Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

492. El Posadero y los Ogros (infantil)

October 11, 2023 Juan David Betancur Fernandez Season 6 Episode 26
492. El Posadero y los Ogros (infantil)
Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
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Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
492. El Posadero y los Ogros (infantil)
Oct 11, 2023 Season 6 Episode 26
Juan David Betancur Fernandez

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Había una vez un hombre que tenía una posada en la que antes de cada amanecer llegaban los ogros de las montañas tras sus correrías nocturnas. Devoraban todo el banquete que se les había preparado y luego se iban a dormir hasta que el sol se ocultaba.

El pobre posadero no podía negarse a servir a aquellas nefastas criaturas, pues si no accedía a sus pedidos, le habían asegurado que lo devorarían a él y a toda su familia.

Por lo tanto, el posadero mantenía la posada cerrada durante el día y en cuanto el sol se ocultaba alojaba algún que otro huésped ocasional con la condición de que se marchara antes del amanecer.

El tiempo fue pasando y cada vez menos viajeros se hospedaban en aquel lugar tan poco cortés en que lo sacaban a patadas antes de que saliera el sol. Dicen que la mala fama se multiplica por diez; en efecto, pronto el lugar se quedó sin clientes.

Así es como el posadero se iba hundiendo cada vez más en la miseria, y su esposa y sus dos bellos hijos temían tanto por sus vidas que iban empalideciendo y enflaqueciendo y se les habían formado arrugas de angustia en sus jóvenes rostros.

Una noche se desató una feroz tormenta, la lluvia parecía provenir de los cuatro puntos cardinales. Los ogros habían partido un poco más temprano al amparo de los nubarrones negros que habían ocultado el sol.

De pronto, tres golpes retumbaron en la vieja puerta de madera de la posada. El hombre fue a atender, pensando que eran los ogros que regresaban por la recia lluvia que azotaba la región, pero se sorprendió mucho cuando vio a un hombre ataviado con yelmo, armadura y escudo. El guerrero descubrió su cabeza y saludó cortésmente:

-Buenas noches, buen hombre, quisiera hospedarme esta noche aquí.

El posadero estaba tan sorprendido por la llegada de un cliente que permanecía sujeto al marco de la puerta con la boca abierta, pero su sorpresa fue aún mayor cuando vio que el guerrero estaba acompañado de dos criaturas.

La primera era común: un caballo de guerra de color marrón oscuro, cargado con una silla de montar y un par de sacos de tela oscurecida por la lluvia. Pero la segunda criatura era casi tan increíble como los ogros. Era una bestia de color amarronado, parecida a un gato, pero mucho más grande y casi tan alto como el caballo. Miraba fijo al posadero con la boca abierta repleta de colmillos, sus patas terminaban en enormes zarpas.

-Dije que deseo pasar la noche aquí -repitió el guerrero con mayor énfasis, mientras la lluvia tamborileaba sobre su escudo y armadura.

El pobre posadero por fin reaccionó y se negó rotundamente:

-Lo siento mucho, pero el albergue está lleno, no tengo más lugar.

-La tormenta es muy fuerte.

-Y como si fuera un juego del destino, en ese momento retumbó un trueno que pareció romper el cielo.

-Lo siento mucho, señor, pero no cabe ni un alfiler.

-Si me deja dormir en el establo, se lo agradeceré eternamente. El caballo y la criatura que parecía un gato gigante aguardaban junto al hombre, mientras la lluvia aumentaba su caudal.

El posadero se apiadó del guerrero y agachando la cabeza decidió acceder.

-Puede quedarse pero con una sola condición.

-Solamente menciónela y la cumpliré dentro de los límites de mis posibilidades -sentenció el guerrero con firmeza.

-Debe partir antes del amanecer. Sin excepción y sin excusas.

El guerrero se tomó unos instantes y finalmente respondió:

-Así lo haré, tiene mi palabra. Sin embargo, estoy muy cansado y no puedo confiar en mi fuerza de voluntad para levantarme a la hora convenida, así que le agradeceré que me despierte cuando lo crea conveniente.

El posadero se hizo a un lado para dejarlo pasar. El guerrero entró con pasos pesados y a continuación lo siguió el felino con su andar

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Había una vez un hombre que tenía una posada en la que antes de cada amanecer llegaban los ogros de las montañas tras sus correrías nocturnas. Devoraban todo el banquete que se les había preparado y luego se iban a dormir hasta que el sol se ocultaba.

El pobre posadero no podía negarse a servir a aquellas nefastas criaturas, pues si no accedía a sus pedidos, le habían asegurado que lo devorarían a él y a toda su familia.

Por lo tanto, el posadero mantenía la posada cerrada durante el día y en cuanto el sol se ocultaba alojaba algún que otro huésped ocasional con la condición de que se marchara antes del amanecer.

El tiempo fue pasando y cada vez menos viajeros se hospedaban en aquel lugar tan poco cortés en que lo sacaban a patadas antes de que saliera el sol. Dicen que la mala fama se multiplica por diez; en efecto, pronto el lugar se quedó sin clientes.

Así es como el posadero se iba hundiendo cada vez más en la miseria, y su esposa y sus dos bellos hijos temían tanto por sus vidas que iban empalideciendo y enflaqueciendo y se les habían formado arrugas de angustia en sus jóvenes rostros.

Una noche se desató una feroz tormenta, la lluvia parecía provenir de los cuatro puntos cardinales. Los ogros habían partido un poco más temprano al amparo de los nubarrones negros que habían ocultado el sol.

De pronto, tres golpes retumbaron en la vieja puerta de madera de la posada. El hombre fue a atender, pensando que eran los ogros que regresaban por la recia lluvia que azotaba la región, pero se sorprendió mucho cuando vio a un hombre ataviado con yelmo, armadura y escudo. El guerrero descubrió su cabeza y saludó cortésmente:

-Buenas noches, buen hombre, quisiera hospedarme esta noche aquí.

El posadero estaba tan sorprendido por la llegada de un cliente que permanecía sujeto al marco de la puerta con la boca abierta, pero su sorpresa fue aún mayor cuando vio que el guerrero estaba acompañado de dos criaturas.

La primera era común: un caballo de guerra de color marrón oscuro, cargado con una silla de montar y un par de sacos de tela oscurecida por la lluvia. Pero la segunda criatura era casi tan increíble como los ogros. Era una bestia de color amarronado, parecida a un gato, pero mucho más grande y casi tan alto como el caballo. Miraba fijo al posadero con la boca abierta repleta de colmillos, sus patas terminaban en enormes zarpas.

-Dije que deseo pasar la noche aquí -repitió el guerrero con mayor énfasis, mientras la lluvia tamborileaba sobre su escudo y armadura.

El pobre posadero por fin reaccionó y se negó rotundamente:

-Lo siento mucho, pero el albergue está lleno, no tengo más lugar.

-La tormenta es muy fuerte.

-Y como si fuera un juego del destino, en ese momento retumbó un trueno que pareció romper el cielo.

-Lo siento mucho, señor, pero no cabe ni un alfiler.

-Si me deja dormir en el establo, se lo agradeceré eternamente. El caballo y la criatura que parecía un gato gigante aguardaban junto al hombre, mientras la lluvia aumentaba su caudal.

El posadero se apiadó del guerrero y agachando la cabeza decidió acceder.

-Puede quedarse pero con una sola condición.

-Solamente menciónela y la cumpliré dentro de los límites de mis posibilidades -sentenció el guerrero con firmeza.

-Debe partir antes del amanecer. Sin excepción y sin excusas.

El guerrero se tomó unos instantes y finalmente respondió:

-Así lo haré, tiene mi palabra. Sin embargo, estoy muy cansado y no puedo confiar en mi fuerza de voluntad para levantarme a la hora convenida, así que le agradeceré que me despierte cuando lo crea conveniente.

El posadero se hizo a un lado para dejarlo pasar. El guerrero entró con pasos pesados y a continuación lo siguió el felino con su andar