Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

500. El Barril de Amontillado (Edgar Allan Poe - Adultos)

November 03, 2023 Juan David Betancur Fernandez Season 6 Episode 34
500. El Barril de Amontillado (Edgar Allan Poe - Adultos)
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500. El Barril de Amontillado (Edgar Allan Poe - Adultos)
Nov 03, 2023 Season 6 Episode 34
Juan David Betancur Fernandez

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Juan David Betancur
elnarrodororal@gmail.com

Bienvenidos a había una vez, hoy llegamos a un hito muy especial en esta jornada de cuentos, mitos y leyendas.  Durante un poco más de 4 años he estado contando historias maravillosas y   me honra llegar a 500 cuentos. Honestamente cuando inicie este camino nunca pensé que llegaría a este numero de historias.  Durante estas semanas he estado analizando cuidadosamente que cuento contaría para honrar este medio millar de cuentos. De alguna alternativas me he decantado por un cuento que es muy famoso y que desde que lo leí por primera vez hace muchos años me maravillo por su crudeza. Es un cuento no apto para niños pero que es posiblemente uno de los más famosos de su autor: Edgar Allan Poe. El cuento es el barril de Amontillado. 

 

  Había una vez un hombre en un pueblo italiano que describiendo su historia se expresaba así.  Había soportado lo mejor que pude las mil injurias de Fortunato, pero cuando llegó el insulto, juré vengarme. Vosotros, que conocéis tan bien la naturaleza de mi carácter, no llegaréis a suponer, no obstante, que pronunciara la menor palabra con respecto a mi propósito. A la larga, yo sería vengado. Éste era ya un punto establecido definitivamente. Pero la misma decisión con que lo había resuelto excluía toda idea de peligro por mi parte. No solamente tenía que castigar, sino castigar impunemente. Una injuria queda sin reparar cuando su justo castigo perjudica al vengador. Igualmente queda sin reparación cuando ésta deja de dar a entender a quien le ha agraviado que es él quien se venga. | 
 | Es preciso entender bien que ni de palabra, ni de obra, di a Fortunato motivo para que sospechara de mi buena voluntad hacia él. Continué, como de costumbre, sonriendo en su presencia, y él no podía advertir que mi sonrisa, entonces, tenía como origen en mí la de arrebatarle la vida.   |  
 | Aquel Fortunato tenía un punto débil, aunque, en otros aspectos, era un hombre digno de toda consideración, y aun de ser temido. Se enorgullecía siempre de ser un entendido en vinos. Pocos italianos tienen el verdadero talento de los catadores. En la mayoría, su entusiasmo se adapta con frecuencia a lo que el tiempo y la ocasión requieren, con objeto de dedicarse a engañar a los millonarios ingleses y austríacos. En pintura y piedras preciosas, Fortunato, como todos sus compatriotas, era un verdadero charlatán; pero en cuanto a vinos añejos, era sincero. Con respecto a esto, yo no difería extraordinariamente de él. También yo era muy experto en lo que se refiere a vinos italianos, y siempre que se me presentaba ocasión compraba gran cantidad de éstos.   |  
 | Una tarde, casi al anochecer, en plena locura del Carnaval, encontré a mi amigo. Me acogió con excesiva cordialidad, porque había bebido mucho. El buen hombre estaba disfrazado de payaso. Llevaba un traje muy ceñido, un vestido con listas de colores, y coronaba su cabeza con un sombrerillo cónico adornado con cascabeles. Me alegré tanto de verle, que creí no haber estrechado jamás su mano como en aquel momento.   |  
 | -Querido Fortunato -le dije en tono jovial-, este es un encuentro afortunado. Pero ¡qué buen aspecto tiene usted hoy! El caso es que he recibido un barril de algo que llaman amontillado, y tengo mis dudas.   |  
 |   |  
 | -¿Cómo? -dijo él-. ¿Amontillado? ¿Un barril? ¡Imposible! ¡Y en pleno Carnaval!   |  
 | -Tengo mis dudas -contesté-, e iba a cometer la tontería de pagarlo como si se tratara de un exquisito amontillado, sin consultarle sobre el asunto. No había modo de encontrarle a usted, y temía perder la ocasión.   |  
 | -¡Amontillado! |  
 | -ya le dije que Tengo mis dudas.  |  
 | -¡Amontillado!  |  
 | -Y he d

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Juan David Betancur
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Bienvenidos a había una vez, hoy llegamos a un hito muy especial en esta jornada de cuentos, mitos y leyendas.  Durante un poco más de 4 años he estado contando historias maravillosas y   me honra llegar a 500 cuentos. Honestamente cuando inicie este camino nunca pensé que llegaría a este numero de historias.  Durante estas semanas he estado analizando cuidadosamente que cuento contaría para honrar este medio millar de cuentos. De alguna alternativas me he decantado por un cuento que es muy famoso y que desde que lo leí por primera vez hace muchos años me maravillo por su crudeza. Es un cuento no apto para niños pero que es posiblemente uno de los más famosos de su autor: Edgar Allan Poe. El cuento es el barril de Amontillado. 

 

  Había una vez un hombre en un pueblo italiano que describiendo su historia se expresaba así.  Había soportado lo mejor que pude las mil injurias de Fortunato, pero cuando llegó el insulto, juré vengarme. Vosotros, que conocéis tan bien la naturaleza de mi carácter, no llegaréis a suponer, no obstante, que pronunciara la menor palabra con respecto a mi propósito. A la larga, yo sería vengado. Éste era ya un punto establecido definitivamente. Pero la misma decisión con que lo había resuelto excluía toda idea de peligro por mi parte. No solamente tenía que castigar, sino castigar impunemente. Una injuria queda sin reparar cuando su justo castigo perjudica al vengador. Igualmente queda sin reparación cuando ésta deja de dar a entender a quien le ha agraviado que es él quien se venga. | 
 | Es preciso entender bien que ni de palabra, ni de obra, di a Fortunato motivo para que sospechara de mi buena voluntad hacia él. Continué, como de costumbre, sonriendo en su presencia, y él no podía advertir que mi sonrisa, entonces, tenía como origen en mí la de arrebatarle la vida.   |  
 | Aquel Fortunato tenía un punto débil, aunque, en otros aspectos, era un hombre digno de toda consideración, y aun de ser temido. Se enorgullecía siempre de ser un entendido en vinos. Pocos italianos tienen el verdadero talento de los catadores. En la mayoría, su entusiasmo se adapta con frecuencia a lo que el tiempo y la ocasión requieren, con objeto de dedicarse a engañar a los millonarios ingleses y austríacos. En pintura y piedras preciosas, Fortunato, como todos sus compatriotas, era un verdadero charlatán; pero en cuanto a vinos añejos, era sincero. Con respecto a esto, yo no difería extraordinariamente de él. También yo era muy experto en lo que se refiere a vinos italianos, y siempre que se me presentaba ocasión compraba gran cantidad de éstos.   |  
 | Una tarde, casi al anochecer, en plena locura del Carnaval, encontré a mi amigo. Me acogió con excesiva cordialidad, porque había bebido mucho. El buen hombre estaba disfrazado de payaso. Llevaba un traje muy ceñido, un vestido con listas de colores, y coronaba su cabeza con un sombrerillo cónico adornado con cascabeles. Me alegré tanto de verle, que creí no haber estrechado jamás su mano como en aquel momento.   |  
 | -Querido Fortunato -le dije en tono jovial-, este es un encuentro afortunado. Pero ¡qué buen aspecto tiene usted hoy! El caso es que he recibido un barril de algo que llaman amontillado, y tengo mis dudas.   |  
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 | -¿Cómo? -dijo él-. ¿Amontillado? ¿Un barril? ¡Imposible! ¡Y en pleno Carnaval!   |  
 | -Tengo mis dudas -contesté-, e iba a cometer la tontería de pagarlo como si se tratara de un exquisito amontillado, sin consultarle sobre el asunto. No había modo de encontrarle a usted, y temía perder la ocasión.   |  
 | -¡Amontillado! |  
 | -ya le dije que Tengo mis dudas.  |  
 | -¡Amontillado!  |  
 | -Y he d