Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

247. El Tio Conejo y La Boa (Infantil)

March 27, 2021 Juan Betancur Season 3 Episode 43
Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
247. El Tio Conejo y La Boa (Infantil)
Show Notes

Había una vez un conejo que todos llamaban tío Conejo que era reconocido por su astucia y sus manas para salir de los problemas que se le presentaban. Tio Conejo estaba muy pero muy preocupado, porque como a el le gustaba caminar por el bosque ya era la tercera vez que había estado a punto de ser sorprendido por la tía Boa.

La ultima vez que esto le sucedió fue hacia algunos dias en que él iba saltando distraído, cuando tropezó con un tronco y allí mismo estaba hecha una rosca de espiral la tía Boa. Como la creyó dormida porque ni se movía, él se detuvo, la miró y muy tranquilo se puso a comer. Pero tía Boa, que no es ninguna tonta, lo sintió y saltó como un resorte. Por suerte no lo alcanzó porque tío Conejo reaccionó rápido y, como tiene buenas piernas, salió corriendo desesperado.

Tío Conejo desde entonces andaba preocupado, pensando cómo hacer no tener más sustos. Tía Boa era tan pero tan larga y tan pero tan gruesa, que de sólo recordarla empezaba a temblar.

Al fin le vino una idea. Tomó un saco de tela gruesa y se fue derechito hacia la casa de tía Boa, que vivía en el hueco de un tronco carcomido que daba a un ojo de agua.

Cuando se estaba acercando al árbol hizo parecer que iba hablando con alguien. Primero se puso a decir en voz alta y luego en voz más baja diferente a la suya:


‑¿A que cabe?

‑¿A que no cabe?

‑¿A que cabe?

‑¿A que no cabe?

‑¿A que sí?

‑¿A que no?

‑¡Apostemos a que sí!

‑¡Apostemos a que no!

‑Pero hombre, ¡que sí cabe!

‑Pero hombre, no seas testarudo, que tía Boa es más larga que un camino y más gruesa que ese tronco. ¡Te apuesto mi cabeza a que no cabe!

‑¡Pues yo te digo que sí cabe!


Cuando pronunció esta última frase, tío Conejo ya estaba cerquita de la casa de tía Boa que estaba durmiendo pero, al escuchar esas voces, se había despertado. Por suerte estaba de buen humor, porque tenía en su panza una nutria que había bajado al ojo de agua, así que estaba tranquila y contenta haciendo la digestión. Asomó la cabeza por el hueco y, como vio a tío Conejo, le preguntó:


‑¿A qué se deben esos gritos y esa algarabía?, ¿no ves que me has despertado?


‑Pues, señora, mire al porfiado de mi hermano ‑y señalaba con el dedo detrás del árbol‑, dice que apuesta a que usted no cabe en este saco ‑le mostró el saco que traía‑ y yo le digo que apostemos a que sí cabe.

‑A ver, a ver..., abre la boca del saco ‑contestó tía Boa, trataré de acomodarme así ese porfiado se convencerá y podrás ganar la apuesta.


Mientras tanto, tío Conejo pensaba para adentro:


‑¡Ay... María Santísima! ¡Ay... Jesús, José y María! Que tía Boa no se dé cuenta, que no le den ganas de comerme.


Le temblaba todo el cuerpo brbrbrbrbr y los dientes le rechinaban ticticchacticchac y los bigotes se le doblaban szszszsz, hasta que logró serenarse. Abrió el saco y tía Boa entró despacito despacito hasta que se acomodó perfectamente. Cuando estuvo adentro toda metida, tío Conejo sacó la cuerda que traía en el bolsillo, ató el saco bien\nn fuerte, le hizo un nudo ciego y de un empujón lo tiró al río y allí desde la orilla vio como el rio se la llevaba rio abajo hasta bien lejos, donde no pudiera regresar al bosque de tio conejo. 


Y dicen que la tia Boa llego finalmente a una playa donde se pudo escapar de la bolsa, pero estaba tan lejos que nunca volvió por los lados del tio conejo y su bosque y el tio conejo fue feliz para siempre. co