Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

508. Cormac el Rey (Irlanda)

November 29, 2023 Juan David Betancur Fernandez Season 6 Episode 42
508. Cormac el Rey (Irlanda)
Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
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Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
508. Cormac el Rey (Irlanda)
Nov 29, 2023 Season 6 Episode 42
Juan David Betancur Fernandez

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Juan David Betancur
elnarrodororal@gmail.com
Había una vez un rey irlandés  llamado Cormac, hijo de Art, Nieto  de Conn el de las Cien Batallas, que tenia su c su corte en Tara. Un día, sobre la campiña vio a un joven que llevaba en la mano una rama mágica y brillante que tenía nueve manzanas rojas colgando de ella. Y, cada vez que se agitaba la rama, los heridos o los debilita­dos por la enfermedad se sentían felizmente arrulla­dos por el sonido de una música mágica y dulcísima, que emanaba de aquellas manzanas; y asi todo el que la escuchaba superaba la necesidad mental, la afli. Ion o el abatimiento del alma. 

"¿Es tuya esa rama?", preguntó Cormac.

"Claro que es mía."

"¿La venderías? y, de ser así, ¿qué pedirías por ella?"

"¿Me darás lo que te pida?", dijo el joven.

El rey se lo prometió, y el joven entonces le pidió su esposa la reina, su hija la princesa  y su hijo el pequeño príncipe.  El rey sintió un gran dolor de corazón, lo mismo que su mujer y sus hijos cuando supieron que tenían que separarse. Pero Cormac agitó la rama entre ellos, y, cuando oyeron la suave y dulce música, olvidaron toda preocupación y pena,  y salieron a encontrarse con el joven, partieron y no se les vio más. Por toda Erin se profirieron sollo­zos, gritos y lamentaciones cuando se supo lo ocu­rrido: pero Cormac sacudió la rama, y ya nadie sintió ninguna pena ni amargura en el corazón.

Pasado un año Cormac dijo: "Hoy se cumple un año desde que se llevaron de mi lado a mi esposa, a mi hijo y a mi hija. Voy a seguirlos por el mismo camino que tomaron."

Cormac partió; al poco una oscura niebla mágica se levantó a su alrededor y vino a aparecer en medio de una maravillosa llanura.  Allí en el medio de la llanura habia muchos jinete ocupados en techar una casa con plumas de aves exó­ticas; cuando un ala estaba techada, iban a buscar más; pero cuando regresaban no quedaba ya una pluma en el tejado. Cormac los observó un rato, y prosiguió su viaje.

Más tarde, vio a un joven arrastrando árboles para hacer un fuego; pero, antes de que pudiera encontrar un segundo árbol, el primero ya se había consumido, y a Cormac le pareció que su labor no tendría fin.

Cormac siguió adelante, hasta que vio tres inmen­sos fuentes de agrua en la inmensa llanura, y sobre cada uno había una gran cabeza de piedra. De la boca de la primera cabeza manaban dos chorros de agua, y pero solo un  chorro caía en ella; de la segunda cabeza brotaba un chorro pero  otro chorro caia en ella, en la otra cabeza vio como tres chorros caian sobre ella pero ningún chorro salia de ella Grande fue la admiración que se apoderó de Cormac, que dijo: "Me quedaré a observar estos pozos, pues no he encontrado a nadie que me cuente su historia." Y, pasado un rato, siguió adelante hasta llegar a una casa en medio de un campo. Entró y saludó a sus moradores. Allí, sentada, había una pareja de perso­nas altas, vestidas con ropas de muchos colores, que saludaron al rey y le invitaron a pasar la noche.

Entonces, la esposa pidió al marido que buscara comida, y éste se levantó y salió, y al rato volvió con un enorme jabalí sobre su espalda y un leño bajo el brazo. Arrojó al suelo el jabalí y el leño, y dijo: "Ahí está la carne; cocínatela tú mismo."

"¿Cómo puedo hacerlo?", preguntó Cormac.

"Yo te enseñaré", dijo el joven. "Parte este gran leño en cuatro trozos, y divide el jabalí en cuatro cuartos; dispón un leño debajo de cada cuarto; cuenta una historia verdadera, y la carne quedará bien hecha."

"Cuenta tú la primera historia", dijo Cormac.

"Siete cerdos tengo del mismo tipo que el que he traído, y con ellos podría alimentar al mundo entero. Porque si mato a uno, no tengo más que poner los huesos en la pocilga o

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Juan David Betancur
elnarrodororal@gmail.com
Había una vez un rey irlandés  llamado Cormac, hijo de Art, Nieto  de Conn el de las Cien Batallas, que tenia su c su corte en Tara. Un día, sobre la campiña vio a un joven que llevaba en la mano una rama mágica y brillante que tenía nueve manzanas rojas colgando de ella. Y, cada vez que se agitaba la rama, los heridos o los debilita­dos por la enfermedad se sentían felizmente arrulla­dos por el sonido de una música mágica y dulcísima, que emanaba de aquellas manzanas; y asi todo el que la escuchaba superaba la necesidad mental, la afli. Ion o el abatimiento del alma. 

"¿Es tuya esa rama?", preguntó Cormac.

"Claro que es mía."

"¿La venderías? y, de ser así, ¿qué pedirías por ella?"

"¿Me darás lo que te pida?", dijo el joven.

El rey se lo prometió, y el joven entonces le pidió su esposa la reina, su hija la princesa  y su hijo el pequeño príncipe.  El rey sintió un gran dolor de corazón, lo mismo que su mujer y sus hijos cuando supieron que tenían que separarse. Pero Cormac agitó la rama entre ellos, y, cuando oyeron la suave y dulce música, olvidaron toda preocupación y pena,  y salieron a encontrarse con el joven, partieron y no se les vio más. Por toda Erin se profirieron sollo­zos, gritos y lamentaciones cuando se supo lo ocu­rrido: pero Cormac sacudió la rama, y ya nadie sintió ninguna pena ni amargura en el corazón.

Pasado un año Cormac dijo: "Hoy se cumple un año desde que se llevaron de mi lado a mi esposa, a mi hijo y a mi hija. Voy a seguirlos por el mismo camino que tomaron."

Cormac partió; al poco una oscura niebla mágica se levantó a su alrededor y vino a aparecer en medio de una maravillosa llanura.  Allí en el medio de la llanura habia muchos jinete ocupados en techar una casa con plumas de aves exó­ticas; cuando un ala estaba techada, iban a buscar más; pero cuando regresaban no quedaba ya una pluma en el tejado. Cormac los observó un rato, y prosiguió su viaje.

Más tarde, vio a un joven arrastrando árboles para hacer un fuego; pero, antes de que pudiera encontrar un segundo árbol, el primero ya se había consumido, y a Cormac le pareció que su labor no tendría fin.

Cormac siguió adelante, hasta que vio tres inmen­sos fuentes de agrua en la inmensa llanura, y sobre cada uno había una gran cabeza de piedra. De la boca de la primera cabeza manaban dos chorros de agua, y pero solo un  chorro caía en ella; de la segunda cabeza brotaba un chorro pero  otro chorro caia en ella, en la otra cabeza vio como tres chorros caian sobre ella pero ningún chorro salia de ella Grande fue la admiración que se apoderó de Cormac, que dijo: "Me quedaré a observar estos pozos, pues no he encontrado a nadie que me cuente su historia." Y, pasado un rato, siguió adelante hasta llegar a una casa en medio de un campo. Entró y saludó a sus moradores. Allí, sentada, había una pareja de perso­nas altas, vestidas con ropas de muchos colores, que saludaron al rey y le invitaron a pasar la noche.

Entonces, la esposa pidió al marido que buscara comida, y éste se levantó y salió, y al rato volvió con un enorme jabalí sobre su espalda y un leño bajo el brazo. Arrojó al suelo el jabalí y el leño, y dijo: "Ahí está la carne; cocínatela tú mismo."

"¿Cómo puedo hacerlo?", preguntó Cormac.

"Yo te enseñaré", dijo el joven. "Parte este gran leño en cuatro trozos, y divide el jabalí en cuatro cuartos; dispón un leño debajo de cada cuarto; cuenta una historia verdadera, y la carne quedará bien hecha."

"Cuenta tú la primera historia", dijo Cormac.

"Siete cerdos tengo del mismo tipo que el que he traído, y con ellos podría alimentar al mundo entero. Porque si mato a uno, no tengo más que poner los huesos en la pocilga o