerle a Dios. Créelo, tu fe puede alimentar, transformar y avivar a otros. 

PREGUNTAS PARA REFLEXIÓNa

1.    ¿Qué "desiertos" en tu vida son resultado de decisiones basadas en el miedo en lugar de la fe?

2.    ¿Hay algún área donde estás idealizando el "Egipto" de tu pasado en lugar de avanzar hacia las promesas de Dios?

3.    ¿Eres un "Caleb" que anima a otros hacia las promesas de Dios, o un "espía incrédulo" que esparce desaliento?

4.    ¿Qué lecciones estás transmitiendo a la próxima generación: miedo o fe?

Las decisiones que tomamos en los momentos de crisis determinan no solo nuestro destino, sino el de las generaciones que vienen detrás de nosotros. Dios perdona el pecado, pero no siempre quita las consecuencias. 

En el próximo episodio exploraremos cómo Dios, en su misericordia, no abandona a su pueblo en el desierto, sino que continúa revelando su carácter y preparando a la nueva generación para poseer la herencia que sus padres rechazaron por falta de fe.

Para terminar, te dejo con las palabras del Rabino Jonathan Sacks, “La libertad toma tiempo y exige paciencia. Requiere años de lucha sin perder la esperanza.”

Hasta la próxima semana, si Dios lo permite. Bendiciones.