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Narrativas rusas: Occidente como patrocinador de guerra y caos

4min Episode 134

Una miniserie especial del pódcast 4 Minutos revela cómo la Federación Rusa usa las palabras como armas. Nos enfocamos en las narrativas: historias que transforman la percepción de la realidad, dividen a la sociedad y debilitan la confianza en las instituciones democráticas. Paso a paso, analizamos cómo surgen estas historias, por qué funcionan y cómo resistirlas. Cada episodio dura unos cuatro minutos y se centra en un relato, afirmación o forma de manipulación concreta. Una serie para quienes quieren entender cómo se libran las guerras modernas – sin balas, con palabras. 

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A veces no hace falta inventar nuevas historias: basta con tomar la realidad, distorsionarla, simplificarla y repetirla lo suficiente. Así funciona uno de los relatos más extendidos y centrales en la propaganda rusa desde el inicio de la guerra en Ucrania: Occidente no quiere la paz, sino la guerra. Esta narrativa sostiene que la guerra en Ucrania ya habría terminado si no fuera por la intervención de Estados Unidos y sus aliados. Según este relato, el conflicto persiste no porque Ucrania se defienda, sino porque Occidente quiere vender armas y desestabilizar a Rusia.

Este relato se difunde fácilmente porque contiene elementos de verdad: efectivamente se venden armas, algunas empresas obtienen enormes beneficios con la guerra y los intereses geopolíticos están presentes en ambos bandos. Pero lo que convierte a este relato en una herramienta de propaganda es la omisión deliberada del contexto y la manipulación de las causas y consecuencias. En la versión que ofrece la propaganda rusa, Ucrania es solo una pieza del tablero, sin voluntad propia. Su decisión de resistir, su valentía para defenderse y su camino hacia la democracia son completamente ignorados.

Según esta narrativa, Estados Unidos no quiere la paz porque la guerra le genera ganancias. La industria armamentística estadounidense se presenta como la principal impulsora del conflicto, mientras que la diplomacia es solo una fachada que oculta los verdaderos intereses: controlar mercados, debilitar a los rivales y expandir su influencia. Los países europeos son retratados como vasallos impotentes de Washington, que siguen la línea estadounidense incluso en contra de los intereses de sus propios ciudadanos.

Este mensaje se refuerza con hechos concretos: cada envío de armas a Ucrania, cada declaración de apoyo desde la Casa Blanca, cada cumbre de la OTAN. La propaganda selecciona estos momentos para afirmar que Occidente no está buscando terminar la guerra, sino prolongarla. Las peticiones de ayuda de Ucrania son reemplazadas por la imagen de una colonia obediente que sigue órdenes extranjeras.

La diplomacia, en este relato, se muestra como un teatro inútil. Cualquier negociación que no termine con la aceptación inmediata de las exigencias rusas es interpretada como una prueba de hipocresía. Las propuestas de paz basadas en el derecho internacional y en el respeto a la soberanía ucraniana se presentan como ineficaces o provocadoras. El objetivo es crear la impresión de que Rusia quiere la paz y que es Occidente quien lo impide.

Es importante entender que esta narrativa no se dirige únicamente al público ruso. También va dirigida al público occidental, especialmente a quienes están descontentos con sus gobiernos, temen las consecuencias de la guerra o son críticos del gasto militar. La propaganda sabe aprovechar estos sentimientos, reforzarlos y ofrecer una explicación simple: todo el mal viene de un solo lugar. La ayuda occidental a Ucrania ya no se presenta como un acto de solidaridad, sino como una inversión en una guerra sin fin.

Este relato también sirve para justificar las acciones rusas. Si Occidente es el verdadero culpable, entonces Rusia simplemente se defiende. Ya no es una invasión, sino una protección. No es agresión, sino necesidad. Y ahí está la fuerza de esta narrativa: invierte los papeles, distorsiona la realidad y transforma al agresor en víctima.

La creación de esta imagen se facilita no solo a través de los medios estatales, sino también mediante las redes sociales, sitios web alternativos y personas que se consideran portadoras de la verdad independiente. A veces es intencional, otras veces es resultado de un entorno de desinformación en el que es difícil distinguir la verdad.

El relato de que Occidente no quiere la paz es especialmente peligroso porque se alimenta del cansancio, el cinismo y la frustración. Cuanto más se prolonga el conflicto, más fácil es creer que nadie quiere realmente terminarlo. Y es justamente ese vacío el que la propaganda se encarga de llenar: con respuestas sencillas, culpables definidos y una aparente claridad moral.

Gracias por escuchar otro episodio de la miniserie Narrativas Rusas. El próximo miércoles abordaremos otro tema clave de la propaganda del Kremlin: la teoría conspirativa sobre supuestos laboratorios biológicos secretos en Ucrania. ¡Te esperamos!