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Narrativas Rusas: Desnazificación de Ucrania – Una narrativa desde 2022

4min Episode 132

Una miniserie especial del pódcast 4 Minutos revela cómo la Federación Rusa usa las palabras como armas. Nos enfocamos en las narrativas: historias que transforman la percepción de la realidad, dividen a la sociedad y debilitan la confianza en las instituciones democráticas. Paso a paso, analizamos cómo surgen estas historias, por qué funcionan y cómo resistirlas. Cada episodio dura unos cuatro minutos y se centra en un relato, afirmación o forma de manipulación concreta. Una serie para quienes quieren entender cómo se libran las guerras modernas – sin balas, con palabras. 

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Continuamos con nuestra serie especial Narrativas Rusas, en la que desentrañamos, paso a paso, cómo ciertas historias moldean la visión del mundo de millones de personas. Hoy nos centraremos en una de las narrativas más controvertidas y repetidas desde la invasión rusa a Ucrania en 2022: la llamada desnazificación de Ucrania. Esta narrativa sostiene que Rusia no está librando una guerra por territorio, influencia o poder, sino que protege al mundo de un resurgimiento del nazismo. Se trata de un relato que manipula emociones históricas profundas y la memoria colectiva de la Segunda Guerra Mundial, reformulando el pasado al servicio de los objetivos geopolíticos actuales.

En las primeras horas de la invasión, en febrero de 2022, Vladímir Putin utilizó el término “desnazificación” al anunciar el inicio de la “operación militar especial” en Ucrania. En su discurso, afirmó que el objetivo era liberar a Ucrania de un régimen nazi que supuestamente oprimía a la población rusoparlante y amenazaba la existencia misma de la nación rusa. Este lenguaje fue elegido cuidadosamente. En un país donde la victoria sobre el nazismo en 1945 sigue siendo un pilar central de la identidad nacional, la palabra “nazi” todavía tiene un peso emocional enorme. No es solo un insulto: representa el mal absoluto.

La propaganda rusa ha trabajado sistemáticamente para reforzar esta narrativa. Aparecieron informes sobre la supuesta presencia de grupos neonazis en Ucrania, en especial sobre el batallón Azov, que fue presentado como símbolo del supuesto fascismo ucraniano. Se difundieron fotos antiguas con símbolos extremistas, sacadas de contexto y sin considerar su significado real o su alcance. Medios como RT y Sputnik amplificaron cualquier signo de nacionalismo y confundieron el patriotismo con el extremismo. Como resultado, gran parte del público ruso llegó a creer que Ucrania estaba gobernada por un régimen fascista y que el ejército ruso actuaba como un liberador.

Pero esta narrativa no está dirigida solo al público interno. También apunta al escenario internacional, especialmente a los países que sufrieron la ocupación nazi. En esos contextos, el relato puede ser especialmente efectivo al evocar asociaciones históricas y reacciones emocionales. El nazismo está universalmente condenado, y acusar a alguien de nazi otorga automáticamente una apariencia de legitimidad moral a las acciones rusas, aunque no haya pruebas creíbles. Además, este discurso desvía la atención de las verdaderas causas de la guerra: la agresión rusa, la violación del derecho internacional y sus ambiciones imperiales.

Lo más llamativo es cómo esta narrativa contradice la realidad. El presidente ucraniano Volodímir Zelenski es de origen judío y su familia perdió miembros en el Holocausto. Ucrania es un Estado democrático y plural, con oposición activa y medios independientes. Aun así, todo el sistema ha sido etiquetado como nazi. Esto demuestra que el objetivo no es convencer con hechos, sino movilizar mediante emociones. Basta con crear un enemigo al que nadie se atreva a defender.

Otro nivel de manipulación consiste en presentar los propios crímenes de guerra de Rusia como parte de la lucha contra el mal. Bombardeos a ciudades, deportaciones, torturas o asesinatos de civiles se justifican como “pasos necesarios” en una supuesta cruzada antifascista. Así, la responsabilidad moral se traslada de los agresores a las víctimas. Se construye un mundo en blanco y negro: todo lo que hace Rusia es justo; todo lo que hace Ucrania, criminal.

La desnazificación también sirve para justificar la ocupación, la reeducación forzada y la destrucción cultural. En las zonas bajo control ruso se imponen nuevos planes de estudio, se prohíben los símbolos ucranianos, se derriban monumentos y se reescribe la historia. Todo esto bajo el pretexto de proteger a la población de los “nazis”. Es un modelo peligroso precisamente porque se alimenta de la memoria histórica, reemplaza el pasado por el presente y socava la noción misma de realidad.

Es fundamental recordar que términos como “nazi” o “desnazificación” no se utilizan aquí de forma descriptiva, sino como herramientas de manipulación. No son conceptos con significado claro, sino armas en una guerra informativa. Su repetición constante busca construir una visión del mundo en la que el agresor se presenta como salvador y la víctima como amenaza.

Gracias por escuchar un nuevo episodio de la serie Narrativas Rusas. Si te interesa comprender cómo se construyen y difunden estos relatos, síguenos en redes sociales: TikTok, Facebook, Instagram y X.

En el próximo episodio, analizaremos otro eje clave de la propaganda rusa: la acusación de que Ucrania fabrica armas biológicas como parte de una conspiración secreta occidental. ¡Nos escuchamos pronto!