Levitico, Una Ventana al Corazon de Dios Podcast

#53.El Privilegio, La Responsabilidad y la Recompensa de Servir a Dios

Liliana Alvarez Season 2 Episode 53

En este episodio exploramos un momento profundamente significativo: cuando Dios habla directamente a Aarón para establecer el orden, los límites y las recompensas del sacerdocio y del servicio levítico.

Después de la rebelión de Coré, el Señor define con claridad lo que significa servirle: un llamado santo que une privilegio, responsabilidad y recompensa.


Veremos cómo los sacerdotes y levitas fueron escogidos para guardar lo santo y vivir de lo consagrado, y cómo Dios mismo se convirtió en su herencia.

A través de estas instrucciones, entendemos que servir a Dios no es una carga, sino un regalo.


Este capítulo apunta al cumplimiento perfecto en Cristo:

Él es la Puerta, el Sumo Sacerdote y el Mediador del nuevo pacto.

Solo por medio de Jesús podemos entrar a la presencia del Padre.

Y hoy, esa puerta no está en el tabernáculo… sino en tu corazón.


“Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo.” (Apocalipsis 3:20)


Un recordatorio de que el servicio a Dios nace del amor, se sostiene en la fidelidad y culmina en la comunión eterna con Él.

Hola, amigos, bienvenidos. Gracias por acompañarme en este episodio #53 de “Números: Una Ventana al Corazón de Dios”. En el episodio anterior vimos cómo Dios puso fin a la rebelión de Coré y sus seguidores, y cómo confirmó de manera pública el sacerdocio de Aarón por medio de un milagro impresionante: una vara muerta floreció, dio brotes y almendras vivas. Ese acto sobrenatural no solo vindicó a Aarón, sino que silenció la queja del pueblo. 

En este episodio, “El Privilegio, La Responsabilidad y la Recompensa de Servir a Dios”, exploraremos lo que Dios le dijo directamente a Aarón acerca del privilegio y regalo del sacerdocio, sus responsabilidades y compensación por servirle a Él. Además, tendría a sus hermanos levitas como ayudantes en el ministerio. Aaron, como jefe de la tribu levita, escucha directamente la voz de Dios.

Jacob Milgrom en su comentario de números dice: “Estas son instrucciones dadas por Dios directamente a Aarón. En los demás casos, las órdenes divinas le son comunicadas a través de Moisés. Este hecho tan inusual subraya la seriedad y la dignidad del ministerio sacerdotal y levítico encargado de proteger el santuario. El Señor quiso transmitir personalmente estas instrucciones al jefe de la tribu levítica. Además, esta comunicación directa con Aarón representa el cierre apropiado a la reciente disputa por el sacerdocio: Dios reafirma públicamente la elección de Aarón al concederle una revelación personal como señal de Su aprobación y respaldo.”

En la ciudad de Wells, Inglaterra, se encuentra una de las catedrales góticas más bellas del país, famosa por tener uno de los relojes medievales más antiguos del mundo, construido a finales del siglo XIV.

Durante más de seiscientos años, hombres anónimos habían subido diariamente los estrechos escalones de piedra para darle cuerda al mecanismo y mantenerlo en funcionamiento.

Su labor era silenciosa, meticulosa y casi invisible. Pocas personas sabían sus nombres, pero gracias a su fidelidad, el reloj seguía marcando el paso del tiempo con precisión, siglo tras siglo.

Uno de los encargados del reloj comentó en una entrevista que sentía una conexión espiritual al escucharlo funcionar, porque le recordaba que su tarea, aunque pequeña y rutinaria, formaba parte de algo que trascendía su propia vida.

Esa idea encierra el corazón de Números 18. Así como los cuidadores del reloj mantienen el ritmo de algo mucho más grande que ellos, los sacerdotes y levitas en Israel mantenían el orden, cuidaban el tabernáculo y se aseguraban de que el pueblo se acercara a Dios debidamente. Ellos eran como el latido espiritual del pueblo.

Su servicio era silencioso, constante y sagrado. Nadie los aplaudía, pero Dios veía cada acto de obediencia. Y la recompensa más grande no era terrenal, sino espiritual: la comunión con Aquel a quien servían.

Voy a leer el capítulo 18 de la Nueva Versión Internacional y dice:

El Señor dijo a Aarón: Todos los de la tribu de Leví se expondrán a sufrir las consecuencias por las ofensas relacionadas con el santuario, pero de entre ellos solo tú y tus hijos se expondrán a las consecuencias asociadas con el sacerdocio.  Cuando tú y tus hijos estén ministrando delante de la Tienda donde están las tablas del pacto, tendrán como ayudantes a sus hermanos de la tribu de Leví. Ellos te ayudarán en tus deberes y estarán a cargo de la Tienda, pero no se acercarán a los objetos sagrados ni al altar, para que no mueran. Ellos serán tus ayudantes, y estarán a cargo de la Tienda de reunión y de todo su servicio. Así que, cuando ustedes ministren, nadie que no esté autorizado se les acercará.

Solo ustedes estarán a cargo de las cosas sagradas y del altar, para que no se vuelva a derramar mi ira sobre los israelitas. Considera que yo mismo he escogido, de entre la comunidad, a tus hermanos los levitas, para dártelos como un regalo. Ellos han sido dedicados al Señor para que sirvan en la Tienda de reunión. Pero solo tú y tus hijos se harán cargo del sacerdocio, es decir, de todo lo referente al altar y a lo que está detrás de la cortina. A ustedes les doy de regalo el sacerdocio, pero cualquier extraño que se acerque a las cosas sagradas será condenado a muerte.

Privilegios de los sacerdotes

El Señor dijo a Aarón: Yo mismo te he puesto a cargo de todas las cosas sagradas que los israelitas me traen como contribución. A ti y a tus hijos se las he entregado como su porción consagrada, como estatuto perpetuo. Te corresponderán las cosas más sagradas que no se queman en el altar. Tuya será toda ofrenda que presenten los israelitas, junto con las ofrendas de cereal, los sacrificios por el perdón de pecados y los sacrificios por la culpa. Todo esto que ellos me traen será algo muy santo para ti y para tus hijos. Comerás de las cosas más sagradas y las considerarás santas. Todo varón comerá de ellas.

También te corresponderán las contribuciones de todas las ofrendas mecidas que me presenten los israelitas. A ti, a tus hijos e hijas que vivan contigo se las he dado, como estatuto perpetuo; y todas las personas que vivan en tu casa que estén ceremonialmente limpias, pueden comerla.

De las primicias que ellos traigan al Señor, te daré también lo mejor del aceite, del vino nuevo y del trigo. Ellos traerán al Señor las primicias de todo lo que la tierra produce y yo te las entregaré a ti. Toda persona de tu familia que esté ritualmente pura podrá comer de ellas.

Todo lo que en Israel haya sido dedicado por completo al Señor será tuyo. Todo primogénito presentado al Señor será tuyo, ya sea de hombre o de animal. Pero rescatarás al primogénito nacido de hombre y al de animales impuros. El rescate tendrá lugar cuando el primogénito tenga un mes de edad. El precio del rescate será de cinco siclos de plata, según el peso oficial del santuario, que son veinte guerás.

Pero no podrás rescatar al primogénito de un toro, de una oveja o de un macho cabrío, pues son santos. Rociarás su sangre en el altar y quemarás su grasa como ofrenda puesta al fuego, cuyo aroma es grato al Señor. Pero la carne será tuya, lo mismo que el pecho de la ofrenda mecida y el muslo derecho.  Yo, el Señor, te entrego todas las contribuciones sagradas que los israelitas me presentan. Son tuyas, y de tus hijos e hijas que vivan contigo, como estatuto perpetuo. Este es un pacto perpetuo[b] que hago contigo y con tus descendientes».

Privilegios de los levitas

El Señor dijo a Aarón: «Tú no tendrás herencia en el país, tampoco recibirás ninguna porción de tierra, porque yo soy tu porción; yo soy tu herencia entre los israelitas.

A los levitas doy como herencia, y en pago por su servicio en la Tienda de reunión, todos los diezmos de Israel. De ahora en adelante los demás israelitas no se acercarán a la Tienda de reunión, de lo contrario sufrirán las consecuencias de su pecado y morirán. Únicamente los levitas servirán en la Tienda de reunión y cargarán con la culpa de los israelitas. El siguiente es un estatuto perpetuo para todas las generaciones venideras: Los levitas no recibirán herencia entre los israelitas, porque yo les he dado como herencia los diezmos que los israelitas ofrecen al Señor como contribución. Por eso he decidido que no tengan herencia entre los israelitas».

El diezmo de los diezmos

El Señor ordenó a Moisés que dijera a los levitas: «Cuando reciban de los israelitas los diezmos que les he dado a ustedes como herencia, presenten al Señor el diezmo de esos diezmos como contribución. Esa contribución será contada como si fuera trigo o vino. Así reservarán para el Señor, como su contribución, el diezmo de todos los diezmos que reciban de los israelitas, y se lo entregarán al sacerdote Aarón. De todos los dones que reciban reservarán para el Señor una contribución. Y le consagrarán lo mejor.

Cuando los levitas hayan presentado la mejor parte, se tomará en cuenta como si fuera vino o grano. Lo que sobre, ustedes y sus familias podrán comerlo donde quieran. Ese será el pago por su ministerio en la Tienda de reunión.  Después de presentar el diezmo de los diezmos, ya no será pecado que coman lo que sobre.

No profanen las ofrendas sagradas de los israelitas, porque de lo contrario morirán.

Números 18 es una confirmación divina del sacerdocio de Aarón. En medio de las tensiones, Dios establece un orden claro para evitar futuras rebeliones: define las responsabilidades, privilegios y provisiones tanto de los sacerdotes como de los levitas.

 

Vamos a dividir este capítulo en cuatro partes:

1.    Deberes de los Sacerdotes y Levitas (vv. 1–7) Toda la tribu de Levi tenía un llamado especial y habían sido apartados para el servicio a Dios en el Tabernáculo. Los levitas acampaban alrededor del tabernáculo y los sacerdotes, Aarón y sus hijos, y Moisés acampaban a la entrada de la tienda de reunión. Todos ellos debían matar a la persona que quisiera acercarse de una manera inadecuada y deliberada. Números 3:38 dice: “Delante del tabernáculo, hacia el oriente por donde sale el sol, estaba el área reservada para las carpas de Moisés y las carpas de Aarón y sus hijos. Ellos tenían la máxima responsabilidad sobre el santuario en nombre del pueblo de Israel. Todo el que no fuera sacerdote o levita y se acercara al santuario, sería ejecutado.” En el diseño del tabernáculo, la única puerta o entrada estaba en el lado oriental. Esa puerta no era un simple detalle arquitectónico, sino un símbolo teológico profundo: solo a través de esa entrada podía el pueblo acercarse a Dios. El altar donde se ofrecían los sacrificios y el lavatorio eran el fundamento para poder acercarse a Dios. Sin sangre sobre el altar no había posibilidad de acercamiento. Los sacerdotes eran esos mediadores escogidos por Dios para esa labor expiatoria. La tienda de reunión era ese lugar donde los sacerdotes en la intimidad con Dios atendían el candelabro, la mesa de los panes, el altar de incienso y una vez al año el sumo sacerdote entraba en el lugar más santo a hacer expiación en el propiciatorio por los pecados de el mismo y de todo Israel. 

Los levitas custodiaban el perímetro exterior, pero solo los sacerdotes —descendientes directos de Aarón— eran responsables de vigilar la entrada y proteger la santidad del tabernáculo. Si alguien no autorizado intentaba entrar, eran los sacerdotes quienes respondían ante Dios por esa transgresión. ¡Qué responsabilidad tan grande! Los levitas eran un regalo para los sacerdotes para que les ayudaran en su ministerio. El sacerdocio también era un regalo dado por Dios. ¡Qué belleza!

Dios mismo ejecutaba castigo a los levitas y sacerdotes si ellos violaban la manera como se acercaban al tabernáculo y a los objetos sagrados. Por ejemplo, un sacerdote que no se lavara en el lavatorio antes de ofrecer un sacrificio en el altar moriría a manos de Dios. Recordemos que Nadab y Abiu murieron en manos de Dios por ofrecer un incienso no autorizado. Así mismo ocurrió con Core, el levita, por querer usurpar el sacerdocio. En estos primeros versículos, Dios comienza recordándole a Aarón la responsabilidad y lo sagrado del sacerdocio. Aarón y sus hijos serían los responsables de mantener la pureza del santuario. Los levitas, por su parte, servirían como ayudantes, pero sin traspasar los límites establecidos. Ellos debían custodiar, transportar y asistir, pero solo los sacerdotes podían ministrar directamente ante el altar

Aaron entendía que el liderazgo espiritual no era una plataforma de poder, sino un llamado a ser un siervo. Ser un servidor era ser llamado a proteger la santidad de la presencia de Dios en medio de Su pueblo. El servicio a Dios se fundamenta en orden, santidad y sumisión a Su voluntad. Dios mismo estableció los límites y las funciones, recordándonos que en Su obra no hay tareas insignificantes ni posiciones casuales. Cada siervo cumplía un papel esencial, aunque no todos podían acercarse de la misma manera.

2.    Privilegios de los Sacerdotes (vv. 8–19). En esta segunda parte, Dios le da a Aarón los detalles de su provisión. Las ofrendas que el pueblo traía a Dios —ofrendas elevadas, primicias, porciones de sacrificios, y todo lo consagrado— serían su sustento. Esto no era una forma de enriquecimiento personal, sino una manera de asegurar que los sacerdotes pudieran dedicarse completamente a su labor sin distracciones materiales. Dios le daba generosamente al pueblo para que ellos mismos pudieran llevar sus ofrendas y sacrificios y proveer para sus siervos. Jacob Milgom nos ayuda a ver muy claramente la provisión tan extraordinaria de Dios para sus sacerdotes y dice: Después de un versículo introductorio (v. 8), los dones sacerdotales se enumeran según la división tradicional: kodesh kodashim (“cosas santísimas”, vv. 9–10) y kodesh(“cosas santas”, vv. 11–19). En el primer grupo se especifican tres dones, y en el segundo ocho, para un total de once.

Sin embargo, los rabinos enumeran veinticuatro privilegios sacerdotales, agrupándolos bajo dos categorías: doce dones entregados a los sacerdotes dentro del Templo y doce fuera del Templo.

 

Los dones dentro del Templo son:

1.    Las ofrendas por el pecado (Levítico 6:19, 22);

2.    Las ofrendas de reparación (Levítico 7:6);

3.    La ofrenda de comunión del pueblo traída en Shavuot (Levítico 23:20);

4.    La piel del holocausto (Levítico 7:8);

5.    El resto del aceite traído por el leproso sanado (Levítico 14:18, 29);

6.    El resto del omer de cebada de la ofrenda de las primicias (Levítico 23:12–13);

7.    Las dos tortas de trigo de las primicias (Levítico 23:17, 20);

8.    El pan de la proposición (Levítico 24:5–9);

9.    El resto de las ofrendas de cereal (Levítico 6:9; 10:12);

10.Los panes que acompañan la ofrenda de acción de gracias (Levítico 7:12–14);

11.El pecho y el muslo derecho de la ofrenda individual de comunión (Levítico 7:34; 10:15);

12.La espaldilla de la ofrenda de comunión ofrecida por el nazareo, junto con sus panes (Números 6:19–20).

Los dones fuera del Templo son:

1.    La ofrenda elevada (aproximadamente una quinceava parte de la cosecha; Números 18:12);

2.    Una décima parte del diezmo de los levitas (Números 18:25–32);

3.    La primera porción de la masa (Números 15:17–21);

4.    Las primicias (Números 18:13);

5.    La primera lana tras el esquilado (Deuteronomio 18:4);

6.    La espaldilla, las quijadas y el estómago del animal sacrificado (Deuteronomio 18:3);

7.    El primogénito varón de las mujeres (Números 18:15);

8.    El primogénito de los animales puros (Números 18:15);

9.    El primogénito del asno (Éxodo 12:13; 34:20);

10.Cosa completamente dedicada al Señor (Números 18:16);

11.Un campo consagrado al santuario que no fue redimido antes del Jubileo (Levítico 27:21);

12.Los bienes robados a un ger (extranjero residente) y devueltos por el ladrón arrepentido (Números 5:8).¹⁹

¡Qué provisión tan extraordinaria y abundante! ¡Nada le faltaría a sus siervos! 

Con estas instrucciones a Aaron, Dios dejó plasmadas de una vez por siempre su voluntad y provisión para sus sacerdotes. No habría más dudas ni discusiones. La sal, en la antigüedad, era símbolo de permanencia y pureza. Un “pacto de sal” significaba una relación inquebrantable y duradera. Dios no solo prometió provisión; sino comunión. Su pacto con Aarón no se basaba en ganancias materiales, sino en Su fidelidad eterna. Cuando servimos a Dios, Él no solo nos da lo que necesitamos… Él se da a sí mismo.

3.    Privilegios de los Levitas (vv. 20–24) De nuevo Dios le habla a directamente a Aaron diciéndole, “Tú no tendrás herencia en el país, tampoco recibirás ninguna porción de tierra, porque Yo soy tu porción; Yo soy tu herencia entre los Israelitas.” (v.20) Estas palabras resumen el corazón del capítulo y revelan la belleza del llamado levítico. Mientras las demás tribus recibirían tierras como herencia, los levitas no tendrían territorio propio. Su herencia sería el Señor mismo. Los levitas recibirían el diezmo del pueblo como provisión por su servicio. Ese diezmo era un reconocimiento de que ellos se dedicarían por completo a la obra del tabernáculo. Solo quien entiende que Dios mismo es su herencia puede servir con gozo y libertad. Los levitas no poseían tierras, pero tenían algo infinitamente mayor: la presencia constante del Dios viviente.

 

4.    El Diezmo de los Diezmos (vv. 25–32).  Dios le da la instrucción a Moisés y no a Aaron para evitar cualquier conflicto entre los sacerdotes y los levitas. Ya había habido demasiado conflicto, pero los levitas debían darles a los sacerdotes un diezmo del diezmo que ellos recibirían del pueblo. Dios establece una dinámica de reciprocidad espiritual. Los levitas, que recibían el diezmo del pueblo, debían a su vez ofrecer la mejor parte de lo recibido al Señor. Este principio aseguraba que el servicio y la adoración permanecieran centrados en Dios, no en la ganancia. Milgrom dice lo siguiente: “Los levitas tenían derecho al elevado salario del diezmo como compensación por tener que exponerse a peligros mortales al desempeñar sus deberes en el tabernáculo.” Darle lo mejor a Dios no es un acto religioso, sino una expresión de amor y reconocimiento de que todo proviene de Él.

 

Y que dice el Nuevo Testamento:

  Hoy quiero terminar hablando de dos puertas:

1.    ¡Jesús es la puerta! Él es la única entrada que conduce al Padre. No hay otro camino, ni otra forma de acceso. Así como en el tabernáculo había una sola puerta al oriente, por la cual solo los sacerdotes podían entrar para ministrar, así también solo por medio de Cristo podemos acercarnos a la presencia de Dios. Y también es el guardián de la entrada

Juan 10:7-10 dice; Por eso volvió a afirmar: «Les aseguro que yo soy la puerta de las ovejas. Todos los que vinieron antes de mí eran unos ladrones y unos bandidos, pero las ovejas no les hicieron caso. Yo soy la puerta; el que entre por esta puerta, que soy yo, será salvo. Podrá entrar y salir con libertad y hallará pastos. El ladrón no viene más que a robar, matar y destruir; yo he venido para que tengan vida y la tengan en abundancia.”

Juan 14:6 dice, “Yo soy el camino, la verdad y la vida; nadie viene al Padre sino por mí.” 

No se puede entrar por la puerta que tú fabricas, ni por la que tú crees que debería existir. No hay religión, esfuerzo, ni mérito humano que pueda abrir el acceso al Padre. Solo Jesús —el Cordero, el Sacerdote perfecto— puede hacerlo.

En la cruz, cuando su cuerpo fue entregado, el velo del templo se rasgó de arriba abajo, y lo que antes estaba restringido solo a unos pocos fue abierto para todos los que creen en Él.

Él cuida la entrada. Entrar por la puerta no se trata de religión, de obras, ni de apariencias. Se trata de una relación viva con Aquel que dio su vida por nosotros. El verdadero acceso al Padre no está en lo que haces, sino en quién has puesto tu fe y obedeces. 

Mateo 7:21-23 dice, «No todo el que me dice: “Señor, Señor”, entrará en el reino de los cielos, sino solo el que hace la voluntad de mi Padre que está en el cielo.  Muchos me dirán en aquel día: “Señor, Señor, ¿no profetizamos en tu nombre y en tu nombre expulsamos demonios e hicimos muchos milagros?”. Entonces les diré claramente: “Jamás los conocí. ¡Aléjense de mí, hacedores de maldad!”

2.    Jesús también habló de otra puerta: la puerta de tu corazón. Él no te la abre con fuerza ni la derriba… simplemente llama, espera que oigas y que respondas invitándolo a entrar en ti.

Apocalipsis 3:20 dice, “Yo estoy a la puerta y llamo; si alguno oye mi voz y abre la puerta, entraré a él y cenaré con él, y él conmigo.” 

Hoy esa puerta no está en el tabernáculo ni en el templo, sino en ti. Él te invita a entrar. Y cuando entres, no encontrarás un altar de juicio, sino un trono de gracia.

Y como podemos aplicar estas verdades a nuestra vida

Quiero dejarte con esta aplicación: Hebreos 3:15 dice, “Si ustedes oyen hoy su voz, no endurezcan sus corazones como sucedió en la rebelión.” 

Por último, te dejo con esta pregunta: ¿Qué harás? ¿Escucharás su llamado? ¿Le abrirás la puerta de tu corazón a Jesús para que entre y habite contigo?

Señor, gracias por tu palabra. Gracias porque eres el camino, la verdad y la vida y no podemos llegar al Padre sino por ti. Te pido que ablandes los corazones de los que necesitan entrar y de los que entramos y necesitamos perseverar. Ten misericordia de nosotros. Ayúdanos! Tú tienes las palabras de vida y muerte. Gracias por tu sacrificio perfecto por nosotros y por tu continua intercesión. ¡En el nombre de Jesús, amén!

Si este podcast a sido de bendición para tu vida, por favor compártelo con otros. Gracias de nuevo por tu apoyo. Hasta la próxima semana, si Dios lo permite. Dios los bendiga!