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Narrativas Rusas: Ejércitos ocultos de trolls y la guerra digital

4min Episode 125

 Una miniserie especial del pódcast 4 Minutos revela cómo la Federación Rusa usa las palabras como armas. Nos enfocamos en las narrativas: historias que transforman la percepción de la realidad, dividen a la sociedad y debilitan la confianza en las instituciones democráticas. Paso a paso, analizamos cómo surgen estas historias, por qué funcionan y cómo resistirlas. Cada episodio dura unos cuatro minutos y se centra en un relato, afirmación o forma de manipulación concreta. Una serie para quienes quieren entender cómo se libran las guerras modernas – sin balas, con palabras. 

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Continuamos con nuestra miniserie especial Narrativas Rusas, donde paso a paso exploramos cómo la información se convierte en un arma y cómo puede influir no solo en individuos, sino en sociedades enteras. Hoy nos enfocamos en un área que es menos visible que los medios tradicionales, pero que es crucial en los conflictos modernos. Hablaremos de las granjas de trolls, de las operaciones cibernéticas y de cómo, en el espacio digital, las opiniones se forman de manera sutil, las sociedades se dividen y la confianza en las instituciones se socava.

Quizás alguna vez, al leer comentarios en artículos, al navegar por redes sociales o al seguir debates en internet, se haya preguntado si todas las opiniones que ve son auténticas. Si es así, su intuición no le engaña. Gran parte de lo que hoy parece un debate natural en línea es, en realidad, el resultado de una manipulación deliberada. Y aquí es donde entran en juego las granjas de trolls: organizaciones cuyo principal objetivo es crear, reforzar y difundir narrativas específicas, a menudo con apoyo estatal o bajo supervisión directa.

Una de las estructuras más conocidas y sofisticadas de este tipo es la Agencia de Investigación de Internet (IRA), con sede en San Petersburgo, Rusia. Aunque su nombre puede sonar académico y neutral, en realidad es una red profesionalmente organizada cuyo objetivo principal es manipular la opinión pública, apoyar los intereses geopolíticos rusos y difundir el caos en las redes sociales tanto en Rusia como en el extranjero. La agencia ganó notoriedad especialmente por sus actividades durante las elecciones presidenciales de Estados Unidos en 2016, cuando creó perfiles falsos, difundió desinformación y trató de dividir a la sociedad estadounidense a lo largo de líneas raciales, religiosas y políticas.

El trabajo en esta agencia no es particularmente excepcional ni sofisticado a nivel individual: los empleados trabajan en turnos, reciben instrucciones específicas sobre qué historias difundir y su tarea es crear diariamente cientos de comentarios, publicaciones, tuits, memes, vídeos o reseñas falsas. La verdad no importa. La argumentación honesta tampoco. Lo único importante es el efecto: debilitar la confianza en las instituciones democráticas, polarizar a la sociedad, avivar conflictos y fortalecer las narrativas favorables a Rusia.

Los trolls en estas granjas tienen "personas" claramente definidas: identidades ficticias completas con perfiles detallados, biografías, intereses y opiniones diseñados para parecer lo más creíbles posible. En la práctica, debaten entre ellos usando distintas cuentas, refuerzan sus propios argumentos, crean la ilusión de un amplio consenso o provocan conflictos artificiales para que las emociones dominen y el razonamiento quede relegado.

Además de los trolls humanos, los bots –programas automatizados que generan, comparten y difunden contenido sin intervención humana directa– juegan un papel enorme. Estos bots pueden lanzar campañas en cuestión de segundos para impulsar ciertos hashtags, difundir noticias falsas o inundar debates hasta que las voces auténticas queden enterradas en un mar de ruido. Los bots copian, modifican y adaptan contenidos de forma incansable para que parezcan orgánicos y auténticos, lo que los hace especialmente peligrosos, sobre todo en momentos de crisis, cuando las personas buscan respuestas rápidas y sencillas.

Un aliado fundamental de las granjas de trolls y los bots son los propios algoritmos de las redes sociales. Diseñados para maximizar el interés y el tiempo de permanencia de los usuarios, estos algoritmos promueven automáticamente los contenidos que provocan emociones, indignación o polarización. Si una granja de trolls consigue generar suficiente interacción –ya sea a través de comentarios, compartidos o reacciones–, el algoritmo amplifica automáticamente ese contenido a una audiencia más amplia. En otras palabras, el sistema que originalmente fue creado para mostrarnos "lo más interesante" hoy ayuda inadvertidamente a difundir desinformación.

El objetivo de las granjas de trolls no siempre es convencer a todos de una única verdad. Más a menudo, la estrategia es crear el caos: generar tantas versiones de la realidad, tantos datos contradictorios y tanto ruido emocional que las personas pierdan la confianza en cualquier cosa que vean o escuchen. El resultado es una sociedad paralizada por la incertidumbre, la desconfianza y la resignación.

Las granjas de trolls no se enfocan únicamente en el público ruso. Sus actividades están cuidadosamente dirigidas a países, regiones y grupos específicos. Por ejemplo, durante la crisis de refugiados en Europa, se lanzaron campañas coordinadas para aumentar el miedo a los migrantes, provocar tensiones entre comunidades y apoyar movimientos políticos extremistas. Durante la pandemia de COVID-19, estas granjas se centraron en difundir desinformación sobre vacunas y medidas sanitarias, contribuyendo a la desconfianza global hacia las instituciones médicas.

Además de organizaciones como la Agencia de Investigación de Internet, existen decenas de pequeños grupos, iniciativas semiestatales, colectivos de hackers y "patriotas" individuales que participan en estas operaciones. Algunos trabajan por dinero, otros por convicción ideológica. En muchos casos, el objetivo es mantener la llamada "negación plausible" –es decir, la capacidad de afirmar: "No fuimos nosotros".

El espacio de la información actual no es simplemente un mercado de ideas, sino un verdadero campo de batalla donde cada día se libran pequeñas guerras por nuestra atención, nuestras emociones y, en última instancia, nuestras convicciones. Y lo más inquietante es que esta guerra a menudo es invisible, no declarada y tiene lugar directamente en nuestros teléfonos, ordenadores y mentes.

Gracias por escuchar otro episodio de la miniserie Narrativas Rusas. Si estos temas le interesan, le invitamos a seguirnos también en nuestras redes sociales –en TikTok, Facebook, Instagram y X– donde compartimos no solo extractos breves, sino también contenido ampliado y espacio para sus preguntas, comentarios y sugerencias.

En el próximo episodio exploraremos el papel de medios como RT y Sputnik en la estrategia informativa rusa. Veremos cómo estos canales operan en el extranjero, cómo se adaptan lingüística y culturalmente a los diferentes mercados y cómo sus sucursales europeas difunden discretamente narrativas prorrusas entre el público general.

Descubrirá por qué las versiones francesa, alemana o española de RT no parecen a primera vista herramientas de propaganda, cómo funcionan sus estrategias y por qué su contenido suele dirigirse a vulnerabilidades específicas de las sociedades occidentales, desde críticas a la Unión Europea hasta el apoyo a movimientos radicales en ambos extremos del espectro político.

Gracias por acompañarnos – y recuerde: entender las historias es proteger su propia mente.