Había una vez Un matrimonio tuvo un hijo al que llevaban mucho tiempo deseando. Cuando el niño nació los padres que habían esperado tanto tiempo sintieron una gran curiosidad por conocer como sería el futuro y el destino de su amado hijo. En el pueblo había un adivino que se había hecho fama por predecir los acontecimientos futuros y decididos fueron fueron a consultarlo.
Cuando llegaron al pueblo y preguntaron el lugar donde atendia el adivino le dieron las instrucciones. Nerviosos llegaron a un oscuro porton que daba a una pequeña habitación decorada con toda clase de imágenes y signos extraños. En el medio de la sala se encontraba un hombre de mirada profunda y ademanes misteriosos.
Al verlos entrar les pregunto, sin mirarlos a los ojos.
Que desean saber que tienen que recurrir donde este simple servidor.
El padre del niño le dijo. Queremos saber que va a ser del futuro de nuestro hijo.
El adivino, sin mirarlos y concentrado en una bola de cristal que tenia frente a sí, les dijo.
-Su hijo será un niño normal, lleno de energía y vitalidad, tendrá una vida feliz, pero veo que cuando cumpla veintiún años los ahorcaran de un árbol.
Los padres del niño enmudecieron al oír esto y después de pagarle al adivino salieron hacia su hogar maldiciendo el momento en que decidieron consultar con aquel adivino. El solo saber la suerte de su hijo cuando cumpliera 21 años les había ensombrecido la vida. Hubieran querido no tentar a la fortuna y permanecer ignorantes.
Volvieron a su casa y se dedicaron a educar a su hijo, tratando de olvidar lo que les habían vaticinado, pero el peso de conocer lo que el adivino había predicho les hacia la vida insoportable.
El niño se crió como había dicho el adivino, feliz y saludable, y en especial trabajador y honrado. Era un gran hijo que siempre ayudaba a sus padres y siempre estaba deseoso de ayudarles en los trabajos de la labranza y los trabajos del hogar. Era tan buen hijo que el solo pensar en su futuro infortunio les hacia cada vez más daño.
Paso el tiempo y pronto el joven cumpliría los 21 años, y sus padres comenzaron a llorar cada noche. El hijo que era bien inteligente sabía que algo estaba pasando que el no conocía ya que los oía llorar todas las noches en su cuarto cuando ellos se retiraban a su cuarto.
Una noche de tormento interno, entro al cuarto de sus padres y les pregunto que que les pasaba, porque lloraban. Los padres sorprendidos decidieron contarle que un adivino les había dicho que el seria colgado de un árbol el mismo día que cumpliera 21 años.
El muchacho al oír esto les dijo
-No se preocupen. Ya estoy grande y no creo en esas patrañas. Se que el solo verme les trae los temores de lo dicho por el vidente del pueblo. Me ire a recorrer el mundo y solamente vendre después de los 21 años, para que si algo me ocurre ustedes no se den cuenta y si eso no es cierto regresare a la casa para demostrale que todo era un engaño de aquel hombre.
Los padres comprendieron que su hijo quería evitarles el dolor y comprendiendo la razón lo dejaron ir a vivir su vida.
A la mañana siguiente cuando sus padres lo estaban despidiendo su madre le entrego una biblia para que lo acompañara en sus horas de soledad y le pidió que siempre que llegara a un pueblo, lo primero que hiciera era ira a la iglesia a misa.
El joven sin entender porque simplemente le aseguro que así lo haría y a la siguiente mañana salió de su casa para recorrer el mundo.
Un día mientras recorria los pueblos, llego a un pueblo al lado de un bosque con una iglesia blanca en medio de la plaza. Recordando lo que le había dicho su madre, el muchacho se dirigió a la posada que quedaba al lado de la iglesia y con confianza le pregunto al posadero.
-¿Digame buen hobre, Cuándo es aquí la primera misa?
El posadero le