Levitico, Una Ventana al Corazon de Dios Podcast
Seguramente te estarás preguntando que relevancia tienen las leyes de Levítico para hoy y como se aplican.
En este podcast exploraremos el libro de la Biblia menos leído, poco entendido y controversial en su aplicación para el cristiano de hoy. Tambien nos ayudara a entender que las leyes son expresiones de los valores del dador de la ley.
Cada semana compartire enseñanzas que aprendi de eruditos, rabinos, pastores y amigos que influenciaron mi estudio y entendimiento de Levítico.
Los invito a descubrir cosas maravillosas que contiene este libro.
Si tienes una pregunta, la puedes enviar a podcastdelevitico@gmail.com
A CONTINUACION LES SUGIERO UNA BREVE LISTA DE ALGUNOS
COMENTARIOS QUE RECOMIENDO PARA EL ESTUDIO DE LEVITICO
Levine, B.A. (1989), Leviticus, JPS Torah Commentary (Philadelphia: Jewish Publication Society).
Milgrom, Jacob. (1983), Studies in Cultic Theology and Terminology, Studies in Judaism in Late Antiquity 36 (Leiden: Brill).
Milgrom, Jacob. (2004), Leviticus: A Book of Ritual and Ethics, Continental Commentaries (Minneapolis: Fortress Press).
Tidball, D. (2005), The Message of Leviticus: Free to Be Holy, The Bible Speaks Today (Downers Grove/Leicester: IVP).
Wenham, G. J. (1979), The Book of Leviticus, NICOT (Grand Rapids: Eerdmans).
Morales, L. M. (2015). Who Shall Ascend the Mountain of the Lord?: A Biblical Theology of the Book of Leviticus). NICOT (Apollos; InterVarsity Press).
Rugh, W. W. (1998). Christ in the Tabernacle: Person and work of Jesus Christ. (Woodlawn).
Sacks, Rabbi. Jonathan. (2015). Covenant & Conversation, Volume 3: Leviticus, The Book of Holiness. (Maggid).
Sklar, J. (2014). Leviticus: An Introduction and Commentary. TOTC (Inter-Varsity Press).
Heiser, Michael. S. (2015). The Unseen Realm: Rediscovering the Supernatural Worldview of the Bible. (Lexham Press).
A CONTINUACION LES SUGIERO UNA BREVE LISTA DE ALGUNOS
COMENTARIOS QUE RECOMIENDO PARA EL ESTUDIO DE NÚMEROS
Sacks, Rabbi. Jonathan. (2017). Covenant & Conversation, Volume 4: Numbers, The Wilderness Years. (Maggid).
Milgrom, Jacob. (1989), Numbers, JPS Torah Commentary (Philadelphia: Jewish Publication Society).
Wenham, Gordon, J. (2008). Numbers: An Introduction and Commentary. TOTC (Inter-Varsity Press).
Pakula, M. (2006). Numbers: Homeward Bound. (P. Barnett, Ed). Aquila Press.
Cole, R. D. (2000). Numbers. Vol. 38. (Broadman & Holman Publishers).
Woodall, C. (2023). Messiah in the Mishkan: From Shadow to Substance and Beyond. Wipf and Stock.
Levitico, Una Ventana al Corazon de Dios Podcast
#59. Libertad: Su Costo y Su Responsabilidad
Hoy haremos una pausa especial en nuestra serie del libro de Números para hablar de un tema que atraviesa la historia bíblica, la vida cristiana y el corazón humano: la libertad. Una libertad que anhelamos… pero que a veces no sabemos cómo vivir. Una libertad que celebramos… pero que también puede perderse si no la cuidamos.
Como dice Gálatas 5:1:
“Cristo nos libertó para que vivamos en libertad.”
Pero, ¿qué significa realmente vivir en libertad? ¿Por qué tantos creyentes liberados por Cristo siguen sintiéndose atados? ¿Y por qué, igual que Israel, a veces extrañamos nuestras antiguas prisiones?
En este episodio exploraremos la libertad desde sus raíces: la esclavitud de Israel en Egipto, su liberación, la formación de una mente nueva en el Sinaí, las batallas internas del desierto y la verdad profunda de que la libertad tiene un costo… y también una responsabilidad.
Veremos que Dios no solo rompe cadenas; Él forma un corazón nuevo, una manera nueva de adorar, de pensar, de relacionarnos y de caminar. Y descubriremos que la verdadera libertad no consiste en vivir sin señor, sino en vivir bajo el gobierno de Cristo, el único que nos hace verdaderamente libres.
Gracias por acompañarme. Abramos juntos la Palabra y dejemos que Dios nos confronte, nos enseñe y nos llame a caminar en la libertad que Cristo ya conquistó para nosotros.
Hola amigos, bienvenidos. Gracias por estar aquí en el episodio #59 de “Números: Una Ventana al Corazón de Dios.”
"¿Alguna vez has sido liberado de algo, solo para descubrir que extrañas tu antigua prisión? Hoy quiero hablarles de por qué los israelitas, después de ser milagrosamente liberados de Egipto, querían regresar a la esclavitud..."
Esta semana he decidido abordar el tema de la libertad, la próxima semana retomaremos a nuestro estudio en el libro de Números.
Gálatas 5:1 dice:
“Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud.”
Cuando escuchas la palabra libertad, ¿Qué se viene a la mente?
Todos anhelamos ser libres — libres del miedo, del pasado, de la culpa, del pecado, de la vergüenza, de la ansiedad, de la amargura, del control, de las cadenas visibles e invisibles que nos atan. No existe una sola persona que no quiera o anhele la libertad. ¡Nadie quiere ser esclavo! Nadie quiere ser maltratado, oprimido, silenciado.
Pero la libertad verdadera siempre tiene un costo… y una responsabilidad.
La historia de Israel —la historia del pueblo de Dios— nos enseña que la libertad no es simplemente escapar de la opresión, sino aprender a vivir de una nueva manera: bajo la dirección de Aquel que nos liberó.
Dios no solo rompe cadenas; Él establece propósito. No solo nos saca de Egipto, sino que también nos guía hacia Su presencia.
Hoy quiero que miremos lo que la libertad de Israel de su esclavitud nos puede enseñar. Vamos a mirarlo en cuatro partes:
1. De libertad a la esclavitud y de esclavitud a la libertad
· Contexto Histórico-Éxodo 1:1-6
· El temor de Egipto-Ex 1:9, 12-14
· Israel es esclavizado con crueldad-Ex 1:13-14, 16
· Israel es liberado de la esclavitud y la opresión en Egipto-Ex 12:31-36
2. La libertad requiere un nuevo pensar Ex 20
· La ley de Dios-una manera nueva de adorar
· La ley de Dios-una manera nueva de vivir en comunidad
· La ley de Dios-una nueva manera de tratar a otros
3. Las batallas del desierto revelan que la libertad tiene un costo y una responsabilidad. Números 14
· La fe exige tomar acción
· El temor y la duda llevan de nuevo a la esclavitud
· La libertad tiene un costo y exige asumir responsabilidad
4. Y finalmente, descubrimos que la libertad verdadera tiene un nuevo amo
· Vivir bajo el gobierno de Cristo: Juan 8:36
· Asume tu responsabilidad y mantente firme: Gálatas 5:1
· No uses la libertad como libertinaje: 1 Pedro 2:16
"Pero aquí hay algo que necesitamos entender: la libertad no es un destino final, es un camino que puede perderse. Israel nos enseña una verdad incómoda: puedes comenzar en libertad y terminar en esclavitud. Puedes tener todas las promesas de Dios y aún así encontrarte en cadenas. ¿Cómo sucede esto? La respuesta está en una historia que comenzó con setenta personas libres en las mejores tierras de Egipto, y terminó con millones de esclavos clamando por liberación. Veamos cómo la bendición se convirtió en esclavitud..."
1. De libertad a la esclavitud… y de esclavitud a la libertad
· Vamos a comenzar por recordar el contexto histórico del pueblo de Israel antes de su liberación. Él libro de Éxodo inicia con estas palabras:
“Estos son los nombres de los hijos de Israel que, acompañados de sus familias, llegaron con Jacob a Egipto: Rubén, Simeón, Leví, Judá, Isacar, Zabulón, Benjamín, Dan, Neftalí, Gad y Aser. En total, los descendientes de Jacob eran setenta. José ya estaba en Egipto. Murieron José y sus hermanos, y toda aquella generación.”
(Éxodo 1:1–6)
José —el hijo que fue vendido como esclavo por sus propios hermanos— fue llevado a Egipto, donde, por la gracia de Dios, llegó a ser el segundo en autoridad después del faraón.
Años más tarde, durante una gran hambruna, José perdonó a su familia y trajo a su padre Jacob y a sus hermanos a Egipto.
Eran solo setenta personas, y el faraón de aquella época las recibió con favor, dándoles las mejores tierras del país.
"Pero observen cómo la bendición se convierte en maldición. El mismo crecimiento que evidenciaba el favor de Dios despertó el terror de Egipto. Porque cuando el miedo gobierna, hasta las bendiciones parecen amenazas..."
· El temor de Egipto. El pueblo de Israel se multiplicó extraordinariamente. De aquellas 70 personas surgió una nación numerosa, fuerte y bendecida. Pero lo que para Israel era señal de promesa, para Egipto se convirtió en motivo de miedo.
“El faraón dijo a su pueblo: ‘¡Cuidado con los israelitas, que ya son más fuertes y numerosos que nosotros!’”
(Éxodo 1:9)
El temor del faraón fue el inicio de la opresión. Un pueblo próspero se convirtió en amenaza. Y cuando el miedo gobierna, la injusticia y la crueldad reinan. Así comenzó el proceso de esclavitud: trabajos pesados, jornadas interminables, humillación constante.
“Pero cuanto más los oprimían, más se multiplicaban y se extendían,
de modo que los egipcios llegaron a tenerles miedo;
por eso les imponían trabajos pesados y los trataban con crueldad.”
(Éxodo 1:12–13)
Israel fue un pueblo de pastores y agricultores, que se convirtió en una fuerza de trabajo explotada. Un sistema que les quitó la voz, la dignidad y la esperanza.
· La crueldad de la esclavitud
Como si el trabajo forzado no bastara, el faraón ordenó algo aún más terrible: el exterminio de los hijos varones de los hebreos.
“Cuando ayuden a las hebreas en sus partos, fíjense en el sexo:
si es niño, mátenlo; pero si es niña, déjenla con vida.”
(Éxodo 1:16)
Esta orden no solo era un acto de crueldad, sino un intento de borrar el futuro del pueblo de Dios. Asegurándose de que no tuvieran descendencia.
Egipto se convirtió literalmente en la casa de la esclavitud — una estructura de opresión diseñada para quebrantar el cuerpo, la mente y el espíritu. Era una esclavitud rigurosa y sin misericordia. A los esclavos se les exigía hasta el punto de agotamiento. Eran golpeados, privados de descanso, y su humanidad les era arrebatada. El sufrimiento llegó a ser tan insoportable que el pueblo clamó a Dios.
“Y los hijos de Israel gemían a causa de la servidumbre, y clamaron;
y su clamor subió a Dios a causa de su trabajo forzado.”
(Éxodo 2:23)
· Israel es liberado de la esclavitud y opresión de Egipto. Dios escucha y libera. Entonces, el Dios del pacto —el Dios de Abraham, Isaac y Jacob— escuchó. El tiempo de la redención había llegado.
Ciertamente he visto la opresión que sufre mi pueblo en Egipto. Los he escuchado quejarse de sus capataces y conozco bien sus penurias. 8 Así que he descendido para librarlos del poder de los egipcios y sacarlos de ese país, para llevarlos a una tierra buena y espaciosa, tierra donde abundan la leche y la miel. (Éxodo 3:7–8)
Dios no solo liberó a Israel del poder de Faraón, sino que también derrotó a los dioses de Egipto, revelando Su supremacía sobre todo poder y autoridad.
“Ejecutaré mi sentencia sobre todos los dioses de Egipto. Yo, el Señor.”
(Éxodo 12:12)
En la noche de la Pascua, la sangre del cordero puesta en los dinteles y postes de las casas fue la señal de vida: donde había sangre, había vida. Donde había obediencia, había protección.
Esa misma noche, mandó llamar el faraón a Moisés y a Aarón y les ordenó:«¡Largo de aquí! ¡Aléjense de mi pueblo ustedes y los israelitas! ¡Vayan a adorar al Señor, como lo han estado pidiendo!
(Éxodo 12:31–32)
Con mano poderosa, Dios rompió las cadenas. El pueblo que había entrado libre, pero cayó en esclavitud, ahora salía libre.
Israel pasó de la libertad a la esclavitud… y de la esclavitud a la libertad. Y esa historia sigue siendo la nuestra. Porque también nosotros fuimos esclavos del pecado, de la culpa, del miedo, hasta que el Cordero de Dios derramó Su sangre para rescatarnos. Egipto representa todo lo que nos ata, todo lo que nos roba la identidad, todo lo que nos hace olvidar quiénes somos en Dios.
"Todo esto apuntaba a una realidad mayor: así como el cordero pascual protegió a Israel, Cristo, el Cordero de Dios, nos libera definitivamente..."
Y el Éxodo nos recuerda que no hay faraón tan fuerte, ni cadena tan gruesa, que Dios no pueda romper.
2. La libertad requiere un nuevo pensar — Éxodo 20
"Ahora, aquí viene la parte que Israel no esperaba. Dios acababa de sacar a Israel de Egipto con mano poderosa —plagas, milagros, el Mar Rojo abriéndose—, uno pensaría que lo más difícil ya había pasado. Pero Dios sabía algo que Israel aún no comprendía: puedes sacar a un pueblo de Egipto, pero ¿cómo sacas a Egipto del pueblo?
Cientos de años de esclavitud habían moldeado su manera de pensar, de relacionarse, de ver a Dios y verse a sí mismos. Por eso, antes de llevarlos a la Tierra Prometida, Dios los llevó al Monte Sinaí. No para darles más reglas que los esclavizaran, sino para enseñarles a pensar como personas libres. Porque la verdadera batalla por la libertad no se libra en el Mar Rojo... se libra en la mente."
En Éxodo 20, cuando Dios entrega Su Ley, lo primero que les recuerda es quién es Él.
“Yo soy el Señor tu Dios, que te saqué de la tierra de Egipto, de la casa de servidumbre.” (Éxodo 20:2)
· La Ley de Dios: una manera nueva de adorar. La primera instrucción que Dios les enseña es la adoración al Dios verdadero. . El mensaje no podía ser mas claro, El es El Dios de dioses, el verdadero Dios, “Yo Soy , El que Soy”
Israel había pasado siglos en un país lleno de ídolos, templos y falsos dioses. Israel había aprendido y practicado la idolatría de Egipto. La libertad comienza en el corazón, en la mente y en la imaginación. Y un corazón libre no se postra ante sustitutos. Los mandamientos enseñan una nueva manera de ver la libertad:
· No tendrás otros dioses → libertad de la idolatría.
· No tomarás el nombre de Dios en vano → libertad para honrar lo sagrado.
· Guarda el día de reposo → libertad para descansar y adorar.
Ya no necesitaban templos de piedra ni estatuas de oro. Ahora el Dios vivo habitaría en medio de ellos.
“El Padre busca adoradores que lo adoren en espíritu y en verdad.”
(Juan 4:23)
La primera lección del Sinaí fue esta: La libertad comienza adorando al Dios verdadero. "Pero Dios no se detuvo en la adoración. Sabía que un pueblo libre necesitaba más que rituales correctos; necesitaba relaciones restauradas. Por eso, después de enseñarles cómo relacionarse con Él, les enseñó cómo relacionarse entre ellos..."
· La Ley de Dios: una manera nueva de vivir en comunidad. Luego, Dios les enseña una nueva forma de relacionarse entre sí. Antes, vivían bajo el látigo, sin justicia, sin descanso, sin valor humano. Ahora, la comunidad debía reflejar el carácter del Dios que los había rescatado.
Por eso Dios les dio mandamientos que cuidaban la vida común:
· “Honra a tu padre y a tu madre.” Libertad para proteger la familia
· “No matarás.” Libertad para proteger la vida
· “No cometerás adulterio.” Libertad para proteger el matrimonio
· “No robarás.” Libertad para proteger la propiedad
· “No darás falso testimonio.” Libertad para proteger la verdad
Cada uno de estos mandamientos reconstruía lo que Egipto había destruido: la dignidad, la confianza, la familia y la justicia.
Dios les estaba mostrando que la libertad verdadera no es individualista. No se trataba solo de mi libertad, sino de cómo mi libertad me permite bendecir, tratar y amar a mi prójimo al otro.
“Ama a tu prójimo como a ti mismo.”
(Levítico 19:18 / Mateo 22:39)
La comunidad del pacto debía ser diferente a las naciones vecinas. Una comunidad donde cada persona —desde el más fuerte hasta el más débil— reflejará la justicia, la misericordia, la compasión y el amor de Dios.
· La Ley de Dios: una nueva manera de tratar a otros. Por último, la Ley enseñó a Israel algo que el mundo antiguo no conocía: el valor de cada vida humana. En Egipto, el valor de una persona se medía por su utilidad. En el Reino de Dios, el valor se mide por su identidad:
Y Dios creó al ser humano a su imagen.” (Gen 1:27)
Dios les mandó a tratar con justicia al extranjero, a cuidar del huérfano y de la viuda, a no aprovecharse del pobre ni del necesitado.
“No maltrates ni oprimas a los extranjeros, pues también tú y tu pueblo fueron extranjeros en Egipto.” (Éxodo 22:21)
El pueblo que había sufrido crueldad debía ahora practicar compasión. El pueblo que había sido humillado debía ahora levantar al caído. Israel ahora debía ser una luz para el mundo y el reflejo del carácter de su liberador. La libertad que Dios ofrece es un testimonio para el mundo.
El monte Sinaí no fue un lugar de opresión, sino de formación. Dios estaba enseñando a Su pueblo que la libertad requiere un nuevo pensar: una mente que adora, que vive en comunidad y que trata a los demás con dignidad.
Y lo mismo ocurre con nosotros hoy. Cristo nos ha hecho libres, pero ahora nos invita a pensar, amar y vivir de manera diferente.
No se amolden al mundo actual, sino sean transformados mediante la renovación de su mente.” (Romanos 12:2)
La verdadera libertad no se mide por lo que dejamos atrás, sino por la nueva manera en que decidimos vivir adelante — una vida guiada por Su voz, sostenida por Su Espíritu, y marcada por el amor en Cristo.
"Uno pensaría que después del Sinaí —después de ver la gloria de Dios, escuchar Su voz, recibir Su ley— Israel estaría listo para conquistar cualquier cosa. Pero el desierto tenía otras lecciones que enseñar.
¿Saben qué es lo más peligroso de la libertad? No es el enemigo externo... es descubrir que el esclavo más difícil de vencer vive dentro de ti. El desierto se convirtió en el espejo donde Israel vio su verdadero rostro. Y lo que vieron los aterrorizó tanto que preferían regresar a las cadenas antes que enfrentar a los gigantes.
Números 14 nos muestra el momento más crítico: cuando un pueblo liberado debe decidir si realmente quiere ser libre. Porque amigos, aquí está la verdad que duele: Dios puede sacarte de la esclavitud en una noche o en un instante, pero sacar esclavitud de tu corazón puede tomar toda una vida."
3. Las batallas del desierto revelan que la libertad tiene un costo y una
responsabilidad. Números 14
Dios los había liberado de Egipto, pero el desierto revelaría si ellos realmente creían en Su promesa. Allí, lejos de la esclavitud, pero aún sin haber llegado a su destino, enfrentaron sus miedos, su incredulidad y su propio corazón.
· La fe exige tomar acción. Dios había prometido una tierra buena y amplia, una tierra donde fluía leche y miel (Éxodo 3:8). Pero cuando los doce espías regresaron después de explorar Canaán, diez de ellos trajeron un informe lleno de temor.
“No podremos combatir contra esa gente, porque es más fuerte que nosotros.” (Números 13:31)
Solo Josué y Caleb creyeron en la palabra de Dios. Ellos dijeron:
“El Señor está con nosotros; no les tengan miedo.” (Números 14:9)
La libertad exige valentía — la decisión de confiar en lo que Dios ha dicho, aunque lo que ves parezca imposible. Creer no solo es el primer paso para ser libres sino también para mantenerte libre.
"Pero aquí está la tragedia: en el momento cuando más necesitaban fe, el miedo habló más fuerte. Y cuando el miedo gana, algo terrible sucede: comenzamos a romantizar nuestras antiguas prisiones..."
· El temor y la duda llevan de nuevo a la esclavitud. El miedo de la mayoría del pueblo fue más fuerte que su fe. Comenzaron a murmurar, a quejarse y a desear regresar a Egipto.
“¿No sería mejor que volviéramos a Egipto?” (Números 14:3)
El peligro del corazón humano: cuando la fe se debilita, es que la esclavitud parece más cómoda y conocida que la libertad.
El desierto reveló que no bastaba con salir de Egipto; también era necesario sacar el Egipto interno —la mente esclava, la dependencia, la falta de confianza. El pueblo que había visto el poder de Dios con sus propios ojos ahora dudaba de Su fidelidad.
Y esa duda tuvo un costo: la generación que salió de Egipto no entró a la tierra prometida, porque la libertad requiere fe.
· La libertad tiene un costo y exige asumir responsabilidad. Dios había hecho todo por Israel: los liberó, los alimentó, los protegió, los guió con columna de nube y fuego. Pero había algo que Dios no haría por ellos: tomar la tierra en su lugar.
La libertad siempre implica responsabilidad. Cada paso hacia adelante requería fe activa y obediencia práctica.
“No teman ni se desanimen.
El Señor su Dios va delante de ustedes y peleará por ustedes.”
(Deuteronomio 1:21, 30)
Pero el miedo los paralizó. Querían las promesas de Dios sin los pasos que las promesas exigían. La verdadera libertad no es pasiva. Requiere disciplina, confianza y la decisión diaria de seguir avanzando. Requiere aceptar que, si Cristo nos hizo libres, también somos responsables de mantenernos firmes en esa libertad.
El desierto fue una temporada de prueba, pero también de transformación. Allí, Israel aprendió que la libertad no es un regalo que se conserva sin esfuerzo, sino una realidad que se vive día a día.
Aprendemos que la fe te permite avanzar, pero el temor te hace retroceder. Y la responsabilidad te mantiene firme. Lo que ocurrió con Israel es lo mismo que ocurre con nosotros: Cristo nos ha liberado, pero nos llama a cuidar esa libertad con fe, obediencia y perseverancia.
La libertad se defiende creyendo cuando todo parece difícil, obedeciendo cuando es incómodo, y confiando en que lo que Dios promete, Él lo cumple.
Porque la verdadera libertad no es un sentimiento pasajero, es una convicción que te sostiene aun en el desierto. No depende de las circunstancias, sino de Aquel que nos llamó a ser libres.
Y así como Israel tuvo que aprender a caminar con Dios día tras día, tú y yo también estamos llamados a vivir nuestra libertad paso a paso, recordando que el Dios que nos sacó de la esclavitud es el mismo Dios que nos guiará y llevará hasta la tierra prometida.
4. Y finalmente, descubrimos que la libertad verdadera tiene un nuevo amo
Ahora llegamos al corazón de este tema, la paradoja que confunde al mundo pero que transforma al creyente. Todo lo que hemos visto —la liberación de Egipto, la ley del Sinaí, las pruebas del desierto— todo apuntaba a esta verdad revolucionaria:
La pregunta nunca fue si servirías a alguien. La pregunta siempre fue: ¿a quién servirás?
El mundo te vende la ilusión de que puedes ser tu propio amo, pero eso es la mentira más antigua. Israel aprendió que salir del dominio de Faraón no era para vivir sin gobierno, sino para vivir bajo el gobierno del Dios que los amó y liberó.
Y aquí es donde la historia de Israel se convierte en nuestra historia. Porque hace dos mil años, otro Cordero fue sacrificado. Otra liberación fue consumada. La sangre del cordero perfecto fue derramada para expiar tus pecados y los míos. Y ahora te pregunto: ¿Bajo qué señorío vivirás tu libertad?"
· Vivir bajo el gobierno de Cristo — Jesús mismo lo declaró:
“Así que, si el Hijo los libera, serán verdaderamente libres.” (Juan 8:36)
La verdadera libertad no es hacer lo que uno quiere, sino tener el poder de hacer lo correcto. La obediencia en la misma dirección muestra el verdadero cambio. Cristo no solo rompe cadenas; Él se convierte en el Señor de nuestra vida. Nos rescata del dominio del pecado para traer nuestras vidas bajo Su cuidado y Su autoridad.
Vivir bajo el gobierno de Cristo significa que ya no vivimos por impulsos, ni por miedo, ni por las expectativas de otros. Vivimos guiados por Su Espíritu y dirigidos por Su Palabra.
“Donde está el Espíritu del Señor, allí hay libertad.”
(2 Corintios 3:17)
No hay contradicción entre Su señorío y nuestra libertad; al contrario, solo bajo Su señorío somos realmente libres. El mundo llama libertad a la independencia, pero en el Reino de Dios la libertad florece cuando dependemos de El.
El alma humana encuentra descanso solo cuando reconoce a su verdadero Dueño. Como dice el himno, “Mi alma encuentra descanso solo en Dios”
· Asume tu responsabilidad y mantente firme — Gálatas 5:1
"Ahora, algunos podrían pensar: 'Si Cristo ya me liberó, el trabajo está hecho.' Pero Pablo, que conocía bien la naturaleza humana, nos advierte que la libertad ganada puede ser libertad perdida si no la cuidamos..."
“Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de la esclavitud.” (Gálatas 5:1)
La libertad tiene enemigos silenciosos: el miedo, la comodidad y la falta de convicción. Por eso, el apóstol dice: mantente firme. La libertad que Cristo te dio tiene un propósito: que camines en obediencia, que tomes decisiones conforme a Su voluntad, que no vuelvas atrás al pensamiento ni al estilo de vida que te esclavizaba.
Ser libre no significa la ausencia de batallas, sino que ahora tienes el poder de elegir y hacer lo correcto.
Cada día puedes decidir:
- No tendré temor.
- No entregaré mi paz a lo que Cristo ya venció.
La libertad se mantiene con fe y responsabilidad: Cristo te hizo libre, ahora te toca permanecer firme en esa verdad.
· No uses la libertad como libertinaje — 1 Pedro 2:16 Pedro añade una advertencia sabia y necesaria:
“Vivan como personas libres, pero no usen la libertad como pretexto para hacer el mal; vivan como siervos de Dios.” (1 Pedro 2:16)
Pedro nos recuerda que la libertad sin propósito se puede convertir en abuso. El libertinaje es una distorsión de la gracia; es querer los beneficios de la redención sin la entrega al Redentor. La verdadera libertad no se usa para complacerse a sí mismo, sino para servir.
Cuando comprendemos que fuimos comprados por un precio, vivimos con gratitud y reverencia, no con orgullo o descuido.
“Ustedes fueron comprados por un precio; no se vuelvan esclavos de nadie.”
(1 Corintios 7:23)
La libertad cristiana no elimina el señorío, lo redefine. Ya no servimos por obligación, sino por amor. Ya no obedecemos por miedo, sino por amor y gratitud.
Ya no somos esclavos del pecado, sino siervos del Dios vivo.
Nuestra libertad tuvo un costo altísimo: la sangre del Cordero. Y tiene un propósito: reflejar el carácter de Aquel que pagó el precio de nuestra redención.
Israel fue liberado para servir y adorar a Dios. Nosotros hemos sido liberados para lo mismo.
Cristo no solo nos dio libertad; Él es nuestra libertad.
Permanece bajo Su gobierno, así que camina firme, sembrado en la verdad, y lleno de vida usando tu libertad para amar, perdonar y servir.
Si se mantienen fieles a mis palabras, serán realmente mis discípulos; y conocerán la verdad, y la verdad los hará libres. (Juan 8:31-32)
La libertad que Cristo te dio no es una excusa para hacer menos, sino una oportunidad para vivir más plenamente — bajo Su gracia, bajo Su señorío, bajo su poder y bajo Su amor eterno.
Ser libre en Cristo no significa vivir sin reglas, sino vivir bajo Su Reino, donde servir es un honor, obedecer es un gozo, y amar es la más alta expresión de libertad.
El Espíritu Santo no nos libera solo para descansar, sino para correr la carrera.
“El Espíritu del Señor está sobre mí, porque me ha ungido para proclamar libertad a los cautivos.” (Lucas 4:18)
Amigos, hoy hemos hecho un recorrido largo —desde la opresión en Egipto hasta la cruz del Calvario, desde las cadenas de la esclavitud hasta la libertad en Cristo. Pero ahora viene la parte más importante: ¿qué harás tú con esta verdad?
La libertad no es una doctrina para estudiar; es una realidad para vivir. Por eso, antes de que regreses a tu rutina, a tus batallas, a tus desiertos personales, necesito confrontarte con cuatro preguntas que pueden cambiar tu vida si las tomas en serio:"
1. ¿De qué “Egipto” me está llamando Dios a salir… y qué cadenas sigo tolerando en mi vida?
2. ¿Estoy usando mi libertad para amar, obedecer y servir a Cristo… o para hacer lo que me es cómodo?
3. ¿Qué voces —miedo, duda, vergüenza, pasado, dolor o control— están intentando llevarme de vuelta a la esclavitud?
4. ¿En qué área de mi vida necesito rendirme al gobierno de Cristo para vivir verdaderamente libre?
Tómate un momento para pensar en ellas. Escríbelas. Ora sobre ellas.
Amigos, la libertad no es un evento, es un camino. Un camino donde Dios nos llama a salir de lo que nos ata, a renovar nuestra mente, a enfrentar nuestras batallas con fe, y a rendir nuestra vida al gobierno de Cristo.
Así como Israel fue llamado a caminar lejos de Egipto, tú también estás siendo llamado a una libertad más profunda y verdadera.
Cristo ya rompió nuestras cadenas; ahora nos invita a caminar con Él, paso a paso, con fe, obediencia y perseverancia.
"Antes de irnos, quiero retarte: Esta semana, toma una decisión concreta de libertad. Perdona a quien no has podido perdonar. Suelta el control que has estado ejerciendo. Da el paso de fe que has estado posponiendo..."
Señor, gracias por el precio que pagaste para hacerme libre.
Enséñame a usar mi libertad para glorificarte,
para caminar con humildad y responsabilidad,
y para vivir bajo Tu señorío.
Que mi vida sea un aroma agradable a ti.
Amén.
Gracias por acompañarme en este episodio. Que el Señor te bendiga, te guarde, y te recuerde cada día que en Cristo eres verdaderamente libre. Hasta la próxima semana, si Dios lo permite. Bendiciones!