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La Rusia de Putin – Silenciar a los críticos: Asesinatos, envenenamientos e intimidación estatal

4min Episode 105

¿Cómo un simple oficial de la KGB se convirtió en uno de los líderes más poderosos y controvertidos del mundo? En esta serie especial del pódcast 4 Minutos, seguimos de cerca el ascenso al poder de Vladímir Putin, desde su infancia en el Leningrado soviético hasta su carrera en los servicios de inteligencia y los momentos clave de su gobierno que transformaron a Rusia y al mundo. ¿Qué eventos moldearon su política? ¿Cuáles son las raíces del conflicto actual? ¿Y qué le depara el futuro a Rusia?

Acompáñanos en esta fascinante serie para entender cómo surgió la Rusia de Putin. 🎙️

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Bienvenidos a un nuevo episodio de nuestra serie especial La Rusia de Putin. Esta semana continuamos explorando los momentos clave que han moldeado el régimen ruso tal como lo conocemos hoy. En este capítulo nos sumergimos en uno de sus aspectos más oscuros: la eliminación sistemática de críticos, opositores y voces disidentes. Hablaremos de envenenamientos, asesinatos y otras formas de violencia política que no son incidentes aislados, sino parte de una estrategia constante para mantener el poder.

La eliminación de personas incómodas tiene profundas raíces en la historia de Rusia. Desde los zares hasta las purgas de Stalin y el presente, la violencia ha sido una herramienta de control. Bajo el mando de Vladímir Putin, ha adoptado una forma más sofisticada: con el uso de agentes químicos, sustancias radiactivas y vigilancia digital. El objetivo no es solo eliminar individuos, sino sembrar el miedo. El mensaje es claro: “Nadie está a salvo si se enfrenta al Kremlin”.

Uno de los casos más emblemáticos es el asesinato de Borís Nemtsov, ex viceprimer ministro, reformista popular bajo Boris Yeltsin y uno de los pocos que se atrevió a criticar abiertamente a Putin. El 27 de febrero de 2015, fue asesinado a tiros en el puente Bolshói Moskvoretski, a escasos metros del Kremlin. Pocos días antes, estaba trabajando en un informe sobre la participación del ejército ruso en el conflicto de Donbás. Su muerte, en un lugar tan simbólico, no fue solo un asesinato político, fue la eliminación de la esperanza de un futuro diferente.

Tres años después, el mundo volvió a estremecerse. En la ciudad británica de Salisbury, el exagente doble Serguéi Skripal y su hija Yulia fueron envenenados con Novichok, un agente neurotóxico desarrollado en la Unión Soviética. Aunque sobrevivieron, una ciudadana británica falleció tras entrar en contacto con el frasco de perfume donde se había transportado la sustancia. La investigación identificó a dos agentes de inteligencia militar rusa (GRU) que viajaron con identidades falsas. Lejos de asumir responsabilidad, los medios estatales rusos acusaron a Occidente de montar una provocación.

Pero este no fue el último uso de Novichok. En 2020, Alexéi Navalni, el líder opositor más destacado de Rusia, cayó en coma durante un vuelo de Tomsk a Moscú. Fue trasladado de urgencia a Berlín, donde laboratorios independientes confirmaron que había sido envenenado con Novichok. Investigaciones periodísticas demostraron que había sido seguido durante meses por agentes del FSB. Navalni, tras recuperarse, logró engañar por teléfono a uno de los implicados y obtener una confesión, que fue difundida internacionalmente. Al regresar a Rusia, fue arrestado de inmediato. Actualmente cumple una condena de más de 30 años en una colonia penal de alta seguridad, en condiciones que ponen en grave riesgo su vida.

Pero la violencia del Kremlin no se limita a personas individuales. En 2014, explosiones masivas destruyeron depósitos de municiones en Vrbětice, República Checa, causando la muerte de dos personas. Inicialmente se consideró un accidente, pero siete años después, los servicios de inteligencia checos revelaron que fue un acto de sabotaje llevado a cabo por agentes del GRU, los mismos implicados en el caso Skripal. Fue una agresión directa en territorio de la OTAN que desató una grave crisis diplomática entre Praga y Moscú.

Tampoco podemos olvidar a Anna Politkóvskaya, periodista de investigación que denunció los crímenes de guerra rusos en Chechenia. Fue asesinada en el ascensor de su edificio en Moscú en 2006, el día del cumpleaños de Putin. Alexánder Litvinenko, exagente del FSB, murió en Londres tras ingerir polonio-210, una sustancia radiactiva. Su lenta agonía fue una advertencia pública: los desertores no están a salvo. Y Vladímir Kara-Murzá, que sobrevivió a dos envenenamientos, fue condenado en 2022 a más de 25 años de prisión por “desacreditar a las fuerzas armadas”.

Todos estos casos tienen tres elementos en común: silencio, miedo e impunidad. Los responsables son protegidos por el Estado, las investigaciones son bloqueadas y los medios oficiales difunden versiones alternativas. Cualquiera que desafíe la narrativa oficial es tachado de traidor o agente extranjero.

En el próximo episodio hablaremos de cómo Vladímir Putin reformó la constitución y transformó el sistema político ruso en un régimen autoritario preparado para la guerra: un sistema que reescribe el pasado y controla el futuro.

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Gracias por escucharnos — nos reencontramos pronto en un nuevo episodio de La Rusia de Putin.