La Voz de César Vidal
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La Voz de César Vidal
La Psicoteca: Tu Cerebro en la Era Sintética - 03/12/25
Con César Vidal y Miguel Ángel Alcarria.
https://www.cesarvidal.tv/la-psicoteca/videos/tu-cerebro-en-la-era-sintetica-03-12-25
En este impactante episodio de La Psicoteca, César Vidal y el psicólogo Miguel Ángel Alcarria analizan uno de los desafíos más inquietantes de nuestra era: la irrupción de la realidad sintética y su influencia profunda sobre el cerebro humano.
A través de un recorrido claro y revelador, el programa diferencia la realidad aumentada, la realidad virtual y la incipiente realidad neuronal, explicando cómo cada una altera la percepción, el comportamiento y la salud mental. Alcarria expone datos científicos que muestran cómo estas tecnologías, lejos de ser neutrales, modifican funciones cognitivas, generan adicción, provocan fatiga mental, reducen la empatía y pueden causar pérdidas neuronales significativas, especialmente en el hipocampo.
El episodio aborda además fenómenos como la externalización cognitiva, la dependencia tecnológica, los riesgos de moldear cerebros infantiles con estímulos artificiales y la posible creación de una humanidad desconectada de lo auténtico: música sintética, emociones sintéticas, vínculos sintéticos y experiencias sin anclaje en la realidad.
Un análisis tan fascinante como inquietante sobre cómo la era artificial amenaza con reescribir nuestra identidad, nuestras decisiones y nuestra esencia misma como seres humanos. Un llamado urgente a volver a lo real, a las experiencias auténticas y a la riqueza sensorial que nuestro cerebro necesita para mantenerse sano.
La psicoteca con Miguel Ángel Alcarria. Estamos de regreso y estamos de regreso para la segunda parte de nuestro programa Doble y Sesión Continua, de ese programa Doble y Sesión Continua que dedicamos todos los miércoles en la voz a la salud. Hemos tenido ya a Elena Kalinícova, como siempre, nos ha hablado de la vida sana, de la existencia saludable, del naturismo. Y ya saben ustedes que a continuación siempre damos un salto cualitativo. Nos vamos a la salud de la psique, nos vamos a la salud de la mente, y hay a quien siempre tenemos para que nos eche una mano es a don Miguel Ángel Alcarria, que ya ha llegado y está con nosotros. Muy buenas noches, don Miguel Ángel, ¿por dónde vamos hoy?
SPEAKER_01:Muy buenas noches, don César, muy buenas noches a la audiencia de la voz. Sean todos muy bienvenidos a uno de esos especiales en los que sometemos a examen uno de los grandes avances distópicos de nuestra época, de esos que podrían encajar muy pronto y de hecho, pues podemos encontrar en varios episodios de Black Mirror, tales como Partida, Sacking Beepers o San Junípero. Y es que hoy, más que nunca, nos asomamos a un precipicio, a un territorio híbrido, borroso e inquietante para la raza humana. Un territorio donde lo real compite con lo sintético. O mejor dicho, lo sintético compite con lo real, donde la experiencia humana comienza a mezclarse con simulaciones diseñadas para parecer reales y donde nuestro cerebro, antiguo, sabio y tremendamente sensible, está siendo obligado a adaptarse a estímulos que nunca antes habían existido en la historia de la humanidad. Porque esta noche hablaremos de realidad virtual, o mejor dicho, de experiencias artificiales o sintéticas. Hablaremos de mundos que prometen sensaciones, emociones y experiencias, pero al final podríamos decir que no suman. Y explicaremos por qué nos suman. Y es que la tecnología puede deslumbrar, pero puede reemplazar la realidad. Y hoy llegaremos al fondo de esto y de mano siempre de los datos que nos aporta la ciencia. Así que bienvenidos a este especial que esperemos os deje sin respiración en el buen sentido. En el sentido figurado, obviamente. Antes que nada, entendamos bien qué es eso de la realidad sintética. Algunos confunden qué es la realidad aumentada, qué es la realidad virtual, la realidad neural, que sería la última frontera y la más distópica de ellas, sin duda. Todo parece sacado de una película futurista, pero cada una tiene sus propias características. En primer lugar, la realidad aumentada añade cosas al mundo real, no te saca de él. Vaya, unos gráficos por aquí, una flecha que te indica hacia dónde dirigirte, un Pokémon encima del sofá, una pequeña modificación facial, unas instrucciones, las Raivan Meta son un ejemplo, gafas que incluyen la inteligencia artificial de Meta, cosas así. No sustituye el mundo real, sino que añade información al mundo real. Ahora bien, si damos un paso más, si cruzamos la siguiente puerta, nos encontramos con la realidad virtual. Y aquí sí estamos en otro terreno porque la realidad virtual no ayuda, no informa, no complementa, sino que reemplaza o intenta reemplazar tu entorno por completo. Quiere ser tu mundo al menos por un rato, y es la puerta a ese metaverso del que seguro han podido escuchar alguna vez. Un mundo que exige renunciar a la auténtica realidad. Un casco, dos pantallas pegadas a los ojos, sonido envolvente, unos guantes, posiblemente, aislamiento del exterior, y listo, tu cerebro deja de ver lo que tiene delante, deja de procesar señales periféricas, deja de recibir microdetalles sensoriales de los que normalmente se percata, que son esenciales para la vida, todo hay que decirlo, la estimulación nos mantiene vivos y nos aleja incluso de la locura, y deja atrás todas esas señales sensoriales para adentrarse en otro terreno, un terreno inexistente, un mundo completamente generado por ordenador, que como pueden ver es incompatible con el mundo real. No puede coexistir el uno con el otro. Y por último, tenemos la última frontera de la que acabamos de hablar y de la que hablamos en su día también en la psicoteca cuando mencionamos el tema de Neuralink, esa empresa con la que está vinculada Elon Musk y cuyo objetivo es desarrollar interfaces que permitan conectar directamente el cerebro humano con dispositivos electrónicos. Su meta es permitir la comunicación directa entre el cerebro y la máquina mediante la inserción de un implante cerebral, de un chip. Y relacionado con todo esto, tenemos lo que se está empezando a bautizar como realidad neuronal o realidad neural. Y aquí, pues, ya no hablamos de añadir al mundo real ni de crear un mundo paralelo dentro de un casco. Hablamos de intervenir directamente sobre el cerebro, crear un puente directo de estímulos, ya no visuales ni auditivos, sino neuronales, de modificar la experiencia desde dentro, no desde fuera, con lo que eso implica en el terreno de los derechos humanos, derechos humanos que ni siquiera se han puesto sobre un papel, porque jamás habíamos tenido estos desafíos sobre la mesa como sociedad. Y si la realidad virtual genera complicaciones, ya ni les cuento la realidad neuronal. Porque una cosa es que yo vea un dragón, un Pokémon, flotando en la sala de mi casa gracias a una app. Otra es que me coloque un casco que simule un paseo por Marte con muy buena calidad, pero siendo siempre incapaz de sustituir la auténtica experiencia, esa que se experimenta de primera mano. Y otra muy diferente, radicalmente diferente, es que una señal eléctrica artificial se inserte en mis circuitos neuronales para generar la sensación de estar caminando por la luna, sin que yo mueva ni un solo músculo, y sin que exista ni un casco, ni la luna, ni el movimiento, ni ningún tipo de interacción aparente con ningún tipo de dispositivo digital externo. Y aún así, para mi cerebro, parezca real todo esto. Si fuéramos capaces de hacer eso, que es lo que algunos desean, seríamos capaces también de insertar memorias, de provocar emociones fabricadas, de diseñar sensaciones que no vienen del mundo real, sino de una señal artificial, y de manipular decisiones de otros, decisiones que podrían ser individuales o con una trascendencia colectiva. Y llegados a este punto, estaríamos hablando de una intervención profunda en la identidad humana o incluso de la posibilidad de suplantar a esa persona en primera persona, por así decirlo, y poder llegar a tener con ello repercusiones que pueden ir desde lo individual hasta lo colectivo, como decimos. Porque si alguien puede generar en tu cerebro una experiencia completa sin que ocurra nada en el mundo real, si alguien puede activar en ti el recuerdo de algo que nunca viviste, o despertar nostalgia, miedo, calma o euforia sin que haya una causa auténtica que genere estos estados mentales, alterando el curso oficial, tus decisions, tus experiences, hablamos de alterarla sí, que de reescribing lo que sentimos andar al have direct al núcleo of the experience human, nuestro cerebro. Hablamos, por tanto, del mayor hackeo of the mente, el mayor, el más grande that we have podido intuir, prever or esperar. And ese precisamente is el territorio más distópico de todos. No el del Pokémon flotando, no el del paseo por Marte usando unas gafas, unos guantes, sólido envolvente, sino la capacidad de crear experiencias humanas sin vida humana detrás, sin una experiencia auténtica. Pero, ¿qué tan cerca o tan lejos estamos de ese mundo tan distópico que algunos temen mientras otros sueñan, ¿no? Bueno, pues la realidad aumentada nos acompaña, lleva tiempo acompañándonos en cosas tan sencillas como esas orejas de perro o de gato que se ponen en algunas aplicaciones gráficas. Está detrás de ese sube una foto y pruébate estas gafas sin tener que pisar la óptica. Detrás de aquel famoso juego, como decimos, el interactivo Pokémon GO, que causó tantos problemas, porque algunos, por lograr cazar a esos monigotes, pues se metían en la propiedad privada de otros. Detrás también está de esas aplicaciones en las que tomas una foto de un espacio y con esa foto puedes empezar a decorar ese espacio y ver cómo quedaría una reforma, una decoración, cómo quedarían esos nuevos muebles, una nueva distribución, sin tener que hacer nada, ni siquiera llamar a un arquitecto, a un ingeniero, pues para que te haga unos planos, un dibujo más o menos. También está detrás de algunos modelos de Google Maps, donde algunos directamente ven flechas flotando indicándoles hacia dónde deben dirigirse. Y está detrás del gran boom, del gran regalo de estas navidades para muchos, que son esas gafas Raiban que incluyen la inteligencia artificial de Meta, de la compañía propietaria de aplicaciones tan usadas como WhatsApp, Facebook o Instagram. La realidad aumentada, por tanto, tiene todavía mucho por desarrollar, pero ya forma parte de nuestras vidas sin darnos cuenta, forma parte de nuestras vidas porque aporta algo a nuestra realidad, aporta herramientas y facilita algunas tareas cotidianas. Sin embargo, no sentimos tanto esa invasión, porque solo se sobrepone a la realidad, no intenta sustituirla, aunque eso no significa que no invada y que esa invasión no es inocua, como ya veremos, sino todo lo contrario. La primera cuestión a este respecto es que ya vivimos en el gran hermano global, algo que habría sido impensable with tan solo 30 or 40 años. Así que cuidado con sentirnos tan a gusto con la realidad aumentada, porque significa que estamos alimentando constantemente a la bestia, dándole datos en tiempo real de la realidad que nos rodea. Algo que representa una clara invasión a la privacidad y muy peligrosa porque lo que hoy es una invasión voluntaria, entre comillas, se está convirtiendo en una herramienta para una vigilancia cada vez más integrada y cada vez menos perceptible. Y se está convirtiendo en una herramienta que está alimentando el otro monstruo, permitirme este calificativo que tenemos frente a las puertas, que es la realidad virtual y la realidad neural. Lo que hoy entregamos por comodidad, nuestras rutas, nuestros gestos, con quién estamos, incluso lo que miramos y durante cuánto tiempo, mañana puede convertirse en un mecanismo de control, de perfilado psicológico y de predicción de comportamiento a gran escala. Y cuando una tecnología sabe dónde estás, qué ves, qué haces, qué sientes, qué opinas, ya no hablamos solo de privacidad, sino de poder, porque quien controla los datos, controla las decisiones, los hábitos y potencialmente la voluntad de esas personas. Después tenemos la realidad virtual, que es el siguiente paso en todo esto, el metaverso, y que obviamente también le queda mucho por desarrollarse, pero ya se encuentra también entre nosotros, y no hablamos solamente de videojuegos. Hoy se utiliza en entrenamientos militares, en formación médica, para practicar cirugías de forma simulada in fisioterapia. El otro día lo comentaba con una fisioterapeuta para rehabilitar lesiones, para guiar a distancia en el tratamiento, sin necesidad de que el fisio vaya a tu casa y te enseñe los ejercicios, or que tú tengas que ir a un centro para que te los enseñe. Se utiliza en la terapia de fobias and, como ya mencionamos en su día, también en entretenimiento a adulto. Así que también forma parte de nuestras vidas. Y es que la realidad virtual está dejando de ser un juguete para convertirse en una herramienta que modifica comportamientos, aprendizajes y en algunos casos incluso percepciones. Y aquí es cuando empezamos a ver que no todo es tan neutro como parece, es una herramienta, pero cuidado con los usos que se le puede llegar a dar. ¿Qué pasa cuando esas experiencias empiecen a reemplazar las interacciones reales y saludables, generando quizás expectativas irreales o desconexión emocional de las relaciones interpersonales genuinas? ¿Qué pasa cuando las personas deseen quedarse ahí en el mundo virtual porque todo es a su gusto, huyendo así de la auténtica realidad? ¿Qué pasa cuando una persona se mantiene horas y horas interactuando bajo el aspecto de un avatar? Y cuando interactúa con la versión alternativa o mejorada de los demás que también se exponen con un avatar. Puede creer que esa persona es quien dice ser. Esa otra persona podría llegar a ser un algoritmo entrenado para captar a un cliente sin que esta persona lo sepa o entrenado para cambiar ciertas ideas, convicciones, decisiones. Esta es una tecnología muy sugestiva y podría alterar lo que el ser humano es actualmente. Puede y de hecho está cambiando la forma en la que las personas piensan, la forma en la que las personas perciben el mundo, su forma de relacionarse, y podría convertirse en una herramienta no solo de vigilancia, como la realidad aumentada, sino de control. Su potencial destructivo es mucho mayor, porque a diferencia de la realidad aumentada que añade capas al mundo real, la realidad virtual sustituye el mundo real creando uno nuevo. Y además bajo sus propias leyes y reglas de funcionamiento. Eso significa que estamos ante un mundo sintético diseñado para dirigir emociones, preferencias, compras, opiniones o incluso creencias, y además es capaz de hacer todo esto sin que el usuario lo perciba, que es lo más peligroso. Pero si la realidad aumentada y la realidad virtual ya genera interrogantes importantes, no hablemos de la realidad neuronal que se lleva la palma. La palma en cuanto a potencial y en cuanto a peligros asociados. Sin embargo, todavía existe una gran distancia entre lo que algunos sueñan poder hacer con ella y lo que a día de hoy realmente está haciendo. Su aplicación actualmente es eminentemente médica. Interfaces cerebro-ordenador para personas con parálisis, prótesis robóticas controladas con el pensamiento, recuperación parcial del habla mediante la implantación de electrodos, restauración parcial de la visión mediante chips que envían señales desde una cámara al nervio óptico o al córtex visual. Esto es la realidad neuronal actualmente y nada más. Nada más todavía, porque como decimos, todo esto se está perfeccionando y cuando se sume la compatibilidad de estas tecnologías con el aprendizaje, el background llevado a cabo a través de la realidad aumentada y la realidad virtual, ya tendremos servida la peor de las distopías. Así que cuidado. Dejando esto claro, que por tanto, dentro de lo que es la era sintética, todavía podemos dejar de lado la realidad neuronal, porque todavía no es una realidad como tal, sino un sueño. Pero como decimos, cuidado, podría convertirse en una pesadilla. Lo que sí tenemos entre manos, y eso sí es real, palpable y cotidiano, es esta especie de realidad a medias que algunos llaman realidad o experiencia sintética. Una experiencia que jamás ha logrado igualar a la experiencia real y ya avanza que ni podrá. Y esto no es una opinión ni un discurso nostálgico, por lo analógico, sino que es neurociencia. Porque toda esta realidad sintética intenta simular, intenta imitar la experiencia humana, pero no lo consigue, sino que solo interfiere en ella, nos desconecta de ella. Porque la realidad virtual no consigue imitar la experiencia humana, aunque nos lo pueda parecer. Y además nuestro cerebro lo sabe, aunque nosotros no seamos plenamente conscientes de ello. Por tanto, nuestro cerebro sabe cosas que nuestra conciencia no termina de registrar, de entender o de procesar. ¿Por qué digo que nuestro cerebro lo sabe? Porque en la realidad aumentada lo que sucede es que nuestro cerebro se da cuenta de esas dos capas de la realidad, la real y la aumentada. Y lo que hace es el esfuerzo de percibir, separar, procesar por separado y registrar por separado. Por tanto, se percata de esa realidad aumentada y lo que hace es gastar mucha más energía para procesar por separado, lo que sabe que no forma parte de una misma experiencia integrada, de una misma realidad. El anclaje sigue estando en lo real y el cerebro sabe lo que es real y lo que no lo es, aunque nuestra conciencia, valga la redundancia, en ciertos momentos no sea plenamente consciente de ello. Y no solo se percata de esto cuando nos hallamos usando herramientas de realidad aumentada, sino también cuando usamos herramientas de realidad virtual. El cerebro se percata de ello. ¿Por qué? Porque el espacio virtual no tiene las mismas características que el espacio real. No hay gravedad, no hay equilibrio real, no hay olor real, no es capaz de recrear los cinco sentidos, no hay campo visual real, no hay tacto real, y eso nuestro cerebro lo sabe. Se percata del engaño. Y miren si lo sabe, que el uso prolongado de realidad virtual, según algunos estudios en modelos animales, pero cuidado, porque esto ya nos debería alarmar a todos. Algunos estudios indican que provoca pérdida neuronal. Pérdida por las funciones y habilidades que no se están usando al usar de forma excesiva la realidad virtual. O habilidades que pasan a segundo plano debido a la inmersión de la persona dentro de esa realidad virtual. Hablamos de pérdida neuronal, pero no hablamos de poca cosa. Cuando hablamos de pérdida neuronal, ¿cuánto estamos hablando? ¿Cuál es la pérdida? Esta es la pregunta, porque si fuera un 1%, digamos, no sería gran cosa. Sin embargo, el uso prolongado de realidad virtual puede acarrear, según algunos estudios con animales, como decimos, cuyos mismos efectos se empiezan además a ver en humanos. En otros estudios, digo que se empiezan a ver apenas porque estamos apenas empezando con la realidad virtual y con sus efectos. Puede acarrear una pérdida de hasta el 50% de las neuronas, al menos las espaciales, que se hayan en el hipocamp. Por tanto, no hablamos de cifras menores y solo estamos hablando de una de las regiones del cerebro. Todavía no se sabe qué puede pasar con los demás. Lo que se cree es que obviamente también hay pérdida en otras áreas del cerebro, solamente que de momento nos hemos centrado en los estudios en el hipocamp. Pero podría haber pérdida en áreas sensoriales, en áreas motoras y hasta en áreas relacionadas con funciones cognitivas superiores. Fruto del hecho de que cada vez más delegamos actividades en la inteligencia artificial asociadas a estas herramientas. La tecnología, por tanto, tal como hemos comentado, ya en alguna ocasión, y tal como podemos ver en esta sección, lo que hace es atrofiar nuestro cerebro. La razón, nuestro cerebro necesita tacto real, gravedad real, equilibrio real, olor real, orientarse en el mundo real por sí mismo, un campo visual también real, por tanto, estimulación real constante. Y lo cierto es que la estimulación real es muy diversa, más de lo que podemos llegar a reconocer. Y cuando en vez de darle una dosis de realidad, que como decimos, es muy diversa y la estimulación es como estrellitas en el cielo, le damos mucha dosis de esa realidad reducida, bautizada como artificial o sintética, que por tanto, digamos, disminuye las áreas que se activan, aunque se activen más, lo que sucede es que el cerebro lo sabe. Un cerebro que deja de recibir una riqueza amplia en términos de actividad neuronal para dar lugar a una clara pérdida de actividad neuronal. Y aunque el sonido sea envolvente y aunque la experiencia nos resulte inmersiva, lo cierto es que faltan detalles sensoriales que construyen la verdadera realidad, la presión bajo los pies, la vibración del aire, las variaciones reales de la luz, las imperfecciones del entorno, el olor, la temperatura, el peso del propio cuerpo en el espacio y todos esos elementos que parecen irrelevantes son de hecho el 80% de la experiencia humana. Y cuando dejamos de ejercitar, de usar ciertas neuronas o partes de nuestro cerebro, ¿qué ocurre? Si no lo usamos, como hemos comentado en muchas ocasiones en la psicoteca, lo perdemos. Y como resultado, perdemos capacidades. Y ese es justamente el riesgo de integrar a este nivel la tecnología en nuestras vidas. ¿Cuántos recuerdan el número de teléfono de sus familiares más cercanos? Padres, hermanos, hijos, pareja, ¿cuántos recuerdan? ¿Cómo orientarse sin GPS para ir de una ciudad a otra en la otra punta del país? Estos son solo algunos ejemplos cotidianos de cómo la tecnología ha ido atrofiando ciertas capacidades, generando una dependencia en su uso, una atrofia, que en un mundo lleno de eufemismos ya se está empezando a conocer como externalización cognitiva. Y es uno de los efectos más insidiosos de la tecnología en nuestra vida. El cerebro pierde la necesidad de trabajar en áreas que ya no están siendo estimuladas. No se estimulan esas áreas y las que sí son estimuladas se estimulan generando fatiga, un sobreesfuerzo. Por tanto, dentro de poco hablaremos de consecuencias profundas en la estructura misma de nuestro cerebro, fruto del uso prolongado y del abuso de estas tecnologías. Hablaremos de personas que precisen rehabilitación para mitigar los efectos de esta era sintética. Y el futuro de la psicología, en parte, pasará por ahí. Habrá una gran demanda de rehabilitación de funciones cognitivas básicas, sin necesidad de encontrarnos con casos de Alzheimer. Se necesitará esa rehabilitación y habrá una gran demanda de terapias enfocadas en la rehabilitación emocional causada por la sobrecarga que generará el uso abusivo de estas tecnologías. ¿Qué pasará cuando dependamos tanto de la tecnología que ya no sepamos cómo vivir sin ella? O cuando se convierta en un obstáculo para la conexión genuina con nosotros mismos y con el mundo que nos rodea. Esa es una realidad que, lamentablemente, viviremos muy posiblemente en menos de 20 años. Por eso, aunque la experiencia virtual pueda resultar fascinante, no construye una realidad completa en nuestro cerebro. Por tanto, pongamos en valor vivir en la vida real y pongamos en valor lo auténtico. Lo auténtico es valioso, al menos para nuestro cerebro, que está deseoso de conectarse con lo sensorial, con otras personas y experimentar en primera persona el mundo que le rodea. ¿Por qué digo esto? Porque también ya se están encontrando diferencias entre la estimulación que genera, por ejemplo, la música creada por inteligencia artificial de la música creada por un ser humano. Una vez más, lo artificial genera una sobrecarga, una carga cognitiva superior, mientras que lo auténtico se percibe como algo más familiar, pero a su vez más rico en términos de actividad neuronal, porque incluye matices que no se esperan, matices que pueden ser pequeños errores y que en ocasiones son fruto de esas emociones que impregnan una obra musical, porque es el autor poniendo el corazón en esa pieza, algo que no tiene. La inteligencia artificial no tiene la capacidad de generar ese corazón que hay detrás de esa pieza musical, ni tiene la capacidad de crear esos pequeños errores, esos pequeños pongamos malos hábitos a veces, incluso en el instrumentista, en el músico, en la forma de colocar la voz, tantos detalles que la inteligencia artificial no puede copiar. ¿Qué efectos a largo plazo podría llegar a tener consumir contenidos musicales generados por inteligencia artificial? De momento, lo que se especula, la hipótesis, porque no hay datos sobre eso, es que la carga y el agotamiento mental a largo plazo podría interferir en la posibilidad de realizar tareas complejas, lo cual no es poca cosa. Repito, podría interferir en la posibilidad de realizar tareas complejas. Por tanto, hablamos de disminución de nuestra capacidad para concentrarnos, procesar información profunda o tomar decisiones que requieran reflexión y análisis. Y a medida que nos habituamos a esta sobrecarga, nuestro cerebro podría volverse más reactivo que reflexivo, lo que afectaría a nuestra capacidad crítica, nuestra capacidad para resolver problemas de forma eficiente, de gestionar nuestras emociones. Otros efectos que podrían darse, pues el tiempo lo dirá. Necesitamos esperar esos 20 o 30 años para saberlo, y cuando ya tengamos la realidad adelante, ya podremos hacer poca cosa para prevenir. Así que hablamos de fatiga, hablamos de estrés emocional asociado a esta fatiga, de desconexión emocional, al vivir desconectados de la realidad, por el uso prolongado de realidad sintética, de atrofia en ciertas capacidades como la orientación espacial, porque la experiencia sintética no tiene los matices, que sí tiene la realidad auténtica. Debemos hablar, obviamente, de adicción, hay fatiga porque hay hiperestimulación. La hiperestimulación genera baja tolerancia al aburrimiento y, por tanto, irritabilidad por abstinencia y dependencia a nuevas tecnologías. Debemos hablar también de alteraciones en los patrones electroencefalográficos, sobre todo en las ondas alfa y teta, de alteraciones neurofisiológicas por la exposición a pantallas tan próximas a los ojos. Las ondas alfa están relacionadas con la calma, la concentración, la reflexión. Ondas que en este caso se verían reducidas afectando la capacidad de mantener la calma, de reflexionar, habilidades esenciales para tomar buenas decisiones en la vida y para gestionar nuestras emociones de forma saludable. Por tanto, lo que genera es una sociedad mucho más propensa a la ansiedad, al estrés y con dificultades severas para mantener la calma in situations cotidianas. Y las ondas Theta, por otro lado, están asociadas con status de sueño profundo, con la memoria, con el procesamiento emocional y con la creatividad, actividades que se ven alteradas, lo que presenta repercusiones en la consolidación del Memoria, en la recuperación física y emocional, por tanto facilita la generación de traumas emocionales y representa repercusiones en el ámbito del bienestar en general. Resultado, una mente más agitada, más dispersa, más cansada y menos capaz de procesar emocionalmente lo que vive. Una mente que vive acelerada, pero que es incapaz de profundizar, de atender matices, de albergar la complejidad, la riqueza en términos neurológicos, y una sociedad que requerirá de más ansiolíticos para poder continuar el camino, porque era una sociedad descompensada y atrofiada por la tecnología. Pero sus efectos nocivos no acaban ahí porque debemos hablar también de alteraciones en la percepción del propio cuerpo, sobre todo cuando una persona interactúa constantemente por medio de un avatar. Ahí debemos hablar además de una disminución de la capacidad empática cuando se interactúa durante muchas horas en entornos digitales sin señales faciales reales, como puede ser, por ejemplo, en el entorno Roblox, ya en la actualidad, algo con lo que se está trabajando en la actualidad, e incluso de cambios en la forma de procesar el riesgo y la recompensa, porque el riesgo en la vida real tiene consecuencias, pero en la realidad virtual no los tiene. Y lo que deja de tener consecuencias, deja de activar rutas de aprendizaje profundo en nuestro cerebro necesarias para alejarnos del peligro. Estamos, por tanto, frente a entornos que, aunque parecen fascinantes, no son neutros, y sus efectos poco a poco empiezan a verse, empiezan a documentarse y miedo me da y nos debería dar miedo a todos por lo que podamos terminar viendo dentro de 20 o 30 años. Porque estos son los efectos que vemos en adultos. Pero, ¿qué tipo de cerebro estamos moldeando para el futuro en las siguientes generaciones que ya nacerán inmersas con estas tecnologías? Un cerebro hiperstimulado en un sentido, pero infraestimulado en otro. Hiperstimulado en zonas muy concretas del cerebro, creando una conducta adictiva y una inmadurez emocional crónica, pero infraestimulado por su pobreza estimulativa, lleno de experiencias superficiales, planas, poco profundas y matices. Y esto será así, aunque haya grandes avances con Neuralink y otras tecnologías similares. Y la falta de autenticidad y complejidad, complejidad, perdón, sin tener una experiencia real previa que permita el contraste, ese es un peligro mayor de lo que somos capaces de calcular a día de hoy. Sin el anclaje de lo real, de lo auténtico, ¿cómo será ese sistema nervioso? ¿Cómo se desarrollará sin haber vivido la vida en primera persona, sin conocer lo que es esa orquesta de actividad neuronal, de sensaciones que solo puede ser evocada por lo auténtico? Si ya vemos jóvenes que se sienten incómodos con la presencia de otros, con las tecnologías que tenemos, ¿qué veremos entonces? Y si ya vemos niños que no soportan la frustración porque la recompensa instantánea se ha convertido en norma, ¿qué pasará entonces? Estamos esculpiendo una obra desastrosa, pero a día de hoy no podemos medir la magnitud del desastre. ¿Qué tipo de humanidad se puede formar cuando dejamos de ejercitar nuestras capacidades humanas fundamentales? Empatía, conexión, paciencia, tolerancia a la frustración, capacidad de espera, de profundización, de generar vínculos sólidos, de sostener conversaciones largas sin distracciones. ¿Qué quedará del ser humano cuando solo haya conocido en su mayoría lo sintético, lo artificial, y crezca desarraigado de lo auténtico? Pues yo creo que será un ser humano sin defensas, a merced de lo que quieran hacer de él, de una realidad creada que jamás podrá saber si es auténtica, música sintética, emociones sintéticas, paisajes sintéticos, conexiones sociales sintéticas que jamás uno sabrá si realmente es real al 100%, si existe esa otra persona, si la amistad es sincera, es algo que, sinceramente, podría cambiar la esencia misma de lo que entendemos por humanidad. Y es fundamental que, aunque estemos fascinados por los avances tecnológicos, no olvidemos lo que nos hace humanos, que es la experiencia de lo real, el contacto directo con los demás. Algo muy significativo en estas fechas que vienen próximamente, la capacidad de vivir, de aprender, de reflexionar a través de nuestras propias vivencias. Y con esta reflexión, Don César, nos despedimos de la psicoteca de hoy. No sin antes, como siempre, emplazar a nuestra audiencia a escucharnos, como ya saben, todos los miércoles aquí en La Voz.
SPEAKER_02:Pues muchísimas gracias, Don Miguel Ángel. Muchísimas gracias. Nos encontramos la semana que viene. Y de ustedes esperamos que lo hayan pasado bien, que se hayan entretenido, que incluso hayan aprendido una o dos cosas útiles en el curso de este programa, y precisamente por ello los emplazamos para mañana, Dios mediante, en el mismo lugar y a la misma hora. Y hasta entonces, como siempre, nos despedimos con una despedida sureña. Gat Blessia. Que Dios los bendiga.
SPEAKER_00:El programa La Voz es una producción de Artorius Incorporated y al amparo del derecho a la libertad de expresión. No se hace responsable de las opiniones vertidas en el curso del mismo.