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Language Learning with Sean!
Hi, I’m Sean, and I’m passionate about using languages to connect with people around the world. Welcome to Language Learning with Sean!, the podcast where I share my language-learning journey, personal stories, and insights in different languages! My goal is to inspire you on your own language adventure! Whether you’re a language lover or just enjoy thought-provoking stories about life, culture, and beyond, this podcast is for you. Let’s dive in!
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Olá, eu me chamo Sean e sou apaixonado por usar idiomas para me conectar com pessoas do mundo todo. Bem-vindo ao Language Learning with Sean!, o podcast em que compartilho minha jornada de aprendizado de idiomas, histórias pessoais e percepções em diferentes idiomas! Meu objetivo é inspirar você em sua própria aventura linguística! Se você é um amante de idiomas ou apenas gosta de histórias instigantes sobre a vida, a cultura e muito mais, este podcast é para você. Vamos lá!
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7 - Mi vida a través de los idiomas (español)
En este episodio, comparto la historia de mi vida a través de los idiomas que he aprendido. Crecí en el extremo norte de Canadá, en una comunidad con influencias inglesas, francesas e Inuit. Detallo mis experiencias escolares y mis primeros intentos de aprender francés e Inuktitut. Más tarde, descubrí mi interés por el español en la universidad, y finalmente, mi práctica en Noruega para aprender noruego cambió mi perspectiva sobre el aprendizaje de idiomas. Gracias por escuchar y hasta la próxima.
00:00 Introducción y Contexto
01:18 Primeros Años en Canadá
03:04 Aprendizaje de Idiomas en la Escuela
05:39 Descubrimiento del Español
06:38 Experiencia con el Noruego
08:56 Reflexiones y Conclusión
Hola y gracias por estar aquí. Hoy te voy a contar un poco la historia de mi vida a través del lente de los idiomas. Espero que sea un episodio interesante que nos lleve a través de los años.
Antes de comenzar, me gustaría decirte que este episodio es una traducción de la versión original en italiano. Y hasta ahora, no había ningún episodio en español en el pódcast. Lo que pasó es que al principio escribía cada episodio, y luego venían el alemán, el italiano, el portugués, el francés… y me faltaban las ganas de escribir las mismas cosas una vez más en español.
Diría que el español es la lengua que he aprendido con más profundidad en mi vida, a pesar de mi acento y de no ser capaz de trillar las erres. Hace muchos años que no lo estudio activamente, pero tengo una llamada de una hora en español con la esposa de mi papá cada miércoles (cuando no estoy trabajando).
Todo esto para decir que estoy muy feliz de estar haciéndolo ahora. Entonces… ¡comenzamos!
Quizás recuerdes que vengo de Canadá. Para ser más preciso, crecí en el extremo norte del país. Mis padres vienen de la parte anglófona de Canadá y vivían en un pequeño pueblo de apenas unos cientos de habitantes en la isla de Baffin, en el territorio inuit. El inuktitut es la lengua materna de los inuit, y existen varios dialectos en todo el Ártico. Los inuit han vivido y hecho de esta región su hogar durante miles de años.
Ese pueblo donde vivíamos se llamaba Lake Harbour (Puerto del Lago, en español), y hoy se llama Kimmirut, que significa “la gran bota” en inuktitut. Entonces, crecí en un ambiente en el que se hablaba inuktitut, un poco de inglés y también un poco de francés.
Recuerdo que me quedaba en casa de una familia mientras mis padres trabajaban en la escuela en Arctic Bay, el segundo pueblo en el que vivimos. Las charlas que escuchaba allí eran cien por ciento en inuktitut. Recuerdo que mi mamá me dijo una vez que lo hablaba bien, aunque no estoy tan seguro. En realidad, puede que sea un falso recuerdo.
Desafortunadamente, no aprendí mucho inuktitut de niño. Siempre estuve acostumbrado a escucharlo, y me encanta oír los sonidos de esta lengua. Siento que forman parte de la música de mi vida. Eso me hace feliz, incluso si no entiendo todo.
Empecé la escuela cuando vivíamos en Nanisivik, un pueblito minero de zinc y plomo que ya lleva años abandonado. Pero esa es una historia para otro episodio.
En la primaria, recibía la mayor parte de la enseñanza en inglés, con clases de francés e inuktitut hasta tercer grado, cuando tuve que elegir entre francés o inuktitut como segunda lengua. Elegí el francés porque tenía una visión un poco romántica de mí mismo hablándolo en París bajo la Torre Eiffel.
También había mucho racismo sistémico en el entorno contra el inuktitut, y creo que fue imposible que eso no me empujara hacia el francés. Al final, sin embargo, no llegué a aprender bien ni francés ni inuktitut durante mi formación.
Recuerdo niños que llegaban a Nanisivik desde Quebec y que solo hablaban francés. Aprendían inglés en pocas semanas, porque el ambiente era casi completamente anglófono.
Yo, en cambio, nunca tuve que aprender otro idioma para hacerme entender. Para bien o para mal, ese es el privilegio –y la maldición– de ser hablante nativo de una lengua de poder.
Tenía miedo de hablar. Recuerdo que cuando un profesor me preguntaba “¿Cómo estás?” en inuktitut (Qanuippit?), me entraba el pánico y me costaba responder con un simple “bien” (Qanuingittunga).
Me pesa no haber aprendido mejor el inuktitut y el francés de niño, pero era otra época y todavía no había desarrollado ni la pasión por los idiomas que tengo hoy ni mis estrategias para aprenderlos sin miedo.
En la secundaria, a los quince años, memoricé las conjugaciones en presente de los verbos avoir et être, tener y ser en español, para pasar el examen final en francés. Eran cosas básicas, pero sin el deseo de hablar una lengua, ese tipo de cosas se vuelven difíciles de aprender. Así que no podía realmente formar frases en francés. Conocía los sonidos y algunas palabras básicas, como los días de la semana, los números, las frutas y las verduras.
A los veinte años tomé un curso de español en la universidad. Me interesaba por motivos de viaje. Recuerdo que pasaba mucho tiempo en la biblioteca estudiando, escribiendo listas de vocabulario y repitiéndolas hasta que me las sabía de memoria.
De esa forma aprendí a memorizar… pero no a hablar de manera espontánea o natural. No podía decir mucho en español, pero me di cuenta de que los idiomas, y sobre todo el reto de aprenderlos, me gustaban.
Aunque todavía no era capaz de mantener una conversación, ese curso de español encendió una chispa en mí.
Y esa chispa se convirtió en algo más concreto cuando, unos años después, tuve la oportunidad de aprender un idioma en inmersión total.
El noruego fue la primera lengua que aprendí “en serio”.
Hice unas prácticas en Oslo durante cinco meses después de graduarme. Compré dos libros y estudiaba todos los días.
Una pregunta: ¿cuál es el idioma más difícil de aprender? Pues, a menudo se dice que es el primero. Y estoy de acuerdo. Cometía todos los errores posibles. Quería traducir directamente del inglés y, como consecuencia, decía cosas que no tenían sentido. Me ponía mucha presión para aprender noruego.
Enfrentaba el reto con seriedad, pero también con ansiedad y miedo a equivocarme. Si pudiera repetirlo, adoptaría una actitud más lúdica y relajada frente al idioma.
Por ejemplo, no quería salir de mi apartamento en Oslo a hacer la compra hasta haber aprendido todos los nombres de los productos que necesitaba. Me faltaba un poco de flexibilidad y apertura mental.
Empecé a considerar las dinámicas de lengua y comunicación con una nueva visión. Nunca me había encontrado en situaciones sociales donde no se hablara inglés. Tenía que esforzarme de verdad para escuchar y entender las conversaciones, y era agotador.
En Noruega me preguntaban a menudo:
—“¿Ah, eres canadiense? ¿Vienes de la parte anglófona o francófona del país?”
—“¿Hablas tanto inglés como francés, como muchos canadienses?”
Esas preguntas –y la manera en que reaccionaba– me hicieron darme cuenta de que tenía una visión reducida y anglocéntrica de Canadá y del mundo.
Empecé a sentirme un “mal canadiense” y a desear aprender francés de verdad.
Al final, aprendí lo suficiente de noruego durante esos cinco meses, aunque no fue una base construida de manera sistemática.
Pero lo más importante es que mi mente empezó a abrirse. Se volvió más receptiva, más dispuesta a reconocer las posibilidades que aprender una lengua podía ofrecerme. Y fue así como mi pasión empezó a crecer — poco a poco, casi sin darme cuenta.
✨ Pero esto… es solo el comienzo de mi viaje. Y como verás, cada idioma que aprendí me cambió un poco — y me acercó un poco más a mí mismo.
¡Gracias por escuchar y hasta la próxima!