Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda
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40. Los dos unicornios
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Había una vez una hombre viviendo en una pequeña cabaña de madera en el centro de un valle muy verde y fértil. Aquella lluviosa mañana el hombre sintió que le tocaban la puerta y en la puerta se encontraba un hombre que chorreando agua de su manto de algodón le miraba desde el portón evitando el hilo de agua que caía desde lo alto de la puerta.
El hombre miró al visitante y le dijo…
Entre buen hombre. Entre que está lloviendo mucho y no quiero que se resfrie. Sígase por favor.
El visitante le dijo. Gracias. He venido porque me han dicho que usted tiene un par de bellos unicornios traídos del África. Es verdad eso.
Ciertamente. Dijo el hombre. Son las únicas dos creaturas de estas que se pueden encontrar en esta parte del mundo. Los he comprado en el áfrica y los he traído por el desierto para sacarles crias y luego venderlas a los granjeros como bestias de carga
Estos unicornios pueden hacer el trabajo de cualquier caballo por mas fuerte que sea y si son atacados por los lobos o los zorros se pueden defender fácilmente con su cuerno.
Ya veo contestó el visitante. He oído cosas maravillosas de ellos. Dígame, será que usted podrá estar interesado en venderlos. Le pagaré el triple de lo que pago en áfrica mas los gastos de haberlos traído hasta aquí.
No dijo el hombre por nada del mundo. Pienso hacer mucho dinero sacándoles crías a estos animales y solamente venderé sus crías cuando ya tenga un buen numero de ellos. Por ahora no puedo vender ninguno. Si quiere pásese dentro de unos años y veremos.
El visitante le dijo … Mire es que me urge mucho tenerlos lo antes posible. Hoy mismo si es posible.
No diga más y váyase de mi casa le contesto el hombre, habiendo perdido la paciencia con el visitante.
Y empujando al visitante lo sacó de su casa
El visitante retrocedió y salió de la casa y vio como la puerta se cerraba detrás de el.
Mirando aquel campo enfangado por la lluvia vio que a unos metros de allí estaba el establo y caminando con dificultad se acerco a la puerta de este y vio que allí efectivamente se encontraban dos unicornios, altos y bellos como se los habían descrito. Con un bello pelambre y con un fantástico brillante y retorcido cuerno apuntando hacia el cielo desde el centro de sus frentes.
La pareja de unicornios, curiosos al verlo se acercaron a él, y el visitante cogió unas riendas que estaban colgadas en la puerta y se acercó a ellos con la intensión de atraparlos y llevárselos con él
Cuando ya casi lograba cogerlos oyó detrás suyo un ruido y vio en la puerta del establo al hombre que con un palo en la mano se acercaba a el amenazante.
El hombre grito.
Ladrón. Estas tratando de robarte mis animales y lanzando un golpe con el palo casi golpea al visitante, quien salió huyendo entre los gritos y golpes del dueño de los unicornios.
Mientras tanto, los unicornios nerviosos por lo que sucedía, daban coces en el suelo y con su brillante cuerno golpeaban el techo del establo.
El visitante huyo como pudo y corriendo difícilmente por el pantano que se había acumulado alcanzo a salir de aquel fértil valle y después de varios horas de correr y caminar por entre colinas y valles llego a la tierra de su padre.
El padre de aquel viajero lo miro llegar y con mirada penetrante le pregunto mientras desplegaba un rollo de cuero.
Entonces, hijo mío… Veo que no Trajiste los unicornios
No padre lo siento. No pude traerlos.
Noé parado en la puerta de la entrada de su arca Tristemente miro la lista empapada por la lluvia que ar