Había una vez...Un cuento, un mito y una leyenda

724. Los tres hombres misteriosos (Leyenda Mompox)

Juan David Betancur Fernandez Season 8 Episode 51

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Juan David Betancur Fernandez
elnarradororal@gmail.com

La Leyenda de los Tres Cristos de Mompox

Habia una vez en pueblo a las orillas del rio magdalena en Colombia un pueblo llamado Mompox. Corría el l el siglo XVI y  Santa Cruz de Mompox se erige majestuosa como una pujante comunidad comercial donde los barcos que surcaban el rio tenían que parar a descansar o a entregar las mercancías que llevaban. siendo puerto obligado y centro de comercio y fe Mompox era visitado por todo tipo de personas. En una mañana La neblina del río y el calor húmedo envolvían  la ciudad entera cuando los habitantes vieron llegar tres forasteros de aspecto enigmático.

Los tres hombres, silenciosos y de miradas profundas, desembarcaron buscando alojamiento. Se dirigieron a la antigua Albarrada de los Ángeles como se conocía en aquel entonces aquel lugar y que hoy se conoce como la albarrada de los Turcos 

Los forasteros alquilaron una de las grandes bodegas de la zona cosa que no era extraño debido a que Mompox era utilizado como lugar de almacenamiento de mercancías. Lo que si llamó la atención de los lugareños no fue su ropa ni su acento, sino su equipaje: cada uno cargaba con esfuerzo una larga caja de madera, muy parecida a un ataúd. 

Luego visitaron 

Pagaron el importe de su renta y entraron en la bodega con sus extrañas cargas, cerraron las puertas y nunca más se les volvió a ver.

Durante los primeros días, la gente del pueblo pasaba cerca del lugar y escuchaba los golpes del cincel y el martillo. Sin embargo, al cabo de unos días, los ruidos cesaron por completo. Un silencio absoluto se apoderó del taller y la bodega permanecía en un silencio sepulcral. No se veía entrar ni salir a nadie, y la quietud comenzó a inquietar a la comunidad. 

 

El sacerdote y las monjas notaron algo aún más inquietante: la comida que dejaban en la puerta permanecía intacta. Día tras día, los platos se acumulaban sin que nadie los tocara.

El dueño del local, junto con los vecinos de la Albarrada, temiendo lo peor —que aquellos hombres hubiesen muerto por alguna enfermedad repentina o de hambre— decidieron intervenir.

Armados de valor y herramientas, forzaron las cerraduras. Al abrir las puertas, la luz del sol iluminó el interior de la bodega, revelando una escena desconcertante: El lugar estaba vacío de personas. De los tres forasteros no había ni rastro, ni siquiera sus huellas en el polvo.

habitación estaba vacía.

·       No había rastro de los tres hombres.

·       No había virutas de madera en el suelo.

·       No había herramientas.

·       La única salida era una ventana pequeña por donde era imposible que hubieran escapado tres personas.

·       Sin embargo, en el centro del recinto yacían, intactas, las tres cajas de madera.

 

Con manos temblorosas, los vecinos procedieron a destapar las cajas. El asombro fue colectivo. Dentro de cada una no había cadáveres humanos, sino tallas divinas: tres Cristos de madera.

La factura de las esculturas era tan perfecta, tan dolorosamente humana, que los presentes tuvieron que tocarlas para cerciorarse de que no eran de carne y hueso. La piel parecía sudar, las heridas sangrar y los músculos contraerse por el dolor de la pasión.

El pueblo comprendió entonces que aquellos tres hombres no eran escultores humanos..

Al revisar las cajas, encontraron papeles que indicaban el destino final de cada imagen:

1.             Mompox (Bolívar)

2.             San Benito Abad (Sucre)

3.             Zaragoza (Antioquia)

Los frailes Agustinos Calzados, custodios de la fe en la zona, toma